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Excodra XLIII: El miedo

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EXCODRA

REVISTA DE LITERATURA

(Y OTRAS ARTES)

Nº 43

El miedo

REVISTA EXCODRA

2020


Edición: © Revista Excodra.

Imagen portada: © Ziqian Liu.

La autoría de los textos e imágenes de la revista pertenece a cada uno de sus respectivos autores.

Dirección Revista Excodra: Rubén Darío Fernández.

Revista Excodra. Número XLIII, El miedo. Mayo, 2020.

ISSN: 2014­1998.

http://excodra.wixsite.com/excodra

excodra@excodraeditorial.com


ÍNDICE

Contenidos

Página

EXCODRA XLIII: EL MIEDO 3

EDITORIAL 5

PROSA 7

Sergio Galarza Puente: Sobre el miedo al miedo y otros virus 7

Eduardo Ruiz Sosa: Necesidad del experimento 12

Víktor Gómez Ferrer Valentinos:

Pensar y conVersar (desde) el miedo en tiempos de gran orfandad 20

Diego Luis Sanromán: El miedo: postales para un álbum 28

Jesús Carnerero Carballo: El mineral del alma 37

Andreu Grau Fontanals: Los confines de Saturno 42

José Antonio Olmedo López­Amor: El Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal 49

POESÍA 59

Pilar Adón: Miedo (I y II) 59

Isabel González Gil: Los comedores de loto 61

José Iniesta: Estampas del miedo (I, II, III y IV) 63

Mariona Rodríguez: Naciente 67

Nicolás Corraliza: Cobertura poética 68

Ernesto Escobar Ulloa: El miedo 70

El miedo 1 Excodra XLIII


ARTES VISUALES 77

Jaime Valero 78

Ziqian Liu 94

Yoel Díaz Gálvez 110

Tony Luciani 126

Eli Mora 142

ENTREVISTA 143

Federico Fernández Giordano 143

RESEÑAS 149

Historia de la filosofía occidental, de Bertrand Russell 149

Historia de la filosofía del Derecho, de Guido Fassò 152

Origen y evolución de la moral, de Piotr Kropotkin 155

Historia de las ideas políticas, de Jean Touchard 159

COLABORADORES 163

Excodra XLIII 2 El miedo


EXCODRA

REVISTA DE LITERATURA

(Y OTRAS ARTES)

Nº 43

El miedo

El miedo 3 Excodra XLIII


Excodra XLIII 4 El miedo


EDITORIAL

Queridos lectores, con este nuevo número de la revista hacemos

nueve años de existencia. Estamos muy satisfechos, como cada año que

pasa, con el resultado que vamos obteniendo con cada nueva temática

abordada, y desde aquí queremos agradeceros infinito a todos los que

colaboráis por vuestra dedicación y tiempo para seguir sacando esta revista

adelante. Es una hermosa tarea, a ver hasta cuántos años llegamos…

mientras haya fuerzas, por aquí estaremos. Agradecidos de

corazón, a los que participáis, y a los que la leéis.

En esta ocasión, nos centramos en el miedo. Obviamente, el número

nace a raíz de la epidemia que estamos viviendo, y que nos ha acercado

esta sensación con muchísima más fuerza que en otros momentos de la

vida. Entonces, ¿qué es el miedo? ¿Por qué tememos? ¿Cómo reaccionamos

ante el miedo a la muerte y a la enfermedad? Pero más allá,

¿cómo reaccionamos ante el juicio de los demás, qué tememos de ese

juicio? Y, ¿cómo usa el poder, desde los medios de comunicación, el

miedo? ¿Es el miedo una herramienta de control social, muy arraigada

desde antaño como elemento al uso en política y moral? Estas preguntas

se irán respondiendo a lo largo del número.

Tememos tantas cosas… Hay quien teme más, y quien teme menos,

pero es una de las emociones más potentes que poseemos y que nos

permite sobrevivir, que nos alerta ante el peligro y nos pone en guardia,

para huir, para defendernos, cuando no nos atenaza por completo.

Gestionar el miedo es tarea complicada, nos puede ser tan beneficioso

como perjudicial, si tememos más de lo conveniente para vivir. Desde

hablar en público, a temor a la muerte, desde temer fallar, a temor a la

enfermedad. Cada uno tiene sus miedos particulares, que se expresan

en mayor o menor medida, pero a todos nos alcanza, por alguna vía de

nuestra vida.

Sea como sea, no temáis adentraros en este número, ha quedado

tremendamente literario, seguro que lo disfrutáis. Salud, mucha.

El miedo 5 Excodra XLIII


Excodra XLIII 6 El miedo


PROSA

Sobre el miedo al miedo y otros virus

Sergio Galarza Puente

Si usted es de los que creen que las ideologías separan a los ciudadanos,

no se equivoca. La polarización de las ideas o de lo que queda

de ellas después de su exposición y lectura mínima en las redes sociales,

reduciéndolas a un dogma (aunque hay ideas que no necesitan ser

reducidas pues son formuladas creyendo que son ideas cuando en realidad

son dogmas), es la confirmación de esa frontera real que existe en

la sociedad. Además, hace tiempo que el enfrentamiento por el ejercicio

de los derechos dejó de ser una cosa de ricos contra pobres. Las rentas

ya no guardan relación directa y proporcional con las ideas, por si hace

falta recordarlo. No todos los ricos quieren explotar a los que tiemblan

cuando el fantasma de los despidos empieza a visitar sus empresas, y

no todos los pobres votan a los que dicen defender a la clase obrera,

porque quieren ser vecinos del capitalismo antes que protagonistas de

los reportajes sobre barrios deprimidos. La realidad no es una fotografía

sino un plano secuencia. A mejor o a peor, dependiendo de la ideología,

la sociedad se acomoda.

En este momento, año 2020, aún no sabemos cómo se acomodará lo

que conocíamos como nuestra vida fuera de casa, porque la de puertas

hacia dentro ya la hemos conocido lo suficiente, por si alguien no se

había enterado que existía. Pero sí puedo señalar una nueva categoría

general que englobará a la anterior, la ideológica, para convertirla en

un subgrupo. Advierto que la separación ahora es más radical. En un

bando se encuentran los que tienen miedo al Covid­19 y los futuros virus.

En el otro los que tienen miedo a tener miedo, no porque se nieguen

a cambiar de hábitos sino por la simple necesidad de estar tran­

El miedo 7 Excodra XLIII


quilos y moverse como antes pero con algunas pautas de conducta social

añadidas como llevar mascarilla. Los primeros ya sufren y los segundos

se niegan a hacerlo. Yo, que me encuentro entre estos últimos,

me he pasado toda la cuarentena leyendo y subrayando libros que a ratos

me recordaban que no estaba de vacaciones. Estas son algunas de

esas anotaciones, que ya he publicado pero he podido corregir para

esta entrega. Hay algún añadido leve. Como todos, supongo, he entendido

que la vida de hace unos meses atrás ya es arqueología, no se podrá

repetir. El filósofo alemán Markus Gabriel declaraba hace unos días

(escribo el 5 de mayo) que lo que estamos viviendo es apenas el aviso

del desastre ecológico que vendrá. Lo asumo. De hecho asumo cada

profecía que leo vinculada con el cambio climático. Y las recuerdo cada

vez que bajo a tirar los plásticos en su cubo y empiezo a calcular la

cantidad de deshechos que compramos.

Hay miedos para repartir como en una feria y apuesto a que ustedes

han experimentado más de uno: miedo al dolor cuando va al médico y

le cuentan el proceso para curar una enfermedad grave, miedo a que se

muera un hijo cuando vemos a alguien de la edad de nuestros hijos que

cruza la carretera con el semáforo en rojo y un coche está a punto de

pillarlo, miedo a la ausencia de belleza cuando nos comparamos con el

canon que quiere imponer una marca de ropa o sentimos que nuestro

hogar está muerto por la falta de color, miedo al hambre cuando vemos

noticias de un país lejano en guerra, miedo a que no te quiera nadie,

miedo a no saber nadar, miedo a no saber solucionar lo que nos pueda

pasar y como hasta que no pasa no puedes saber si sabes o no solucionarlo

o puede que nunca pase pues el miedo no vale para nada.

Recuperar la normalidad supone asimilar otra posibilidad de miedo

provocado por un virus mortal. No creo que haya más o soy incapaz de

imaginarlo y pensarlo.

¿En verdad se puede vivir bajo amenaza constante de contagio y

muerte?

***

Excodra XLIII 8 El miedo


Escribía Susan Sontag en La enfermedad y sus metáforas: “Las enfermedades

simplemente epidémicas son menos útiles como metáforas,

como lo demuestra la amnesia histórica que rodea la pandemia de gripe

de 1918­1919, en la que murió más gente que durante los cuatro

años de guerra precedentes”.

¿Se podrá hablar de esta pandemia como de una guerra? ¿Alguien

se atreverá?

He leído críticas constantes al uso de las metáforas bélicas. ¿Qué escritor

no se ha sentido tentado de usarlas? Los políticos que han caído

en la tentación han recibido una “ráfaga” de desprecio. Perdido su poder

las metáforas bélicas son desterradas de la escritura. Dudo que volvamos

a leer una hasta que se aprenda a usarlas dentro del contexto

que les corresponde o que nos convenzan de su vigencia como lugar común.

Pero volverán de forma inevitable.

***

En un artículo publicado el veintidós de marzo en la sección IDEAS

de El País, Byung­Chul Han, el filósofo best­seller, hacía una recuento

de la alarma mundial causada por el Covid­19. El artículo no aportaba

nada interesante o nuevo que un lector informado no hubiera leído ya

en otros medios o hubiera podido deducir con los datos almacenados

en tantas horas de ocio, salvo por una mención a su propia obra, La sociedad

del cansancio. Recordaba el filósofo que hace diez años sostuvo

en su ensayo “la tesis de que vivimos en una época en la que ha perdido

su vigencia el paradigma inmunológico, que se basa en la negatividad

del enemigo”. El libro empieza así: “Toda época tiene sus enfermedades

emblemáticas. Así, existe una época bacterial que, sin embargo,

toca a su fin con el descubrimiento de los antibióticos. A pesar del manifiesto

miedo a la pandemia gripal, actualmente no vivimos en la época

viral. La hemos dejado atrás gracias a la técnica inmunológica”. Y

volvemos al artículo: “Los peligros no acechan hoy desde la negatividad

del enemigo, sino desde el exceso de positividad, que se expresa como

exceso de rendimiento, exceso de producción y exceso de comunica­

El miedo 9 Excodra XLIII


ción”. El diagnóstico no es erróneo, en realidad es algo peor, es incompleto.

Pero, ¿estamos hablando de un filósofo o de un sociólogo? Da igual,

como ciudadano, después del encierro que estamos soportando, me fío

más de los guionistas de Black Mirror.

***

Con tanto tiempo para leer y pensar (pese a vivir en familia con niños

pequeños), lo que más me pregunto y creo que deberíamos preguntarnos

todos es quiénes construyen los relatos oficiales que consumimos

de forma inevitable, desde qué lugar se enuncian.

Me imagino a un ejército de escritores dedicados a cruzar información

a diario para concebir sus novelas como la Novela Oficial de la

Pandemia. Podemos llamarlo el “Efecto Cercas”. ¿Nos queda alguna

duda de que Javier Cercas fue el culpable de esa avalancha de novelas

sobre la Guerra Civil Española que tanto espacio ha quitado en las librerías

a relatos más interesantes sólo por el hecho de haber sido escritos

en vez de producidos como la mayoría de novelas sobre dicha guerra?

¿Son esos escritores cajeros o reponedores de un supermercado,

enfermeros o personal sanitario, personal de limpieza, riders de Glovo?

¿Cuántas novelas del establishment literario tienen como protagonista a

un reponedor de supermercado? Quizás haya llegado su momento.

¿Hay trabajadores más expuestos al contagio que los que he mencionado?

¿Cambiará el mercado literario y se establecerá un relato de la precariedad?

¿Por qué no se rompe esa cadena de producción que termina

en los suplementos culturales que validan esas miradas? ¿No se suponía

que con Internet se abrirían otros medios de difusión? O se abrieron

y fallaron en conseguir el respaldo de los consumidores, pero hacen falta

canales para que la oferta rompa el círculo del establishment.

Pero frente al oportunismo lo que deseo es un auge de literatura de

divulgación médica, científica y geopolítica. Información antes que ficciones

concebidas en la seguridad de una biblioteca.

Excodra XLIII 10 El miedo


Esto me lleva a exigir que en vez de los políticos sean los trabajadores

de la Sanidad Pública los que comparezcan en las ruedas de prensa

para contarnos cómo va la realidad, no eso que vemos por la televisión,

sino la que pone en riesgo sus vidas.

***

Leo que un virus ha sentenciado al capitalismo y a la globalización.

Ambos proyectos se aprovechan y benefician de la situación precaria de

miles de trabajadores. Esta mañana he leído que los gobiernos empiezan

a pensar en cómo volver a producir en sus países en vez de depender

de productores extranjeros. Lo cual no significa que la situación

para los trabajadores vaya a mejorar. Sospecho que, por el contrario, se

buscará mejorar las condiciones de explotación.

Dicen que la vida va a cambiar después del Covid­19.

La vida de quiénes, pregunto.

¿Van a subirme el sueldo de verdad?

¿O todo va a cambiar para que no cambie nada como después del

2008?

