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EXCODRA
REVISTA DE LITERATURA
(Y OTRAS ARTES)
Nº 43
El miedo
REVISTA EXCODRA
2020
Edición: © Revista Excodra.
Imagen portada: © Ziqian Liu.
La autoría de los textos e imágenes de la revista pertenece a cada uno de sus respectivos autores.
Dirección Revista Excodra: Rubén Darío Fernández.
Revista Excodra. Número XLIII, El miedo. Mayo, 2020.
ISSN: 20141998.
http://excodra.wixsite.com/excodra
excodra@excodraeditorial.com
ÍNDICE
Contenidos
Página
EXCODRA XLIII: EL MIEDO 3
EDITORIAL 5
PROSA 7
Sergio Galarza Puente: Sobre el miedo al miedo y otros virus 7
Eduardo Ruiz Sosa: Necesidad del experimento 12
Víktor Gómez Ferrer Valentinos:
Pensar y conVersar (desde) el miedo en tiempos de gran orfandad 20
Diego Luis Sanromán: El miedo: postales para un álbum 28
Jesús Carnerero Carballo: El mineral del alma 37
Andreu Grau Fontanals: Los confines de Saturno 42
José Antonio Olmedo LópezAmor: El Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal 49
POESÍA 59
Pilar Adón: Miedo (I y II) 59
Isabel González Gil: Los comedores de loto 61
José Iniesta: Estampas del miedo (I, II, III y IV) 63
Mariona Rodríguez: Naciente 67
Nicolás Corraliza: Cobertura poética 68
Ernesto Escobar Ulloa: El miedo 70
El miedo 1 Excodra XLIII
ARTES VISUALES 77
Jaime Valero 78
Ziqian Liu 94
Yoel Díaz Gálvez 110
Tony Luciani 126
Eli Mora 142
ENTREVISTA 143
Federico Fernández Giordano 143
RESEÑAS 149
Historia de la filosofía occidental, de Bertrand Russell 149
Historia de la filosofía del Derecho, de Guido Fassò 152
Origen y evolución de la moral, de Piotr Kropotkin 155
Historia de las ideas políticas, de Jean Touchard 159
COLABORADORES 163
Excodra XLIII 2 El miedo
EXCODRA
REVISTA DE LITERATURA
(Y OTRAS ARTES)
Nº 43
El miedo
El miedo 3 Excodra XLIII
Excodra XLIII 4 El miedo
EDITORIAL
Queridos lectores, con este nuevo número de la revista hacemos
nueve años de existencia. Estamos muy satisfechos, como cada año que
pasa, con el resultado que vamos obteniendo con cada nueva temática
abordada, y desde aquí queremos agradeceros infinito a todos los que
colaboráis por vuestra dedicación y tiempo para seguir sacando esta revista
adelante. Es una hermosa tarea, a ver hasta cuántos años llegamos…
mientras haya fuerzas, por aquí estaremos. Agradecidos de
corazón, a los que participáis, y a los que la leéis.
En esta ocasión, nos centramos en el miedo. Obviamente, el número
nace a raíz de la epidemia que estamos viviendo, y que nos ha acercado
esta sensación con muchísima más fuerza que en otros momentos de la
vida. Entonces, ¿qué es el miedo? ¿Por qué tememos? ¿Cómo reaccionamos
ante el miedo a la muerte y a la enfermedad? Pero más allá,
¿cómo reaccionamos ante el juicio de los demás, qué tememos de ese
juicio? Y, ¿cómo usa el poder, desde los medios de comunicación, el
miedo? ¿Es el miedo una herramienta de control social, muy arraigada
desde antaño como elemento al uso en política y moral? Estas preguntas
se irán respondiendo a lo largo del número.
Tememos tantas cosas… Hay quien teme más, y quien teme menos,
pero es una de las emociones más potentes que poseemos y que nos
permite sobrevivir, que nos alerta ante el peligro y nos pone en guardia,
para huir, para defendernos, cuando no nos atenaza por completo.
Gestionar el miedo es tarea complicada, nos puede ser tan beneficioso
como perjudicial, si tememos más de lo conveniente para vivir. Desde
hablar en público, a temor a la muerte, desde temer fallar, a temor a la
enfermedad. Cada uno tiene sus miedos particulares, que se expresan
en mayor o menor medida, pero a todos nos alcanza, por alguna vía de
nuestra vida.
Sea como sea, no temáis adentraros en este número, ha quedado
tremendamente literario, seguro que lo disfrutáis. Salud, mucha.
El miedo 5 Excodra XLIII
Excodra XLIII 6 El miedo
PROSA
Sobre el miedo al miedo y otros virus
Sergio Galarza Puente
Si usted es de los que creen que las ideologías separan a los ciudadanos,
no se equivoca. La polarización de las ideas o de lo que queda
de ellas después de su exposición y lectura mínima en las redes sociales,
reduciéndolas a un dogma (aunque hay ideas que no necesitan ser
reducidas pues son formuladas creyendo que son ideas cuando en realidad
son dogmas), es la confirmación de esa frontera real que existe en
la sociedad. Además, hace tiempo que el enfrentamiento por el ejercicio
de los derechos dejó de ser una cosa de ricos contra pobres. Las rentas
ya no guardan relación directa y proporcional con las ideas, por si hace
falta recordarlo. No todos los ricos quieren explotar a los que tiemblan
cuando el fantasma de los despidos empieza a visitar sus empresas, y
no todos los pobres votan a los que dicen defender a la clase obrera,
porque quieren ser vecinos del capitalismo antes que protagonistas de
los reportajes sobre barrios deprimidos. La realidad no es una fotografía
sino un plano secuencia. A mejor o a peor, dependiendo de la ideología,
la sociedad se acomoda.
En este momento, año 2020, aún no sabemos cómo se acomodará lo
que conocíamos como nuestra vida fuera de casa, porque la de puertas
hacia dentro ya la hemos conocido lo suficiente, por si alguien no se
había enterado que existía. Pero sí puedo señalar una nueva categoría
general que englobará a la anterior, la ideológica, para convertirla en
un subgrupo. Advierto que la separación ahora es más radical. En un
bando se encuentran los que tienen miedo al Covid19 y los futuros virus.
En el otro los que tienen miedo a tener miedo, no porque se nieguen
a cambiar de hábitos sino por la simple necesidad de estar tran
El miedo 7 Excodra XLIII
quilos y moverse como antes pero con algunas pautas de conducta social
añadidas como llevar mascarilla. Los primeros ya sufren y los segundos
se niegan a hacerlo. Yo, que me encuentro entre estos últimos,
me he pasado toda la cuarentena leyendo y subrayando libros que a ratos
me recordaban que no estaba de vacaciones. Estas son algunas de
esas anotaciones, que ya he publicado pero he podido corregir para
esta entrega. Hay algún añadido leve. Como todos, supongo, he entendido
que la vida de hace unos meses atrás ya es arqueología, no se podrá
repetir. El filósofo alemán Markus Gabriel declaraba hace unos días
(escribo el 5 de mayo) que lo que estamos viviendo es apenas el aviso
del desastre ecológico que vendrá. Lo asumo. De hecho asumo cada
profecía que leo vinculada con el cambio climático. Y las recuerdo cada
vez que bajo a tirar los plásticos en su cubo y empiezo a calcular la
cantidad de deshechos que compramos.
Hay miedos para repartir como en una feria y apuesto a que ustedes
han experimentado más de uno: miedo al dolor cuando va al médico y
le cuentan el proceso para curar una enfermedad grave, miedo a que se
muera un hijo cuando vemos a alguien de la edad de nuestros hijos que
cruza la carretera con el semáforo en rojo y un coche está a punto de
pillarlo, miedo a la ausencia de belleza cuando nos comparamos con el
canon que quiere imponer una marca de ropa o sentimos que nuestro
hogar está muerto por la falta de color, miedo al hambre cuando vemos
noticias de un país lejano en guerra, miedo a que no te quiera nadie,
miedo a no saber nadar, miedo a no saber solucionar lo que nos pueda
pasar y como hasta que no pasa no puedes saber si sabes o no solucionarlo
o puede que nunca pase pues el miedo no vale para nada.
Recuperar la normalidad supone asimilar otra posibilidad de miedo
provocado por un virus mortal. No creo que haya más o soy incapaz de
imaginarlo y pensarlo.
¿En verdad se puede vivir bajo amenaza constante de contagio y
muerte?
***
Excodra XLIII 8 El miedo
Escribía Susan Sontag en La enfermedad y sus metáforas: “Las enfermedades
simplemente epidémicas son menos útiles como metáforas,
como lo demuestra la amnesia histórica que rodea la pandemia de gripe
de 19181919, en la que murió más gente que durante los cuatro
años de guerra precedentes”.
¿Se podrá hablar de esta pandemia como de una guerra? ¿Alguien
se atreverá?
He leído críticas constantes al uso de las metáforas bélicas. ¿Qué escritor
no se ha sentido tentado de usarlas? Los políticos que han caído
en la tentación han recibido una “ráfaga” de desprecio. Perdido su poder
las metáforas bélicas son desterradas de la escritura. Dudo que volvamos
a leer una hasta que se aprenda a usarlas dentro del contexto
que les corresponde o que nos convenzan de su vigencia como lugar común.
Pero volverán de forma inevitable.
***
En un artículo publicado el veintidós de marzo en la sección IDEAS
de El País, ByungChul Han, el filósofo bestseller, hacía una recuento
de la alarma mundial causada por el Covid19. El artículo no aportaba
nada interesante o nuevo que un lector informado no hubiera leído ya
en otros medios o hubiera podido deducir con los datos almacenados
en tantas horas de ocio, salvo por una mención a su propia obra, La sociedad
del cansancio. Recordaba el filósofo que hace diez años sostuvo
en su ensayo “la tesis de que vivimos en una época en la que ha perdido
su vigencia el paradigma inmunológico, que se basa en la negatividad
del enemigo”. El libro empieza así: “Toda época tiene sus enfermedades
emblemáticas. Así, existe una época bacterial que, sin embargo,
toca a su fin con el descubrimiento de los antibióticos. A pesar del manifiesto
miedo a la pandemia gripal, actualmente no vivimos en la época
viral. La hemos dejado atrás gracias a la técnica inmunológica”. Y
volvemos al artículo: “Los peligros no acechan hoy desde la negatividad
del enemigo, sino desde el exceso de positividad, que se expresa como
exceso de rendimiento, exceso de producción y exceso de comunica
El miedo 9 Excodra XLIII
ción”. El diagnóstico no es erróneo, en realidad es algo peor, es incompleto.
Pero, ¿estamos hablando de un filósofo o de un sociólogo? Da igual,
como ciudadano, después del encierro que estamos soportando, me fío
más de los guionistas de Black Mirror.
***
Con tanto tiempo para leer y pensar (pese a vivir en familia con niños
pequeños), lo que más me pregunto y creo que deberíamos preguntarnos
todos es quiénes construyen los relatos oficiales que consumimos
de forma inevitable, desde qué lugar se enuncian.
Me imagino a un ejército de escritores dedicados a cruzar información
a diario para concebir sus novelas como la Novela Oficial de la
Pandemia. Podemos llamarlo el “Efecto Cercas”. ¿Nos queda alguna
duda de que Javier Cercas fue el culpable de esa avalancha de novelas
sobre la Guerra Civil Española que tanto espacio ha quitado en las librerías
a relatos más interesantes sólo por el hecho de haber sido escritos
en vez de producidos como la mayoría de novelas sobre dicha guerra?
¿Son esos escritores cajeros o reponedores de un supermercado,
enfermeros o personal sanitario, personal de limpieza, riders de Glovo?
¿Cuántas novelas del establishment literario tienen como protagonista a
un reponedor de supermercado? Quizás haya llegado su momento.
¿Hay trabajadores más expuestos al contagio que los que he mencionado?
¿Cambiará el mercado literario y se establecerá un relato de la precariedad?
¿Por qué no se rompe esa cadena de producción que termina
en los suplementos culturales que validan esas miradas? ¿No se suponía
que con Internet se abrirían otros medios de difusión? O se abrieron
y fallaron en conseguir el respaldo de los consumidores, pero hacen falta
canales para que la oferta rompa el círculo del establishment.
Pero frente al oportunismo lo que deseo es un auge de literatura de
divulgación médica, científica y geopolítica. Información antes que ficciones
concebidas en la seguridad de una biblioteca.
Excodra XLIII 10 El miedo
Esto me lleva a exigir que en vez de los políticos sean los trabajadores
de la Sanidad Pública los que comparezcan en las ruedas de prensa
para contarnos cómo va la realidad, no eso que vemos por la televisión,
sino la que pone en riesgo sus vidas.
***
Leo que un virus ha sentenciado al capitalismo y a la globalización.
Ambos proyectos se aprovechan y benefician de la situación precaria de
miles de trabajadores. Esta mañana he leído que los gobiernos empiezan
a pensar en cómo volver a producir en sus países en vez de depender
de productores extranjeros. Lo cual no significa que la situación
para los trabajadores vaya a mejorar. Sospecho que, por el contrario, se
buscará mejorar las condiciones de explotación.
Dicen que la vida va a cambiar después del Covid19.
La vida de quiénes, pregunto.
¿Van a subirme el sueldo de verdad?
¿O todo va a cambiar para que no cambie nada como después del
2008?
SGP
El miedo 11 Excodra XLIII
Necesidad del experimento
Eduardo Ruiz Sosa
ni rostro ni estruendo
un silencio en lo inmóvil, el reconocimiento de que ante la sensación
de la amenaza, hoy, nos paralizamos
o podríamos decir esto:
Hace años alquilé mi cuerpo al servicio de la ciencia;
como quien invoca un pasado extenso que serpentea entre lo imaginado
y lo temido, esos relatos en los que la bruma o el acorde de determinadas
palabras pretende ocultar la necesidad
porque no se oculta el otro relato, se oculta la necesidad de revelarlo,
la imperiosa necesidad de que lo privado se convierta en mito, porque
los mitos ya no tienen hueso nervios sangre corriente que pueda
mancharnos
los mitos se piensan, se estudian, se citan en tratados que a su vez
ocultan otras formas de la necesidad
necesitar es un terror sin dientes
la mansedumbre de los animales viejos que duermen todo el día,
algo así
o la idea de que es el cuerpo el único instrumento que se estira con
su facultad de aliento en las palabras los sueños el nombre
Para ser más preciso, hace años participé en un experimento sobre el
miedo;
si en mis pesadillas hay médicos, científicos locos que persiguen animales,
yo soy uno de esos animales, nunca el médico, psiquiatra o algo
así, que me hablaba con los ojos amarillos de quien recién despierta al
mundo y no conoce el pasado:
¿Por qué, ante la sangre, el miedo nos paraliza?, me preguntó;
piénsalo, decía, el miedo es una señal de alarma, un pulso instintivo
de la preservación, la forma en que el cuerpo se defiende de una amenaza,
como si el pulso acelerado, la sudoración, las pupilas dilatadas, la
Excodra XLIII 12 El miedo
tensión muscular del miedo, digamos, a las arañas o a las serpientes o a
ciertas aves, me decía, no fuera otra cosa que la reacción corporal al peligro
que creemos que representan, la puesta en marcha de un cuerpo
que se defiende, como la fiebre, que mata ofensas invisibles poniéndonos
a arder;
recordé a ¿Arreola?, ¿Lugones?, que decía que las tarántulas son las
garras de los monos, que nos persiguen desde el pasado evolutivo
una selva en la memoria
o algo así me estoy inventando
como si hiciera falta inventarse el miedo
ese antiguo miedo arácnido, desaparecido ya
en buena medida las ideas del médico apuntaban a que el miedo es
el eje civilizatorio por excelencia, es decir, el miedo construye muros
refugios armas levanta castillos y gobiernos el miedo es una forma de
alerta y atención el modo en que sabemos que la vida está amenazada
y ponemos en marcha una serie de directrices para defendernos
por ejemplo, me decía, la sed tiene la forma del ahogado
yo lo miré sintiendo que me conocía, que algo sabía de mí
que en la entrevista que respondí semanas atrás y por la que me eligieron
para participar en esto, alguna información más íntima se me
había filtrado, algún nombre propio, una fecha, que pudiera darle al
médico desconocido un norte para hablarme de esa manera:
leí el anuncio en un tablero en la universidad, llamé a un número de
teléfono, respondí un cuestionario, asistí a una entrevista, pensé que
compraría tres o cuatro libros con el dinero que ofrecían
¿qué palabras son las que nos revelan ante los otros?, ¿qué nombres
decimos incluso sin darnos cuenta?
caminábamos por los pasillos del hospital como si yo fuera un enfermo,
como si yo hubiera ingresado ahí contra mi voluntad, porque acaso
ese proceso de desvestirse y cubrir el cuerpo con esas batas precarias,
esos vestidos infantiles abiertos por la espalda que nos obligan a depender
de que alguien nos los ate pacientemente como hijos recién adoptados,
contrario a las batas de los médicos, que se cierran por delante y
que incluso pueden darse el lujo de dejar abiertas, mostrando que de
El miedo 13 Excodra XLIII
bajo de la bata siguen siendo civiles, entes públicos, mientras que uno,
descalzo y desnudo bajo la bata, está sometido a los corredores del hospital
para que la exposición no sea pública
qué cosa más ridícula salir corriendo del hospital con esas batas y
sus nudos semejantes a las camisas de fuerza de los locos del cine
todo esto lo pensaba mientras atravesábamos la entraña hospitalaria
rumbo al aparato de las resonancias magnéticas, ese sarcófago donde
años antes había entrado ya por indicación de las migrañas, desaparecidas
también un tiempo después, azuzadas en un principio, según otro
médico, por un tumor cerebral que nunca logró descubrir, y años más
tarde la tumba de imanes habría de engullirme de nuevo debido a una
la lesión en el nervio ciático, en fechas en que otros médicos querían intervenirme
y llenarme las vértebras de tornillos y placas de titanio
por ejemplo, volvía a decir entonces, el miedo es como la sed, que
tiene la forma del ahogado
¿y eso qué significa?, pensaba yo sin decirle que me quería ir, que
renunciaba al examen, que quería vestirme
pero uno pierde cierta capacidad de habla en los hospitales, como si
el lenguaje interior de los que trabajan ahí fuera de un orden ajeno y
las palabras de uno, enfermo siempre, fueran tan elementales que no
logran producir ni un solo sonido
llenos de pasillos y habitaciones, los hospitales rara vez producen
eco
o su eco es solamente posible en el abandono
(en la calle en la que crecí había una clínica, o el cascarón de un
edificio que alguna vez fue una clínica, psiquiátrica, decían para asustarnos,
que nunca vi en funcionamiento y que cerró, según contaban,
porque durante una cirugía de extirpación de las amígdalas había
muerto una niña de siete años; recuerdo, aún sin comprender del todo
la muerte y sus fronteras, preguntarle a mi hermana mayor, a quien le
habían extraído las amígdalas antes de que yo naciera, si había sido ella
la que murió en aquel hospital
no recuerdo su respuesta
Excodra XLIII 14 El miedo
pero recuerdo la fantasía de saltar los muros de las casas aledañas y
entrar por el patio al edificio abandonado, gritar nombres femeninos
pensando en la invocación del fantasma de aquella niña, pero no atrevernos
nunca a entrar en el recinto:
nos quedábamos en el patio, como si la intemperie pudiera protegernos
de los recuerdos ajenos)
luego en aquella caminata yo pensaba, junto al médico, porque uno
no puede deambular solo en los hospitales si no es un médico o un espectro,
si es posible contar una historia sin recurrir a lo que sucede en
el pasado
si todo relato es el cuento de un pasado que desesperadamente necesita
de otro pasado, como si la historia fuera la búsqueda de ese otro
tiempo anterior que da forma a nuestro pasado
Pero el miedo a la sangre fulmina, continuaba el psiquiatra, es decir,
¿has visto cómo reacciona alguien que teme a la sangre?, se desmayan,
pierden el sentido, ante una herida en su propio cuerpo o en el cuerpo
de alguien más se les llena de bruma el ser
¿hay una emergencia mayor que una herida?
caen desvalidos, se desmoronan y quedan a merced del depredador,
si es el caso, o abandonan la posibilidad de ayudar al otro, si es el caso,
¿qué mierda de mecanismo de defensa es ése?, me preguntaba el médico,
como si me tuviera confianza, como si me estuviera domando para
entrar confiado y sin resguardos al experimento;
porque aquello era un experimento
y yo era el animal
la materia con la que el científico trabaja
yo era el miedo
o una de las tantas formas posibles del miedo
por alguna razón que no entendí iba descalzo:
caminaba por el hospital la enorme distancia que conducía desde la
sala de juntas, el consultorio y la habitación donde dejé mi ropa, hasta
el habitáculo de las resonancias magnéticas, sin zapatos ni pantuflas ni
sandalias
El miedo 15 Excodra XLIII
me sentía más fantasmal, más próximo a lo muriente que a lo experimental,
más animal que ciudadano, mientras los pasos del médico
acompasaban el ritmo de su charla
porque seguía hablándome como si esa distancia entre lo vestido y
lo desnudo no mediara entre nosotros en la forma de una bata ligera a
medio abrir por la espalda
y unos pies descalzos
y el hecho de que yo era el objeto del experimento
pero igualmente seguía hablándome, diciendo que el interés no estaba
en el miedo sino en la reacción:
Temer no es interesante si no hay reacción ante el temor, decía, lo
habitual es pensar que las cosas existen a través de sus nombres, que al
decir una palabra, entonces, aquello que nombra se nos viene encima,
como un recuerdo o como una imagen, pero en el cerebro las cosas suceden
de forma diferente:
sin la fuerza de la afectación, no hay actividad:
una palabra activa una zona determinada del cerebro porque el conjunto
eléctrico herido por el nombre ha sido herido antes por la afectación,
por la experiencia a la que asociamos el nombre
en tu caso, cuando entres en el tubo de la resonancia, me dijo, no
será del todo diferente, pero en lugar de decir la palabra «araña», que a
nadie asusta, te mostraremos imágenes, fotografías, tal vez algún vídeo,
presta atención:
la imagen encenderá en tu cerebro esas zonas del miedo, la reacción
que permite la supervivencia
pero el engaño consiste en que las imágenes, en este caso, no pueden
tocarte, no pueden herirte ni ponerte en riesgo;
¿En este caso?, le pregunté;
pero no iba a responderme, porque ya me estaba explicando que la
imagen de un objeto desconocido, el nombre de algo que yo jamás había
visto, no podrían provocar ninguna reacción en el resultado de los
exámenes
A veces también lo hacemos, decía, demostrarnos que lo desconocido
no produce temor:
Excodra XLIII 16 El miedo
agregamos algunas cuantas imágenes de objetos que sabemos que serán
desconocidos para el sujeto
yo era «el sujeto» a estas alturas
y entonces registramos la ausencia de reacción:
nada en el cerebro, salvo la capacidad de deducción, el intento por
descifrar aquello que es ajeno, se enciende en las pantallas:
muchas veces he escuchado que la gente dice que se teme a lo desconocido,
pero esa idea es apenas un romanticismo, un juego de palabras,
una forma de decir que en lo ajeno puede esconderse una amenaza capaz
de ponernos en riesgo
el único temor posible, insistió, en última instancia, es a la muerte
a la herida
el resto son miedos subsidiarios, decía el médico;
y antes de que pudiera pedirle una explicación sobre esa idea de los
miedos subsidiarios, habíamos llegado a una zona más concurrida del
hospital
¿cuánto tiempo llevábamos caminando?