SGP

El miedo 11 Excodra XLIII


Necesidad del experimento

Eduardo Ruiz Sosa

ni rostro ni estruendo

un silencio en lo inmóvil, el reconocimiento de que ante la sensación

de la amenaza, hoy, nos paralizamos

o podríamos decir esto:

Hace años alquilé mi cuerpo al servicio de la ciencia;

como quien invoca un pasado extenso que serpentea entre lo imaginado

y lo temido, esos relatos en los que la bruma o el acorde de determinadas

palabras pretende ocultar la necesidad

porque no se oculta el otro relato, se oculta la necesidad de revelarlo,

la imperiosa necesidad de que lo privado se convierta en mito, porque

los mitos ya no tienen hueso nervios sangre corriente que pueda

mancharnos

los mitos se piensan, se estudian, se citan en tratados que a su vez

ocultan otras formas de la necesidad

necesitar es un terror sin dientes

la mansedumbre de los animales viejos que duermen todo el día,

algo así

o la idea de que es el cuerpo el único instrumento que se estira con

su facultad de aliento en las palabras los sueños el nombre

Para ser más preciso, hace años participé en un experimento sobre el

miedo;

si en mis pesadillas hay médicos, científicos locos que persiguen animales,

yo soy uno de esos animales, nunca el médico, psiquiatra o algo

así, que me hablaba con los ojos amarillos de quien recién despierta al

mundo y no conoce el pasado:

¿Por qué, ante la sangre, el miedo nos paraliza?, me preguntó;

piénsalo, decía, el miedo es una señal de alarma, un pulso instintivo

de la preservación, la forma en que el cuerpo se defiende de una amenaza,

como si el pulso acelerado, la sudoración, las pupilas dilatadas, la

Excodra XLIII 12 El miedo


tensión muscular del miedo, digamos, a las arañas o a las serpientes o a

ciertas aves, me decía, no fuera otra cosa que la reacción corporal al peligro

que creemos que representan, la puesta en marcha de un cuerpo

que se defiende, como la fiebre, que mata ofensas invisibles poniéndonos

a arder;

recordé a ¿Arreola?, ¿Lugones?, que decía que las tarántulas son las

garras de los monos, que nos persiguen desde el pasado evolutivo

una selva en la memoria

o algo así me estoy inventando

como si hiciera falta inventarse el miedo

ese antiguo miedo arácnido, desaparecido ya

en buena medida las ideas del médico apuntaban a que el miedo es

el eje civilizatorio por excelencia, es decir, el miedo construye muros

refugios armas levanta castillos y gobiernos el miedo es una forma de

alerta y atención el modo en que sabemos que la vida está amenazada

y ponemos en marcha una serie de directrices para defendernos

por ejemplo, me decía, la sed tiene la forma del ahogado

yo lo miré sintiendo que me conocía, que algo sabía de mí

que en la entrevista que respondí semanas atrás y por la que me eligieron

para participar en esto, alguna información más íntima se me

había filtrado, algún nombre propio, una fecha, que pudiera darle al

médico desconocido un norte para hablarme de esa manera:

leí el anuncio en un tablero en la universidad, llamé a un número de

teléfono, respondí un cuestionario, asistí a una entrevista, pensé que

compraría tres o cuatro libros con el dinero que ofrecían

¿qué palabras son las que nos revelan ante los otros?, ¿qué nombres

decimos incluso sin darnos cuenta?

caminábamos por los pasillos del hospital como si yo fuera un enfermo,

como si yo hubiera ingresado ahí contra mi voluntad, porque acaso

ese proceso de desvestirse y cubrir el cuerpo con esas batas precarias,

esos vestidos infantiles abiertos por la espalda que nos obligan a depender

de que alguien nos los ate pacientemente como hijos recién adoptados,

contrario a las batas de los médicos, que se cierran por delante y

que incluso pueden darse el lujo de dejar abiertas, mostrando que de­

El miedo 13 Excodra XLIII


bajo de la bata siguen siendo civiles, entes públicos, mientras que uno,

descalzo y desnudo bajo la bata, está sometido a los corredores del hospital

para que la exposición no sea pública

qué cosa más ridícula salir corriendo del hospital con esas batas y

sus nudos semejantes a las camisas de fuerza de los locos del cine

todo esto lo pensaba mientras atravesábamos la entraña hospitalaria

rumbo al aparato de las resonancias magnéticas, ese sarcófago donde

años antes había entrado ya por indicación de las migrañas, desaparecidas

también un tiempo después, azuzadas en un principio, según otro

médico, por un tumor cerebral que nunca logró descubrir, y años más

tarde la tumba de imanes habría de engullirme de nuevo debido a una

la lesión en el nervio ciático, en fechas en que otros médicos querían intervenirme

y llenarme las vértebras de tornillos y placas de titanio

por ejemplo, volvía a decir entonces, el miedo es como la sed, que

tiene la forma del ahogado

¿y eso qué significa?, pensaba yo sin decirle que me quería ir, que

renunciaba al examen, que quería vestirme

pero uno pierde cierta capacidad de habla en los hospitales, como si

el lenguaje interior de los que trabajan ahí fuera de un orden ajeno y

las palabras de uno, enfermo siempre, fueran tan elementales que no

logran producir ni un solo sonido

llenos de pasillos y habitaciones, los hospitales rara vez producen

eco

o su eco es solamente posible en el abandono

(en la calle en la que crecí había una clínica, o el cascarón de un

edificio que alguna vez fue una clínica, psiquiátrica, decían para asustarnos,

que nunca vi en funcionamiento y que cerró, según contaban,

porque durante una cirugía de extirpación de las amígdalas había

muerto una niña de siete años; recuerdo, aún sin comprender del todo

la muerte y sus fronteras, preguntarle a mi hermana mayor, a quien le

habían extraído las amígdalas antes de que yo naciera, si había sido ella

la que murió en aquel hospital

no recuerdo su respuesta

Excodra XLIII 14 El miedo


pero recuerdo la fantasía de saltar los muros de las casas aledañas y

entrar por el patio al edificio abandonado, gritar nombres femeninos

pensando en la invocación del fantasma de aquella niña, pero no atrevernos

nunca a entrar en el recinto:

nos quedábamos en el patio, como si la intemperie pudiera protegernos

de los recuerdos ajenos)

luego en aquella caminata yo pensaba, junto al médico, porque uno

no puede deambular solo en los hospitales si no es un médico o un espectro,

si es posible contar una historia sin recurrir a lo que sucede en

el pasado

si todo relato es el cuento de un pasado que desesperadamente necesita

de otro pasado, como si la historia fuera la búsqueda de ese otro

tiempo anterior que da forma a nuestro pasado

Pero el miedo a la sangre fulmina, continuaba el psiquiatra, es decir,

¿has visto cómo reacciona alguien que teme a la sangre?, se desmayan,

pierden el sentido, ante una herida en su propio cuerpo o en el cuerpo

de alguien más se les llena de bruma el ser

¿hay una emergencia mayor que una herida?

caen desvalidos, se desmoronan y quedan a merced del depredador,

si es el caso, o abandonan la posibilidad de ayudar al otro, si es el caso,

¿qué mierda de mecanismo de defensa es ése?, me preguntaba el médico,

como si me tuviera confianza, como si me estuviera domando para

entrar confiado y sin resguardos al experimento;

porque aquello era un experimento

y yo era el animal

la materia con la que el científico trabaja

yo era el miedo

o una de las tantas formas posibles del miedo

por alguna razón que no entendí iba descalzo:

caminaba por el hospital la enorme distancia que conducía desde la

sala de juntas, el consultorio y la habitación donde dejé mi ropa, hasta

el habitáculo de las resonancias magnéticas, sin zapatos ni pantuflas ni

sandalias

El miedo 15 Excodra XLIII


me sentía más fantasmal, más próximo a lo muriente que a lo experimental,

más animal que ciudadano, mientras los pasos del médico

acompasaban el ritmo de su charla

porque seguía hablándome como si esa distancia entre lo vestido y

lo desnudo no mediara entre nosotros en la forma de una bata ligera a

medio abrir por la espalda

y unos pies descalzos

y el hecho de que yo era el objeto del experimento

pero igualmente seguía hablándome, diciendo que el interés no estaba

en el miedo sino en la reacción:

Temer no es interesante si no hay reacción ante el temor, decía, lo

habitual es pensar que las cosas existen a través de sus nombres, que al

decir una palabra, entonces, aquello que nombra se nos viene encima,

como un recuerdo o como una imagen, pero en el cerebro las cosas suceden

de forma diferente:

sin la fuerza de la afectación, no hay actividad:

una palabra activa una zona determinada del cerebro porque el conjunto

eléctrico herido por el nombre ha sido herido antes por la afectación,

por la experiencia a la que asociamos el nombre

en tu caso, cuando entres en el tubo de la resonancia, me dijo, no

será del todo diferente, pero en lugar de decir la palabra «araña», que a

nadie asusta, te mostraremos imágenes, fotografías, tal vez algún vídeo,

presta atención:

la imagen encenderá en tu cerebro esas zonas del miedo, la reacción

que permite la supervivencia

pero el engaño consiste en que las imágenes, en este caso, no pueden

tocarte, no pueden herirte ni ponerte en riesgo;

¿En este caso?, le pregunté;

pero no iba a responderme, porque ya me estaba explicando que la

imagen de un objeto desconocido, el nombre de algo que yo jamás había

visto, no podrían provocar ninguna reacción en el resultado de los

exámenes

A veces también lo hacemos, decía, demostrarnos que lo desconocido

no produce temor:

Excodra XLIII 16 El miedo


agregamos algunas cuantas imágenes de objetos que sabemos que serán

desconocidos para el sujeto

yo era «el sujeto» a estas alturas

y entonces registramos la ausencia de reacción:

nada en el cerebro, salvo la capacidad de deducción, el intento por

descifrar aquello que es ajeno, se enciende en las pantallas:

muchas veces he escuchado que la gente dice que se teme a lo desconocido,

pero esa idea es apenas un romanticismo, un juego de palabras,

una forma de decir que en lo ajeno puede esconderse una amenaza capaz

de ponernos en riesgo

el único temor posible, insistió, en última instancia, es a la muerte

a la herida

el resto son miedos subsidiarios, decía el médico;

y antes de que pudiera pedirle una explicación sobre esa idea de los

miedos subsidiarios, habíamos llegado a una zona más concurrida del

hospital

¿cuánto tiempo llevábamos caminando?

¿cómo se mide el tiempo en los hospitales, cómo se mide el tiempo

en el miedo?

me di cuenta de cómo se le había encajado la cabeza entre los hombros,

como si tratara de protegerse de un estruendo o de la lluvia de un

grito que silbaba su propio nombre

me había adelantado ya varios pasos y yo, que sentía en las plantas

de los pies el frío y la enfermedad esparcida por el suelo del hospital

me fui quedando atrás en un caminar más lento, tan animal como el

suyo, un caminar de precaución, el mío, uno de prisa con las rodillas

demasiado flexionadas, demasiado levantadas, el andar del médico,

que llevaba la mirada encajada en sus pies como si una especial coordinación

del movimiento le fuera exigida en ese tramo del recorrido

tuve el instinto de mirar hacia las puertas que se entreabrían a lo

largo del pasillo, esperando la emergencia de un intruso, como si yo

mismo no fuese ajeno a aquellos páramos, o tratando de divisar cuál

era el motivo de la prisa

El miedo 17 Excodra XLIII


pero las puertas se abrían o se cerraban sin que me fuera posible encontrar

una relación entre el contenido de las habitaciones y la prisa

del médico, que ya iba varios metros más adelante y que seguía hablando

sin que pudiera escucharle la voz, como si esa postura del cuerpo,

como de una joroba de pronto germinada bajo la bata, le achicara también

la voz y le borrara de la mente que yo ya no estaba a su lado

(la única ocasión en que nos aventuramos a recorrer las primeras estancias

de la clínica abandonada en la calle de mi infancia, con la idea

de que la luz del día nos protegía de espantos y posesiones, tomamos

un respiro hondo, aguantamos el aire en los pulmones, y caminamos

con las puntas de los pies tratando de no tocar nada:

no salimos corriendo ante ninguna aparición ni movidos por el miedo,

no al menos por el miedo a una amenaza, como diría el médico,

sino porque el aire se nos terminaba y no queríamos volver a casa, a la

seguridad de nuestra casa, con el cuerpo lleno de respiraciones de ese

óxido de sábanas y sueros resecos que alcanzamos a imaginar antes de

poder ver nada más que alguna puerta cerrada, matorrales, paredes

desconchadas, el tiempo y su hambre)

así, como en el recuerdo, comencé a caminar como si el aire se me

estuviera terminando, y después de unos pasos y unas puertas cerradas,

al otro lado de un umbral donde se abría una sala, el médico estaba

tranquilo, sereno en su porte de científico que aguarda por su monstruo,

un monstruo al que ya no teme, y me di cuenta de que seguía hablando

como si nada lo hubiera interrumpido

como si hubiéramos atravesado una región peligrosa con éxito y sin

perder nada en el camino

En el temor no hay nombres, seguía diciendo, hay formas;

colocó su mano clínica sobre mi hombro y me dirigió a una de las

puertas:

al otro lado esperaba el aparato, limpio, blanco, estéril, donde me

acosté para empezar con el experimento

Tu miedo es un miedo útil, me dijo, estúpido, pero orgánicamente,

evolutivamente, útil

Excodra XLIII 18 El miedo


estúpido porque ya no te sirve, o al menos en el mundo en el que vives

no te sirve

pero es la prueba fehaciente de que otros han evolucionado, de que

la horda humana tiene un pasado:

el miedo es la cifra de la memoria:

porque sabes temer, la especie ha sobrevivido, dijo;

ingresé en el tubo magnético, la espalda desnuda tocando la camilla,

y el médico salió de la habitación para ponerse al resguardo de

Mesmer y sus pesadillas

vi imágenes frente a mí como si todas las puertas de aquel pasillo

por donde el médico apuró la caminata estuvieran abiertas

o como si todas las puertas de todo el mundo estuvieran abiertas

mostrando en su interior los destellos que daban forma

¿a qué?

a diversos intervalos de tiempo entre una y otra sucesión de imágenes

(personas, objetos, lugares, arañas) un zumbido me señalaba que

debía presionar un botón cada vez que pudiera escuchar el sonido de

mi corazón palpitando

No debes cerrar los ojos, me había dicho;

el crujido polar del magnetismo se silenció un par de horas después,

o eso es lo que me pareció a mí cuando salí del túnel

me levanté aturdido, mareado, como si me hubiera atravesado una

brújula loca

y el médico estaba ahí

ni rostro ni estruendo

un silencio en lo inmóvil, el reconocimiento de que ante la sensación

de haber agotado todas las palabras, como si hablar fuera un

síntoma, como si el lenguaje fuera una enfermedad y el silencio de esas

dos horas una especie de remedio

se me acercó con un vaso de agua

La sed, empecé a decirle yo;

pero me interrumpió diciéndome:

Hace años alquilé mi cuerpo al servicio de la ciencia.

ERS

El miedo 19 Excodra XLIII


Pensar y conVersar (desde) el miedo en tiempos de gran orfandad

Víktor Gómez Ferrer Valentinos

El miedo es la última línea de defensa

de la ignorancia que anida

en los abismos inconscientes de la materia.

Eugenio Carutti, LA INTELIGENCIA PLANETARIA

¿Cómo se desarrolla el miedo en una conciencia inteligente? ¿Por

qué nos hace tomar decisiones erróneas una herramienta que surge

para anticiparse al peligro? ¿Cómo recuperar esta percepción en beneficio

propio?

I

El ser humano, que renunció a su sabiduría holística, planetaria, es

un animal insatisfecho. Insaciable, y en guerra consigo mismo, y con su

entorno. Es el ego en realidad, el que vive en guerra consigo mismo y

con el mundo, al que considera algo externo a sí mismo, y por tanto

manipulable, explotable, incluso en gran medida prescindible, sino en

su totalidad, en espacios y personas que le son indiferentes. El ego tiene

una inteligencia banalizadora y muy limitada, que para conseguir

sus fines entra en conflicto de intereses con los otros egos. Quien vive

en guerra, tiene miedo, sacrifica su libertad y su capacidad de vincularse

y amar a la seguridad de sentirse vencedor en el conflicto y la amenaza

de ser dominado, esclavizado o extinguido. Moverse en el error de

partida de considerar las relaciones con los otros desde una mentalidad

bélica, de rivalidad por la supervivencia, por el territorio, los recursos,

conlleva a vivir y actuar desde el miedo. Hijos de la ignorancia, durante

siglos, nos hemos desarrollado en sociedades que pensaban dicotómicamente,

estableciendo la división entre el yo y el ello. Así se instrumen­

Excodra XLIII 20 El miedo


talizaba a las personas, animales, cosas, distribuyéndolas nuevamente

en las que me eran útiles y serviles, y las que me eran inútiles u hostiles.

Se acumula, se manipula, se desprecia o elimina. El yo excluyente

del otro se amuralla, se aísla, se envilece. Lo hace primero de piel para

adentro, después de puertas para adentro, y finalmente de territorio, al

que llama país, para adentro. En su auto­impuesto encierro, el individuo

desarrolla múltiples miedos, la mayoría ilusorios, o exacerbados

por su estúpida visión de la realidad, el mundo, la existencia. La ignorancia

le genera “enemigos” imaginarios, lo que le lleva a desarrollar

suspicacias, prejuicios, rechazo y odios, que se convertirán en conflictos,

disputas, violencias. Un sujeto así es muy fácilmente manipulable

por una entidad poderosa, séase una institución como el colegio, en su

infancia, la Universidad en la adolescencia, la empresa o el gobierno en

su adultez, la religión o la figura paterna durante toda su vida. A su

vez, el miedo que le inducirá la institución de turno le hará renunciar a

una sexualidad sana y no moralizada, a una creatividad libre y no “normalizada”,

a unas praxis sociales colaborativas y no “utilitaristas” y egocéntricas.

La identificación de felicidad con acumulación, sobreabundancia

lleva a patologías que van de la avaricia y envidia a la más cetrina

apatía. El miedo le inducirá no a prevenir riesgos y superarlos, creciendo

y madurando como ser vigoroso, hacia una plenitud del ser, del

ser en sociedad de iguales, sino a obrar como un soldado obediente, temeroso,

dependiente siempre de las instrucciones de un superior y el

reconocimiento de su regimiento, así como a atesorar bienes por encima

de sus necesidades. El miedo que es pared y techo de su ego, abrirá

paso a obsesiones y neurosis. Esa energía dañina y debilitadora será canalizada

por el Poder Social, Cultural, para que se mantenga en las servidumbres

voluntarias, sin rechistar, y agradeciendo a la mano del carcelero,

que le da de comer o del banquero que le cuida sus ganancias

sobre ganancias. La identidad versus las identificaciones. La identidad

de un ego que se auto­percibe como desconectado del mundo, de los

semejantes, que no son sino rivales o instrumentos, es fruto de una inteligencia

fracasada.

El miedo 21 Excodra XLIII


II

Hay por otro lado una experiencia de la inteligencia vincular, creativa,

amorosa, que permite al ser humano experimentar, ser consciente,

de su existencia como parte de un todo que es una inmensa y compleja

constelación de vida y materia interconectada, interdependiente, que

obra como un ser vivo del que cada persona sería una célula, formando

una briosa e imprevisible fronda, océano, familia planetaria. La persona

se sabe en conexión con la naturaleza, con la vida en todas sus formas,

y en especial con las otras personas, humanas, animales, vegetales. Se

reconoce vinculado, de tú a tú, y entiende que la simbiosis es su forma

inteligente de estar en el mundo. En vez de hostilidad, experimenta

hospitalidad. No añade muros, ni inventa divisiones, admira y respeta

la biodiversidad, su corazón, su mente, no son ajenas a otros corazones

y mentes, con los que establece una inteligencia conectada, colaborativa.

Así se produce una transformación libidinal, superadas las moralinas,

dogmas, prejuicios y exclusiones de la mente autoritaria del egocentrismo.

Lo obsesivo, compulsivo, represivo se diluye. La pasión fluye

como pasión y/o como compasión, no como patología. El miedo pasa

de ser un bloqueante de la experiencia vital a ser un vehículo para sanar

los vínculos y empoderar a la persona más allá de sí mismo, reconciliándole

con el aquí –comunitario– y ahora abierto. Si algo amenaza

un ecosistema, se genera miedo, que propicia gestionarse desde lo personal,

pero también desde lo colectivo. Se coopera. No hay necesidad

de acumular, se sabe compartir. Tú no eres el centro, la plena existencia

es dinámico centro y tú una luminosa partícula más en la gran familia

terráquea.

III

El miedo en una persona libre es un instrumento medicinal, de prevención

de un riesgo. No me pone en guerra, sino en la cuestión primera

de atención, en los cuidados propios para no dañar ni dañarme en

un devenir que consciente de lo imprevisible y cambiante, es vulnera­

Excodra XLIII 22 El miedo


ble, frágil. No actúa exclusivamente evitando ser dañado, sino que observa

y previene no dañar a otros, no dañar el medioambiente del que

forma parte. Ahí la intuición, las percepciones, posibilitan evitar algunos

errores, así como aprender de los que se cometen, para no repetirlos.

El miedo es un radar que cuida un ecosistema, en el que convivo

junto a una gran variedad de seres.

Durante años hemos vivido sin mirar y palpar más que la superficie

de la realidad. O su representación edulcorada. Un exceso de realidad

en una mente egocéntrica produce un cortocircuito, un desorden grande,

y un miedo ante lo que realmente es. Un miedo que ve amenazas,

que paraliza, que le proyecta una sensación de absurdo sobre lo que

desconocía y ahora le abruma. Ese miedo llevará a rechazar la realidad

intensificada o a tratar de reforzar la coraza desde la que esa persona

se siente única y no responsable de lo dañado. Quizás tranquilice su

conciencia dar limosna, pero sin perder privilegios, que es lo que en

verdad le aterra. Para la mente conectada, empática, sensible, cordial,

una apertura a la realidad le produce también una conmoción, pero al

no ser ella el centro, sino una parte más del conjunto, la vulnerabilidad,

el daño, lo escondido vergonzante se convierte en apremio, en oportunidad,

en “simpatía” que dinamiza su quizás relajada existencia. Lo activa.

Sabe que la reacción ante un problema global es sumarse a la reparación,

ser parte de lo reparado, reparando así los contornos de su

existencia, y por ende, del ecosistema en el que vive. Hay que tener en

cuenta que el miedo pierde su fuerza destructiva cuando la persona

vive desde la pasión por el aprendizaje y se desliga de la pasión criminal

por poseer, desapareciendo la exigencia, el deseo de resultados a

toda costa.

IV

El miedo es, pues, una herramienta. En manos de una persona aislada,

un arma, un escudo.

Pero en manos de una persona consciente de la unidad a la que pertenecen

tanto las otras personas, como ella misma, el miedo es una ha­

El miedo 23 Excodra XLIII


bilidad de la inteligencia vincular y co­creadora para reparar lo dañado,

o evitar el daño. Por ello, la ética es útil al egocéntrico para gestionar

su relación con un otro al que se desconoce, y por supuesto no se ama,

cuanto más se tolera.

El amor es, cuando una persona alcanza una conciencia de sí mismo

integrada y armoniosa con la naturaleza y los otros, sencillamente la

fuente de energía que da sentido a lo abstracto y misterioso de la existencia.

Amar es la condición natural del fluir en un mundo que soy y es

sin división ni enemistad posible. El grado más alto de consciencia a ese

nivel es el que se ha dado en llamar karuna, o compasión, o simphatya.

Y más que un estadio de bondad radical, es una sabiduría que libera del

miedo y del deseo criminal de poseer, que transforma la libido en gratitud

y goce. Así, hace ya cuatro años, vía la poesía, y totalmente intuitivamente

escribí algo que hoy entiendo a medias, sí, y con connotaciones

más bioéticas, que religiosas o morales. Lo espiritual concebido

como una sabiduría propia de la inteligencia vincular, del amor como

expresión superior y lograda de un ser, animal mental en evolución,

que sólo al conocerse reconociéndose desde la madre Tierra a la que

pertenece hace de su fragilidad y finitud fuente de aprendizaje, mestizaje,

gozo y sobria ebriedad en las pequeñas virtudes, en los fracasos

que llevan a mejoras, en la enfermedad que enseña a resemantizar lo

suficiente, lo valioso, lo irrenunciable, ese entrelazamiento matérico,

esa correspondencia con todo lo vivo, inabarcable e inseparable. Será

finalmente la muerte, no causa de miedo, sino de admiración, extrañeza

y consuelo. Pues sólo una vida finita es vida. La inmortalidad es deseada

sólo desde su carencia, idealización. No morir, envejecer, acabar

conllevaría a un estado de inagotable y sobreabundante existencia que

nos llevaría a salir del tiempo, movimiento, en la que estriba la existencia

humana. Todo en la naturaleza planetaria es vida­muerte. Salirse de

ahí, incluso mentalmente es ignorar la misteriosa y real esencia de lo

real. Creo que más que desear la inmortalidad lo deseable es vivir en

términos de dignidad y consciencia plena. Llegados a la experiencia de

una vida digna y plena, morir es asumido sin miedo ni esperanza. ¿Habrá

algo después de esta experiencia que llamamos vida? No importa

Excodra XLIII 24 El miedo


en exceso si se ha sabido o podido vivir bien, pero de no haber sabido o

podido vivir por la opresión de las desigualdades sociales, o enfermedades

crónicas o degenerativas, sí que se convierte en un recurso indispensable

el mito de la otra vida, la que vendría después de la muerte.

Con esto no niego ni afirmo si hay vida más allá. Sólo incido en que

para la gestión adecuada de la vida aquí y ahora, lo central y más preciso

es experimentarla y aprovecharla en este nivel de existencia. Con humildad,

con amor (salud de los vínculos) y por supuesto, con lucidez,

sabiéndola finita y vulnerable, lo que hace que el amor sea no una estrategia

sino una inteligencia tanto humana como de orden interespecies.

V

Mejor un hombre culto que uno necio.

Mejor un hombre justo que un hombre culto.

Mejor un ser humano compasivo y generoso que otro justo.

La hospitalidad es la madre de todo hogar, porque estés

donde estés estás de prestado y estás de paso.

Aunque al principio y al final nuestro tránsito es la soledad,

mejor un hombre hospitalario, desprendido, generoso

que un hombre rico, poderoso, admirado.

Temo que pocos son los que por su condición de hospitalarios

y empáticos arriesgarían sus bienes o su vida por un extraño

que llama a su puerta. No todo es cuestión del Sistema­mundo,

también tú y yo establecemos una relación.

Y ésa, si es en pro de la convivencia y la vida lograda,

supera todo saber, poder y estructura social.

La compasión es invencible.