¿cómo se mide el tiempo en los hospitales, cómo se mide el tiempo
en el miedo?
me di cuenta de cómo se le había encajado la cabeza entre los hombros,
como si tratara de protegerse de un estruendo o de la lluvia de un
grito que silbaba su propio nombre
me había adelantado ya varios pasos y yo, que sentía en las plantas
de los pies el frío y la enfermedad esparcida por el suelo del hospital
me fui quedando atrás en un caminar más lento, tan animal como el
suyo, un caminar de precaución, el mío, uno de prisa con las rodillas
demasiado flexionadas, demasiado levantadas, el andar del médico,
que llevaba la mirada encajada en sus pies como si una especial coordinación
del movimiento le fuera exigida en ese tramo del recorrido
tuve el instinto de mirar hacia las puertas que se entreabrían a lo
largo del pasillo, esperando la emergencia de un intruso, como si yo
mismo no fuese ajeno a aquellos páramos, o tratando de divisar cuál
era el motivo de la prisa
El miedo 17 Excodra XLIII
pero las puertas se abrían o se cerraban sin que me fuera posible encontrar
una relación entre el contenido de las habitaciones y la prisa
del médico, que ya iba varios metros más adelante y que seguía hablando
sin que pudiera escucharle la voz, como si esa postura del cuerpo,
como de una joroba de pronto germinada bajo la bata, le achicara también
la voz y le borrara de la mente que yo ya no estaba a su lado
(la única ocasión en que nos aventuramos a recorrer las primeras estancias
de la clínica abandonada en la calle de mi infancia, con la idea
de que la luz del día nos protegía de espantos y posesiones, tomamos
un respiro hondo, aguantamos el aire en los pulmones, y caminamos
con las puntas de los pies tratando de no tocar nada:
no salimos corriendo ante ninguna aparición ni movidos por el miedo,
no al menos por el miedo a una amenaza, como diría el médico,
sino porque el aire se nos terminaba y no queríamos volver a casa, a la
seguridad de nuestra casa, con el cuerpo lleno de respiraciones de ese
óxido de sábanas y sueros resecos que alcanzamos a imaginar antes de
poder ver nada más que alguna puerta cerrada, matorrales, paredes
desconchadas, el tiempo y su hambre)
así, como en el recuerdo, comencé a caminar como si el aire se me
estuviera terminando, y después de unos pasos y unas puertas cerradas,
al otro lado de un umbral donde se abría una sala, el médico estaba
tranquilo, sereno en su porte de científico que aguarda por su monstruo,
un monstruo al que ya no teme, y me di cuenta de que seguía hablando
como si nada lo hubiera interrumpido
como si hubiéramos atravesado una región peligrosa con éxito y sin
perder nada en el camino
En el temor no hay nombres, seguía diciendo, hay formas;
colocó su mano clínica sobre mi hombro y me dirigió a una de las
puertas:
al otro lado esperaba el aparato, limpio, blanco, estéril, donde me
acosté para empezar con el experimento
Tu miedo es un miedo útil, me dijo, estúpido, pero orgánicamente,
evolutivamente, útil
Excodra XLIII 18 El miedo
estúpido porque ya no te sirve, o al menos en el mundo en el que vives
no te sirve
pero es la prueba fehaciente de que otros han evolucionado, de que
la horda humana tiene un pasado:
el miedo es la cifra de la memoria:
porque sabes temer, la especie ha sobrevivido, dijo;
ingresé en el tubo magnético, la espalda desnuda tocando la camilla,
y el médico salió de la habitación para ponerse al resguardo de
Mesmer y sus pesadillas
vi imágenes frente a mí como si todas las puertas de aquel pasillo
por donde el médico apuró la caminata estuvieran abiertas
o como si todas las puertas de todo el mundo estuvieran abiertas
mostrando en su interior los destellos que daban forma
¿a qué?
a diversos intervalos de tiempo entre una y otra sucesión de imágenes
(personas, objetos, lugares, arañas) un zumbido me señalaba que
debía presionar un botón cada vez que pudiera escuchar el sonido de
mi corazón palpitando
No debes cerrar los ojos, me había dicho;
el crujido polar del magnetismo se silenció un par de horas después,
o eso es lo que me pareció a mí cuando salí del túnel
me levanté aturdido, mareado, como si me hubiera atravesado una
brújula loca
y el médico estaba ahí
ni rostro ni estruendo
un silencio en lo inmóvil, el reconocimiento de que ante la sensación
de haber agotado todas las palabras, como si hablar fuera un
síntoma, como si el lenguaje fuera una enfermedad y el silencio de esas
dos horas una especie de remedio
se me acercó con un vaso de agua
La sed, empecé a decirle yo;
pero me interrumpió diciéndome:
Hace años alquilé mi cuerpo al servicio de la ciencia.
ERS
El miedo 19 Excodra XLIII
Pensar y conVersar (desde) el miedo en tiempos de gran orfandad
Víktor Gómez Ferrer Valentinos
El miedo es la última línea de defensa
de la ignorancia que anida
en los abismos inconscientes de la materia.
Eugenio Carutti, LA INTELIGENCIA PLANETARIA
¿Cómo se desarrolla el miedo en una conciencia inteligente? ¿Por
qué nos hace tomar decisiones erróneas una herramienta que surge
para anticiparse al peligro? ¿Cómo recuperar esta percepción en beneficio
propio?
I
El ser humano, que renunció a su sabiduría holística, planetaria, es
un animal insatisfecho. Insaciable, y en guerra consigo mismo, y con su
entorno. Es el ego en realidad, el que vive en guerra consigo mismo y
con el mundo, al que considera algo externo a sí mismo, y por tanto
manipulable, explotable, incluso en gran medida prescindible, sino en
su totalidad, en espacios y personas que le son indiferentes. El ego tiene
una inteligencia banalizadora y muy limitada, que para conseguir
sus fines entra en conflicto de intereses con los otros egos. Quien vive
en guerra, tiene miedo, sacrifica su libertad y su capacidad de vincularse
y amar a la seguridad de sentirse vencedor en el conflicto y la amenaza
de ser dominado, esclavizado o extinguido. Moverse en el error de
partida de considerar las relaciones con los otros desde una mentalidad
bélica, de rivalidad por la supervivencia, por el territorio, los recursos,
conlleva a vivir y actuar desde el miedo. Hijos de la ignorancia, durante
siglos, nos hemos desarrollado en sociedades que pensaban dicotómicamente,
estableciendo la división entre el yo y el ello. Así se instrumen
Excodra XLIII 20 El miedo
talizaba a las personas, animales, cosas, distribuyéndolas nuevamente
en las que me eran útiles y serviles, y las que me eran inútiles u hostiles.
Se acumula, se manipula, se desprecia o elimina. El yo excluyente
del otro se amuralla, se aísla, se envilece. Lo hace primero de piel para
adentro, después de puertas para adentro, y finalmente de territorio, al
que llama país, para adentro. En su autoimpuesto encierro, el individuo
desarrolla múltiples miedos, la mayoría ilusorios, o exacerbados
por su estúpida visión de la realidad, el mundo, la existencia. La ignorancia
le genera “enemigos” imaginarios, lo que le lleva a desarrollar
suspicacias, prejuicios, rechazo y odios, que se convertirán en conflictos,
disputas, violencias. Un sujeto así es muy fácilmente manipulable
por una entidad poderosa, séase una institución como el colegio, en su
infancia, la Universidad en la adolescencia, la empresa o el gobierno en
su adultez, la religión o la figura paterna durante toda su vida. A su
vez, el miedo que le inducirá la institución de turno le hará renunciar a
una sexualidad sana y no moralizada, a una creatividad libre y no “normalizada”,
a unas praxis sociales colaborativas y no “utilitaristas” y egocéntricas.
La identificación de felicidad con acumulación, sobreabundancia
lleva a patologías que van de la avaricia y envidia a la más cetrina
apatía. El miedo le inducirá no a prevenir riesgos y superarlos, creciendo
y madurando como ser vigoroso, hacia una plenitud del ser, del
ser en sociedad de iguales, sino a obrar como un soldado obediente, temeroso,
dependiente siempre de las instrucciones de un superior y el
reconocimiento de su regimiento, así como a atesorar bienes por encima
de sus necesidades. El miedo que es pared y techo de su ego, abrirá
paso a obsesiones y neurosis. Esa energía dañina y debilitadora será canalizada
por el Poder Social, Cultural, para que se mantenga en las servidumbres
voluntarias, sin rechistar, y agradeciendo a la mano del carcelero,
que le da de comer o del banquero que le cuida sus ganancias
sobre ganancias. La identidad versus las identificaciones. La identidad
de un ego que se autopercibe como desconectado del mundo, de los
semejantes, que no son sino rivales o instrumentos, es fruto de una inteligencia
fracasada.
El miedo 21 Excodra XLIII
II
Hay por otro lado una experiencia de la inteligencia vincular, creativa,
amorosa, que permite al ser humano experimentar, ser consciente,
de su existencia como parte de un todo que es una inmensa y compleja
constelación de vida y materia interconectada, interdependiente, que
obra como un ser vivo del que cada persona sería una célula, formando
una briosa e imprevisible fronda, océano, familia planetaria. La persona
se sabe en conexión con la naturaleza, con la vida en todas sus formas,
y en especial con las otras personas, humanas, animales, vegetales. Se
reconoce vinculado, de tú a tú, y entiende que la simbiosis es su forma
inteligente de estar en el mundo. En vez de hostilidad, experimenta
hospitalidad. No añade muros, ni inventa divisiones, admira y respeta
la biodiversidad, su corazón, su mente, no son ajenas a otros corazones
y mentes, con los que establece una inteligencia conectada, colaborativa.
Así se produce una transformación libidinal, superadas las moralinas,
dogmas, prejuicios y exclusiones de la mente autoritaria del egocentrismo.
Lo obsesivo, compulsivo, represivo se diluye. La pasión fluye
como pasión y/o como compasión, no como patología. El miedo pasa
de ser un bloqueante de la experiencia vital a ser un vehículo para sanar
los vínculos y empoderar a la persona más allá de sí mismo, reconciliándole
con el aquí –comunitario– y ahora abierto. Si algo amenaza
un ecosistema, se genera miedo, que propicia gestionarse desde lo personal,
pero también desde lo colectivo. Se coopera. No hay necesidad
de acumular, se sabe compartir. Tú no eres el centro, la plena existencia
es dinámico centro y tú una luminosa partícula más en la gran familia
terráquea.
III
El miedo en una persona libre es un instrumento medicinal, de prevención
de un riesgo. No me pone en guerra, sino en la cuestión primera
de atención, en los cuidados propios para no dañar ni dañarme en
un devenir que consciente de lo imprevisible y cambiante, es vulnera
Excodra XLIII 22 El miedo
ble, frágil. No actúa exclusivamente evitando ser dañado, sino que observa
y previene no dañar a otros, no dañar el medioambiente del que
forma parte. Ahí la intuición, las percepciones, posibilitan evitar algunos
errores, así como aprender de los que se cometen, para no repetirlos.
El miedo es un radar que cuida un ecosistema, en el que convivo
junto a una gran variedad de seres.
Durante años hemos vivido sin mirar y palpar más que la superficie
de la realidad. O su representación edulcorada. Un exceso de realidad
en una mente egocéntrica produce un cortocircuito, un desorden grande,
y un miedo ante lo que realmente es. Un miedo que ve amenazas,
que paraliza, que le proyecta una sensación de absurdo sobre lo que
desconocía y ahora le abruma. Ese miedo llevará a rechazar la realidad
intensificada o a tratar de reforzar la coraza desde la que esa persona
se siente única y no responsable de lo dañado. Quizás tranquilice su
conciencia dar limosna, pero sin perder privilegios, que es lo que en
verdad le aterra. Para la mente conectada, empática, sensible, cordial,
una apertura a la realidad le produce también una conmoción, pero al
no ser ella el centro, sino una parte más del conjunto, la vulnerabilidad,
el daño, lo escondido vergonzante se convierte en apremio, en oportunidad,
en “simpatía” que dinamiza su quizás relajada existencia. Lo activa.
Sabe que la reacción ante un problema global es sumarse a la reparación,
ser parte de lo reparado, reparando así los contornos de su
existencia, y por ende, del ecosistema en el que vive. Hay que tener en
cuenta que el miedo pierde su fuerza destructiva cuando la persona
vive desde la pasión por el aprendizaje y se desliga de la pasión criminal
por poseer, desapareciendo la exigencia, el deseo de resultados a
toda costa.
IV
El miedo es, pues, una herramienta. En manos de una persona aislada,
un arma, un escudo.
Pero en manos de una persona consciente de la unidad a la que pertenecen
tanto las otras personas, como ella misma, el miedo es una ha
El miedo 23 Excodra XLIII
bilidad de la inteligencia vincular y cocreadora para reparar lo dañado,
o evitar el daño. Por ello, la ética es útil al egocéntrico para gestionar
su relación con un otro al que se desconoce, y por supuesto no se ama,
cuanto más se tolera.
El amor es, cuando una persona alcanza una conciencia de sí mismo
integrada y armoniosa con la naturaleza y los otros, sencillamente la
fuente de energía que da sentido a lo abstracto y misterioso de la existencia.
Amar es la condición natural del fluir en un mundo que soy y es
sin división ni enemistad posible. El grado más alto de consciencia a ese
nivel es el que se ha dado en llamar karuna, o compasión, o simphatya.
Y más que un estadio de bondad radical, es una sabiduría que libera del
miedo y del deseo criminal de poseer, que transforma la libido en gratitud
y goce. Así, hace ya cuatro años, vía la poesía, y totalmente intuitivamente
escribí algo que hoy entiendo a medias, sí, y con connotaciones
más bioéticas, que religiosas o morales. Lo espiritual concebido
como una sabiduría propia de la inteligencia vincular, del amor como
expresión superior y lograda de un ser, animal mental en evolución,
que sólo al conocerse reconociéndose desde la madre Tierra a la que
pertenece hace de su fragilidad y finitud fuente de aprendizaje, mestizaje,
gozo y sobria ebriedad en las pequeñas virtudes, en los fracasos
que llevan a mejoras, en la enfermedad que enseña a resemantizar lo
suficiente, lo valioso, lo irrenunciable, ese entrelazamiento matérico,
esa correspondencia con todo lo vivo, inabarcable e inseparable. Será
finalmente la muerte, no causa de miedo, sino de admiración, extrañeza
y consuelo. Pues sólo una vida finita es vida. La inmortalidad es deseada
sólo desde su carencia, idealización. No morir, envejecer, acabar
conllevaría a un estado de inagotable y sobreabundante existencia que
nos llevaría a salir del tiempo, movimiento, en la que estriba la existencia
humana. Todo en la naturaleza planetaria es vidamuerte. Salirse de
ahí, incluso mentalmente es ignorar la misteriosa y real esencia de lo
real. Creo que más que desear la inmortalidad lo deseable es vivir en
términos de dignidad y consciencia plena. Llegados a la experiencia de
una vida digna y plena, morir es asumido sin miedo ni esperanza. ¿Habrá
algo después de esta experiencia que llamamos vida? No importa
Excodra XLIII 24 El miedo
en exceso si se ha sabido o podido vivir bien, pero de no haber sabido o
podido vivir por la opresión de las desigualdades sociales, o enfermedades
crónicas o degenerativas, sí que se convierte en un recurso indispensable
el mito de la otra vida, la que vendría después de la muerte.
Con esto no niego ni afirmo si hay vida más allá. Sólo incido en que
para la gestión adecuada de la vida aquí y ahora, lo central y más preciso
es experimentarla y aprovecharla en este nivel de existencia. Con humildad,
con amor (salud de los vínculos) y por supuesto, con lucidez,
sabiéndola finita y vulnerable, lo que hace que el amor sea no una estrategia
sino una inteligencia tanto humana como de orden interespecies.
V
Mejor un hombre culto que uno necio.
Mejor un hombre justo que un hombre culto.
Mejor un ser humano compasivo y generoso que otro justo.
La hospitalidad es la madre de todo hogar, porque estés
donde estés estás de prestado y estás de paso.
Aunque al principio y al final nuestro tránsito es la soledad,
mejor un hombre hospitalario, desprendido, generoso
que un hombre rico, poderoso, admirado.
Temo que pocos son los que por su condición de hospitalarios
y empáticos arriesgarían sus bienes o su vida por un extraño
que llama a su puerta. No todo es cuestión del Sistemamundo,
también tú y yo establecemos una relación.
Y ésa, si es en pro de la convivencia y la vida lograda,
supera todo saber, poder y estructura social.
La compasión es invencible.
V. G.
“Otro decir por decir”
El miedo 25 Excodra XLIII
VI
es robado. lo que se perdió,
también. nos huelen las manos.
ese aroma intenso es una fecha
que sella un pacto: –el vínculo
sin huella económica: gratitud.
aves inesperadas traen su brío
que reposa en la copa de vino
de un día sin tráfico, discreto.
el arte se hartó de simulacros.
suelta vibra, febril, sin temperatura.
V. G.
[claridad. mayo, 2020. Paterna]
VII
desde la incertidumbre, confía activamente y pon toda la atención
en lo que sucede en el campo sutil. estate alerta ante las apariencias de
calma, solidez, comodidad. deja que el miedo fluya como un intensificador
de la atención. tu percepción e intuición darán buena cuenta de
lo inminente, aliándose con tu corazón pensante para saber en cada
momento cómo actuar. no con garantías de éxito, sino con la vocación
de ser simbiótico, generoso, constructivo, sanador. y con la gratitud y
humilde esperanza de que la inteligencia vincular desarrolla en cada
momento las oportunidades para superar los conflictos, tantas veces
imprevisibles, que se producen en la densidad y complejidad de la existencia.
vivir es asumir la muerte, la enfermedad, los límites, sin que nos
resten energías en el diario quehacer. al revés, justo porque en cualquier
momento se manifestarán, vivir el día a día con pasión, compa
Excodra XLIII 26 El miedo
sión y gratitud, pues cada jornada que pasa es un tiempo que aprovechar
para aprender, para gozar, para “estrujar” como recuerda el adagio
latino, “carpe diem”. en una vida entendida como colaborativa,
creativa, indagadora, los temores son sensores que evitarán tanto los
miedos irracionales o ficticios como un posible daño o error real. aprender
a pensar, sentir, crear desde el miedo, sin anularlo ni sobredimensionarlo
es síntoma de un salto evolutivo necesario en estos tiempos de
incertidumbre, tensiones políticas, sociales, ecológicas que apuntan a
un posible colapso, y cuanto menos a una drástica pérdida de ecosistemas,
reservas de agua dulce, empobrecimiento del aire respirable, así
como la sustitución de las energías fósiles. este escenario requerirá de
un saber gestionar el miedo y el deseo. ¿en qué mundo y cómo deseamos
seguir viviendo como especie en riesgo de extinción? ésta va a ser
la aventura, el reto más importante de la humanidad. de ésta, o damos
un salto evolutivo o...
VGFV
El miedo 27 Excodra XLIII
El miedo: postales para un álbum
Diego Luis Sanromán
O poeta é um fingidor.
Finge tão completamente
que chega a fingir que é dor
a dor que deveras sente.
RDF me invita a escribir algo para el monográfico de Excodra dedicado
al miedo y ya de entrada la propuesta me produce pánico. Me
pasa siempre. Por un lado, es temor a la infertilidad, al “silencio eterno
del espacio infinito” de la página en blanco y a que las voces que continuamente
me rondan la cabeza callen justo en el momento en que
comparezco ante el teclado. Luego está el pavor anticipatorio ante las
indudables deformidades que aquejarán al texto en gestación, la certeza
de que una vez lo haya parido me producirá tanto asco como al protagonista
de Eraserhead le producía el fruto de su propia semilla. Escribir
es sin duda un juego insensato y, aunque no lo parezca, el tiempo es
poco propicio para juegos y para insensateces.
Mi primera intención, no obstante, es ceder a una inclinación natural
en mí. Si la cosa va de miedo, lo suyo sería escribir un cuento de
miedo, está claro. Lo he hecho otras veces. Quizá sea uno de los pocos
palos literarios en los que pueda demostrar cierta soltura. Un relato de
miedo que no lo parezca, oscuro, absurdo, atravesado por un humor
cruel y delirante. Al fin y al cabo es lo mío, cuando lo intento y me sale.
La situación está preñada de posibilidades, ¿no te das cuenta? –me
digo–. El poeta es un fingidor, así que ¡finge, cabrón, finge! ¿No era
Lobo Antunes, otro portugués, el que decía que para un escritor toda
experiencia es material literario, y fundamental y casi exclusivamente
eso? Tal vez, pero ahora se me antoja que la experiencia del miedo, si
es algo, es paralizante y castradora, y que difícilmente puede convertir
Excodra XLIII 28 El miedo
se en el catalizadora inmediata del proceso de escritura. No invita a la
locuacidad, el miedo.
El encierro, por cierto, me pilla en plena lectura de la biografía de
Roland Barthes escrita por Tiphaine Samoyault 1 . Las últimas páginas
del libro recogen, como es obvio, los últimos años de la vida de Barthes
y hacen referencia a su proyecto, nunca llevado a cabo, de escribir una
novela. Conforme al proyecto original, la novela debía ser una obra monumental
al menos en un doble sentido: primero, porque Barthes entendía
por novela una obra al estilo de En busca del tiempo perdido o de
Guerra y paz, “a la vez cosmogonía, obra iniciática y suma de sabiduría”;
y en segundo lugar, porque él la imaginaba ligada como por un
cordón umbilical invisible a la figura de su madre, fallecida poco antes,
y en cuya memoria deseaba construir una especie de monumento fúnebre
literario.
Curiosamente, la Novela de Barthes no pretendía ser un libro. Quien
a mediados de la década de los años sesenta había sentenciado a muerte
al autor, una década después, anuncia la progresiva desaparición del
objeto “libro” y le opone la forma alternativa del “álbum”. Frente y
contra el aspecto clausurado del libro, el álbum se caracteriza por su
apertura, su heterogeneidad y su desorden, o cuando menos por un orden
plural, móvil y contingente. Un álbum se compone de notas dispersas,
y esas notas “se colocan o añaden al azar”; el proyecto de Novela
barthesiano consistiría pues en coser los retales de escritura que habría
ido acumulando a lo largo de los dos últimos años, tal como –según él
entiende– habría hecho Proust en la composición de su Tiempo perdido.
Sin embargo, el 10 de julio de 1979 Barthes consigna su fracaso en una
de sus fichas preparatorias: “Sé que la novela es imposible –dice– y que
no la escribiré”, y ocho días después reconoce la imposibilidad de siquiera
“poner en marcha una novela. […] Había concebido la Novela
1 Recuerdo que compré el libro en el verano de 2015 en La Machine à Lire de Burdeos, una de mis
librerías más queridas. En 2015 se cumplía el centenario de quien había decretado “la muerte
del autor”, como otros antes habían levantado acta de la muerte de Dios o de la muerte del
hombre. Ahora temo no poder volver a Burdeos o que La Machine à Lire desaparezca, o ambas
cosas.
El miedo 29 Excodra XLIII
como un acto de amor –añade–; ahora constato que soy incapaz de ese
acto de amor”. De su frustración nacerá La preparación de una novela.
También yo constato bien pronto la imposibilidad de mi relato, pero
al mismo tiempo me siento obligado por ese imperativo devosiano que
impone que, cuando uno no tiene nada que decir, debe decirlo bien
alto. O dicho de otro modo, si el miedo te deja sin voz, cédele la palabra
al miedo y que él se las apañe, que él componga su propio álbum.
Lo que sigue, pues, no es un cuento de terror ni un ensayo sobre el miedo,
sino un texto en bruto, “descosido”, que es efecto mismo del miedo
y de la imposibilidad de convertirlo en germen de una narración.
Pesadilla #1. Desde que comenzó el confinamiento, el hijo mayor
de la vecina de abajo pasa la noche entera conversando a través
de Skype o jugando a videojuegos en línea. Desesperado, incapaz
de conciliar el sueño, decido cambiar de cama y, a los pocos
minutos, me quedo dormido. Un estruendo horrible me despierta
de repente. Toda la casa retumba con los golpes que algo o alguien
propina contra la puerta de nuestro piso. Me levanto medio temblando
y me asomo a la mirilla. Del otro lado un hombre en pijama
grita enfurecido, lanza espumarajos por la boca y la nariz, embiste
contra la puerta de nuestro apartamento: es un apestado. Me despierto
lleno de angustia, sudando, con el ritmo cardíaco acelerado.
Para documentarme sobre la neurobiología del miedo mariposeo
entre algunos textos de divulgación científica que me encuentro en la
Red. ¿Qué es el miedo? Un sistema de alarma que el cerebro activa
frente a una amenaza real o posible. ¿Cómo se expresa somáticamente
el miedo? El miedo produce cambios en la fisiología, el pensamiento y
la conducta, y estos últimos tienen que ver sobre todo con la ansiedad y
la evitación del peligro. El miedo se expresa en un código corporal sencillo
y primario: sudoración, aceleración del ritmo cardíaco, desencadenamiento
de respuestas de huida. ¿Dónde se encuentra la sede neuronal
del miedo? Hasta hace poco se pensaba que la única región del cerebro
implicada en la sensación de temor era la amígdala, una pequeña
estructura situada en el sistema límbico que actúa como una especie de
Excodra XLIII 30 El miedo
detector de alarmas. Ahora se sabe que hay otras áreas del cerebro,
como la ínsula bilateral, la corteza cingulada anterior dorsal y la corteza
prefrontal dorsolateral, que también están involucradas en el proceso.
La ínsula sería algo así como la mediadora entre la alerta que llega
desde la amígdala y las respuestas fisiológicas típicas; la corteza cingulada
ayudaría a localizar el peligro y centrarnos en él; y la prefrontal
dorsolateral se encargaría, por su parte, de buscar respuestas cognitivas
frente a la amenaza (gritar “auxilio”, echar a correr, etc.). Aunque ahora
sabemos que no lo posee en exclusiva, la amígdala sigue desempeñando
un papel central en la gestión cerebral del miedo. Existe de hecho
una rara enfermedad, la enfermedad de UrbachWiethe, también
conocida como lipoidoproteionosis, que consiste en la lenta calcificación
de la amígdala y que provoca que quienes la padecen sean incapaces
de sentir miedo alguno en situaciones que a los individuos “sanos”
les causarían pavor. Pienso que Juan Sin Miedo debía de sufrir de lipoidoproteionosis
y se me ocurre que estaría bien completar la lectura de
literatura científica con una relectura del cuento de los hermanos Grimm,
aunque no estoy seguro de haber leído antes el texto original. Para
mí Juan Sin Miedo es el recuerdo del relato materno antes del sueño:
dulce, pequeño y compacto como un azucarillo, y de una serie televisiva
infantil de la que sólo me quedan los restos de una cancioncilla un
poco boba: “Juan Sin Miedo es un muchacho –decía–, Juan Sin Miedo
es soñador, Juan Sin Miedo es un quijote que no conoce el temor”. El
relato de los Grimm me sorprende, sin embargo, por su enrevesamiento
y su brutalidad, sin duda como todas las narraciones infantiles que no
han pasado por el amoroso filtro de la madre. Es verdaderamente aterrador,
y su final me deja cavilando.
Los primeros días de encierro y la sobreexposición a la perpetua salmodia
oficial de los males que nos acechan nos hacen cobrar conciencia
de que somos o tenemos un cuerpo, y de que este cuerpo es frágil y
está asediado por amenazas terribles, tan invisibles, inodoras e insípidas
como el mismo aire que respiramos. Pronto nos convertimos en
centinelas de nuestra propia anatomía y cada mañana nos levantamos
con fiebre, con molestias en la garganta, con la asfixia acechando en
El miedo 31 Excodra XLIII
cada recoveco de los pulmones, y con algunos otros síntomas angustiosos
que –estamos seguros– los facultativos no tardarán en incorporar al
cuadro clínico de la ENFERMEDAD. Nos tomamos la temperatura, forzamos
el carraspeo, comprobamos si el aire fluye sin demasiados obstáculos
a través de los bronquios, y al llegar el mediodía ya nos hemos
dado el alta. Pero sólo hasta la mañana siguiente, cuando el juego vuelve
a empezar. Y es un juego que dura al menos una semana.
MC más o menos aguanta; yo apenas me doy una breve tregua. A la
tercera o cuarta semana empiezo a notar un pellizco intermitente a la
altura del corazón y siento un hormigueo en el brazo y la pierna izquierdos,
que a veces va acompañado de un ligero dolor en la punta del
dedo anular y en su equivalente en el pie del mismo lado. Sospecho
que se trata de la panoplia completa de síntomas que anuncian un ataque
cardíaco o que lo confirman, pero me niego a buscar la información
en Internet, como si esto me permitiera mantener mágicamente a
raya el latigazo del síncope. La sola idea de acudir a los servicios de urgencia
en “esta situación” no hace más que incrementar mi angustia.
Por las noches es aún peor. El pellizco ya no es intermitente sino continuo,
el aire que me entra por la tráquea sabe a frío, y sin embargo me
deshago en sudor, tiemblo y los latidos de mi corazón rebotan contra la
cama, al punto de que a ratos me parece que se trata del redoble final.
“Ya está, se acabó, estás pero que bien jodido”. Por las mañanas me levanto
fatigado, con la pierna y el brazo aún adormecidos, pero todavía
pataleo. Durante cinco o seis días mantengo el secreto porque no quiero
preocupar a MC, pero al final me vence el miedo y le confieso mis
padecimientos. “¿Te duele encima o debajo del corazón?”, me pregunta
mientras trastea en su teléfono móvil. “No sé. Encima”. MC busca en
Google y, pasado un rato, diagnostica: “Eso es estrés” 2 .
Pesadilla #2. Nos encontramos en una amplia explanada, un
lugar a cielo abierto que parece preparado para acoger festivales,
conciertos o espectáculos deportivos. Digo “nos” porque me sé
acompañado de figuras familiares o amistosas, pero en el sueño no
2 Un diagnóstico que, por cierto, más tarde confirmarán las pruebas clínicas. Aunque todavía no
las tengo todas conmigo.
Excodra XLIII 32 El miedo
son más que una especie de neblina indistinguible que en principio
me hace sentir arropado y protegido. Al fondo puede verse un escenario
vacío nimbado por una suerte de banderola en la que puede
leerse “Encuentro de Cultura Agrícola” o algo por el estilo. A la
derecha, algo más cerca de “nosotros”, el esqueleto de un edificio
en construcción: una imagen buñuelesca que ya en ese mismo momento
me hace pensar en los paisajes desolados de la periferia de
la ciudad de México en la película Los olvidados. Masas de gente
llegan de todas partes en oleadas.
La siguiente escena transcurre en el interior del edificio a medio
construir, que aún no es más que un entramado de vigas y columnas,
de escaleras que conectan unos pisos con otros. La estructura
está ocupada por miles de personas aterrorizadas que intentamos
escapar de una amenaza que de entrada me resulta inexplicable.
Siento la angustia, soy consciente del peligro, pero eso es todo.
Al rato veo llegar a un grupo de hombres, vestidos con uniformes
negros y armados con subfusiles, que disparan contra el bulto de la
multitud o la emprenden a culatazos con los que tienen más próximos.
En la escena final me encuentro bajo una pila de cadáveres.
Sigo angustiado, pero al mismo tiempo estoy estúpidamente orgulloso
por haber sido capaz de escapar a la masacre haciéndome el
muerto. Oigo las voces de los soldados que están más allá de los
cuerpos amontonados, pero no consigo entender lo que dicen. De
pronto noto cierta agitación en el cadáver que tengo justo encima
de mí, y el ruido de lo que parece un serrucho atravesando un bloque
de madera. Enseguida me doy cuenta de lo que está ocurriendo:
uno de los soldados está decapitando al muchacho muerto bajo
el que estoy escondido. Siento la cabeza que se separa del cuerpo,
pero de alguna manera puedo “ver” que todavía sigue unida al cuello
por una estrecha tira de músculo y pellejo.
Durante estos días mi viejo amigo JL se convierte en mi dealer de información
sobre el TEMA, y me surte con tanta profusión que a veces
temo que una sobredosis acabe por reventarme de verdad las venas. Lo
hace a través del correo electrónico, y en el momento en que redacto
El miedo 33 Excodra XLIII
esta nota sus mensajes ya superan el centenar. En uno de los primeros
ya se pregunta y me advierte: “Pero ¿qué es lo que no nos dicen?”. En
la mayoría de los análisis que va leyendo descubre una benevolencia y
una ingenuidad que se mueven entre la imbecilidad y la histeria, y en
todos echa en falta una perspectiva “a lo Fouché”, imprescindible si
queremos comprender algo. “Sobre todo –me recomienda– hay que evitar
autoengañarse”. Le contesto: “No sé si sabes que he vuelto a practicar
zazen. Como cuando era un adolescente borracho de literatura beatnik”.
En otro mail le comento que en estos días me acuerdo del tetraphármakon
epicúreo y de cómo intento defender el famoso argumento
de la Carta a Meneceo frente a las muy razonadas y razonables objeciones
que suelen arrojarle mis alumnos de Filosofía. La muerte para nosotros
no es nada, dice allí Epicuro, “porque mientras vivimos no existe, y
cuando está presente nosotros no existimos”. ¡Mis cojones! La verdad es
que ahora me doy cuenta de que el razonamiento sólo funciona cuando
uno está asentado en la tonta superstición de que la muerte es algo que
siempre les ocurre a los otros.
Uno de sus correos contiene un enlace a una entrevista en vídeo
con Vladimir Kvachkov, coronel del servicio ruso de inteligencia. El coronel
afirma que el fenómeno del coronavirus necesita ser examinado
desde la perspectiva de los poderes globales, y que es una mentira,
“una operación estratégica global por parte los poderes ocultos, sionistas
y financieros, que controlan a la humanidad” y que también estarían
detrás de los ataques del 11S. El virus –sentencia– tiene un origen
artificial, “ya se ha demostrado científicamente”. Detrás de todo esto se
encontraría un “poder sionista disfrazado de liberal” que nos está “inyectando
propaganda psicoinformativa”. Europa y China son dos adversarios
geoeconómicos de EE. UU. y es allí donde se ha inyectado el virus.
El entrevistador interroga al militar sobre los objetivos de semejante
operación, y el coronel cree reconocer sobre todo cuatro: “Primer objetivo
(religioso), reducir la población mundial, que es un objetivo satánico.
El segundo es tomar el poder. Y el tercero tiene que ver con el
control de las finanzas y la economía: desinflar la burbuja financiera”.
¿Y el cuarto? El cuarto es la “eliminación de la competencia geoeconó
Excodra XLIII 34 El miedo
mica”. Kvachkov –no se olvide– es un mando del Centro de Defensa de
Estudios Estratégicos del Estado Mayor ruso. Un motivo adicional para
el pánico.
A vueltas con mis filosoferías, durante un rato me quedo pensando
en la consabida distinción entre el miedo (Furcht) y la angustia (Angst).
La angustia es el miedo sin objeto. Por eso, la angustia es más aterradora
que el miedo. En cierto modo, la angustia aspira a convertirse en
miedo, a dotarse de un objeto, a encontrar un sentido. La ausencia de
sentido nos resulta insoportable: necesitamos dar una forma a la amenaza,
sea cual sea. La paranoia sería así hija de una especie de “pulsión
de sobresignificación” que nos empuja a contemplar el mundo entero
como atravesado por una trama secreta y virtualmente letal.
Llamo a E y D. Ellos son demasiado viejos y yo demasiado inútil o
demasiado perezoso, así que nada de videollamadas, nada de Skype ni
de Meet ni de Zoom: hablamos por teléfono, y además por el teléfono
fijo. He de decir que incluso contactar por vía telefónica ha supuesto
una pequeña odisea. Durante toda una semana el móvil de E y D me
devolvía el mismo mensaje enlatado: apagado o fuera de cobertura, y
una misteriosa avería en el fijo hacía que la comunicación discurriese
en un solo sentido. De modo que al otro lado del hilo podía oírse la voz
de E, que primero inquiría a voz en cuello la identidad de su interlocutor
mudo: “¿Diga? ¡Diga! ¡DIGA!”, y después abroncaba a D por ser
siempre tan manazas: “Desde que has estado enredando con el aparato
éste no se oye nada, ¡pero NADA!”.
Cuando por fin conseguimos establecer la comunicación ya llevamos
unos diez días de enclaustramiento. Es E. la que responde, siempre es
E. la que responde, se diría que es una de las funciones adscritas a su
condición de guardiana del hogar. Durante unos minutos hablamos de
esto y aquello, de cómo cada cual está llevando el confinamiento, de
trivialidades en el fondo, y cuando la conversación parece no dar más
de sí, también como de costumbre, me dice: “Espera, que se pone D”, y
añade a modo de despedida: “Que cada día está más tonto. Acojonado,
vamos”. D. tarda un poco en llegar hasta el aparato. Lo imagino dormitando
frente al televisor, levantándose trabajosamente del sillón, ren
El miedo 35 Excodra XLIII
queando hasta la mesita donde reposa la base del teléfono no obstante
inalámbrico. Me saluda con un somnoliento “¿sí?” y luego, arrastrando
las palabras, con un tono entre confidencial y clandestino, como si le
avergonzase hablar o temiera que alguien lo estuviera espiando, me
confiesa que es cierto, que tiene miedo, que está angustiado. Sobre
todo le asusta que su hijo mayor, que de nuevo vive con ellos, y que
sale a trabajar y a hacer la compra y a mil cosas más, sea poco cuidadoso
y “les traiga algo casa”. Esa es la expresión que utiliza: “algo a casa”,
como si se tratara de alguna nefanda enfermedad venérea o como si
mentar el virus coronado fuera como realizar un conjuro para invocar
fuerzas demoníacas. “Es que parece que él no acaba de creérselo”. Luego
me cuenta que tuvo que contactar con su médico porque, desde que
“la cosa” empezó, le ha vuelto su pertinaz insomnio y es horrible, insoportable.
“Pero ¿fuiste al hospital?”, le pregunto. “No, no. Me atendió
por teléfono. Ahora hay que hacerlo todo por teléfono. Ni hablar de ir
al hospital”. Así que estuvieron un rato hablando por teléfono y al final
el médico decretó otro aumento en la medicación. “Resultado: sigo sin
dormir por las noches y asustado. Pero ahora me paso todo el día grogui,
agilipollado, como un zombi”. Tras colgar pienso que lo de la biopolítica
debe de ser esto.