V. G.

“Otro decir por decir”

El miedo 25 Excodra XLIII


VI

es robado. lo que se perdió,

también. nos huelen las manos.

ese aroma intenso es una fecha

que sella un pacto: –el vínculo

sin huella económica: gratitud.

aves inesperadas traen su brío

que reposa en la copa de vino

de un día sin tráfico, discreto.

el arte se hartó de simulacros.

suelta vibra, febril, sin temperatura.

V. G.

[claridad. mayo, 2020. Paterna]

VII

desde la incertidumbre, confía activamente y pon toda la atención

en lo que sucede en el campo sutil. estate alerta ante las apariencias de

calma, solidez, comodidad. deja que el miedo fluya como un intensificador

de la atención. tu percepción e intuición darán buena cuenta de

lo inminente, aliándose con tu corazón pensante para saber en cada

momento cómo actuar. no con garantías de éxito, sino con la vocación

de ser simbiótico, generoso, constructivo, sanador. y con la gratitud y

humilde esperanza de que la inteligencia vincular desarrolla en cada

momento las oportunidades para superar los conflictos, tantas veces

imprevisibles, que se producen en la densidad y complejidad de la existencia.

vivir es asumir la muerte, la enfermedad, los límites, sin que nos

resten energías en el diario quehacer. al revés, justo porque en cualquier

momento se manifestarán, vivir el día a día con pasión, compa­

Excodra XLIII 26 El miedo


sión y gratitud, pues cada jornada que pasa es un tiempo que aprovechar

para aprender, para gozar, para “estrujar” como recuerda el adagio

latino, “carpe diem”. en una vida entendida como colaborativa,

creativa, indagadora, los temores son sensores que evitarán tanto los

miedos irracionales o ficticios como un posible daño o error real. aprender

a pensar, sentir, crear desde el miedo, sin anularlo ni sobredimensionarlo

es síntoma de un salto evolutivo necesario en estos tiempos de

incertidumbre, tensiones políticas, sociales, ecológicas que apuntan a

un posible colapso, y cuanto menos a una drástica pérdida de ecosistemas,

reservas de agua dulce, empobrecimiento del aire respirable, así

como la sustitución de las energías fósiles. este escenario requerirá de

un saber gestionar el miedo y el deseo. ¿en qué mundo y cómo deseamos

seguir viviendo como especie en riesgo de extinción? ésta va a ser

la aventura, el reto más importante de la humanidad. de ésta, o damos

un salto evolutivo o...

VGFV

El miedo 27 Excodra XLIII


El miedo: postales para un álbum

Diego Luis Sanromán

O poeta é um fingidor.

Finge tão completamente

que chega a fingir que é dor

a dor que deveras sente.

RDF me invita a escribir algo para el monográfico de Excodra dedicado

al miedo y ya de entrada la propuesta me produce pánico. Me

pasa siempre. Por un lado, es temor a la infertilidad, al “silencio eterno

del espacio infinito” de la página en blanco y a que las voces que continuamente

me rondan la cabeza callen justo en el momento en que

comparezco ante el teclado. Luego está el pavor anticipatorio ante las

indudables deformidades que aquejarán al texto en gestación, la certeza

de que una vez lo haya parido me producirá tanto asco como al protagonista

de Eraserhead le producía el fruto de su propia semilla. Escribir

es sin duda un juego insensato y, aunque no lo parezca, el tiempo es

poco propicio para juegos y para insensateces.

Mi primera intención, no obstante, es ceder a una inclinación natural

en mí. Si la cosa va de miedo, lo suyo sería escribir un cuento de

miedo, está claro. Lo he hecho otras veces. Quizá sea uno de los pocos

palos literarios en los que pueda demostrar cierta soltura. Un relato de

miedo que no lo parezca, oscuro, absurdo, atravesado por un humor

cruel y delirante. Al fin y al cabo es lo mío, cuando lo intento y me sale.

La situación está preñada de posibilidades, ¿no te das cuenta? –me

digo–. El poeta es un fingidor, así que ¡finge, cabrón, finge! ¿No era

Lobo Antunes, otro portugués, el que decía que para un escritor toda

experiencia es material literario, y fundamental y casi exclusivamente

eso? Tal vez, pero ahora se me antoja que la experiencia del miedo, si

es algo, es paralizante y castradora, y que difícilmente puede convertir­

Excodra XLIII 28 El miedo


se en el catalizadora inmediata del proceso de escritura. No invita a la

locuacidad, el miedo.

El encierro, por cierto, me pilla en plena lectura de la biografía de

Roland Barthes escrita por Tiphaine Samoyault 1 . Las últimas páginas

del libro recogen, como es obvio, los últimos años de la vida de Barthes

y hacen referencia a su proyecto, nunca llevado a cabo, de escribir una

novela. Conforme al proyecto original, la novela debía ser una obra monumental

al menos en un doble sentido: primero, porque Barthes entendía

por novela una obra al estilo de En busca del tiempo perdido o de

Guerra y paz, “a la vez cosmogonía, obra iniciática y suma de sabiduría”;

y en segundo lugar, porque él la imaginaba ligada como por un

cordón umbilical invisible a la figura de su madre, fallecida poco antes,

y en cuya memoria deseaba construir una especie de monumento fúnebre

literario.

Curiosamente, la Novela de Barthes no pretendía ser un libro. Quien

a mediados de la década de los años sesenta había sentenciado a muerte

al autor, una década después, anuncia la progresiva desaparición del

objeto “libro” y le opone la forma alternativa del “álbum”. Frente y

contra el aspecto clausurado del libro, el álbum se caracteriza por su

apertura, su heterogeneidad y su desorden, o cuando menos por un orden

plural, móvil y contingente. Un álbum se compone de notas dispersas,

y esas notas “se colocan o añaden al azar”; el proyecto de Novela

barthesiano consistiría pues en coser los retales de escritura que habría

ido acumulando a lo largo de los dos últimos años, tal como –según él

entiende– habría hecho Proust en la composición de su Tiempo perdido.

Sin embargo, el 10 de julio de 1979 Barthes consigna su fracaso en una

de sus fichas preparatorias: “Sé que la novela es imposible –dice– y que

no la escribiré”, y ocho días después reconoce la imposibilidad de siquiera

“poner en marcha una novela. […] Había concebido la Novela

1 Recuerdo que compré el libro en el verano de 2015 en La Machine à Lire de Burdeos, una de mis

librerías más queridas. En 2015 se cumplía el centenario de quien había decretado “la muerte

del autor”, como otros antes habían levantado acta de la muerte de Dios o de la muerte del

hombre. Ahora temo no poder volver a Burdeos o que La Machine à Lire desaparezca, o ambas

cosas.

El miedo 29 Excodra XLIII


como un acto de amor –añade–; ahora constato que soy incapaz de ese

acto de amor”. De su frustración nacerá La preparación de una novela.

También yo constato bien pronto la imposibilidad de mi relato, pero

al mismo tiempo me siento obligado por ese imperativo devosiano que

impone que, cuando uno no tiene nada que decir, debe decirlo bien

alto. O dicho de otro modo, si el miedo te deja sin voz, cédele la palabra

al miedo y que él se las apañe, que él componga su propio álbum.

Lo que sigue, pues, no es un cuento de terror ni un ensayo sobre el miedo,

sino un texto en bruto, “descosido”, que es efecto mismo del miedo

y de la imposibilidad de convertirlo en germen de una narración.

Pesadilla #1. Desde que comenzó el confinamiento, el hijo mayor

de la vecina de abajo pasa la noche entera conversando a través

de Skype o jugando a videojuegos en línea. Desesperado, incapaz

de conciliar el sueño, decido cambiar de cama y, a los pocos

minutos, me quedo dormido. Un estruendo horrible me despierta

de repente. Toda la casa retumba con los golpes que algo o alguien

propina contra la puerta de nuestro piso. Me levanto medio temblando

y me asomo a la mirilla. Del otro lado un hombre en pijama

grita enfurecido, lanza espumarajos por la boca y la nariz, embiste

contra la puerta de nuestro apartamento: es un apestado. Me despierto

lleno de angustia, sudando, con el ritmo cardíaco acelerado.

Para documentarme sobre la neurobiología del miedo mariposeo

entre algunos textos de divulgación científica que me encuentro en la

Red. ¿Qué es el miedo? Un sistema de alarma que el cerebro activa

frente a una amenaza real o posible. ¿Cómo se expresa somáticamente

el miedo? El miedo produce cambios en la fisiología, el pensamiento y

la conducta, y estos últimos tienen que ver sobre todo con la ansiedad y

la evitación del peligro. El miedo se expresa en un código corporal sencillo

y primario: sudoración, aceleración del ritmo cardíaco, desencadenamiento

de respuestas de huida. ¿Dónde se encuentra la sede neuronal

del miedo? Hasta hace poco se pensaba que la única región del cerebro

implicada en la sensación de temor era la amígdala, una pequeña

estructura situada en el sistema límbico que actúa como una especie de

Excodra XLIII 30 El miedo


detector de alarmas. Ahora se sabe que hay otras áreas del cerebro,

como la ínsula bilateral, la corteza cingulada anterior dorsal y la corteza

prefrontal dorsolateral, que también están involucradas en el proceso.

La ínsula sería algo así como la mediadora entre la alerta que llega

desde la amígdala y las respuestas fisiológicas típicas; la corteza cingulada

ayudaría a localizar el peligro y centrarnos en él; y la prefrontal

dorsolateral se encargaría, por su parte, de buscar respuestas cognitivas

frente a la amenaza (gritar “auxilio”, echar a correr, etc.). Aunque ahora

sabemos que no lo posee en exclusiva, la amígdala sigue desempeñando

un papel central en la gestión cerebral del miedo. Existe de hecho

una rara enfermedad, la enfermedad de Urbach­Wiethe, también

conocida como lipoidoproteionosis, que consiste en la lenta calcificación

de la amígdala y que provoca que quienes la padecen sean incapaces

de sentir miedo alguno en situaciones que a los individuos “sanos”

les causarían pavor. Pienso que Juan Sin Miedo debía de sufrir de lipoidoproteionosis

y se me ocurre que estaría bien completar la lectura de

literatura científica con una relectura del cuento de los hermanos Grimm,

aunque no estoy seguro de haber leído antes el texto original. Para

mí Juan Sin Miedo es el recuerdo del relato materno antes del sueño:

dulce, pequeño y compacto como un azucarillo, y de una serie televisiva

infantil de la que sólo me quedan los restos de una cancioncilla un

poco boba: “Juan Sin Miedo es un muchacho –decía–, Juan Sin Miedo

es soñador, Juan Sin Miedo es un quijote que no conoce el temor”. El

relato de los Grimm me sorprende, sin embargo, por su enrevesamiento

y su brutalidad, sin duda como todas las narraciones infantiles que no

han pasado por el amoroso filtro de la madre. Es verdaderamente aterrador,

y su final me deja cavilando.

Los primeros días de encierro y la sobreexposición a la perpetua salmodia

oficial de los males que nos acechan nos hacen cobrar conciencia

de que somos o tenemos un cuerpo, y de que este cuerpo es frágil y

está asediado por amenazas terribles, tan invisibles, inodoras e insípidas

como el mismo aire que respiramos. Pronto nos convertimos en

centinelas de nuestra propia anatomía y cada mañana nos levantamos

con fiebre, con molestias en la garganta, con la asfixia acechando en

El miedo 31 Excodra XLIII


cada recoveco de los pulmones, y con algunos otros síntomas angustiosos

que –estamos seguros– los facultativos no tardarán en incorporar al

cuadro clínico de la ENFERMEDAD. Nos tomamos la temperatura, forzamos

el carraspeo, comprobamos si el aire fluye sin demasiados obstáculos

a través de los bronquios, y al llegar el mediodía ya nos hemos

dado el alta. Pero sólo hasta la mañana siguiente, cuando el juego vuelve

a empezar. Y es un juego que dura al menos una semana.

MC más o menos aguanta; yo apenas me doy una breve tregua. A la

tercera o cuarta semana empiezo a notar un pellizco intermitente a la

altura del corazón y siento un hormigueo en el brazo y la pierna izquierdos,

que a veces va acompañado de un ligero dolor en la punta del

dedo anular y en su equivalente en el pie del mismo lado. Sospecho

que se trata de la panoplia completa de síntomas que anuncian un ataque

cardíaco o que lo confirman, pero me niego a buscar la información

en Internet, como si esto me permitiera mantener mágicamente a

raya el latigazo del síncope. La sola idea de acudir a los servicios de urgencia

en “esta situación” no hace más que incrementar mi angustia.

Por las noches es aún peor. El pellizco ya no es intermitente sino continuo,

el aire que me entra por la tráquea sabe a frío, y sin embargo me

deshago en sudor, tiemblo y los latidos de mi corazón rebotan contra la

cama, al punto de que a ratos me parece que se trata del redoble final.

“Ya está, se acabó, estás pero que bien jodido”. Por las mañanas me levanto

fatigado, con la pierna y el brazo aún adormecidos, pero todavía

pataleo. Durante cinco o seis días mantengo el secreto porque no quiero

preocupar a MC, pero al final me vence el miedo y le confieso mis

padecimientos. “¿Te duele encima o debajo del corazón?”, me pregunta

mientras trastea en su teléfono móvil. “No sé. Encima”. MC busca en

Google y, pasado un rato, diagnostica: “Eso es estrés” 2 .

Pesadilla #2. Nos encontramos en una amplia explanada, un

lugar a cielo abierto que parece preparado para acoger festivales,

conciertos o espectáculos deportivos. Digo “nos” porque me sé

acompañado de figuras familiares o amistosas, pero en el sueño no

2 Un diagnóstico que, por cierto, más tarde confirmarán las pruebas clínicas. Aunque todavía no

las tengo todas conmigo.