Pesadilla #3. Espero el ascensor en el rellano de nuestro piso.
Cuando la puerta se abre, descubro que en el interior hay media
docena de hinchas de un equipo de fútbol que no acierto a identificar.
Huyo despavorido por las escaleras.
DLS
Excodra XLIII 36 El miedo
El mineral del alma
Jesús Carnerero Carballo
Un carraspeo. El sofoco por moverse al trote en lugar de andando.
Impaciencia por contar la aventura más reciente que ha disfrutado. La
mezcla de todo tamizada con el filtro de la inocencia. O ninguna de
esas tres opciones sino una diferente con la capacidad de congelar la
respiración apenas aflora.
Hace sólo mes y medio que regresaron al colegio. No, no es posible.
No puede ser nada.
En una época no demasiado lejana y, sin embargo, difuminada en el
horizonte, con buena salud y calidad de vida, acceso universal a servicios
médicos profesionales y avances científicos que con loable dedicación
habían erradicado lo que antes en un descuido mataba, toser llevaba
décadas sin ser causa de sobresalto. En cambio, el sosiego llevaba
tiempo reducido a una capa que se quebraba con tan sólo incrustarle la
uña. El espacio que quedó libre fue ocupado de manera gradual por
otra sustancia que, surgida de lo más hondo de cada uno de los seres,
maduró y se esparció hasta conquistar el alma entera; uno de los escasos
minerales que, en lugar de debilitarse, se hace más sólido a medida
que se divide en forma de ramificaciones.
Retén el aire, mantén la compostura, medita tanto como los instantes
te permitan.
El mes anterior su marido tuvo que lidiar con el último susto. Ella
trabajando fuera y él haciéndolo desde casa tres días por semana, si finalmente
se cumplían las previsiones sanitarias que en teoría estaban
sobre la mesa del Gobierno era muy probable que su empresa pronto
decretase ir a la oficina cada dos semanas para no correr riesgos absurdos
ni volver a pasar por lo mismo partiendo desde menos diez y no de
cero, los chicos cubrieron cada minuto de una de aquellas tardes con
un surtido de actividades. Al igual que la pereza engendra pereza, el
exceso de actividad puede derivar en la generación de monstruitos infa
El miedo 37 Excodra XLIII
tigables, pequeños esclavos de un horror vacui muy similar al que atenaza
a los progenitores cuando consideran que ni demasiado entretenimiento
es suficiente.
La hora de la cena llegó y el ocio tuvo que concluir. El golpe de tos
fue tan inmediato como brusco. Hasta la velocidad a la que fluye el
tiempo se alteró a partir de ese momento, no hubo otro asunto del que
ocuparse: nadie cocinó, no se pensó en comer y apenas se probó el
agua, salvo el fruto de las preocupaciones, a quien se le proporcionó líquido
en abundancia. No pudieron averiguar si lo que causó el sobrecalentamiento
del niño radicaba en la excitación de haber pasado unas
cuantas horas de diversión sin pausas, aunque ese argumento formó
parte de la discusión que dio comienzo cuando la madre regresó y que
no concluyó hasta la mañana siguiente, cuando todos los desvelos desaparecieron
al mismo tiempo que la fiebre que el termómetro había indicado
en tres ocasiones durante la noche. Por suerte ninguno de los
adultos marcó una temperatura fuera de lo normal en esas horas.
Un puñado de suspiros, la emoción brotando a trompicones, nervios
empujados contra las paredes del estómago para ser extinguidos.
La convivencia con estos accesos que importunaban sin consultar
edad, estado físico o ubicación, no había acarreado consigo la costumbre,
y cuando les sobrevenían en público eran de lo más embarazoso a
lo que se hubieran enfrentado nunca. Al principio las miradas se centraban
en los mayores, pero nadie estaba libre de las miradas inquisitivas
desde que las noticias de la actualidad sostenidas sobre una hipótesis
en absoluto reciente se afianzaron como las primeras en aparecer en los
informativos, las que presumían de titulares de mayor tamaño en las
portadas de los periódicos y, por supuesto, las más comentadas entre la
ciudadanía: los niños son inmunes pero suponen un importante foco de
propagación.
Vaya padres irresponsables. Como ellos no enferman. Si es que no
tendrían que dejar que los sacaran de casa.
Aparte de los sustos a los que plantar cara dentro y los encontronazos
que de vez en cuando daban la sorpresa fuera, la inquietud que les
suscitaba pensar que padecían algún síntoma había ido menguando
Excodra XLIII 38 El miedo
conforme fue pasando el tiempo, las medidas de seguridad se extendieron
por calles, trabajos e incluso hogares, y, sobre todo, al no sentir que
ninguna molestia empeorase ni se tornara crónica.
Esa suerte no quitaba que el qué dirán colectivo más que la mismísima
ciencia obligara a pasar temporadas sin salir de casa si un catarro
común afectaba aunque fuera con debilidad. Conformando tándem con
la parte social que ahora conllevaba sufrir un achaque por nimio que
este fuese, daba vértigo comprobar la normalidad con la que las bajas
laborales se habían ganado un puesto fijo en la escena laboral; a veces
de forma voluntaria, a veces siendo invitados a aceptarlas, los dos
miembros de aquel matrimonio contaban con alguna en su historial.
Que de vez en cuando la situación derivara a despido les resultaba
injusto, pero la vida que consentía que se mantuvieran los brazos sin
torcer o protestasen ante cualquier injusticia era cosa del pasado.
Mirada a los ojos para satisfacerse con su brillo o abrir paso al nerviosismo
si, por el contrario, lucen apagados. Una sonrisa para trasmitir
todo el amor del mundo. Desprenderse del guante y pedirle que se
acerque.
El acto reflejo del niño fue negarse, retroceder un par de pasos y las
muñecas cruzadas sobre el pecho. No había señales de urgencia, no que
él supiera, y por lo tanto no estaba permitido tocarse. Como decía
aquel lema que tanto repetían sus padres, el resto de familiares y cada
uno de los profesores que había tenido, también la televisión con alguna
serie de dibujos y un sinfín de anuncios, la memoria bien podría asegurar
que desde el mismo día en que empezó lo que nunca nadie podría
olvidar: siempre a un metro y medio; mejor si son dos.
Tenía siete años y eso, todo eso, estaba ahí desde antes de su nacimiento.
Y pegado a él seguía, igual que formaba parte de sus padres.
Empastando sus almas, adherido a la piel de los habitantes de la mayor
parte de los rincones del planeta de un modo u otro, como otra de las
capas que rodean la tierra. Para el resto de sus existencias y ocupando
un destacado lugar en la historia.
Viendo la reacción del pequeño, la madre frenó para recapacitar.
El miedo 39 Excodra XLIII
–No pasa nada –le dijo, como si nunca antes hubiera hablado. El
niño debió sentir la carga de aquellas palabras porque de inmediato relajó
su defensa y se rindió.
Piel de la palma de la mano contra la de la frente. Ojos emocionados.
La caricia más tierna que se pueda regalar. Una sonrisa que se graba
entre los labios y se agiganta hasta disfrazarse de risa. Todo está
bien, no pasa nada. Él la mira con extrañeza. Esquiva el brazo alargado
cuya mano todavía descansa en su cabeza buscando ruta directa hacia
los ojos que lo contemplan. Ella insiste en sonreír, en calmarle, en sostener
la caricia.
–¿Cogemos la tablet y llamamos a los abuelos? –dice al fin, con las
palabras entrecortadas, sin dejar de mirarlo, luchando con la misma intensidad
para prolongar tan suave, dulce e inocente tacto.
Por un momento se evade y con los ojos fijos en él piensa en lo mucho
que costó traerlo al mundo y, formando parte del mismo pensamiento,
en lo feliz que ha sido ese mundo desde que nació. También
piensa en que podrían haber sido el doble de felices si se les hubiera
permitido aumentar la familia. Y, de inmediato, con la incomparable
contundencia del sopapo que se da uno mismo, se convence diciéndose
que siempre hay personas que lo están pasando peor.
Es el pequeño el que rompe la ensoñación al separarse y echar a correr
hacia el salón. Cuando la madre quiere reaccionar lo ve a punto de
tirarse encima del sofá, ya con la tablet en la mano, activándola. Controla
la respiración, se recarga, serenidad. Tarda poco en anticiparse a
lo que pronto oirá, pues viene a ser lo mismo de cada racha que ha tocado
pasar entre las cuatro paredes del hogar.
Cómo quieres que no lloremos. De ésta no salimos. Quieren que nos
muramos solos.
Aprovecha el rebufo de un nuevo pero muy diferente suspiro para
girarse. El ascensor, unos pasos, llaves que tintinean.
–Ya llega papá –le dice la mujer al pequeño. Pero la atracción del
brillo de la pantalla no tiene rival.
Excodra XLIII 40 El miedo
Avanza hasta la puerta y aguarda con impaciencia mirando hacia
atrás, como si poseyera el poder de controlar con la mente lo que los
abuelos le puedan decir al nieto.
Después de lo ocurrido, hay un natural impulso de abrazar a su marido.
El deseo aumenta cuando el hombre se libera la parte de la cara
que lleva cubierta y percibe el reflejo de una mala jornada, ojalá un trago
que no se consigue digerir, como mínimo unas palabras ásperas de
ésas que se borran al calor de una copa de vino.
–El segundo de la cuarta planta se ha puesto malo –suelta él.
–¿Qué le pasa?
–No sé. Pero lo han aislado.
JCC
El miedo 41 Excodra XLIII
Los confines de Saturno
Andreu Grau Fontanals
Cambiará el universo, pero yo no
J. L. Borges, EL ALEPH
People are afraid to merge on freeways in Los Angeles
Bret Easton Ellis, LESS THAN ZERO
–El miedo y el poder son las energías más potentes –me dijo Ariadna–.
El dinero es otra, pero va incluida dentro del poder.
Su voz llegaba con reverberación, se encontraba en Vancouver,
creo, y el satélite no debía estar bien enfocado.
–¿Y la alegría? –pregunté.
–No es ni la mitad de eficaz que el miedo –contestó.
No estaba yo seguro si su plática era de cosecha propia o hablaba
por boca de Humbert, el compañero de negocios con el que se divertía
azuzando mi consabida fobia, mi pánico a salir de casa y mi particular
estado de confinamiento. Porque no era propio de Ariadna especular
sobre lo invisible, siendo de particular analítica y escéptica aun con
grandes dosis de voluntarismo. Pero en ningún caso una nefelibata a la
que le diera por fantasear con teorías marcianas. Por eso cuando continuó
su perorata indicando que “el poder es escurridizo, el miedo, en
cambio, inevitable”, supuse que la sombra del calvo aprendiz de brujo
no debía parar muy lejos. La especulación con el horror cósmico, la magia
y el humor negro sí que iban con el viejo y yo, acosado de las más
agudas formas de lo irracional, era el alpiste de sus aves mensajeras.
Los imaginaba en cualquier aeropuerto de enlace, en Singapur o en
Miami, bebiéndose unos mojitos en la zona VIP y riendo a mi costa, por
más que Ariadna lo negara. Se partían el culo cuando ella le relataba
mi cara de espanto al anunciarme los aciagos augurios de Humbert, y
Excodra XLIII 42 El miedo
especialmente cuán absolutos eran. Cómo me hundía yo en el salón de
mi casa intentando salir de mi estrecho mundo, mis vacías calles, mi
ominosa ciudad, sin poder siquiera controlar la lasitud de mis timoratos
esfínteres.
Después preparaban la vídeollamada que emitían desde cualquier
rincón del mundo y que siempre era ella quien realizaba. Le causaba
un placer morboso, a la muy diablilla, llamarme enfundada en el
caftán y las babuchas, fumándose una shisha en el barrio turco de Sarajevo,
para hacer su siguiente aparición, en un pis pas, surfeando en
Cape Town vestida de neopreno, sabiendo que yo llevaría días, incluso
semanas, marchitándome entre cuatro paredes.
Humbert, en cambio, siempre invocaba el habeas corpus. Porque
cuando lograba invocar mis exangües redaños y conseguía salir a comprar
el pan entre sudores, me encontraba de sopetón al viejo taumaturgo,
tomando un café en la fleca de enfrente, como si fuera un vecino
más, con su pullover y sus gafas con cordel, leyendo el periódico o sentado
en un banco del parque, disfrazado de pordiosero, brillando sus
ojos rapaces y su sonrisa astuta. Pero eso era en contadas ocasiones, lo
frecuente, eran las llamadas de Ariadna.
–Saturno os está jodiendo vivos –continuó al cabo de unos días,
mientras le hacían un masaje en algún lugar de Bangkok.
Eso le había dicho el viejo, me aseguraba, aunque a ella se la traía
al pairo. Lo suyo era la danza y el éxtasis, el juego y el azar. Y los buenos
restaurantes. Las analogías las dejaba para los poetas atrapados en
una ciudad mustia y azul.
“No sé si recuerdas, querido, a tu complaciente generación, la Generación
X, de la que tu eres un flamante ejemplo. ¡Qué fácil era el
mundo entonces! ¡Cuánto cachondeo! Sin novedad en el frente occidental.
Todo estable, economía creciente, mundo globalizándose, seguridad
social, créditos, fascismo olvidado, comunismo, también. Existió
el SIDA que afectó un poco a tus hermanos mayores, pero muy de rasqui.
Era imposible creer que ningún acontecimiento bizarro podía alterar
aquel viejo orden. Una generación tan previsible y relamida que su
principal adalid, Kurt Cobain, se permitía el lujo de cantar a la depre
El miedo 43 Excodra XLIII
sión. Y la depresión, darling, no es otra cosa que narcisismo. El problema
social ya no contaba para nada, porque no había mundo social, sólo
importaba si la gente me quería a mí, a mi imagen, a mi look de malote
desgreñado, así de meliflua era vuestra ideología. Ya con el buche
lleno, venía la hora de alimentar el yo individual. Quizá la última lucha,
y en cierta manera, la única importante. Todos la comprasteis con
posmoderna adoración. Aunque eso no impidió que el bueno de Kurt se
volase la tapa de los sesos, que incluso el postureo puede acabar en locura”.
Había salido de la casa de masajes y, tocada con pamela y gafas
de sol, se bebía un batido detox en una barcaza flotante de las que
abundan en el Chao Praya. El sol empezaba a declinar, tiñendo de grosella
las aguas liminares del mar.
“Estaba tan impregnada en tu generación la idea de que nada iba a
cambiar que hasta un profesor de Harvard se apuntó el tanto de que la
Historia había terminado. Ya no habría otro sistema que el capitalismo
y la democracia liberal. Game Over, fin de la partida. ¡Qué osadía! Tendrían
que preguntarle a la generación posterior, especialmente a los
que nacieron a final de siglo. En su tierna infancia, las Torres Gemelas,
después una crisis económica de tres pares, más tarde el procés, seguido
del rebrote del autoritarismo y como colofón, una pandemia mundial.
¿Fin de la Historia? Y dos huevos duros”.
“Se ve, mi poeta particular, que no se puede parar el cambio. Y ¿eso
por qué?, te preguntarás”.
–Porque el espíritu es la Historia y su contrario –dije yo, repantingado
en mi sofá.
“No guapetón, ¿lo ves, como eres de manual? Los de la generación
X, me refiero, queriendo citar a Hegel, has citado a Fukuyama. Porque
él pensó, como el rojazo de Marx, sólo que con el capitalismo como
vencedor, que ya no habría ningún gran cambio. Que el sistema capitalista
y la democracia liberal ya era lo más perfecto posible. Y eso significaba
tentar a la suerte muy mucho”.
“La cuestión es, según dice tu arcano mayor sin pelo, Humbert, que
las mentes preclaras de la filosofía, no habían contado con Saturno. El
Excodra XLIII 44 El miedo
viejo astro barbudo y su mala leche, que se pusieron a trabajar a principios
del siglo XXI. El señor del karma, el padre castigador, el tiempo y
sus lamentos; sí, ese, el maestro que te atiza un par de collejas para que
espabiles cuando te has pasado de listo, es el causante de tanto alboroto.
Aliado con Plutón y con Marte, se ve que son algo así como el trifachito
de las galaxias. Pero tú no crees en la astrología y yo tampoco,
aunque sí que crees en Humbert y su procaz sentido del humor, su
mala leche para asustarte, digamos, que te tiene un poco atacado. No
se lo tengas en cuenta, vuelve a tus libros, y como buen depresivo de
los noventa, piensa que el mundo no tiene solución y que todo ha sido
creado para ti, aunque sea para fastidiarte”.
“Porque en el fondo aciertas, aunque el idealismo alemán sea pesadísimo.
No se puede parar la Historia. El espíritu gira como los estados
del ser y sus humores. Del spleen, el tedio, se pasa al corazón y su júbilo
y de éste a los riñones que albergan el miedo. Y así, el espíritu del
mundo, trocó, durante el siglo XXI, de alegría en su antagonista, la rabia,
y de ella, en miedo, porque así es como nos vamos moviendo, de
un estado a su contrario, y tiro porque me toca. Y aquí es donde nos encontramos,
en el Miedo. Con una comezón angustiosa recorriéndote el
espinazo, en tu piso de Vallcarca marchitándote como tus viejos libros
en su estantería. Pero tranquilo, según me cuenta tu sursum corda particular,
el señor Humbert, que ya sabes que por lo que a mí respecta, ni
me va ni me viene, la buena noticia es que esto también acabará. Pronto,
además.”
“Porque el miedo es como un circo ambulante, no ves cuando llega,
ni ves cuando se va, aunque sí has visto su parada de monstruos”.
“Tienes que relajarte cuando pasas miedo. Ya se sabe, el miedo
es de ese tipo de emociones que cuanto más quieres quitártela de encima,
más se te pega. Sentimiento paradójico le llaman. O sea que calm
down, petit ploramiques, me largo a ver un combate de Thai Boxing,
que me pone más que los masajes, sobre todo si hay apuestas. Sé bueno,
y no salgas mucho”.
Acompañó con una sonrisa la coletilla de su última frase y colgó.
Por mucho que me pese evidenciar todos los tópicos que me había atri
El miedo 45 Excodra XLIII
buido Ariadna estuve toda la tarde leyendo frases de La Fenomenología
del Espíritu con el móvil, tratando de encontrar consuelo en el mundo
escrito, como acostumbraba a hacer, sin hallar otra cosa que conceptos
y más conceptos y un agudo dolor lumbar hacia medianoche. Esa fe en
lo intelectual provocaba la absoluta hilaridad en Humbert, que se descojonaba
vivo cuando yo tomaba notas de nuestros encuentros, cosa
que me hacía sentir, por cierto, como un memo.
Pero el consuelo, por raro que parezca, lo encontraba yo en las llamadas
de Ariadna, todo un salvavidas en el naufragio de mi ostracismo
y particular confinamiento. Así que cuando no llamó durante unos días
me lo tomé como un descanso, al cabo de unas semanas noté cierto
desconsuelo y cuando la ausencia iba para el mes, me sentía definitivamente
inquieto. ¿En qué andaría metida? ¿Estarían preparando su próximo
golpe? O peor, ¿quizás se habría hartado de mí y mi pusilánime
zozobra?
Es por todo ello que cuando el teléfono sonó alrededor de un mes y
medio más tarde pegué un bote en el sofá y contesté con la mejor de
las sonrisas. Quería demostrarle que era un buen compañero de charla
y darle motivos para que nuestro particular juego continuara, al menos,
mientras durara mi aislamiento particular.
Pero no era ella. Era Humbert. Escuchar la voz del calvo agorero,
me pegó tal bajón que estuve unos segundos eternos sin decir nada.
Pero lo que vino después fue peor. Me explicó que Ariadna no se encontraba
bien. Y especificó que lo había pillado. Estaba en un hospital
en Roma y el pronóstico no era bueno.
Me quedé destrozado. Si alguien tenía que sucumbir a cualquier
tipo de mal ese era yo. Ni se me había pasado por la cabeza que Ariadna
pudiera sufrir el más mínimo percance. Ariadna no podía morir, ella
sería siempre joven, al contrario que yo. Siempre bailaría, siempre trotaría
por medio mundo metiéndose en todo tipo de fregados de los que
salía airosa. No, ella no era una víctima.
Humbert continuó: en la habitación del hospital (improvisada, en
realidad un antiguo almacén de productos de limpieza) Ariadna había
dicho mi nombre. Me quería ver, ni que fuera una última vez. Vislum
Excodra XLIII 46 El miedo
brar mi cara de pajarillo al otro lado del cristal, le había dicho riendo.
Así estaría contenta y feliz. Estaba segura que yo superaría mis miedos
y mis límites y lograría de alguna manera acercarme hasta Roma.
El que no estaba tan seguro era yo. Traspasar mis confines me producía
un pánico hiperbólico. No había salido de la ciudad en los últimos
diez años. Así que le aseguré a Humbert que lo haría, con la boca
pequeña y me despedí sin más.