Excodra XLIII 32 El miedo


son más que una especie de neblina indistinguible que en principio

me hace sentir arropado y protegido. Al fondo puede verse un escenario

vacío nimbado por una suerte de banderola en la que puede

leerse “Encuentro de Cultura Agrícola” o algo por el estilo. A la

derecha, algo más cerca de “nosotros”, el esqueleto de un edificio

en construcción: una imagen buñuelesca que ya en ese mismo momento

me hace pensar en los paisajes desolados de la periferia de

la ciudad de México en la película Los olvidados. Masas de gente

llegan de todas partes en oleadas.

La siguiente escena transcurre en el interior del edificio a medio

construir, que aún no es más que un entramado de vigas y columnas,

de escaleras que conectan unos pisos con otros. La estructura

está ocupada por miles de personas aterrorizadas que intentamos

escapar de una amenaza que de entrada me resulta inexplicable.

Siento la angustia, soy consciente del peligro, pero eso es todo.

Al rato veo llegar a un grupo de hombres, vestidos con uniformes

negros y armados con subfusiles, que disparan contra el bulto de la

multitud o la emprenden a culatazos con los que tienen más próximos.

En la escena final me encuentro bajo una pila de cadáveres.

Sigo angustiado, pero al mismo tiempo estoy estúpidamente orgulloso

por haber sido capaz de escapar a la masacre haciéndome el

muerto. Oigo las voces de los soldados que están más allá de los

cuerpos amontonados, pero no consigo entender lo que dicen. De

pronto noto cierta agitación en el cadáver que tengo justo encima

de mí, y el ruido de lo que parece un serrucho atravesando un bloque

de madera. Enseguida me doy cuenta de lo que está ocurriendo:

uno de los soldados está decapitando al muchacho muerto bajo

el que estoy escondido. Siento la cabeza que se separa del cuerpo,

pero de alguna manera puedo “ver” que todavía sigue unida al cuello

por una estrecha tira de músculo y pellejo.

Durante estos días mi viejo amigo JL se convierte en mi dealer de información

sobre el TEMA, y me surte con tanta profusión que a veces

temo que una sobredosis acabe por reventarme de verdad las venas. Lo

hace a través del correo electrónico, y en el momento en que redacto

El miedo 33 Excodra XLIII


esta nota sus mensajes ya superan el centenar. En uno de los primeros

ya se pregunta y me advierte: “Pero ¿qué es lo que no nos dicen?”. En

la mayoría de los análisis que va leyendo descubre una benevolencia y

una ingenuidad que se mueven entre la imbecilidad y la histeria, y en

todos echa en falta una perspectiva “a lo Fouché”, imprescindible si

queremos comprender algo. “Sobre todo –me recomienda– hay que evitar

autoengañarse”. Le contesto: “No sé si sabes que he vuelto a practicar

zazen. Como cuando era un adolescente borracho de literatura beatnik”.

En otro mail le comento que en estos días me acuerdo del tetraphármakon

epicúreo y de cómo intento defender el famoso argumento

de la Carta a Meneceo frente a las muy razonadas y razonables objeciones

que suelen arrojarle mis alumnos de Filosofía. La muerte para nosotros

no es nada, dice allí Epicuro, “porque mientras vivimos no existe, y

cuando está presente nosotros no existimos”. ¡Mis cojones! La verdad es

que ahora me doy cuenta de que el razonamiento sólo funciona cuando

uno está asentado en la tonta superstición de que la muerte es algo que

siempre les ocurre a los otros.

Uno de sus correos contiene un enlace a una entrevista en vídeo

con Vladimir Kvachkov, coronel del servicio ruso de inteligencia. El coronel

afirma que el fenómeno del coronavirus necesita ser examinado

desde la perspectiva de los poderes globales, y que es una mentira,

“una operación estratégica global por parte los poderes ocultos, sionistas

y financieros, que controlan a la humanidad” y que también estarían

detrás de los ataques del 11­S. El virus –sentencia– tiene un origen

artificial, “ya se ha demostrado científicamente”. Detrás de todo esto se

encontraría un “poder sionista disfrazado de liberal” que nos está “inyectando

propaganda psicoinformativa”. Europa y China son dos adversarios

geoeconómicos de EE. UU. y es allí donde se ha inyectado el virus.

El entrevistador interroga al militar sobre los objetivos de semejante

operación, y el coronel cree reconocer sobre todo cuatro: “Primer objetivo

(religioso), reducir la población mundial, que es un objetivo satánico.

El segundo es tomar el poder. Y el tercero tiene que ver con el

control de las finanzas y la economía: desinflar la burbuja financiera”.

¿Y el cuarto? El cuarto es la “eliminación de la competencia geoeconó­

Excodra XLIII 34 El miedo


mica”. Kvachkov –no se olvide– es un mando del Centro de Defensa de

Estudios Estratégicos del Estado Mayor ruso. Un motivo adicional para

el pánico.

A vueltas con mis filosoferías, durante un rato me quedo pensando

en la consabida distinción entre el miedo (Furcht) y la angustia (Angst).

La angustia es el miedo sin objeto. Por eso, la angustia es más aterradora

que el miedo. En cierto modo, la angustia aspira a convertirse en

miedo, a dotarse de un objeto, a encontrar un sentido. La ausencia de

sentido nos resulta insoportable: necesitamos dar una forma a la amenaza,

sea cual sea. La paranoia sería así hija de una especie de “pulsión

de sobresignificación” que nos empuja a contemplar el mundo entero

como atravesado por una trama secreta y virtualmente letal.

Llamo a E y D. Ellos son demasiado viejos y yo demasiado inútil o

demasiado perezoso, así que nada de videollamadas, nada de Skype ni

de Meet ni de Zoom: hablamos por teléfono, y además por el teléfono

fijo. He de decir que incluso contactar por vía telefónica ha supuesto

una pequeña odisea. Durante toda una semana el móvil de E y D me

devolvía el mismo mensaje enlatado: apagado o fuera de cobertura, y

una misteriosa avería en el fijo hacía que la comunicación discurriese

en un solo sentido. De modo que al otro lado del hilo podía oírse la voz

de E, que primero inquiría a voz en cuello la identidad de su interlocutor

mudo: “¿Diga? ¡Diga! ¡DIGA!”, y después abroncaba a D por ser

siempre tan manazas: “Desde que has estado enredando con el aparato

éste no se oye nada, ¡pero NADA!”.

Cuando por fin conseguimos establecer la comunicación ya llevamos

unos diez días de enclaustramiento. Es E. la que responde, siempre es

E. la que responde, se diría que es una de las funciones adscritas a su

condición de guardiana del hogar. Durante unos minutos hablamos de

esto y aquello, de cómo cada cual está llevando el confinamiento, de

trivialidades en el fondo, y cuando la conversación parece no dar más

de sí, también como de costumbre, me dice: “Espera, que se pone D”, y

añade a modo de despedida: “Que cada día está más tonto. Acojonado,

vamos”. D. tarda un poco en llegar hasta el aparato. Lo imagino dormitando

frente al televisor, levantándose trabajosamente del sillón, ren­

El miedo 35 Excodra XLIII


queando hasta la mesita donde reposa la base del teléfono no obstante

inalámbrico. Me saluda con un somnoliento “¿sí?” y luego, arrastrando

las palabras, con un tono entre confidencial y clandestino, como si le

avergonzase hablar o temiera que alguien lo estuviera espiando, me

confiesa que es cierto, que tiene miedo, que está angustiado. Sobre

todo le asusta que su hijo mayor, que de nuevo vive con ellos, y que

sale a trabajar y a hacer la compra y a mil cosas más, sea poco cuidadoso

y “les traiga algo casa”. Esa es la expresión que utiliza: “algo a casa”,

como si se tratara de alguna nefanda enfermedad venérea o como si

mentar el virus coronado fuera como realizar un conjuro para invocar

fuerzas demoníacas. “Es que parece que él no acaba de creérselo”. Luego

me cuenta que tuvo que contactar con su médico porque, desde que

“la cosa” empezó, le ha vuelto su pertinaz insomnio y es horrible, insoportable.

“Pero ¿fuiste al hospital?”, le pregunto. “No, no. Me atendió

por teléfono. Ahora hay que hacerlo todo por teléfono. Ni hablar de ir

al hospital”. Así que estuvieron un rato hablando por teléfono y al final

el médico decretó otro aumento en la medicación. “Resultado: sigo sin

dormir por las noches y asustado. Pero ahora me paso todo el día grogui,

agilipollado, como un zombi”. Tras colgar pienso que lo de la biopolítica

debe de ser esto.

Pesadilla #3. Espero el ascensor en el rellano de nuestro piso.

Cuando la puerta se abre, descubro que en el interior hay media

docena de hinchas de un equipo de fútbol que no acierto a identificar.

Huyo despavorido por las escaleras.

DLS

Excodra XLIII 36 El miedo


El mineral del alma

Jesús Carnerero Carballo

Un carraspeo. El sofoco por moverse al trote en lugar de andando.

Impaciencia por contar la aventura más reciente que ha disfrutado. La

mezcla de todo tamizada con el filtro de la inocencia. O ninguna de

esas tres opciones sino una diferente con la capacidad de congelar la

respiración apenas aflora.

Hace sólo mes y medio que regresaron al colegio. No, no es posible.

No puede ser nada.

En una época no demasiado lejana y, sin embargo, difuminada en el

horizonte, con buena salud y calidad de vida, acceso universal a servicios

médicos profesionales y avances científicos que con loable dedicación

habían erradicado lo que antes en un descuido mataba, toser llevaba

décadas sin ser causa de sobresalto. En cambio, el sosiego llevaba

tiempo reducido a una capa que se quebraba con tan sólo incrustarle la

uña. El espacio que quedó libre fue ocupado de manera gradual por

otra sustancia que, surgida de lo más hondo de cada uno de los seres,

maduró y se esparció hasta conquistar el alma entera; uno de los escasos

minerales que, en lugar de debilitarse, se hace más sólido a medida

que se divide en forma de ramificaciones.

Retén el aire, mantén la compostura, medita tanto como los instantes

te permitan.

El mes anterior su marido tuvo que lidiar con el último susto. Ella

trabajando fuera y él haciéndolo desde casa tres días por semana, si finalmente

se cumplían las previsiones sanitarias que en teoría estaban

sobre la mesa del Gobierno era muy probable que su empresa pronto

decretase ir a la oficina cada dos semanas para no correr riesgos absurdos

ni volver a pasar por lo mismo partiendo desde menos diez y no de

cero, los chicos cubrieron cada minuto de una de aquellas tardes con

un surtido de actividades. Al igual que la pereza engendra pereza, el

exceso de actividad puede derivar en la generación de monstruitos infa­

El miedo 37 Excodra XLIII


tigables, pequeños esclavos de un horror vacui muy similar al que atenaza

a los progenitores cuando consideran que ni demasiado entretenimiento

es suficiente.

La hora de la cena llegó y el ocio tuvo que concluir. El golpe de tos

fue tan inmediato como brusco. Hasta la velocidad a la que fluye el

tiempo se alteró a partir de ese momento, no hubo otro asunto del que

ocuparse: nadie cocinó, no se pensó en comer y apenas se probó el

agua, salvo el fruto de las preocupaciones, a quien se le proporcionó líquido

en abundancia. No pudieron averiguar si lo que causó el sobrecalentamiento

del niño radicaba en la excitación de haber pasado unas

cuantas horas de diversión sin pausas, aunque ese argumento formó

parte de la discusión que dio comienzo cuando la madre regresó y que

no concluyó hasta la mañana siguiente, cuando todos los desvelos desaparecieron

al mismo tiempo que la fiebre que el termómetro había indicado

en tres ocasiones durante la noche. Por suerte ninguno de los

adultos marcó una temperatura fuera de lo normal en esas horas.

Un puñado de suspiros, la emoción brotando a trompicones, nervios

empujados contra las paredes del estómago para ser extinguidos.

La convivencia con estos accesos que importunaban sin consultar

edad, estado físico o ubicación, no había acarreado consigo la costumbre,

y cuando les sobrevenían en público eran de lo más embarazoso a

lo que se hubieran enfrentado nunca. Al principio las miradas se centraban

en los mayores, pero nadie estaba libre de las miradas inquisitivas

desde que las noticias de la actualidad sostenidas sobre una hipótesis

en absoluto reciente se afianzaron como las primeras en aparecer en los

informativos, las que presumían de titulares de mayor tamaño en las

portadas de los periódicos y, por supuesto, las más comentadas entre la

ciudadanía: los niños son inmunes pero suponen un importante foco de

propagación.

Vaya padres irresponsables. Como ellos no enferman. Si es que no

tendrían que dejar que los sacaran de casa.

Aparte de los sustos a los que plantar cara dentro y los encontronazos

que de vez en cuando daban la sorpresa fuera, la inquietud que les

suscitaba pensar que padecían algún síntoma había ido menguando

Excodra XLIII 38 El miedo


conforme fue pasando el tiempo, las medidas de seguridad se extendieron

por calles, trabajos e incluso hogares, y, sobre todo, al no sentir que

ninguna molestia empeorase ni se tornara crónica.

Esa suerte no quitaba que el qué dirán colectivo más que la mismísima

ciencia obligara a pasar temporadas sin salir de casa si un catarro

común afectaba aunque fuera con debilidad. Conformando tándem con

la parte social que ahora conllevaba sufrir un achaque por nimio que

este fuese, daba vértigo comprobar la normalidad con la que las bajas

laborales se habían ganado un puesto fijo en la escena laboral; a veces

de forma voluntaria, a veces siendo invitados a aceptarlas, los dos

miembros de aquel matrimonio contaban con alguna en su historial.

Que de vez en cuando la situación derivara a despido les resultaba

injusto, pero la vida que consentía que se mantuvieran los brazos sin

torcer o protestasen ante cualquier injusticia era cosa del pasado.

Mirada a los ojos para satisfacerse con su brillo o abrir paso al nerviosismo

si, por el contrario, lucen apagados. Una sonrisa para trasmitir

todo el amor del mundo. Desprenderse del guante y pedirle que se

acerque.

El acto reflejo del niño fue negarse, retroceder un par de pasos y las

muñecas cruzadas sobre el pecho. No había señales de urgencia, no que

él supiera, y por lo tanto no estaba permitido tocarse. Como decía

aquel lema que tanto repetían sus padres, el resto de familiares y cada

uno de los profesores que había tenido, también la televisión con alguna

serie de dibujos y un sinfín de anuncios, la memoria bien podría asegurar

que desde el mismo día en que empezó lo que nunca nadie podría

olvidar: siempre a un metro y medio; mejor si son dos.

Tenía siete años y eso, todo eso, estaba ahí desde antes de su nacimiento.

Y pegado a él seguía, igual que formaba parte de sus padres.

Empastando sus almas, adherido a la piel de los habitantes de la mayor

parte de los rincones del planeta de un modo u otro, como otra de las

capas que rodean la tierra. Para el resto de sus existencias y ocupando

un destacado lugar en la historia.

Viendo la reacción del pequeño, la madre frenó para recapacitar.

El miedo 39 Excodra XLIII


–No pasa nada –le dijo, como si nunca antes hubiera hablado. El

niño debió sentir la carga de aquellas palabras porque de inmediato relajó

su defensa y se rindió.

Piel de la palma de la mano contra la de la frente. Ojos emocionados.

La caricia más tierna que se pueda regalar. Una sonrisa que se graba

entre los labios y se agiganta hasta disfrazarse de risa. Todo está

bien, no pasa nada. Él la mira con extrañeza. Esquiva el brazo alargado

cuya mano todavía descansa en su cabeza buscando ruta directa hacia

los ojos que lo contemplan. Ella insiste en sonreír, en calmarle, en sostener

la caricia.

–¿Cogemos la tablet y llamamos a los abuelos? –dice al fin, con las

palabras entrecortadas, sin dejar de mirarlo, luchando con la misma intensidad

para prolongar tan suave, dulce e inocente tacto.

Por un momento se evade y con los ojos fijos en él piensa en lo mucho

que costó traerlo al mundo y, formando parte del mismo pensamiento,

en lo feliz que ha sido ese mundo desde que nació. También

piensa en que podrían haber sido el doble de felices si se les hubiera

permitido aumentar la familia. Y, de inmediato, con la incomparable

contundencia del sopapo que se da uno mismo, se convence diciéndose

que siempre hay personas que lo están pasando peor.

Es el pequeño el que rompe la ensoñación al separarse y echar a correr

hacia el salón. Cuando la madre quiere reaccionar lo ve a punto de

tirarse encima del sofá, ya con la tablet en la mano, activándola. Controla

la respiración, se recarga, serenidad. Tarda poco en anticiparse a

lo que pronto oirá, pues viene a ser lo mismo de cada racha que ha tocado

pasar entre las cuatro paredes del hogar.

Cómo quieres que no lloremos. De ésta no salimos. Quieren que nos

muramos solos.

Aprovecha el rebufo de un nuevo pero muy diferente suspiro para

girarse. El ascensor, unos pasos, llaves que tintinean.

–Ya llega papá –le dice la mujer al pequeño. Pero la atracción del

brillo de la pantalla no tiene rival.

Excodra XLIII 40 El miedo


Avanza hasta la puerta y aguarda con impaciencia mirando hacia

atrás, como si poseyera el poder de controlar con la mente lo que los

abuelos le puedan decir al nieto.

Después de lo ocurrido, hay un natural impulso de abrazar a su marido.

El deseo aumenta cuando el hombre se libera la parte de la cara

que lleva cubierta y percibe el reflejo de una mala jornada, ojalá un trago

que no se consigue digerir, como mínimo unas palabras ásperas de

ésas que se borran al calor de una copa de vino.

–El segundo de la cuarta planta se ha puesto malo –suelta él.

–¿Qué le pasa?

–No sé. Pero lo han aislado.

JCC

El miedo 41 Excodra XLIII


Los confines de Saturno

Andreu Grau Fontanals

Cambiará el universo, pero yo no

J. L. Borges, EL ALEPH

People are afraid to merge on freeways in Los Angeles

Bret Easton Ellis, LESS THAN ZERO

–El miedo y el poder son las energías más potentes –me dijo Ariadna–.

El dinero es otra, pero va incluida dentro del poder.

Su voz llegaba con reverberación, se encontraba en Vancouver,

creo, y el satélite no debía estar bien enfocado.

–¿Y la alegría? –pregunté.

–No es ni la mitad de eficaz que el miedo –contestó.

No estaba yo seguro si su plática era de cosecha propia o hablaba

por boca de Humbert, el compañero de negocios con el que se divertía

azuzando mi consabida fobia, mi pánico a salir de casa y mi particular

estado de confinamiento. Porque no era propio de Ariadna especular

sobre lo invisible, siendo de particular analítica y escéptica aun con

grandes dosis de voluntarismo. Pero en ningún caso una nefelibata a la

que le diera por fantasear con teorías marcianas. Por eso cuando continuó

su perorata indicando que “el poder es escurridizo, el miedo, en

cambio, inevitable”, supuse que la sombra del calvo aprendiz de brujo

no debía parar muy lejos. La especulación con el horror cósmico, la magia

y el humor negro sí que iban con el viejo y yo, acosado de las más

agudas formas de lo irracional, era el alpiste de sus aves mensajeras.

Los imaginaba en cualquier aeropuerto de enlace, en Singapur o en

Miami, bebiéndose unos mojitos en la zona VIP y riendo a mi costa, por

más que Ariadna lo negara. Se partían el culo cuando ella le relataba

mi cara de espanto al anunciarme los aciagos augurios de Humbert, y

Excodra XLIII 42 El miedo


especialmente cuán absolutos eran. Cómo me hundía yo en el salón de

mi casa intentando salir de mi estrecho mundo, mis vacías calles, mi

ominosa ciudad, sin poder siquiera controlar la lasitud de mis timoratos

esfínteres.

Después preparaban la vídeo­llamada que emitían desde cualquier

rincón del mundo y que siempre era ella quien realizaba. Le causaba

un placer morboso, a la muy diablilla, llamarme enfundada en el

caftán y las babuchas, fumándose una shisha en el barrio turco de Sarajevo,

para hacer su siguiente aparición, en un pis pas, surfeando en

Cape Town vestida de neopreno, sabiendo que yo llevaría días, incluso

semanas, marchitándome entre cuatro paredes.

Humbert, en cambio, siempre invocaba el habeas corpus. Porque

cuando lograba invocar mis exangües redaños y conseguía salir a comprar

el pan entre sudores, me encontraba de sopetón al viejo taumaturgo,

tomando un café en la fleca de enfrente, como si fuera un vecino

más, con su pullover y sus gafas con cordel, leyendo el periódico o sentado

en un banco del parque, disfrazado de pordiosero, brillando sus

ojos rapaces y su sonrisa astuta. Pero eso era en contadas ocasiones, lo

frecuente, eran las llamadas de Ariadna.

–Saturno os está jodiendo vivos –continuó al cabo de unos días,

mientras le hacían un masaje en algún lugar de Bangkok.

Eso le había dicho el viejo, me aseguraba, aunque a ella se la traía

al pairo. Lo suyo era la danza y el éxtasis, el juego y el azar. Y los buenos

restaurantes. Las analogías las dejaba para los poetas atrapados en

una ciudad mustia y azul.

“No sé si recuerdas, querido, a tu complaciente generación, la Generación

X, de la que tu eres un flamante ejemplo. ¡Qué fácil era el

mundo entonces! ¡Cuánto cachondeo! Sin novedad en el frente occidental.

Todo estable, economía creciente, mundo globalizándose, seguridad

social, créditos, fascismo olvidado, comunismo, también. Existió

el SIDA que afectó un poco a tus hermanos mayores, pero muy de rasqui.

Era imposible creer que ningún acontecimiento bizarro podía alterar

aquel viejo orden. Una generación tan previsible y relamida que su

principal adalid, Kurt Cobain, se permitía el lujo de cantar a la depre­

El miedo 43 Excodra XLIII


sión. Y la depresión, darling, no es otra cosa que narcisismo. El problema

social ya no contaba para nada, porque no había mundo social, sólo

importaba si la gente me quería a mí, a mi imagen, a mi look de malote

desgreñado, así de meliflua era vuestra ideología. Ya con el buche

lleno, venía la hora de alimentar el yo individual. Quizá la última lucha,

y en cierta manera, la única importante. Todos la comprasteis con

posmoderna adoración. Aunque eso no impidió que el bueno de Kurt se

volase la tapa de los sesos, que incluso el postureo puede acabar en locura”.

Había salido de la casa de masajes y, tocada con pamela y gafas

de sol, se bebía un batido detox en una barcaza flotante de las que

abundan en el Chao Praya. El sol empezaba a declinar, tiñendo de grosella

las aguas liminares del mar.

“Estaba tan impregnada en tu generación la idea de que nada iba a

cambiar que hasta un profesor de Harvard se apuntó el tanto de que la

Historia había terminado. Ya no habría otro sistema que el capitalismo

y la democracia liberal. Game Over, fin de la partida. ¡Qué osadía! Tendrían

que preguntarle a la generación posterior, especialmente a los

que nacieron a final de siglo. En su tierna infancia, las Torres Gemelas,

después una crisis económica de tres pares, más tarde el procés, seguido

del rebrote del autoritarismo y como colofón, una pandemia mundial.

¿Fin de la Historia? Y dos huevos duros”.

“Se ve, mi poeta particular, que no se puede parar el cambio. Y ¿eso

por qué?, te preguntarás”.

–Porque el espíritu es la Historia y su contrario –dije yo, repantingado

en mi sofá.

“No guapetón, ¿lo ves, como eres de manual? Los de la generación

X, me refiero, queriendo citar a Hegel, has citado a Fukuyama. Porque

él pensó, como el rojazo de Marx, sólo que con el capitalismo como

vencedor, que ya no habría ningún gran cambio. Que el sistema capitalista

y la democracia liberal ya era lo más perfecto posible. Y eso significaba

tentar a la suerte muy mucho”.

“La cuestión es, según dice tu arcano mayor sin pelo, Humbert, que

las mentes preclaras de la filosofía, no habían contado con Saturno. El

Excodra XLIII 44 El miedo


viejo astro barbudo y su mala leche, que se pusieron a trabajar a principios

del siglo XXI. El señor del karma, el padre castigador, el tiempo y

sus lamentos; sí, ese, el maestro que te atiza un par de collejas para que

espabiles cuando te has pasado de listo, es el causante de tanto alboroto.

Aliado con Plutón y con Marte, se ve que son algo así como el trifachito

de las galaxias. Pero tú no crees en la astrología y yo tampoco,

aunque sí que crees en Humbert y su procaz sentido del humor, su

mala leche para asustarte, digamos, que te tiene un poco atacado. No

se lo tengas en cuenta, vuelve a tus libros, y como buen depresivo de

los noventa, piensa que el mundo no tiene solución y que todo ha sido

creado para ti, aunque sea para fastidiarte”.

“Porque en el fondo aciertas, aunque el idealismo alemán sea pesadísimo.

No se puede parar la Historia. El espíritu gira como los estados

del ser y sus humores. Del spleen, el tedio, se pasa al corazón y su júbilo

y de éste a los riñones que albergan el miedo. Y así, el espíritu del

mundo, trocó, durante el siglo XXI, de alegría en su antagonista, la rabia,

y de ella, en miedo, porque así es como nos vamos moviendo, de

un estado a su contrario, y tiro porque me toca. Y aquí es donde nos encontramos,

en el Miedo. Con una comezón angustiosa recorriéndote el

espinazo, en tu piso de Vallcarca marchitándote como tus viejos libros

en su estantería. Pero tranquilo, según me cuenta tu sursum corda particular,

el señor Humbert, que ya sabes que por lo que a mí respecta, ni

me va ni me viene, la buena noticia es que esto también acabará. Pronto,

además.”

“Porque el miedo es como un circo ambulante, no ves cuando llega,

ni ves cuando se va, aunque sí has visto su parada de monstruos”.

“Tienes que relajarte cuando pasas miedo. Ya se sabe, el miedo

es de ese tipo de emociones que cuanto más quieres quitártela de encima,

más se te pega. Sentimiento paradójico le llaman. O sea que calm

down, petit ploramiques, me largo a ver un combate de Thai Boxing,

que me pone más que los masajes, sobre todo si hay apuestas. Sé bueno,

y no salgas mucho”.

Acompañó con una sonrisa la coletilla de su última frase y colgó.

Por mucho que me pese evidenciar todos los tópicos que me había atri­

El miedo 45 Excodra XLIII


buido Ariadna estuve toda la tarde leyendo frases de La Fenomenología

del Espíritu con el móvil, tratando de encontrar consuelo en el mundo

escrito, como acostumbraba a hacer, sin hallar otra cosa que conceptos

y más conceptos y un agudo dolor lumbar hacia medianoche. Esa fe en

lo intelectual provocaba la absoluta hilaridad en Humbert, que se descojonaba

vivo cuando yo tomaba notas de nuestros encuentros, cosa

que me hacía sentir, por cierto, como un memo.