Maldito Saturno, pensé después de colgar.
Los siguientes días me debatí entre el remordimiento y la posibilidad
de una acción heroica. Por momentos pensaba que lo lograría, que
me armaría de valor y saldría a buscar a Ariadna. Que al fin y al cabo
su llamada también era una oportunidad. Que quizás esta vez lo lograría.
Fantaseaba con que me libraría del miedo en nombre del amor.
Pero en lo más recóndito de mi mente mi verdadero yo buscaba un subterfugio,
una vía de escape que me permitiera tener tranquila mi consciencia.
Y lo encontré.
Todo debía ser una treta más de Ariadna y el viejo, claro. Una más
de sus descacharrantes argucias. ¡Cómo no me había dado cuenta! El
juego continuaba y la apuesta había subido. Se trataba de llevarme al
límite con el humor negro. Realmente no tenían ningún tipo de moral.
Ellos sí eran verdaderos nietzscheanos y no yo, por mucho que tuviera
una agenda con sus mejores frases.
Pero al fin y al cabo había encontrado un bálsamo. Una coartada
que daba aire a mi doblez moral. Ya podía estar tranquilo. Pero, ¿y si
era verdad? ¿Y si Ariadna se encontraba agonizando al otro lado del
mar, susurrando mi nombre entre sus últimos estertores?
No podía saberlo y la duda me reconcomía. Pasaba día y noche dando
vueltas al tema, con el consiguiente agotamiento que la situación
engendraba. Deambulando por la casa como un zombi, dedicando toda
mi energía a la duda, pasaba las noches, a su vez, sin pegar ojo. Tenía
unos sueños ligeros, livianos, que no se diferenciaban en mucho de la
vigilia. Sólo un fino velo se separaba sueño y realidad.
En uno de los sueños Humbert vino a visitarme.
El miedo 47 Excodra XLIII
Estaba yo en el D. F., sentado en un banco en una plaza estilo colonial
de las que abundan en la ciudad y que ya había visitado otras veces.
En sueños claro. Anochecía, el ocaso estaba avanzado, el aire venía
fresco y placentero. Cerré los ojos para sentir la sensación de frescor y
al volver a abrirlos allí estaba el viejo. Me explicó que Ariadna se había
recuperado y había vuelto a casa de sus padres. Aunque no era la misma,
remarcó, la experiencia con la muerte la había cambiado por completo.
Al día siguiente hice algunas pesquisas y llamé a amigos comunes,
que me confirmaron lo que me había revelado el sueño. Ariadna estaba
bien aunque había dejado su vagabundeo, estaba buscando empleo fijo
y pensaba echar raíces en su tierra natal. No volvió a llamarme.
La mujer alegre y atrevida había dado paso a una ciudadana conformista,
deseosa de ahorrar para el futuro y encontrar marido. Quizá fuera
Saturno, quizá el espíritu de la Historia, pero el miedo, finalmente
había vencido, y la ciudad, al otro lado de la ventana del comedor, empezaba
a despertarse, aunque tampoco era la misma.
AGF
Excodra XLIII 48 El miedo
El Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal
José Antonio Olmedo LópezAmor
Continuamos siendo imperfectos,
peligrosos y terribles, y también maravillosos y fantásticos.
Pero estamos aprendiendo a cambiar.
RAY BRADBURY
Como la rutilante grandeza del microscópico átomo de la materia, el
ser humano siempre se ha creído el orgulloso gobernante de las razas y
los mundos, pero si de una vez alzara su mirada al espacio y contemplara
y sintiera en su carne toda su insignificancia, cambiaría toda esa
soberbia ingente con aires de grandeza por la humilde ingenuidad con
la que un niño juega con un juguete que no sabe de dónde ha salido, y
no sabe por qué juega, ni hasta cuándo, ni por qué.
En alguna región insospechada del gigantesco universo, tenía lugar
una conversación telepática entre dos entidades, conversación sostenida
en el interior de lo que conocemos por “nave espacial”…
–¿Están listos los niños?
–Sí, claro, es la enésima vez que me lo preguntas, ¿no crees que les
das demasiada importancia?
–Simplemente quiero hacer bien mi trabajo.
–¿Trabajo? ¿Acaso nos pagan por hacer algo así?
–Oye, está claro que tú y yo somos muy diferentes, así que limítate a
llevar a cabo tu parte y no acabes con mi paciencia.
–Pero si sabes que aunque no lo hiciéramos tampoco pasaría nada,
tarde o temprano terminan aniquilándose.
–Esta vez será diferente, el programa está más desarrollado.
–Pero si sabes que son primarios, violentos, instintivos y sólo saben
utilizar el diez por ciento de su capacidad cerebral.
El miedo 49 Excodra XLIII
–Mientras haya planetas donde ellos puedan prosperar y tener una
nueva oportunidad lo seguiré intentando, seguiré colaborando con la
causa.
–Lo que tú digas, está terminando la proyección de los valores humanos.
–Perfecto, en cuanto crucemos las coordenadas de los corales afrisales
empezaremos con los preparativos.
Mientras tanto, en un aula especial de la aeronave, dos niños de corta
edad; Rebeca y Abraham, visualizaban unas imágenes en movimiento
que eran proyectadas por las paredes del recinto, paredes formadas
de algún material parecido al cristal, paramentos que tenían multitud
de usos y uno de ellos era ser pantalla panorámica.
Los muchachos fueron reclutados de diferentes partes de la Tierra,
no se conocían ni hablaban la misma lengua, pero reunían los requisitos
necesarios para llevar a cabo con ellos los planes de las entidades y
después de pasar por varios trámites de procesos científicos, podrían relacionarse
y comprenderse el uno al otro.
Mientras la lluvia exterior de láminas de coral se arremolinaba en
torno al bólido espacial envolviéndolo en nubes multicolores, en varios
laboratorios de la nave se terminaba de codificar un antiguo proyecto
de varias fases que había sido restaurado para perfeccionarlo, el proyecto
“Empédocles”. Se trataba de dos “microchips” de tecnología vanguardista,
que más tarde se insertarían en los cerebros de los niños,
precisamente en una cavidad parietal, lugar donde, una vez hubieran
realizado su trabajo, podrían ser extraídos sin problemas ni secuelas.
La segunda fase del proyecto incluía un árbol de cualidades asombrosas,
un híbrido entre tecnología y naturaleza, un ramificado mastodonte
que contaba con una parcela de vida propia y otra de inteligencia
artificial manipulada.
Los “microchips” eran llamados “eslabones”, y al árbol se referían
por “emisario”.
El emisario ya había sido instalado en la zona precisa del planeta
que pretendían colonizar, muy pronto se procedería a la inserción de
Excodra XLIII 50 El miedo
los eslabones y con ello a garantizar la supervivencia de una raza que,
debido a su propia ambición e ignorancia tenía los días contados.
Las entidades que habían organizado tan estudiado plan provenían
de latitudes remotas del universo, poseían una tecnología nunca vista y
más avanzada de lo que ningún mortal podía imaginar, pero se sabía
muy poco acerca de ellos, eran muy discretos, y nada hostiles, pues
además de avanzar en sus conocimientos tecnológicos acerca de la
aeronáutica, manipulación de la materia y aprovechamiento de las
energías naturales, habían desarrollado conceptos inverosímiles para la
comunicación, así como el transporte, pero si hay algo que cabe destacar
verdaderamente de estas entidades misteriosas, era su moralidad.
Habían desarrollado una capacidad equitativa y equilibrada envidiable,
profesaban dogmas de respeto y armonía con el cosmos, se desconocía
si eran mortales o inmortales, lo cierto es que gracias a ellos la humanidad
volvería a gozar de otra oportunidad.
Aunque pareciesen semidioses comparándolos con los humanos, no
lo eran, también tenían sus limitaciones en casi todos los ámbitos y rendían
culto a una supuesta entidad superior a la que denominaban Fátum.
La aeronave ya había superado las coordenadas de los corales afrisales
y Abraham ya estaba siendo intervenido quirúrgicamente, Rebeca
esperaría su turno, el programa establecido estaba siendo todo un éxito.
La nave de las entidades no se propulsaba mediante ningún motor a
combustión, no utilizaba combustible orgánico ni nada parecido, lo hacía
mediante un sistema muy avanzado de navegación por radiaciones.
Las radiaciones en el universo permanecían por doquier, unas, en movimiento,
otras, estáticas, un voluminoso aparato las detectaba y descodificaba
para emplearlas en fusiones con elementos desconocidos. El resultado
de esas fusiones se condensaba en rayos invisibles propulsados
a través de catalizadores naturales y les servía para desplazarse. Un
programa matemático aplicado por computadoras vivas les ayudaba a
ir desglosando vectores del espacio, de esa manera veían qué clase de
energías poblaban la zona analizada y las catalogaba para su uso. Dis
El miedo 51 Excodra XLIII
ponían de una fabulosa materia maleable, blanca y fría llamada verso,
que era extraída sin descanso del único lugar donde se encontraba, un
planetacometa de mismo nombre. Esa materia era disparada en chorros
contra los agujeros negros, tenía la cualidad de hacer visible la materia
oscura y además de eso, de configurar las fluctuaciones de materia
en desorden caótico de los agujeros negros de manera que, si se atravesaban
en el mismo momento en que eran disparados por rayos verso,
servían de puertas dimensionales.
Rebeca estaba siendo coronada con su eslabón, Abraham seguía recibiendo
proyecciones visuales y comenzaba a notar la presencia de
nuevos estímulos cerebrales.
Los eslabones debían garantizar la existencia de los niños, debían
inspirarles ante los problemas para llegar a su solución, debían instarles
a procrear entre ellos y orientarlos en el campo incultivado de su inmadurez,
así como garantizar su supremacía ante las demás criaturas que
encontraran, pero sobre todo, motivar su evolución. Mediante descargas
de mensajes a través de los sueños o intuiciones tomadas como inspiración,
debían encontrar el camino hacia su supervivencia, instaurarse
como los pobladores de un nuevo mundo, ser los protagonistas de
una gran historia pero ajenos a todo el proyecto que los apadrinaba.
Las entidades podían borrarles recuerdos e introducirles otros recuerdos
diferentes, podían dejarlos sin memoria o atribuirles una memoria
sin precedentes de caudal insospechado, podían otorgarles cualidades
milagrosas, por las cuales serían tomados por dioses por los demás
seres inferiores, pero ésa no era la misiva de sus poderosos protectores.
Gozarían de la solidaridad de una raza superior pero sólo hasta
el momento en que dejaran de merecerla.
Sabiendo tan sólo unas pocas de las cualidades de estos seres sin
nombre, resultaba inconcebible pensar en la magnitud de la entidad
que ellos mismos veneraban. ¿Acaso sería Fátum el verdadero creador
de lo visible e invisible? ¿O por el contrario, hasta el mismo Fátum adoraba
a otros dioses más superiores que él?
El planeta del que provenían los niños, la Tierra, estaba siendo amenazado
por una global guerra nuclear, era de inminente estallido, un
Excodra XLIII 52 El miedo
efecto dominó desencadenante que produciría la mayor de las tragedias,
la que impedía la vida humana y su sustento. Una guerra provocada
por el animalismo humano, la ambición, el interés, la poca inteligencia
aplicada a administrar los recursos naturales y por supuesto, la codicia,
tan arraigada en las personas de ese planeta, tan arraigada como
su ignorancia.
Las entidades superiores, conscientes del panorama de la sociedad
en la Tierra, urdieron el plan de secuestrar a los niños para evitar la extinción
de su raza. Vaticinaron el descalabro económico mundial y de
valores humanos debido a sus múltiples visitas a través de los siglos,
habían estudiado al ser humano sin que él lo supiera, sabían de su arrogancia,
así que movidos por un sentimiento altruista decidieron dar
vida al proyecto Empédocles, ellos se encargarían de controlarlo todo,
de mantener el contacto con los niños, de manipular el comportamiento
del emisario, por lo menos, hasta que fuera estrictamente necesario.
Después de cumplidos los objetivos deberían retirar los eslabones sin
rastro alguno, así como desconectar la parte artificial del emisario para
que pudiera seguir creciendo y viviendo de manera natural y sin vestigio
alguno de sus ocultas funciones.
Su filosofía se limitaba a ayudar a los demás y evitar influir negativamente
en todo aquello que les rodeaba, era importante mantener el
equilibrio de vida en el universo, las generaciones debían seguir su curso,
incluso utilizaban su capacidad para viajar en el tiempo de manera
casi imperceptible, todo un ejercicio de honestidad y principios.
Tan sólo a simple vista tenían estos seres algo en común con los humanos
y era que, aunque habían escalado cientos de peldaños en la escala
evolutiva, no habían podido deshacerse completamente de la maldad.
Una ambigüedad congénita convivía en sus genes, ambigüedad a
la que trataban de dominar mediante tratamientos casi mágicos. Frecuentaban
ciertas regiones del espacio donde proliferaba un ingrediente
escaso, el material con el que fabricaban medicinas para intentar paliar
su mala conciencia. La misma volubilidad humana que hacía pasar
de lo correcto a lo incorrecto recorría sus moléculas y les hacía vulnerables.
El miedo 53 Excodra XLIII
Rebeca y Abraham estaban siendo deslumbrados por los eslabones,
sus sistemas nerviosos ya recibían órdenes precisas, la astronave se
adentraba en la atmósfera del planeta elegido, unas sacudidas lo anunciaban,
a estas alturas, en el lugar exacto donde se debía ubicar el planeta
Tierra debía haber una tormenta de piedra y gases, la terrible guerra
atómica había amenazado siempre con destruirlo todo y finalmente
se cumplieron los oscuros designios de las profecías.
A pesar de la corta edad de los niños, tenían que sobrevivir hasta en
las peores condiciones, de cualquier manera, por eso se les potenció
sensaciones como el miedo: la más efectiva arma evolutiva de superación.
A través del miedo aquellos niños serían resilientes y su heurística
garantizaría su supervivencia. Una vez abandonados a su suerte en el
desconocido planeta la figura del emisario cobraba mayor relevancia.
Su función primera y vital era la de abastecer de frutos comestibles a
los pequeños; una protección ante cualquier bestia amenazadora, puesto
que podían trepar por sus ramas hasta alcanzar una altura considerable;
un cobijo, ya que existían partes huecas dentro de la enorme envergadura
donde se podían ocultar para guarecerse del frío u otras calamidades.
Su capacidad para dar frutos era inextinguible y rápida, podía
volverse luminiscente en la oscuridad, serviría de transmisor acústico si
hiciera falta, estaba plagado de sensores informativos: de temperatura,
de movimiento, de sonido, de densidad… etc., todo un prodigio de bioquimirobótica.
Si resultara dañado, él mismo podría repararse a través
de unas articulaciones ocultas mediante las que podía incurrir en movimientos.
El emisario estaba dotado de unas membranas holotemporales,
podía representar figuras físicas y sobre todo, haría la función de comedid
centinela, enviando informes de cada incidencia o hasta pidiendo
ayuda si por cualquier circunstancia los eventos le superaran en magnitud
o importancia.
Los sistemas de aterrizaje de la nave ya se desplegaban para dar por
finalizado el trayecto, comenzaron las maniobras pertinentes para tocar
suelo, mientras, en una de las habitaciones permanecían los niños, sentados
en sillones de seguridad, juntos, amordazados, de repente sus miradas
se cruzaron y como si se hubiesen visto por primera vez, comen
Excodra XLIII 54 El miedo
zaron a hablar entre susurros y en una lengua que ambos comprendían…
–Hola, me llamo Rebeca.
–Hola, yo soy Abraham.
–Dame la mano.
–Me gustan tus ojos.
–A mí me gusta tu sonrisa.
–Gracias.
–Estás temblando.
–Tengo frío y miedo.
–Descuida, estoy contigo.
–Creo que van a abandonarnos.
–No te preocupes yo me encargaré de protegerte.
–Pero nos moriremos de hambre.
–Eso jamás ocurrirá, yo cazaré para ti.
–No me sueltes.
–Tienes la piel muy suave.
–Quédate siempre conmigo.
–Tranquila, nunca te abandonaré.
Los roles de los niñoscolonos estaban dispuestos, la amistad nacería
entre ellos, después el cariño y así sucesivamente en una escala de afectos
hasta llegar al amor. Debían consumar toda su atracción y perpetuar
la especie con el rito del sexo, ingenuos y asustados niños de inocencia
adulterada.
Los eslabones corrompían el librepensamiento con sus mandatos, el
albedrío azaroso era sustituido por certeras directrices, todos los géneros
representados en la comedia de la vida, eran mejorados en este
guion estudiado, en esta pantomima esperanzadora, sólo quedaba saber
qué papel habría de coger la maldad, el azar, o la muerte. Pero
¿hasta qué punto obedecería la mente humana las recomendaciones de
los eslabones? ¿Sería capaz de obedecer siempre o tarde o temprano se
dejaría llevar por los instintos?
Gran parte de los sensacionales atributos internos del emisario eran
posibles gracias a unas ramificaciones venosas de material carnoso y
El miedo 55 Excodra XLIII
umbilical. Esos canales le unían con la naturaleza y una vez recibida la
señal que anunciase el fin de su misión se desintegrarían y fundirían
con la tierra sin dejar rastro.
El planeta donde pretendían desembarcar a los niños se encontraba
a millones de años luz de la Tierra, de tamaño aproximadamente tres
veces más grande, y con mucha más extensión de tierra y menos de
agua. La atmósfera era en su mayor parte de oxígeno, pero de mucha
más pureza que el terrícola. Los paisajes naturales, de insultante belleza:
ríos púrpura y valles de texturas metálicas, montañas de minerales
exóticos y nuevos, razas de animales desconocidas, espesura de plantas
y flores, luz y color; todo un paraíso de fragancias y delicadezas tornasoladas.
Era un planeta con movimiento de traslación alrededor de su
sol pero sin movimiento de rotación sobre su eje, por lo que no existían
las noches ni los días. Una franja meridional del planeta se encontraba
en la linde de las dos mitades, donde los niños debían vivir, en las otras
dos partes reinaban la oscuridad y la luz, noche y día perpetuos separados
por un anillo de penumbra. Parajes vírgenes y fecundos, ricos y dadivosos,
el lugar que toda la humanidad soñaba.
En la cabina de control de la nave las entidades dialogaban ultimando
la descarga de sus huéspedes y su inminente viaje de regreso…
–Aquí es, perfecto, tal y como calculamos, en el tiempo estimado.
–Esta es la zona indicada, está el manantial bastante cerca, los campos
de cultivo, las cuevas, el emisario.
–Tienen todo cuanto necesitan.
–Aquí echarán de menos la lluvia, porque no hay nubes.
–Sí, pero detestarán las tormentas de partículas que se forman, porque
el viento es muy potente e inestable aquí.
–Es lo más parecido que hemos encontrado.
–Vamos, acabemos con esto.
–A mi señal desconecta todos los sistemas de seguridad y abre las
compuertas exteriores.
–De acuerdo.
Estos chicos tenían por delante una de las mayores aventuras que se
puede vivir: descubrir un nuevo mundo, descubrirse a sí mismos y ser
Excodra XLIII 56 El miedo
los protagonistas y padres de una nueva raza. La templanza habitaba
en sus ojos, pero también la rebeldía, ¡tenían tanto por hacer! Que empezarían
por jugar con lo primero que encontraran.
La astronave tocó tierra, todo se silenció, unas compuertas gigantescas
se abrieron y mostraron el interior: Rebeca y Abraham –cogidos de
la mano y desnudos– caminaban despacio hacia el exterior. Un aire perfumado
azotó sus cabellos y les hizo sonreír, sus pies descalzos ya se
hundían en la espesa yerba, sus ojos se llenaron de lágrimas, sus corazones,
de tranquilidad, y en el mismo momento en que la nave se elevó
nuevamente ellos corrieron desaforados en dirección a un árbol gigante
que destacaba en el fondo del paisaje. Un árbol de ramas plateadas, soberbio,
lleno de frutas y vigor, un árbol del que parecía emanar música.
Al mismo tiempo que los niños se acercaban al árbol, desde otra dirección,
también lo hacía una serpiente de lastimoso aspecto, un reptil que
no figuraba en el programa. Quizás los chicos tuvieran miedo al verla,
quizás intentaran devorarse el uno al otro, ¿quién sabe? Tal vez no se
volviesen a ver nunca más.
JAOLA
El miedo 57 Excodra XLIII
Excodra XLIII 58 El miedo
POESÍA
Miedo
Pilar Adón
I
Regalarlo todo. Cada prenda. Cada adorno.
Con mentalidad de pobre. Los dedos de harina
calentando el mismo tazón
y la sonrisa rota hacia la mesa
sin frutas ni flores en la fuente.