Pero el consuelo, por raro que parezca, lo encontraba yo en las llamadas

de Ariadna, todo un salvavidas en el naufragio de mi ostracismo

y particular confinamiento. Así que cuando no llamó durante unos días

me lo tomé como un descanso, al cabo de unas semanas noté cierto

desconsuelo y cuando la ausencia iba para el mes, me sentía definitivamente

inquieto. ¿En qué andaría metida? ¿Estarían preparando su próximo

golpe? O peor, ¿quizás se habría hartado de mí y mi pusilánime

zozobra?

Es por todo ello que cuando el teléfono sonó alrededor de un mes y

medio más tarde pegué un bote en el sofá y contesté con la mejor de

las sonrisas. Quería demostrarle que era un buen compañero de charla

y darle motivos para que nuestro particular juego continuara, al menos,

mientras durara mi aislamiento particular.

Pero no era ella. Era Humbert. Escuchar la voz del calvo agorero,

me pegó tal bajón que estuve unos segundos eternos sin decir nada.

Pero lo que vino después fue peor. Me explicó que Ariadna no se encontraba

bien. Y especificó que lo había pillado. Estaba en un hospital

en Roma y el pronóstico no era bueno.

Me quedé destrozado. Si alguien tenía que sucumbir a cualquier

tipo de mal ese era yo. Ni se me había pasado por la cabeza que Ariadna

pudiera sufrir el más mínimo percance. Ariadna no podía morir, ella

sería siempre joven, al contrario que yo. Siempre bailaría, siempre trotaría

por medio mundo metiéndose en todo tipo de fregados de los que

salía airosa. No, ella no era una víctima.

Humbert continuó: en la habitación del hospital (improvisada, en

realidad un antiguo almacén de productos de limpieza) Ariadna había

dicho mi nombre. Me quería ver, ni que fuera una última vez. Vislum­

Excodra XLIII 46 El miedo


brar mi cara de pajarillo al otro lado del cristal, le había dicho riendo.

Así estaría contenta y feliz. Estaba segura que yo superaría mis miedos

y mis límites y lograría de alguna manera acercarme hasta Roma.

El que no estaba tan seguro era yo. Traspasar mis confines me producía

un pánico hiperbólico. No había salido de la ciudad en los últimos

diez años. Así que le aseguré a Humbert que lo haría, con la boca

pequeña y me despedí sin más.

Maldito Saturno, pensé después de colgar.

Los siguientes días me debatí entre el remordimiento y la posibilidad

de una acción heroica. Por momentos pensaba que lo lograría, que

me armaría de valor y saldría a buscar a Ariadna. Que al fin y al cabo

su llamada también era una oportunidad. Que quizás esta vez lo lograría.

Fantaseaba con que me libraría del miedo en nombre del amor.

Pero en lo más recóndito de mi mente mi verdadero yo buscaba un subterfugio,

una vía de escape que me permitiera tener tranquila mi consciencia.

Y lo encontré.

Todo debía ser una treta más de Ariadna y el viejo, claro. Una más

de sus descacharrantes argucias. ¡Cómo no me había dado cuenta! El

juego continuaba y la apuesta había subido. Se trataba de llevarme al

límite con el humor negro. Realmente no tenían ningún tipo de moral.

Ellos sí eran verdaderos nietzscheanos y no yo, por mucho que tuviera

una agenda con sus mejores frases.

Pero al fin y al cabo había encontrado un bálsamo. Una coartada

que daba aire a mi doblez moral. Ya podía estar tranquilo. Pero, ¿y si

era verdad? ¿Y si Ariadna se encontraba agonizando al otro lado del

mar, susurrando mi nombre entre sus últimos estertores?

No podía saberlo y la duda me reconcomía. Pasaba día y noche dando

vueltas al tema, con el consiguiente agotamiento que la situación

engendraba. Deambulando por la casa como un zombi, dedicando toda

mi energía a la duda, pasaba las noches, a su vez, sin pegar ojo. Tenía

unos sueños ligeros, livianos, que no se diferenciaban en mucho de la

vigilia. Sólo un fino velo se separaba sueño y realidad.

En uno de los sueños Humbert vino a visitarme.

El miedo 47 Excodra XLIII


Estaba yo en el D. F., sentado en un banco en una plaza estilo colonial

de las que abundan en la ciudad y que ya había visitado otras veces.

En sueños claro. Anochecía, el ocaso estaba avanzado, el aire venía

fresco y placentero. Cerré los ojos para sentir la sensación de frescor y

al volver a abrirlos allí estaba el viejo. Me explicó que Ariadna se había

recuperado y había vuelto a casa de sus padres. Aunque no era la misma,

remarcó, la experiencia con la muerte la había cambiado por completo.

Al día siguiente hice algunas pesquisas y llamé a amigos comunes,

que me confirmaron lo que me había revelado el sueño. Ariadna estaba

bien aunque había dejado su vagabundeo, estaba buscando empleo fijo

y pensaba echar raíces en su tierra natal. No volvió a llamarme.

La mujer alegre y atrevida había dado paso a una ciudadana conformista,

deseosa de ahorrar para el futuro y encontrar marido. Quizá fuera

Saturno, quizá el espíritu de la Historia, pero el miedo, finalmente

había vencido, y la ciudad, al otro lado de la ventana del comedor, empezaba

a despertarse, aunque tampoco era la misma.

AGF

Excodra XLIII 48 El miedo


El Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal

José Antonio Olmedo López­Amor

Continuamos siendo imperfectos,

peligrosos y terribles, y también maravillosos y fantásticos.

Pero estamos aprendiendo a cambiar.

RAY BRADBURY

Como la rutilante grandeza del microscópico átomo de la materia, el

ser humano siempre se ha creído el orgulloso gobernante de las razas y

los mundos, pero si de una vez alzara su mirada al espacio y contemplara

y sintiera en su carne toda su insignificancia, cambiaría toda esa

soberbia ingente con aires de grandeza por la humilde ingenuidad con

la que un niño juega con un juguete que no sabe de dónde ha salido, y

no sabe por qué juega, ni hasta cuándo, ni por qué.

En alguna región insospechada del gigantesco universo, tenía lugar

una conversación telepática entre dos entidades, conversación sostenida

en el interior de lo que conocemos por “nave espacial”…

–¿Están listos los niños?

–Sí, claro, es la enésima vez que me lo preguntas, ¿no crees que les

das demasiada importancia?

–Simplemente quiero hacer bien mi trabajo.

–¿Trabajo? ¿Acaso nos pagan por hacer algo así?

–Oye, está claro que tú y yo somos muy diferentes, así que limítate a

llevar a cabo tu parte y no acabes con mi paciencia.

–Pero si sabes que aunque no lo hiciéramos tampoco pasaría nada,

tarde o temprano terminan aniquilándose.

–Esta vez será diferente, el programa está más desarrollado.

–Pero si sabes que son primarios, violentos, instintivos y sólo saben

utilizar el diez por ciento de su capacidad cerebral.

El miedo 49 Excodra XLIII


–Mientras haya planetas donde ellos puedan prosperar y tener una

nueva oportunidad lo seguiré intentando, seguiré colaborando con la

causa.

–Lo que tú digas, está terminando la proyección de los valores humanos.

–Perfecto, en cuanto crucemos las coordenadas de los corales afrisales

empezaremos con los preparativos.

Mientras tanto, en un aula especial de la aeronave, dos niños de corta

edad; Rebeca y Abraham, visualizaban unas imágenes en movimiento

que eran proyectadas por las paredes del recinto, paredes formadas

de algún material parecido al cristal, paramentos que tenían multitud

de usos y uno de ellos era ser pantalla panorámica.

Los muchachos fueron reclutados de diferentes partes de la Tierra,

no se conocían ni hablaban la misma lengua, pero reunían los requisitos

necesarios para llevar a cabo con ellos los planes de las entidades y

después de pasar por varios trámites de procesos científicos, podrían relacionarse

y comprenderse el uno al otro.

Mientras la lluvia exterior de láminas de coral se arremolinaba en

torno al bólido espacial envolviéndolo en nubes multicolores, en varios

laboratorios de la nave se terminaba de codificar un antiguo proyecto

de varias fases que había sido restaurado para perfeccionarlo, el proyecto

“Empédocles”. Se trataba de dos “microchips” de tecnología vanguardista,

que más tarde se insertarían en los cerebros de los niños,

precisamente en una cavidad parietal, lugar donde, una vez hubieran

realizado su trabajo, podrían ser extraídos sin problemas ni secuelas.

La segunda fase del proyecto incluía un árbol de cualidades asombrosas,

un híbrido entre tecnología y naturaleza, un ramificado mastodonte

que contaba con una parcela de vida propia y otra de inteligencia

artificial manipulada.

Los “microchips” eran llamados “eslabones”, y al árbol se referían

por “emisario”.

El emisario ya había sido instalado en la zona precisa del planeta

que pretendían colonizar, muy pronto se procedería a la inserción de

Excodra XLIII 50 El miedo


los eslabones y con ello a garantizar la supervivencia de una raza que,

debido a su propia ambición e ignorancia tenía los días contados.

Las entidades que habían organizado tan estudiado plan provenían

de latitudes remotas del universo, poseían una tecnología nunca vista y

más avanzada de lo que ningún mortal podía imaginar, pero se sabía

muy poco acerca de ellos, eran muy discretos, y nada hostiles, pues

además de avanzar en sus conocimientos tecnológicos acerca de la

aeronáutica, manipulación de la materia y aprovechamiento de las

energías naturales, habían desarrollado conceptos inverosímiles para la

comunicación, así como el transporte, pero si hay algo que cabe destacar

verdaderamente de estas entidades misteriosas, era su moralidad.

Habían desarrollado una capacidad equitativa y equilibrada envidiable,

profesaban dogmas de respeto y armonía con el cosmos, se desconocía

si eran mortales o inmortales, lo cierto es que gracias a ellos la humanidad

volvería a gozar de otra oportunidad.

Aunque pareciesen semidioses comparándolos con los humanos, no

lo eran, también tenían sus limitaciones en casi todos los ámbitos y rendían

culto a una supuesta entidad superior a la que denominaban Fátum.

La aeronave ya había superado las coordenadas de los corales afrisales

y Abraham ya estaba siendo intervenido quirúrgicamente, Rebeca

esperaría su turno, el programa establecido estaba siendo todo un éxito.

La nave de las entidades no se propulsaba mediante ningún motor a

combustión, no utilizaba combustible orgánico ni nada parecido, lo hacía

mediante un sistema muy avanzado de navegación por radiaciones.

Las radiaciones en el universo permanecían por doquier, unas, en movimiento,

otras, estáticas, un voluminoso aparato las detectaba y descodificaba

para emplearlas en fusiones con elementos desconocidos. El resultado

de esas fusiones se condensaba en rayos invisibles propulsados

a través de catalizadores naturales y les servía para desplazarse. Un

programa matemático aplicado por computadoras vivas les ayudaba a

ir desglosando vectores del espacio, de esa manera veían qué clase de

energías poblaban la zona analizada y las catalogaba para su uso. Dis­

El miedo 51 Excodra XLIII


ponían de una fabulosa materia maleable, blanca y fría llamada verso,

que era extraída sin descanso del único lugar donde se encontraba, un

planeta­cometa de mismo nombre. Esa materia era disparada en chorros

contra los agujeros negros, tenía la cualidad de hacer visible la materia

oscura y además de eso, de configurar las fluctuaciones de materia

en desorden caótico de los agujeros negros de manera que, si se atravesaban

en el mismo momento en que eran disparados por rayos verso,

servían de puertas dimensionales.

Rebeca estaba siendo coronada con su eslabón, Abraham seguía recibiendo

proyecciones visuales y comenzaba a notar la presencia de

nuevos estímulos cerebrales.

Los eslabones debían garantizar la existencia de los niños, debían

inspirarles ante los problemas para llegar a su solución, debían instarles

a procrear entre ellos y orientarlos en el campo incultivado de su inmadurez,

así como garantizar su supremacía ante las demás criaturas que

encontraran, pero sobre todo, motivar su evolución. Mediante descargas

de mensajes a través de los sueños o intuiciones tomadas como inspiración,

debían encontrar el camino hacia su supervivencia, instaurarse

como los pobladores de un nuevo mundo, ser los protagonistas de

una gran historia pero ajenos a todo el proyecto que los apadrinaba.

Las entidades podían borrarles recuerdos e introducirles otros recuerdos

diferentes, podían dejarlos sin memoria o atribuirles una memoria

sin precedentes de caudal insospechado, podían otorgarles cualidades

milagrosas, por las cuales serían tomados por dioses por los demás

seres inferiores, pero ésa no era la misiva de sus poderosos protectores.

Gozarían de la solidaridad de una raza superior pero sólo hasta

el momento en que dejaran de merecerla.

Sabiendo tan sólo unas pocas de las cualidades de estos seres sin

nombre, resultaba inconcebible pensar en la magnitud de la entidad

que ellos mismos veneraban. ¿Acaso sería Fátum el verdadero creador

de lo visible e invisible? ¿O por el contrario, hasta el mismo Fátum adoraba

a otros dioses más superiores que él?