Sin estrenar nada, sin ambición de refugio.
Habiendo perdido la energía
y el asombro.
Queriendo decir: «¿Por qué no vuelves a casa?»
Cuando lo sabe. Que volver a casa es el miedo.
Que la huida del día es el miedo.
La tapia de ladrillo y la llamada al timbre sin prever
si podrá entrar.
Cada mirada de hembra.
Cada preñez. El miedo.
El cuerpo que no se acostumbra
y que, lejos de aumentar,
reduce su tamaño y se parte en dos.
El miedo 59 Excodra XLIII
II
Si estoy bien aquí es porque no estoy aquí.
Sometiéndome a una fe para al segundo someterme a la contraria.
Sin levantar los ojos. Esa intuición
sostenida en el interés que despiertan en mí
las raíces. La savia y la esencia de las plantas.
La correspondencia entre las fuentes.
La tranquilidad que llegó y ya se va huyendo.
La visión de una calma que no es.
Queriendo corregir cada palabra, cada voz.
Cada movimiento y cada gesto.
Transformando esta tendencia al misticismo
en una sobria consideración física:
piel pálida, pelo lacio.
Ojos bellos.
PA
Excodra XLIII 60 El miedo
Los comedores de loto
Isabel González Gil
Aturde el cuerpo
para que no busque la vertical entre nidos de ortiga
no caiga por el desliz imparable de horas
no claudique ante las voces de los desamparados
que suene música tambor de un nuevo mundo
dame besos que tiemblen al filo donde la nada se pierde en el
[deseo de ser
acelera la despedida
huelen a tiempo herido
las estaciones despiertan al reptil
agolpadas
en la antesala de la boca
mis vidas junto a ti
durmamos como las flores salvajes
como los marineros transformados en bestias
compra alivio en diminutas dosis
aturde el cuerpo que sabe de fríos estivales
de finales del mundo
que suene música
que me duelen esperanzas de otras generaciones
está escuálido y moribundo
se ahoga en las riberas
El miedo 61 Excodra XLIII
se ahoga en plástico
se mueren los hijos que no tuvimos
EXTRAVIADAS
mis vidas contigo
en las nebulosas del tiempo
durmamos en las noches azules
como leones cautivos
ilusiones de láudano.
IGG
Excodra XLIII 62 El miedo
Estampas del miedo
José Iniesta
I. La presencia del mal
Ejecución en Costa de Marfil.
Abril 2011.
En la fotografía pueden verse
los cuerpos derribados, sin aliento,
en la luz vertical del mediodía,
y el viento levantando polvaredas
donde nada florece
y no existen caminos,
junto al tapial de adobe y de metralla.
Adónde hemos llegado, qué desiertos.
Bajo un cielo indolente
de terca claridad,
en la vasta planicie sin cultivos,
la muerte es lo real y la insistencia
del vuelo y del posarse de las moscas
sobre esas muecas libres en su pasmo
de fervor y de odio, y de promesas:
la materia robada,
sin amor, a la vida.
El miedo 63 Excodra XLIII
II. Frente al televisor
A una mujer africana muerta
en la travesía del Estrecho,
y encontrada en una playa del Sur.
Mientras todos dijimos
en la celebración
las palabras que olvidan en la noche
la oración del ahogado entre las olas,
y la luz parecía de las lámparas
alumbrar el cansancio de los días
en torno a los perfumes y las ropas,
los labios y sus risas, las palabras,
los balcones abiertos a la noche,
las copas detenidas
al brindar en el aire,
un relámpago helado, sin estruendo,
irrumpió en mi conciencia
al ver a la muchacha
sin vida en las arenas,
su belleza vencida en las espumas
dentro de la pantalla de la televisión.
En la áspera pasión del comprender,
en la inútil piedad que nos conturba,
¿qué palabras dijimos o callamos
para nadie en la orgía de la muerte?
Presente es su final,
y no hay principio,
en el oro agotado de una lágrima,
los sueños prisioneros en la sal:
la frágil perfección del haber sido.
Excodra XLIII 64 El miedo
III. El instante del ruido
A un hombre sentado en las ruinas de su casa.
Terremoto Haití, 2010.
Sentado en una piedra del derrumbe
existe con su mal un hombre solo
que ya no finge alcances y respira
el aire corrompido en los zarzales
de la desolación.
Bajo sus pies descalzos
las columnas caídas en el polvo,
el espanto en el centro de la llama,
los fuegos apagándose
después de tanto arder.
Fortaleza y temblor sobre las ruinas
para el que está vencido,
y sobrevivirá;
y a la luz del relámpago, de súbito,
sobre el barro del rostro y la pobreza,
la turbia luz en plata de una lágrima
copiando el infinito en sus reflejos:
la arena que fue mármol del amor.
El miedo 65 Excodra XLIII
IV. Una piedad en el desierto
Fotografía Sebastiao Salgado.
Sobre la arena roja del desierto,
¿cómo será el amor
de esa madre que vela
la muerte silenciosa de su hijo?
¿Qué fuerza la abandona en el abrazo?
¿Qué palabra no dice
apoyada en el muro
de adobe cuarteado y de tristeza
capaz de hacerse pan y ser el canto?
Y qué sentido alcanza en el desastre
el oro de la entrega,
qué alta vida.
JI
Excodra XLIII 66 El miedo
Naciente
Mariona Rodríguez
Tengo bien saciadas de hambre las tripas,
famélica la médula del alma,
molido un corazón de esqueleto
y en los huesos una ternura enfermiza.
Tengo sólo pellejo en las?entrañas,
a flor de piel crudezas carnívoras,
cabeza abajo el aliento en mi pecho
y su derrame en mis manos aplastadas.
Pero tengo una hilvanada aventura
en coágulos claros como lunas,
sangre lúcida a la sombra de este mundo
de lapidaria friolera y locura.
MR
El miedo 67 Excodra XLIII
Cobertura poética
Nicolás Corraliza
“El miedo es la oscuridad del laberinto”
I. Cristal de zafiro
El reloj de la cocina
mira con angustia,
como si supiera
que todo se ha parado
menos él.
II. Frente a la luna
dijo el ateocon
voz firme:
la religión
es un dios
como castigo.
III. Luz de hambre
No llega el azul al cielo
ni el cuello a la camisa
de los cautivos.
Excodra XLIII 68 El miedo
IV. Aves migratorias
Este mar de tierra en medio
es un triste orfanato sin gobernanta.
Nada entre la nada un niño alférez,
sin saber que la orilla no está cuerda.
Borges ríe a carcajadas:
los idiotas del mundo
han tomado el control.
V. La ebriedad de lo prudente
Es al hablar
cuando sucede
la decepción
o el milagro.
VI. En plena tarde
Se ha hecho tal silencio
que los ángeles no dejan de pasar
sobrevolando las ventanas.
Muere de necesidad el invierno.
La hoja sabe
de la hermandad de la rama
y por eso crece.
NC
El miedo 69 Excodra XLIII
El miedo
Ernesto Escobar Ulloa
Marca el que no hayas sentido:
Miedo a la enfermedad, a la locura
A la violencia
A la violación
A la gordura, a la obesidad
A que les pase algo a nuestros seres queridos
Miedo a no ser querido
Miedo a contraer una enfermedad
Miedo a contraer una enfermedad venérea
Miedo al VIH
Miedo al cáncer
Miedo a la vejez
Miedo a la muerte
Miedo a no ser correspondido en el amor
Miedo a no ser del gusto de la persona que amas
Miedo a no ser del gusto de la persona que deseas
Miedo a que no te satisfaga
Miedo a no satisfacerla
Miedo a no satisfacerla totalmente
Miedo al rechazo de la persona que deseas o amas
Miedo a que la persona que deseas te deje de desear
Miedo a que la persona que amas te deje de amar
Miedo a que te desee o ame más de lo que tú a ella
Miedo de no agradarle a sus amigos
Miedo a que le guste alguno de los tuyos más de la cuenta
Miedo a que no entienda tus deseos más oscuros
Miedo a que sus deseos más oscuros no sean de tu agrado
Miedo al ridículo
Excodra XLIII 70 El miedo
Miedo a la ofensa
Miedo a caerse, a hacerse daño
Miedo a que no te crean
Miedo a no saber elegir
Miedo a no ser elegido
Miedo a que se hagan una impresión errónea de ti
Miedo cuando haces algo que no está bien
Miedo a que te atrapen
Miedo a que descubran tus mentiras
Miedo a que te guste algo que no está bien
Miedo a los desastres naturales
Miedo a los desastres nucleares
Miedo a un conflicto bélico internacional
Miedo al terrorismo
Miedo a la ciberguerra
Miedo a no impresionar a las personas que quieres impresionar
Miedo a que descubran tus problemas personales
Miedo a que descubran tus debilidades
Miedo a que tu imagen no guste
Miedo a no ser cool
Miedo a caer aburrido
Miedo a ser o volverse irrelevante
Miedo a ser reemplazado
Miedo al pasado
Miedo al futuro
Miedo a no ser original
Miedo a ser olvidado
Miedo a pasar desapercibido
El miedo 71 Excodra XLIII
Miedo a la oscuridad
Miedo a los muertos
Miedo a los recibos de la luz, del agua
Miedo a perder el trabajo
Miedo al paro
Miedo a perder tus ahorros
Miedo a llegar pobre a la vejez
Miedo a quedarte sin batería
Miedo a que salga a la luz una carta del pasado
Miedo a que salga a la luz una foto privada
Miedo a que descubran eso que escondes
Miedo a las películas de miedo
Miedo a que te seduzca sólo para jugar contigo
Miedo a la soledad
Miedo a perder tu soledad
Miedo a que vulneren tu privacidad
Miedo a que vulneren tu privacidad en la red
Miedo a no ser buen padre, buen hijo, buena madre, buena hija,
buen profesional, persona de bien, comprensivo, compasivo, empático,
tolerante
Miedo a ser percibido como reaccionario, capitalista, poco moderno,
nada moderno, machista, sexista, racista, militarista, anticuado, oportunista,
frívolo
Miedo a denunciar lo que te haría perder tu imagen cool
Miedo a ser el último
Miedo a ser el primero
Miedo a ser el único
Miedo a que te engañe con otro
Excodra XLIII 72 El miedo
Miedo a que te utilice
Miedo a que te manipule
Miedo a que te traicione
Miedo a que te haga daño
Miedo a hacerle daño
Miedo a que se desquite
Miedo a que descubra tu infidelidad
Miedo a engancharte a alguien que no te corresponde
Miedo a ser testigo de cosas horribles
Miedo
al hambre
al desamparo
a la policía
a la justicia
a la injusticia
a la vergüenza
a la profundidad marina
a las bestias de los bosques
Miedo a una invasión extraterrestre
Miedo a la burla
a la humillación
a los insectos
a que salga mal
a no ser el mejor
a ser el segundo mejor
a ser el peor
A quedar de tonto
El miedo 73 Excodra XLIII
a no ser inteligente
a quedar de inculto
a reconocer que no has leído tal libro, tal clásico, tal autor, tal tema,
que no sabes nada de él, de esa cultura, de ese pueblo, que ni siquiera
te ha interesado
Miedo a que se compadezcan de ti
Miedo a que no comparta tus gustos
Miedo a que no le guste tu cuerpo
Miedo a que no le guste algo de tu cuerpo
Miedo a tener mal aliento
Miedo a salir mal en la foto
Miedo a no salir en la foto
Miedo a que no te inviten
Miedo a que no te escriba
Miedo a que no te escriban
Miedo a que no te responda el mensaje
Miedo a que no te ponga “me gusta”
Miedo a que te llamen con nombres que no te gustan
Miedo al bulling
Miedo al linchamiento en la red
Miedo al acoso laboral
Miedo a no hablar
Miedo a hablar demasiado
Miedo a ser sospechoso
Miedo a ser injusto
A ser parcial
A ser blando
a ser odiado
Miedo a que tus chistes no tengan gracia
Excodra XLIII 74 El miedo
Miedo a los aviones
a perder un avión
Miedo a las masas
Miedo a la cárcel
Miedo a la nada
Miedo a Dios
Miedo a perder algo de valor
A olvidar el guión
a los químicos
a los quirófanos
a perder la memoria
a no poder ser valiente
a no estar a la altura
Miedo a emborracharte y decir o hacer estupideces
Miedo a que recuerden las estupideces que dijiste o hiciste
Miedo a que te pongan a parir
Miedo a que tu perro o tu gato sufra de viejo
Miedo al vacío que dejará cuando se muera
Miedo a no poder dormir
Miedo a que te metan drogas en la bebida
Miedo cuando despiertas en la madrugada y nada parece tener sentido
Miedo a quedar de inepto en la cama
Miedo a verte reflejado
Miedo a hablar en público
El miedo 75 Excodra XLIII
Miedo a que tus logros pasen desapercibidos
Miedo a que se moleste por lo que no quisiste decir o hacer
Miedo a que deje de hablarte
Miedo a la incomunicación
Miedo a un apagón en la red
Miedo a que se haga realidad una novela distópica
Miedo a decepcionar o ser decepcionado
Miedo al fracaso
Miedo a la maldad de los hombres
Miedo a la maldad de las mujeres
Miedo al caos
Miedo al compromiso
Miedo a la mentira
Miedo a la verdad
Cuando el periodista a qué le tienes miedo.
La cantante respondió:
A mi mamá, cuando se enfada.
Miedo a que descubran que tienes miedo.
EEU
Excodra XLIII 76 El miedo
ARTES VISUALES
ARTES VISUALES I
Jaime Valero
ARTES VISUALES II
Ziqian Liu
ARTES VISUALES III
Yoel Díaz Gálvez
ARTES VISUALES IV
Tony Luciani
ARTES VISUALES V
Eli Mora
ENTREVISTA
Federico Fernández Giordano
Federico, para comenzar, ¿cómo sientes que nos condiciona el
miedo?
Pienso que el miedo, igual que el deseo, no nos pertenece. Al menos,
no nos pertenece en tanto que sujetos. Como sujetos nunca podemos
dar una aproximación fidedigna de las emociones, porque las emociones
no son algo que el sujeto “posea”. Las emociones tienen una forma
de operar similar a las drogas: son agentes del afuera (del afuera
del sujeto), que literalmente se apoderan de nosotros y nos controlan,
transformándonos en otra cosa. Bajo el control de las emociones uno
siempre sabe que es otra cosa, nunca se trata de aquello que uno piensa
que debería ser (nunca actuamos como esperamos o como creíamos
que debíamos actuar, ante las emociones). Las emociones están fuera
de nosotros, pero no en un sentido metafísico, sino justo lo contrario,
en tanto que es la misma naturaleza inmanente de las emociones lo que
las vuelve opacas. Las emociones son lo alien. Y desde luego, han sido
lo alien en toda la historia del racionalismo: aquello que se relaciona
con la carne, con la debilidad, con las “bajas pasiones”, etc. Entonces,
respondiendo a tu pregunta, siento que nos condicionan de la misma
forma que lo haría un ser extraterrestre. Otras culturas lo llaman “espíritus
de la naturaleza”, y ese tipo de cosas. Al final toda la historia de
la humanidad, incluidos los viajes de los chamanes y la ingesta de sustancias
alucinógenas, no tiene otro objeto que lidiar con eso que llamamos
afuera. Las emociones son el afuera.
Es un poco arriesgado lo que comentas, ¿podrías definirnos qué
entiendes por “afuera”?
El miedo 143 Excodra XLIII
Lo que es importante es dejar claro que cuando hablamos del “afuera”,
no estamos hablando de algo sobrenatural o ajeno a nuestro mundo
físico y dimensional... No se trata del afuera de la realidad, sino del
afuera de la representación idealista de la realidad. Entonces, este
“afuera” pertenece tanto al mundo material como a los procesos biológicos
de nuestro cuerpo. La gente suele pensar en el afuera como algo
externo al cuerpo, pero es una gran equivocación. Nuestro cuerpo, todo
lo que ocurre en él a nivel químico y molecular, es una parte del afuera.
¿Cómo de importante es el miedo, ando pensando, para el cumplimiento
de las leyes, por ejemplo, y más allá, para la aceptación
de cualquier tipo de poder político?
Los tipos de poder político están comprendidos de muchas cosas, y
no son estructuras fijas. Existe un gran relato dominante que dice que
la ley de la selva es comer o ser comido. “Perro come perro” parece ser
el gran relato didáctico para dibujar una lucha sin tregua que va desde
el cuento de Caín. Entonces pareciera que la “condición natural” del
hombre fuera siempre un relato de sangre y fuego. Pero el relato de
sangre y fuego lo constituye la civilización misma. Lo civilizado no es
distinto de ese mundo forjado a sangre y fuego que según se dice nos
esperaría al otro lado de la civilización. “Capitalismo o barbarie”, se
suele decir. Y en su versión edulcorada (“humanismo o barbarie”) es
aún más peligroso.
¿Gestionan los poderes políticoeconómicos el miedo, a través
de los medios de comunicación de masas, para regular las economías
y mantener los sistemas establecidos, como ahora pudiera
darse el caso, del mantenimiento del capitalismo?
Los poderes políticoeconómicos no pueden gestionar nada, porque
no se trata de una conciencia pensante. Los poderes políticoeconómicos
son macroestructuras que se mueven sin una finalidad y sin un fin.
Si te refieres, en cambio, a los individuos que dirigen bancos o grandes
Excodra XLIII 144 El miedo
multinacionales, imagino que sí, ellos habrán estudiado algo de psicología
básica.
¿Cómo relacionarías temor y convivencia, es decir, casi recapitulando
un poco lo anterior, cómo está involucrado el miedo en
nuestras relaciones sociales, ya de amor, ya de amistad, ya de
mero trato en el día a día?
Pues como decía al principio la relación con la emoción es siempre y
necesariamente una relación inmanente. No computa como una herramienta
de gestión. Hablar de amor es lo mismo que hablar de miedo.
La emoción es esa franja de mar oscuro que se cuela por la rendija del
sótano en tu casa de la playa. Es nuestra conexión (más bien tormentosa)
con algo que somos incapaces de gestionar o integrar. Es equivocado
pensar que el amor y otras emociones como el miedo son meras fantasías
infundadas de la razón. Son mucho más que eso: son hiperrealidades.
Autoridad y miedo, Federico, ¿qué vínculos te vienen a la mente
sobre esto, por ejemplo, pensando ahora mismo en el establecimiento
de los patriarcados autoritarios de antaño que hemos heredado
aunque ahora ya nos estemos desligando de ellos?
No creo que la autoridad y el patriarcado deban medirse únicamente
por el rasero de lo emocional. El patriarcado, o cualquier otra mega
estructura ideológica, es algo profundamente meditado y racionalizado.
Son paradigmas elaborados minuciosamente a lo largo de milenios. Entonces,
no veo una relación necesaria entre emoción y autoridad, pero
sí entre razón y autoridad. La razón es el salvoconducto que ha servido
históricamente a la mentalidad ilustrada para expandir el terror y el
miedo por todos los rincones del planeta. En nombre de la razón, se ha
autorizado siempre el miedo, es algo muy curioso. Una típica operación
kantiana que consiste en anteponer el sujeto transcendental a las pulsiones
de destrucción. De esa manera el sujeto racional se siente autori
El miedo 145 Excodra XLIII
zado para infligir el miedo. Autoridad y razón, esa es la verdadera historia
de horror.
Yendo por otro camino, muy genéricamente, ¿por qué tememos,
en general, más a lo desconocido que a lo conocido? Pienso mismamente
en relatos fantásticos que tanto nos pueden llegar a acojonar,
aunque sean eventos que nunca sucederían, en principio.
Adoro el género de terror, porque, como ha quedado dicho más arriba,
el miedo o las emociones intensas son síntomas de un afuera de la
razón. Como todo el mundo sabe, las pelis y las historias de terror nos
provocan un verdadero goce. Y el goce, el auténtico goce, es siempre
anterior/exterior a nosotros mismos. El goce, el miedo, la esquizofrenia
natural de las cosas… ya estaban ahí antes de nosotros en tanto que seres
juiciosos y serios. Creo que simplemente nos hace felices ese reencuentro:
el cobrar conciencia de que en verdad no había ningún sujeto
gobernando el barco. Como decía Clement Rosset, uno no se estrella
contra las rocas por torpeza o por haberse extraviado realmente; uno se
estrella porque gobernar era aburrido (y un subterfugio, al fin y al
cabo).
¿Cuán importante es la educación, el aprendizaje, la culturización
de la sociedad, para temer menos?
Muritos de piedra contra un océano de horror cósmico.
¿A menor miedo mayor libertad? ¿Qué te sugiere esto?
Lo primero sería solicitarte una definición de libertad (jajaja). La libertad,
para mí, es algo muy distinto de autogobernar. La libertad, en
tanto que relacionabilidad, tiene unos perímetros muy específicos y
concretos, siempre relacionados con otros sujetos y otras entidades (no
somos átomos flotando en el vacío, ¿de acuerdo?). Entonces esa relación
de reciprocidad con el afuera, con el otro, con los otros, etc., de
Excodra XLIII 146 El miedo
hecho nos somete con más fuerza que ninguna otra cosa. Por eso no
creo en esa “idea” de libertad. Por eso encuentro que no hay mayor placer
que saberse atado. La libertad, entendida como gobernabilidad y
autocontrol, es un mero invento secundario.
¿Qué lecturas recomendarías en general que versen sobre el
miedo, tanto ficción como ensayo, y cuáles han sido las que a ti
más te han impactado?
No creo que haya ninguna obra que verse únicamente sobre el miedo.
Y si la hubiera, sería una obra mala. El miedo, la emoción, son abstracciones
reales. El miedo es lo abstracto, lo Real, en su más pura definición.
El miedo 147 Excodra XLIII
Excodra XLIII 148 El miedo
RESEÑAS
Historia de la filosofía occidental
Bertrand Russell, año 1946
Espasa Libros
Inmensa obra la que escribió Bertrand Russell con su Historia de la
filosofía occidental. Es un texto que nos ha maravillado. El título viene
a resumir su contenido, es la historia de las diferentes corrientes filosóficas
que se han dado en Occidente partiendo desde la Antigua Grecia
hasta el momento de publicación del libro en 1945. Encara tamaña misión
filósofo por filósofo, haciéndonos tanto un resumen de sus biografías
como poniéndolos en su contexto histórico, aportándonos valiosísimos
datos sobre nuestro transcurrir por el tiempo en Occidente. Es decir,
Russell lo hizo tan tremendamente bien que es como si tuviéramos
cuatro obras en una: biografías, Historia, filosofía y además, crítica,
todo encadenado a la perfección para darle una cohesión interna a sus
reflexiones sobre los diferentes filósofos.
No sólo recopila información histórica y biográfica, y detalla el contenido
de cada tipo de filosofía, sino que opina, dejándonos un apartado
crítico realmente potente, en el cual, haciendo uso de las herramientas
de la lógica, se remanga, y se pone a la tarea de refutar cuanto puede
de todos y cada uno de los filósofos, no dejando títere con cabeza,
pues en todos encuentra fisuras y las describe y contradice, para mostrarnos
los puntos flacos de las diferentes filosofías que hemos ido teniendo
a lo largo del tiempo. A veces, hay que decirlo, se deja llevar
por sus pasiones, y guiado por sus particulares filias y fobias, arremete
más contra unos que contra otros aunque las fisuras fueran menores,
pero es ciertamente entretenido, porque lo hace de una manera tan
apasionada y no carente de humor que le deja a uno con los ojos bien
El miedo 149 Excodra XLIII
abiertos y la sonrisa en la cara. Si tienes algún filósofo preferido, paciencia,
porque lo más seguro es que encuentres en el libro críticas a
sus teorías absolutamente ácidas de Russell, pero siempre te dejarán
pensando.
En general, es un libro hermosísimo, y aún tiene partes que destacan
más sobre el resto, aunque imagino que a cada uno se le elevarán
por encima de los demás diferentes capítulos. A nosotros nos han parecido
espectaculares los capítulos sobre los filósofos griegos y sobre la
época de la Edad Media, que como él mismo dice, es una época que la
mayoría desconocemos en gran medida, porque lo cierto es que fueron
tiempos muy oscuros, pero ya no sólo por la bastante ausencia de registro
escrito, de literatura, sino porque además, en nuestra educación, ha
sido en gran medida pasada por alto en cuanto a lo que sucedía en su
cultura, que no hubo mucha expresión, pero sí la había. Russell viene a
rellenarnos este hueco y nos ofrece una infinita colección de apuntes
históricos desde la caída de Roma hasta el Renacimiento, situándonos
siempre en contexto, describiendo todas las características políticoeconómicas,
y culturales y religiosas, siglo a siglo, de esos años tan poco
conocidos. Son capítulos que hemos encontrado de enorme valía, que
hemos agradecido muchísimo, pues gracias al entendimiento de aquellos
tiempos de nuestra Edad Media se puede ver con más luz cómo
vino nuestra cultura a desembocar en el Renacimiento, gracias al cual,
comenzaron los primeros pasos para el desarrollo de las ciencias y de
nuestras filosofías modernas cada vez más alejadas del dominio de la
religión cristiana, que había tenido bajo su poder el conocimiento del
mundo durante bastante más de un milenio. Espectaculares también
son los capítulos en que Russell nos comenta sobre Galileo, Kepler, Copérnico
y Newton y cómo fuimos entendiendo la existencia de otra manera,
al dejar de considerar a la Tierra y a nosotros mismos como el
centro del Universo… para ser no más que una parte pequeñísima dentro
de él sin mayor relevancia y sin dioses que regularan nuestras acciones.
Excodra XLIII 150 El miedo
Pero todo el libro es destacable, y a nosotros en particular nos ha
dejado con mucha hambre de leer sobre autores como Plotino, Spinoza,
Helvecio o Bergson, a los que aún no nos habíamos acercado. Claro, según
las lecturas de cada uno, a cada cual le entraran ganas de acercarse
a determinados autores a los que antes no se había aproximado. Si eres
curioso de la filosofía, no te puedes perder esta obra, pues además de
ver de una sola vez todo nuestro recorrido por el mundo filosófico, se
queda uno pensando en el poder de las herramientas de la lógica para
validar las diferentes hipótesis sobre el conocimiento. Además de lo entretenido
y lo ameno que lo hace Bertrand Russell, pues profundiza
pero sin encriptarse ni hacerse oscuro, escribe para todos, sin dejar por
ello de ahondar en los misterios más remotos del saber y de la posibilidad
de los conocimientos cuando son expresados con claridad.
Se podrá estar en acuerdo o en desacuerdo con Russell respecto a
ciertos autores, y es posible que lo pases mal cuando lo veas destripar a
algún filósofo que admiras, pero cuando tira de explicaciones lógicas,
no hay nada que hacer, y no hay más remedio que darle la razón, puesto
que no deja posibilidad a la contradicción. Si entras en diálogo con
sus comentarios lo pasarás tremendamente bien, ya que irás profundizando
más y más en tus propios criterios de la mano de sus opiniones
tan sólidas.
Altamente recomendable e instructivo, no dejéis de leerlo. Además,
es muy buen momento para revitalizar la filosofía y retornar a las cuestiones
esenciales de la existencia.
El miedo 151 Excodra XLIII
Historia de la filosofía del Derecho
Guido Fassò, año 1966
Ediciones Pirámide
Qué obra más hermosa ha creado Guido Fassò en su Historia de la
filosofía del Derecho. Son tres volúmenes que, partiendo como es costumbre
en este tipo de libros, desde la Antigua Grecia hasta su presente,
nos describe el desarrollo de los diferentes enfoques que se han tenido
sobre el Derecho. De primeras, podría parecer, que por la temática,
para los profanos en Derecho, fuera una obra densa y muy enfocada a
los estudiantes universitarios, que aunque así es, es una obra divulgativa
y cien por cien entretenida para todos los lectores, en que sobre todo
a los curiosos de la Historia les hará comprender mucho mejor su desarrollo,
pues el Derecho es uno de los pilares de las sociedades, y los
cambios que se han producido en él han influido sobremanera en los
demás cambios habidos en el transcurso del tiempo, a nivel político,
económico, religioso, moral, estando todo tremendamente encadenado
entre sí.
Guido Fassò tiene una capacidad de síntesis increíble, y una claridad
expositiva que apasiona, te hace meterte de lleno en las diversas corrientes
filosóficas que han tratado sobre el Derecho, sobre la justicia y
su aplicación, sobre el sentido de las leyes. Grandes y enriquecedores
debates a lo largo de los siglos se han mantenido sobre cómo tenían
que ser las leyes, en qué basarlas, cómo llevarlas a término, pero sobre
todo, sobre su fundamento y su relación con la sociedad y con los Estados.
¿Quién debería hacer las leyes, en qué sustentarlas, a quién aplicarían,
quién estaría por encima de ellas, como en otros tiempos estaban
los reyes? ¿Cómo hacerlas justas y, más que nada, qué es la justicia
para que las leyes puedan serlo? ¿Cuál es la relación entre Derecho y
moral, y entre Derecho y economía, y entre Derecho y política, y entre
Derecho y religión? ¿Cómo han influido las diferentes escuelas de filosofía
en el sentido del Derecho? ¿Cuál es su origen, cómo llegó el ser
Excodra XLIII 152 El miedo
humano a crear las leyes y en qué las basaba? ¿Puede haber leyes naturales
y universales válidas para todo tipo de sociedad o éstas se adaptan
a las circunstancias específicas de un determinado tiempo y lugar, de
una nación, de un pueblo, de un Estado? ¿Puede aplicarse al Derecho el
método científico como tal y convertirse en una ciencia su estudio?
¿Cuál es el papel de la razón en la creación del Derecho?
Todas éstas y muchas más preguntas las va respondiendo Guido Fassò
a través de una cantidad deslumbrante de autores de los que ha investigado
sus obras de principio a fin, resumiendo y describiendo cómo
han pensado filósofos, políticos, escritores y juristas sobre el Derecho
tales como Kant, Hobbes, Aristóteles, Tomás de Aquino, Vico, Montesquieu,
Helvetius, Bentham, John Stuart Mill, Nietzsche, Fitche, Marx,
Hegel, Comte, los presocráticos, San Agustín, Maquiavelo, Moro, Erasmo,
Lutero, Grocio, Spinoza, Locke y muchísimo más, el trabajo que ha
realizado Fassò es digno de elogio no sólo por la cantidad, sino por la
finura de su trabajo en que llega hasta los más mínimos detalles del
pensamiento de estos autores, estableciendo impresionantes relaciones
entre ellos, mostrándonos el fluir de las ideas entre unos y otros, desde
la Antigüedad hasta el presente, encadenando siempre, idea tras idea,
todas las corrientes de pensamiento, tanto en su continuidad como en
sus corrientes contrarias.
Hay capítulos y temas que son realmente emocionantes, a mí personalmente,
que tiendo a admirar mucho el Mundo Antiguo incluyendo al
Medievo, me han parecido una maravilla cómo interpretaban nuestros
ancestros el concepto de justicia y el sentido del Derecho, al principio,
de manera más racional e incluso algunos escépticamente, y luego de
manera más religiosa, haciendo emanar las leyes de dios durante la
Edad Media, justificándolo de maneras totalmente asombrosas. La Humanidad
ha recorrido ya infinitos caminos del entendimiento y ha buscado
mil maneras de justificar el poder, de ordenar las sociedades, de
hacer política y de aplicar las leyes para llevar a cabo del control de
nuestra conducta en sociedad.
El miedo 153 Excodra XLIII
Luego, por supuesto, la manera en que nos invita a reflexionar sobre
la ley. Lo más común es verlo como un molesto impedimento, pues las
leyes pueden llegar a ser tremendamente opresoras, pero en realidad,
haciendo unas buenas leyes son las que nos permiten vivir seguros en
sociedad, poniendo freno al asesinato, a la agresión, a la violación, al
robo, al daño a nuestros congéneres, y a muchísimas conductas más
que impiden llegar a una sociedad tranquila y del bienestar. Si lo miramos
bien, un Estado son sus leyes, que pueden llegar a todos los rincones
de la convivencia, la cuestión está en hacerlas comprensivas con
nuestras relaciones, que impidan lo que limite vivir en sociedad, pero
que permitan todo lo demás. Es un tema realmente apasionante en el
que deberíamos estar más educados desde nuestra infancia, no tanto en
temer las leyes, sino en comprenderlas, en comprender su función y
aceptarlas para nuestro día a día cuando son beneficiosas, y cuando
sean perjudiciales, luchar por cambiarlas.
Os invito a adentraros en esta belleza de libro sobre el Derecho, os
dará muchísimo que pensar.
Excodra XLIII 154 El miedo
Origen y evolución de la moral
Piotr Kropotkin, año 1922
Editorial Americalee
Qué gran y amable trabajo ha realizado Kropotkin en su Origen y
evolución de la moral. Partiendo de que la moral está presente en la
Naturaleza, considerándola como que no es amoral, y que no sólo se
presenta en la Humanidad sino también en el resto de animales sociales,
y derivando después por la concepción que supuestamente tenían
de la moral en los pueblos primitivos, para llegar a la Antigua Grecia y
de ahí hasta principios del siglo XX, cuando escribió el libro, nos resume
las diferentes visiones acerca de la moral que han ido aportando diferentes
pensadores como filósofos, sociólogos, literatos, o comentando
también el papel de las religiones y los Estados con sus leyes en el establecimiento
de morales determinadas.
Pues, ¿qué es la moral, de dónde proviene, y qué moral conviene
más a una sociedad? Las respuestas han sido variadísimas a lo largo de
los siglos, así basando su origen en la obtención de placer por realizar
determinadas acciones para el bien de la sociedad, como siendo sólo de
mera utilidad, habiendo corrientes de moral hedonista o eudemonistas
tanto como utilitarias. ¿Por qué actuamos como actuamos y no de otra
manera, para conseguir placer mediante la aprobación y elogio de
nuestros actos sociales, o para obtener algo a cambio útil para nosotros
mismos? Y por otro lado, los creyentes en dioses desde la Antigüedad
pensaron que la moral venía revelada en las leyes divinas, a las cuales
habían de atenerse para obtener la salvación tras la muerte. ¿Actuamos
sólo como actuamos por temor al castigo divino si somos creyentes, o
por temor a la presión social que nos juzga y puede llegar a rechazarnos,
o por temor a las leyes estatales y sus condenas? Opiniones acerca
de la moral han sido por cientos, algunos teniendo más en cuenta criterios
racionales, otros pensando que sería algo más innato a las personas,
pues somos animales sociales y ello nos ha permitido evolucionar y
El miedo 155 Excodra XLIII
sobrevivir en común, algunos combinando teorías racionales e innatas
para tratar de entender cómo se forja la moral de una sociedad en sus
orígenes, que cuestión aparte sería, si es universal para todo tipo de sociedades
o la moral varía según la sociedad que estudiemos, para la sociedad
que la contenga. Pues como dice Kropotkin hablando de Adam
Smith, la moral es un producto de la vida social, y puesto que las sociedades
han sido tan diferentes en nuestro transcurrir por el tiempo, morales
ha habido de todo tipo: desde morales serviles, como calificaba
Nietzsche a la moral cristiana de su época, hasta morales naturales basadas
en la simple costumbre de aprobaciones y rechazos que promovían
la igualdad social y el apoyo mutuo, como tenían las sociedades
primitivas y aún algunas en el siglo XIX y principios del XX en los pueblos
salvajes que aún quedaban por el mundo.
Pero aún es mucho más sobre lo que reflexiona Kropotkin mientras
hace crítica de las diferentes opiniones de pensadores como Platón,
Aristóteles, Helvecio, Kant, Hume, Spinoza, Hobbes, Rousseau, Bentham,
Comte, Darwin y un larguísimo etcétera. ¿Se sustenta la moral,
en su raíz, en el egoísmo o en el altruismo, o en una combinación de
ambas? ¿Qué es el bien y qué es el mal? ¿El bien para uno mismo o el
bien para su sociedad que viene a repercutir en uno mismo? Todas las
cuestiones que va planteando son muy apasionantes y que además siento
que no nos paramos mucho a pensar en ello, es decir, en el porqué
actuamos de tal manera y no de otra, qué aprobamos y qué rechazamos,
por qué aprobamos ciertas acciones que, por ejemplo, antes se rechazaban,
y viceversa, y de dónde nos viene ello.
La moral es importantísima para una sociedad, pues determina el límite
de las acciones personales dentro de su sociedad, y, según cómo
sea su sociedad, así será considerado lo bueno o lo malo, por ejemplo,
en la Grecia homérica, el pillaje era honorable, hoy, el robar se condena
y está visto como una mala acción. Y el mundo grecorromano era
básicamente bisexual y era bien visto, sin embargo aún hoy aunque
más en décadas pasadas, eran relaciones condenadas moralmente y
Excodra XLIII 156 El miedo
hasta incluso legalmente. Y entonces, ¿cuál es la finalidad de la moral,
proporcionar cohesión a la sociedad, reportar el mayor placer al mayor
número de personas? ¿Otros motivos? Como antes, diferentes respuestas
se han ido emitiendo. Kropotkin, en particular, se decanta por la
justicia, entendida como igualdad de derechos, como base de la moral
natural. Y lo encontramos muy acertado. Toda acción que se encamine
a ese fin, entendiendo así la moral, sería buena, beneficiosa, para la sociedad
y para uno mismo. Pero no es mero capricho esta afirmación,
sino que Kropotkin, estudiando a fondo las obras de los naturalistas y
observándolo él mismo, se ha dado cuenta de que los animales sociales
que más cooperan entre sí, como por ejemplo los que viven en manadas,
han sido los mejor adaptados a su medio, como el mismísimo Darwin
lo comprobó, es decir, considerándose como iguales y ayudándose
mutuamente frente a especies enemigas, cooperando para la obtención
de los alimentos, ayudando a crías que se quedaban sin sus progenitores,
y ejemplos varios que le venían a confirmar que la moral es natural,
que ya se presenta en los animales sociales, que consideran que es
bueno, pues lo hacen, apoyarse y cooperar para sobrevivir tanto uno
mismo como su grupo, que el hombre asimismo ha heredado esta capacidad
moral de sus antepasados más primigenios, y que la búsqueda de
la justicia y la igualdad sería la base y finalidad de la moral natural.
Por supuesto, si la moral es impuesta, como ha sucedido a lo largo y
ancho de nuestra Historia, mediante leyes divinas o leyes estatales que
pueden llegar a ser y que han llegado a ser ciertamente opresoras y generadoras
de desigualdad, esto es diferente, pues la moral impuesta por
grupos de poder serviría a otros fines, como por ejemplo, aceptación de
la diferenciación en clases, sumisión a ese poder o estrato social, sumisión
al amo, al patrón, al sexo masculino, etc.
En cualquier caso, sea como sea que cada uno entienda la moral
como normas de conducta en sociedad, no podemos escapar a ella, y
según nos lo explica Kropotkin es natural en nosotros, y nos permite relacionarnos
en sociedad mediante acuerdos de comportamiento que
El miedo 157 Excodra XLIII
mantienen a las sociedades unidas haciendo que perduren en el tiempo
generación tras generación.
De todo esto y de muchísimo más nos comenta en su bello libro, de
enorme valía para entender las diferentes concepciones que ha habido
sobre la moral y para pensar mismamente en qué sea la moral, cuál es
su origen y cómo se establece.
Excodra XLIII 158 El miedo
Historia de las ideas políticas
Jean Touchard, año 1961
Editorial Tecnos
Espléndido trabajo el que han realizado en este libro sobre la historia
de las ideas políticas. Ameno y clarificador, que no sólo muestra el
transcurso de las ideas políticas en Occidente desde la Antigua Grecia
hasta la década de los cincuenta del siglo anterior, sino que opinan,
concluyen, saltan de la objetividad necesaria en un trabajo de historia,
a la emoción del subjetivismo, del riesgo de la opinión. Contiene partes
absolutamente brillantes, a nosotros particularmente nos han parecido
una maravilla las reflexiones sobre las antiguas Grecia y Roma y el Medioevo,
además del análisis del marxismo y de los comentarios sobre el
fascismo. Es un libro de Historia, pero es una aventura en sí mismo,
que nos permite recorrer milenios, siglo a siglo, indagando en las diferentes
políticas que fueron prevaleciendo pero también en las alternativas
que no llegaron a consolidarse. Es una catedral de ideas, de pensamientos
sobre la organización de las sociedades. Analizan, pues es un
libro escrito a varias manos, las variadas corrientes políticas así como a
los autores que las desarrollaron, el alcance de su influencia, cómo llegaron
a funcionar, las discusiones entre facciones políticas, los conflictos
derivados, la implicación en el seno de la sociedad y en las economías.
Es un libro que ilumina.
Los artífices de este hermoso edificio intelectual son: Jean Touchard,
quien coordina y escribe también en el libro, Louis Bodin, Pierre
Jeannin, George Lavau y Jean Sirinelli. La traducción al castellano se la
debemos a J. Pradera, y su edición a la Editorial Tecnos en 1961.
Tras la lectura del libro se queda uno pensando en lo increíble que
ha sido la Humanidad a lo largo de su Historia. Hemos pasado por una
cantidad enorme de fases políticas, y eso que este libro sólo nos muestra
nuestra evolución desde la Antigua Grecia, pues ya antes habíamos
El miedo 159 Excodra XLIII
pasado por diversas formas de grandes gobiernos como los que hubo en
Mesopotamia, Creta, Egipto, Fenicia, Anatolia, Valle del Indo o la Antigua
China. Igualmente, el punto de partida es el clásico para estos trabajos,
pues es desde donde inicialmente poseemos más registros escritos,
más literatura y archivos. Ver de una tacada todo nuestro camino
político, y además tan bien profundizado, nos hace entender muchísimo
mejor nuestro presente, pues derivamos de todo lo anterior que nos
ha acontecido, y las figuras ideológicas que hoy poseemos, vienen de
antaño, que mutación tras mutación, han devenido en lo que son hoy
día, pero tras la lectura, entendemos más ampliamente nuestros pilares.
Se hace muy asombroso observar cómo fuimos pasando por diferentes
modelos políticos y cómo hoy somos una amalgama de muchas
corrientes de pensamiento, en que por ejemplo venimos a mezclar monarquía,
aristocracia y democracia, cuando en determinados momentos
de la Historia se ejecutaron por separado. También la importancia de
las religiones en el gobierno de los pueblos, las cuales en determinados
periodos llegaron a establecer teocracias y hierocracias como en la
Edad Media, siempre en conflicto con la monarquía por ver quién efectuaba
el control total de la población.
El libro nos permite observar el nacimiento de las naciones y del capitalismo
actual, pero sobre todo, de dónde vienen, en dónde hunden
sus raíces, cómo políticas imperialistas terminaron por ser nacionalistas,
cómo nacionalismos pretendían ser imperialistas, el fin de los absolutismos,
la sensación de pertenencia a una patria, las luchas ideológicas
entre teocracias y monarquías y aristocracias, el nacimiento de las
democracias actuales y la enorme diferencia con las de Grecia, la formación
de las repúblicas, el surgimiento de las ciudadesestado italianas
y el de la burguesía, el desarrollo del comunismo, del anarquismo y
del sindicalismo, y en fin, millones de relaciones más. La panorámica
que nos ofrece su lectura es inmensa, y resulta de enorme valor para
comprendernos y adentrarnos en nuestro pasado. Está plagado de citas
Excodra XLIII 160 El miedo
interesantísimas de los pensadores de antaño que nos muestran de manera
concisa y clara la variedad de ideas que tuvimos. Y claro, se queda
uno admirado con tal cantidad de sugerencias sobre cómo puede organizarse
políticamente una población, ha habido ideas de todo tipo, y de
un mismo autor podemos leer verdaderas perlas como locuras tremendas
acerca de lo más conveniente para regularnos socialmente. Al final,
casi siempre, son varias corrientes las que se encuentran y se realizan
como una sola, pero la de teorías políticas, estados utópicos y ensayos
sociales que se han desarrollado como propuesta con el paso de los siglos
es espectacular.
El texto también, sin quererlo, incidentalmente, nos lanza un
reto: idear nuevos sistemas políticos. Nuestro presente, comparado con
nuestro pasado, se ha quedado seco de ideas, aceptando casi por unanimidad
el modelo actual de capitalismo radicado en estados democráticos,
que en realidad son aristocracias electivas, aunque bueno, esto es
otra discusión. En cualquier caso, merece muchísimo la pena su lectura
para darnos cuenta de que hemos perdido imaginación para pensar
nuevos modelos políticoeconómicos radicalmente diferentes al momento
presente, cuando antes lo hacían casi constantemente, enriqueciéndose
así muchísimo el abanico de posibilidades, facilitando la mejora,
la evolución, la vida, la vida en sociedad.
No perdáis la ocasión y zamparos el libro, es buenísimo.
El miedo 161 Excodra XLIII
Excodra XLIII 162 El miedo
COLABORADORES
SERGIO GALARZA PUENTE
Sergio Galarza Puente nació en Lima en 1976. Estudió Derecho pero nunca ejerció
dicha profesión. Trabajó en una universidad, fue redactor de noticias para un canal
de televisión y editor de cultura para una revista. Su primer libro de cuentos es Matacabros
y el último La soledad de los aviones. El reportaje Los Rolling Stones en
Perú, coescrito con Cucho Peñaloza, fue reeditado en España por la editorial Periférica
(2007). Vive en el barrio de Malasaña, Madrid. Colabora con las revistas Room
y Letras Libres. Los domingos se transforma en un mediocentro rabioso en una liga
amateur de fútbol. Y trabaja en una librería donde se permite la entrada a los perros.
Le gustan las camisas de leñador.
El miedo 163 Excodra XLIII
EDUARDO RUIZ SOSA
Eduardo Ruiz Sosa nació en Culiacán, México, en 1983 y desde 2006 reside en Cerdanyola
del Vallès (Barcelona). Estudió Ingeniería Industrial y es doctor en Historia
de la Ciencia. Actualmente cursa el último año del Doctorado en Filología Española.
En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Literatura Inés Arredondo con el libro La voluntad
de marcharse (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2008). Textos suyos han aparecido
en las antologías: A fin de cuentos,La letra en la mirada, Renovigo, Siete caminos
de sangre y Emergencias, doce cuentos iberoamericanos (Candaya 2013).
Junto a otros escritores coordina la revista digital www.lajuntadecarter.com.
En 2012 fue ganador de la I Beca de Creación Literaria Han Nefkens, lo que le permitió
estudiar el Máster en Creación Literaria de la Universidad Pompeu Fabra y
dedicarse durante un año a escribir Anatomía de la memoria.
Excodra XLIII 164 El miedo
DIEGO LUIS SANROMÁN
Doctor y licenciado en filosofía y en ciencias políticas. Ha publicado ensayos,
traducciones y obras de ficción. Entre los primeros se encuentran La Nueva
derecha. Cuarenta años de agitación metapolítica (CIS, 2008) o sus aportaciones al
Diccionario crítico de ciencias sociales (Plaza y Valdés, 2009). Entre las segundas,
la obra de autores tan dispares como Maurice Blanchot, Lewis Mumford, Albert
Cossery, Francis Picabia o Gianfranco Sanguinetti. Es miembro del grupo Artefakte
y colaborador habitual de esta casa editorial en la que ha traducido Boxcar Bertha,
Contra los pastores, contra los rebaños, Historia de las utopías, Conversaciones con
Albert Cossery, El arte de Céline y su tiempo, Crédito a muerte, Los Diggers y
Internazionale Situazionista. Su obra narrativa incluye Convertiré a los niños en
asesinos (Plaza y Valdés, 2013), Extraño Oeste (Libros del Innombrable, 2015) y
Kwass o el arte combinatoria (palimpsesto 2.0, 2015). Colabora o ha colaborado en
revistas como Nómadas, Zodaxa, Excodra, Quimera o Détour. Desde el año 2006
mantiene el blog Las Semejanzas Salvajes (http://amputaciones.blogspot.com.es/).
El miedo 165 Excodra XLIII
VÍKTOR GÓMEZ FERRER VALENTINOS
Víktor Gómez «Valentinos» (Madrid, 1967) Reside en Valencia. Poeta, editor y
coordinador de eventos culturales. Saldrá en mayo 2019 su inédito sobrante en La
Garúa. Publicó, entre otros libros, Mediodía (Ed. Eolas) en septiembre de 2016.
Desde 2007 coordina ciclos de lecturas poéticas y de pensamiento crítico en
Librería Primado. Voluntario del 2008 al 2016 en el Casal de la Pau (ONG dedicada
a la rehabilitación y reinserción de personas con historial penitenciario sin recursos
económicos ni familiares). Fundador y colaborador de La Asociación Poética
Caudal, desde 2004, De 20092014 colabora con la Fundación Inquietudes en su
línea editorial y desde 2011 con Ediciones Amargord. Junto a Javier Gil codirige la
colección ONCE de poesía. Desde 2011 colabora en Tendencias21 en su sección
Tendencias Literarias y desde el 2016 forma parte del núcleo directivo y socio del
Club Muevo Mundo desde 2017.
A partir del 2017 dirige la colección de ensayos ― estudios culturales ― de
pensamiento crítico y lateral Nuevos mapas del s. XXI.
Excodra XLIII 166 El miedo
JESÚS CARNERERO CARBALLO
Jesús Carnerero nació en Badajoz en agosto de 1984, aunque es de un pueblo
llamado San Vicente de Alcántara, que es donde residió hasta los 22 años y a donde
ha regresado el verano de 2014, tras 8 años dando vueltas por cuatro ciudades
distintas. Estudió Producción Audiovisual y es aficionado al cine y a las series.
Ahora que ha cumplido los 30 ha decido centrarse en la escritura; ha escrito cuatro
novelas y una novelablog, aparte de haber participado en numerosos concursos
literarios, ganando alguno y siendo finalista en otros tantos. Además de leer y
escribir le gusta mucho la música y el café.
El miedo 167 Excodra XLIII
ANDREU GRAU FONTANALS
Va néixer a Terrassa el 1973 i sempre hi ha viscut. Llicenciat en Història,
actualment treballa com a documentalista a la Universitat Autònoma de Barcelona.
És col∙laborador del digital de cultura Núvol. Va debutar el 2103 a Angle Editorial
amb Les desventures d'Arquímedes Cadavall, una novel∙la que retrata d'una manera
diàfana i enlluernadora una generació desencisada i que, malgrat tot, lluita per
retrobarse amb els valors més elementals: la família, l'autenticitat i la pertinença al
propi lloc.
Excodra XLIII 168 El miedo
JOSÉ ANTONIO OLMEDO LÓPEZAMOR
Heberto de Sysmo es el seudónimo de José Antonio Olmedo LópezAmor (Valencia,
1977). Escritor y poeta, crítico literario y cinematográfico, ensayista, cronista, articulista,
divulgador científico. Titulado en audiovisuales. Redactor y colaborador en
más de veinte medios de comunicación como: El coloquio de los perros, Hojas en la
acera, La Galla Ciencia, Manifiesto azul, Culturamas o Literaturas.com. Miembro
del consejo editorial de Todoliteratura.es. Estudió preceptiva de Haiku de la mano
de Vicente Haya en la Fundación Centro de Poesía José Hierro de Getafe. Estudió
crítica de cine en cursos impartidos por Caimán. Estudia Bellas Artes de mano de la
profesora particular Diana Soriano. Pertenece a varias asociaciones literarias y culturales
de Valencia, como: Concilyarte, La Buhardilla, Ateneo Blasco Ibáñez o Cinefórum
L’atalante que gestiona el Aula de Cine de la Universidad de Valencia. Pertenece
a la red mundial de escritores en español (REMES). Pertenece a la red de escritores
por la tierra (RIET). Publicó el poemario Luces de Antimonio (Ateneo Blasco
Ibáñez, 2011) en coautoría con Okoriades Varacri. En 2014 publicó el poemario
El Testamento de la Rosa, que quedó finalista del certamen nacional de poesía
“Poeta Juan Calderón Matador 2014”, fue publicado en Ediciones Cardeñoso. Publicó
los poemas: Anaranjado de Metilo y El nacimiento de la Música en la colección
“Algo que decir” (Ateneo Blasco Ibáñez, 2012 y 2013).
El miedo 169 Excodra XLIII
PILAR ADÓN
Pilar Adón (Madrid, 1971) se licenció en Derecho por la Universidad Complutense
de Madrid. Ha publicado los libros de relatos La vida sumergida (Galaxia
Gutenberg, 2017), El mes más cruel (Impedimenta, 2010), por el que fue
nombrada Nuevo Talento Fnac, y Viajes inocentes (Páginas de Espuma, 2005), por
el que obtuvo el Premio Ojo Crítico de Narrativa, además de las novelas Las
efímeras (Galaxia Gutenberg, 2015) y Las hijas de Sara (Alianza, 2003).
Ha sido incluida en distintos volúmenes de relato. Entre otros: Cuento español
actual (Cátedra, 2014); Mar de pirañas (Menoscuarto, 2012); Siglo XXI
(Menoscuarto, 2010) y Pequeñas Resistencias 5 (Páginas de Espuma, 2010).
Ha publicado el poemario Las órdenes, por el que obtuvo el Premio Libro del Año
otorgado por el Gremio de Libreros de Madrid, además de Mente animal y La hija
del cazador (La Bella Varsovia, 2018, 2014 y 2011); en 2010 publicó el cuadernillo
de poesía De la mano iremos al bosque (Ediciones del 4 de agosto), y en 2006 el
poemario Con nubes y animales y fantasmas (EH Editores). Forma parte de
diversas antologías poéticas: Insumisas (Baile del Sol, 2019), Sombras diversas
Excodra XLIII 170 El miedo
(Vaso Roto, 2018), Cien mil millones de poemas (Demipage, 2011) y Los jueves
poéticos (Hiperión, 2007).
Ha traducido, entre otros, el libro de relatos Estudios de lo salvaje (Impedimenta,
2018), de la australiana Barbara Baynton; de John Fowles, el ensayo El árbol
(Impedimenta, 2013); de Penelope Fitzgerald, las novelas Inocencia (Impedimenta,
2013) y El inicio de la primavera (Impedimenta, 2011); de Joan Lindsay, Picnic en
Hanging Rock (Impedimenta, 2010); de Edith Wharton, el libro de artículos
Francia combatiente y la novela Santuario (Impedimenta, 2009 y 2007).
El miedo 171 Excodra XLIII
ISABEL GONZÁLEZ GIL
Isabel González Gil. Es una poeta salmantina nacida en 1982. Doctora en Estudios
interculturales y literarios, es profesora de Teoría de la literatura en la Universidad
Complutense de Madrid, donde imparte clases de Retórica y crítica literaria y Literatura
europea comparada. Vivió durante siete años en Francia mientras preparaba
su tesis doctoral, en los que fue lectora e investigadora en las universidades de
Lyon y Niza. Actualmente reside en Madrid. Ha publicado poemas en revistas y antologías.
Cuerpo en sombra es su primera obra individual, por la que ha obtenido el
X Premio Internacional de Poesía “Gastón Baquero”.
Excodra XLIII 172 El miedo
JOSÉ INIESTA
José Iniesta (Valencia, 1962) ha publicado siete libros: Del tiempo y sus castigos
(Sagunto, 1985), Cinco poemas (Sagunto, 1989), Arder en el cántico (Renacimiento,
2008, Premio Ciudad de València Vicente Gaos), Bajo el sol de mis días (2010,
Premio de Poesía Ciudad de Badajoz), Y tu vida de golpe (Renacimiento, 2013),
Las razones del viento (Renacimiento, 2016), y por último El eje de la luz (Renacimiento,
2017).
El miedo 173 Excodra XLIII
MARIONA RODRÍGUEZ
Soy de Barcelona, licenciada en Psicología Clínica por la Facultad de Psicología de
la UB y me dedico a la Psicología Aplicada Clínica (desde el Programa de
Doctorado de Neurociencias y en la especialidad de Psiquiatría y Psicología Médica
por la Facultad de Medicina de la UAB). He trabajado en divulgación y
presentación de programas de salud en TVE1, así como en la realización de la
estructura de programas y guiones en esta misma cadena. También escribo en La
Vanguardia y soy colaboradora en programas de radio. Tengo pasión por las artes,
todas. Pasión por el mundo, casi entero.
Excodra XLIII 174 El miedo
NICOLÁS CORRALIZA
Nicolás Corraliza (Madrid, 1970) ha publicado los libros La belleza alcanzable
(Norbanova 2012), La huella de los días (Norbanova 2014), Viático (La Isla De
Siltolá 2015), El estro de los locos (Ravenswoood Books 2018) y Abril en los
inviernos (Chamán Ediciones 2019).
Su obra ha sido traducida al francés, rumano y portugués.
El miedo 175 Excodra XLIII
ERNESTO ESCOBAR ULLOA
Ernesto Escobar Ulloa, nacido en julio de 1971 en Lima, es profesor de español y
periodista cultural. Colaborador de Cuadernos Cervantes y Lateral, entre otros, fue
editor de The Barcelona Review. Reside desde hace trece años en Barcelona, donde
fundó en 2009 CanalL, medio de entrevistas en vídeo a los escritores más
destacados del momento. “Salvo el poder” (Comba, 2018) es su esperado debut
literario.
Excodra XLIII 176 El miedo
JAIME VALERO
Nacido en Madrid, 1967.
Exposiciones Individuales:
Rarity Gallery, Mykonos, Grecia. 2015
Galería L´Arcada, Blanes, Girona. 2012
Klaudia Marr Gallery, Santa Fe, Nuevo México, EE.UU. 2007
Galería Mito, Barcelona. 2006
Klaudia Marr Gallery, Santa Fe, Nuevo México, EE.UU. 2005
Delta Technologies Gallery, Atlanta, Georgia, EE.UU. 2003
Casa de Cantabria, Madrid. 2000
Diputación Provincial de Guadalajara, Dos Artistas, Guadalajara, España. 2000
Galería Azteca, Madrid. 1999
Museos:
Museo Europeo de Arte Moderno, Barcelona, España. 2011
ThyssenBornemisza Museum, Madrid, España. 2008
National Portrait Gallery, BP Portrait Award 2007. Londres. 2007
Museo Diocesano de Barcelona, Iniciativa BMW per la innovació. 2005
Museo de Arte Contemporáneo de Santo Domingo, Tradición y Vanguardia II.
Guadalajara, España. 2004
Columbus Museum, Redefining Georgia: Perspectivas en Arte Contemporáneo.
Columbus, Georgia, EE.UU. 2003
Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid. 2002
Fundación Museo del Grabado Español Contemporáneo, Málaga. 2000
https://www.jaimevalero.net
El miedo 177 Excodra XLIII
ZIQIAN LIU
Born in 1990, come from China, based in Shanghai.
All of her work is selfportrait, she wishes to give audience a small world which is
calm but not flat. She wants to show woman outside the soft and delicate and inner
strength. In fact, this is one of her own expectations.The reason of choose selfportrait
is because it is the best way for her to communicate with herself and to get
to know herself better. It can inadvertently record the different moments of
appearance, in fact, it is also belonging to a kind of keeping diary, but in the form
of pictures.
There are two main themes in her work. The first theme is about the symbiosis
between human beings and nature. To some extent, it can be said that human
beings and the rest of the natural world is equal, we live in the same world,
breathing the same air, mutual tolerance. In her works, she tries to find a state of
harmony between human and nature, and full of peace and emotion, because in
this state of symbiosis, beauty will be most embodied.
The second theme is about perspective. Things we are familiar with often remain in
a fixed image, but she is trying to convey through her work, to look at the same
thing from different angles, there will be different findings. This is not only for
things, but also for understanding others and our hearts
https://ziqianqian.net
Excodra XLIII 178 El miedo
YOEL DÍAZ GÁLVEZ
Con una trayectoria artística que rebasa los treinta años, Yoel Diaz Galvez ha
expuesto de manera individual en más de cien ocasiones y ha participado en más
de doscientas muestras colectivas en Cuba, México, Estados Unidos, y Canadá, así
como en varios países de Centroamérica, Sudamérica, Asia y Europa.
http://www.yoeldiazgalvez.com
El miedo 179 Excodra XLIII
TONY LUCIANI
Tony Luciani, a fulltime artist, was born in Toronto, Ontario in 1956. A recipient
of numerous Ontario Arts Council and Elizabeth Greenshields grants, Tony has
exhibited in over one hundred shows over his career, nationally and
internationally. He is a founder and former Board of Director member of The
HarristonMinto Heritage Gallery, as well as a founder and former member of the
Minto Arts Council. Tony is listed in the 'Canadian Who's Who.'
http://www.tonyluciani.ca
Excodra XLIII 180 El miedo
ELI MORA
Eli Mora. Nacida en Barcelona en 1984, licenciada en Biología. En la actualidad se
está preparando para doctorase en biología evolutiva. Fotógrafa Amateur desde
2008, ha colaborado con diferentes revistas y medios de comunicación. Puedes ver
su trabajo aquí www.elimoraphotography.com
El miedo 181 Excodra XLIII
FEDERICO FERNÁNDEZ GIORDANO
Federico Fernández Giordano es editor y fundador de Holobionte Ediciones. Ha
trabajado en el sector editorial desde 1995. De 2008 a 2016 se desempeñó como
escritor, novelista, ensayista, articulista y periodista cultural, guionista, músico y
profesor amateur de creación literaria. Recientemente ha traducido obras o
artículos de investigación de Graham Harman, Laboria Cuboniks, Armen
Avanessian y Anke Hennig, McKenzie Wark, Francesca Ferrando, Mark Dery,
Thyrza Nichols Goodeve, Rosi Braidotti, VNS Matrix y Old Boys Network, entre
otros.
Excodra XLIII 182 El miedo
El miedo 183 Excodra XLIII
EL MIEDO
NÚMERO XLIII
MAYO 2020
REVISTA EXCODRA
http://excodra.wixsite.com/excodra