El planeta del que provenían los niños, la Tierra, estaba siendo amenazado

por una global guerra nuclear, era de inminente estallido, un

Excodra XLIII 52 El miedo


efecto dominó desencadenante que produciría la mayor de las tragedias,

la que impedía la vida humana y su sustento. Una guerra provocada

por el animalismo humano, la ambición, el interés, la poca inteligencia

aplicada a administrar los recursos naturales y por supuesto, la codicia,

tan arraigada en las personas de ese planeta, tan arraigada como

su ignorancia.

Las entidades superiores, conscientes del panorama de la sociedad

en la Tierra, urdieron el plan de secuestrar a los niños para evitar la extinción

de su raza. Vaticinaron el descalabro económico mundial y de

valores humanos debido a sus múltiples visitas a través de los siglos,

habían estudiado al ser humano sin que él lo supiera, sabían de su arrogancia,

así que movidos por un sentimiento altruista decidieron dar

vida al proyecto Empédocles, ellos se encargarían de controlarlo todo,

de mantener el contacto con los niños, de manipular el comportamiento

del emisario, por lo menos, hasta que fuera estrictamente necesario.

Después de cumplidos los objetivos deberían retirar los eslabones sin

rastro alguno, así como desconectar la parte artificial del emisario para

que pudiera seguir creciendo y viviendo de manera natural y sin vestigio

alguno de sus ocultas funciones.

Su filosofía se limitaba a ayudar a los demás y evitar influir negativamente

en todo aquello que les rodeaba, era importante mantener el

equilibrio de vida en el universo, las generaciones debían seguir su curso,

incluso utilizaban su capacidad para viajar en el tiempo de manera

casi imperceptible, todo un ejercicio de honestidad y principios.

Tan sólo a simple vista tenían estos seres algo en común con los humanos

y era que, aunque habían escalado cientos de peldaños en la escala

evolutiva, no habían podido deshacerse completamente de la maldad.

Una ambigüedad congénita convivía en sus genes, ambigüedad a

la que trataban de dominar mediante tratamientos casi mágicos. Frecuentaban

ciertas regiones del espacio donde proliferaba un ingrediente

escaso, el material con el que fabricaban medicinas para intentar paliar

su mala conciencia. La misma volubilidad humana que hacía pasar

de lo correcto a lo incorrecto recorría sus moléculas y les hacía vulnerables.

El miedo 53 Excodra XLIII


Rebeca y Abraham estaban siendo deslumbrados por los eslabones,

sus sistemas nerviosos ya recibían órdenes precisas, la astronave se

adentraba en la atmósfera del planeta elegido, unas sacudidas lo anunciaban,

a estas alturas, en el lugar exacto donde se debía ubicar el planeta

Tierra debía haber una tormenta de piedra y gases, la terrible guerra

atómica había amenazado siempre con destruirlo todo y finalmente

se cumplieron los oscuros designios de las profecías.

A pesar de la corta edad de los niños, tenían que sobrevivir hasta en

las peores condiciones, de cualquier manera, por eso se les potenció

sensaciones como el miedo: la más efectiva arma evolutiva de superación.

A través del miedo aquellos niños serían resilientes y su heurística

garantizaría su supervivencia. Una vez abandonados a su suerte en el

desconocido planeta la figura del emisario cobraba mayor relevancia.

Su función primera y vital era la de abastecer de frutos comestibles a

los pequeños; una protección ante cualquier bestia amenazadora, puesto

que podían trepar por sus ramas hasta alcanzar una altura considerable;

un cobijo, ya que existían partes huecas dentro de la enorme envergadura

donde se podían ocultar para guarecerse del frío u otras calamidades.

Su capacidad para dar frutos era inextinguible y rápida, podía

volverse luminiscente en la oscuridad, serviría de transmisor acústico si

hiciera falta, estaba plagado de sensores informativos: de temperatura,

de movimiento, de sonido, de densidad… etc., todo un prodigio de bioquimirobótica.

Si resultara dañado, él mismo podría repararse a través

de unas articulaciones ocultas mediante las que podía incurrir en movimientos.

El emisario estaba dotado de unas membranas holotemporales,

podía representar figuras físicas y sobre todo, haría la función de comedid

centinela, enviando informes de cada incidencia o hasta pidiendo

ayuda si por cualquier circunstancia los eventos le superaran en magnitud

o importancia.

Los sistemas de aterrizaje de la nave ya se desplegaban para dar por

finalizado el trayecto, comenzaron las maniobras pertinentes para tocar

suelo, mientras, en una de las habitaciones permanecían los niños, sentados

en sillones de seguridad, juntos, amordazados, de repente sus miradas

se cruzaron y como si se hubiesen visto por primera vez, comen­

Excodra XLIII 54 El miedo


zaron a hablar entre susurros y en una lengua que ambos comprendían…

–Hola, me llamo Rebeca.

–Hola, yo soy Abraham.

–Dame la mano.

–Me gustan tus ojos.

–A mí me gusta tu sonrisa.

–Gracias.

–Estás temblando.

–Tengo frío y miedo.

–Descuida, estoy contigo.

–Creo que van a abandonarnos.

–No te preocupes yo me encargaré de protegerte.

–Pero nos moriremos de hambre.

–Eso jamás ocurrirá, yo cazaré para ti.

–No me sueltes.

–Tienes la piel muy suave.

–Quédate siempre conmigo.

–Tranquila, nunca te abandonaré.

Los roles de los niños­colonos estaban dispuestos, la amistad nacería

entre ellos, después el cariño y así sucesivamente en una escala de afectos

hasta llegar al amor. Debían consumar toda su atracción y perpetuar

la especie con el rito del sexo, ingenuos y asustados niños de inocencia

adulterada.

Los eslabones corrompían el librepensamiento con sus mandatos, el

albedrío azaroso era sustituido por certeras directrices, todos los géneros

representados en la comedia de la vida, eran mejorados en este

guion estudiado, en esta pantomima esperanzadora, sólo quedaba saber

qué papel habría de coger la maldad, el azar, o la muerte. Pero

¿hasta qué punto obedecería la mente humana las recomendaciones de

los eslabones? ¿Sería capaz de obedecer siempre o tarde o temprano se

dejaría llevar por los instintos?

Gran parte de los sensacionales atributos internos del emisario eran

posibles gracias a unas ramificaciones venosas de material carnoso y

El miedo 55 Excodra XLIII


umbilical. Esos canales le unían con la naturaleza y una vez recibida la

señal que anunciase el fin de su misión se desintegrarían y fundirían

con la tierra sin dejar rastro.

El planeta donde pretendían desembarcar a los niños se encontraba

a millones de años luz de la Tierra, de tamaño aproximadamente tres

veces más grande, y con mucha más extensión de tierra y menos de

agua. La atmósfera era en su mayor parte de oxígeno, pero de mucha

más pureza que el terrícola. Los paisajes naturales, de insultante belleza:

ríos púrpura y valles de texturas metálicas, montañas de minerales

exóticos y nuevos, razas de animales desconocidas, espesura de plantas

y flores, luz y color; todo un paraíso de fragancias y delicadezas tornasoladas.

Era un planeta con movimiento de traslación alrededor de su

sol pero sin movimiento de rotación sobre su eje, por lo que no existían

las noches ni los días. Una franja meridional del planeta se encontraba

en la linde de las dos mitades, donde los niños debían vivir, en las otras

dos partes reinaban la oscuridad y la luz, noche y día perpetuos separados

por un anillo de penumbra. Parajes vírgenes y fecundos, ricos y dadivosos,

el lugar que toda la humanidad soñaba.

En la cabina de control de la nave las entidades dialogaban ultimando

la descarga de sus huéspedes y su inminente viaje de regreso…

–Aquí es, perfecto, tal y como calculamos, en el tiempo estimado.

–Esta es la zona indicada, está el manantial bastante cerca, los campos

de cultivo, las cuevas, el emisario.

–Tienen todo cuanto necesitan.

–Aquí echarán de menos la lluvia, porque no hay nubes.

–Sí, pero detestarán las tormentas de partículas que se forman, porque

el viento es muy potente e inestable aquí.

–Es lo más parecido que hemos encontrado.

–Vamos, acabemos con esto.

–A mi señal desconecta todos los sistemas de seguridad y abre las

compuertas exteriores.

–De acuerdo.

Estos chicos tenían por delante una de las mayores aventuras que se

puede vivir: descubrir un nuevo mundo, descubrirse a sí mismos y ser

Excodra XLIII 56 El miedo


los protagonistas y padres de una nueva raza. La templanza habitaba

en sus ojos, pero también la rebeldía, ¡tenían tanto por hacer! Que empezarían

por jugar con lo primero que encontraran.

La astronave tocó tierra, todo se silenció, unas compuertas gigantescas

se abrieron y mostraron el interior: Rebeca y Abraham –cogidos de

la mano y desnudos– caminaban despacio hacia el exterior. Un aire perfumado

azotó sus cabellos y les hizo sonreír, sus pies descalzos ya se

hundían en la espesa yerba, sus ojos se llenaron de lágrimas, sus corazones,

de tranquilidad, y en el mismo momento en que la nave se elevó

nuevamente ellos corrieron desaforados en dirección a un árbol gigante

que destacaba en el fondo del paisaje. Un árbol de ramas plateadas, soberbio,

lleno de frutas y vigor, un árbol del que parecía emanar música.

Al mismo tiempo que los niños se acercaban al árbol, desde otra dirección,

también lo hacía una serpiente de lastimoso aspecto, un reptil que

no figuraba en el programa. Quizás los chicos tuvieran miedo al verla,

quizás intentaran devorarse el uno al otro, ¿quién sabe? Tal vez no se

volviesen a ver nunca más.

JAOLA

El miedo 57 Excodra XLIII


Excodra XLIII 58 El miedo


POESÍA

Miedo

Pilar Adón

I

Regalarlo todo. Cada prenda. Cada adorno.

Con mentalidad de pobre. Los dedos de harina

calentando el mismo tazón

y la sonrisa rota hacia la mesa

sin frutas ni flores en la fuente.

Sin estrenar nada, sin ambición de refugio.

Habiendo perdido la energía

y el asombro.

Queriendo decir: «¿Por qué no vuelves a casa?»

Cuando lo sabe. Que volver a casa es el miedo.

Que la huida del día es el miedo.

La tapia de ladrillo y la llamada al timbre sin prever

si podrá entrar.

Cada mirada de hembra.

Cada preñez. El miedo.

El cuerpo que no se acostumbra

y que, lejos de aumentar,

reduce su tamaño y se parte en dos.

El miedo 59 Excodra XLIII


II

Si estoy bien aquí es porque no estoy aquí.

Sometiéndome a una fe para al segundo someterme a la contraria.

Sin levantar los ojos. Esa intuición

sostenida en el interés que despiertan en mí

las raíces. La savia y la esencia de las plantas.

La correspondencia entre las fuentes.

La tranquilidad que llegó y ya se va huyendo.

La visión de una calma que no es.

Queriendo corregir cada palabra, cada voz.

Cada movimiento y cada gesto.

Transformando esta tendencia al misticismo

en una sobria consideración física:

piel pálida, pelo lacio.

Ojos bellos.

PA

Excodra XLIII 60 El miedo


Los comedores de loto

Isabel González Gil

Aturde el cuerpo

para que no busque la vertical entre nidos de ortiga

no caiga por el desliz imparable de horas

no claudique ante las voces de los desamparados

que suene música tambor de un nuevo mundo

dame besos que tiemblen al filo donde la nada se pierde en el

[deseo de ser

acelera la despedida

huelen a tiempo herido

las estaciones despiertan al reptil

agolpadas

en la antesala de la boca

mis vidas junto a ti

durmamos como las flores salvajes

como los marineros transformados en bestias

compra alivio en diminutas dosis

aturde el cuerpo que sabe de fríos estivales

de finales del mundo

que suene música

que me duelen esperanzas de otras generaciones

está escuálido y moribundo

se ahoga en las riberas

El miedo 61 Excodra XLIII


se ahoga en plástico

se mueren los hijos que no tuvimos

EXTRAVIADAS

mis vidas contigo

en las nebulosas del tiempo

durmamos en las noches azules

como leones cautivos

ilusiones de láudano.

IGG

Excodra XLIII 62 El miedo


Estampas del miedo

José Iniesta

I. La presencia del mal

Ejecución en Costa de Marfil.

Abril 2011.

En la fotografía pueden verse

los cuerpos derribados, sin aliento,

en la luz vertical del mediodía,

y el viento levantando polvaredas

donde nada florece

y no existen caminos,

junto al tapial de adobe y de metralla.

Adónde hemos llegado, qué desiertos.

Bajo un cielo indolente

de terca claridad,

en la vasta planicie sin cultivos,

la muerte es lo real y la insistencia

del vuelo y del posarse de las moscas

sobre esas muecas libres en su pasmo

de fervor y de odio, y de promesas:

la materia robada,

sin amor, a la vida.

El miedo 63 Excodra XLIII


II. Frente al televisor

A una mujer africana muerta

en la travesía del Estrecho,

y encontrada en una playa del Sur.

Mientras todos dijimos

en la celebración

las palabras que olvidan en la noche

la oración del ahogado entre las olas,

y la luz parecía de las lámparas

alumbrar el cansancio de los días

en torno a los perfumes y las ropas,

los labios y sus risas, las palabras,

los balcones abiertos a la noche,

las copas detenidas

al brindar en el aire,

un relámpago helado, sin estruendo,

irrumpió en mi conciencia

al ver a la muchacha

sin vida en las arenas,

su belleza vencida en las espumas

dentro de la pantalla de la televisión.

En la áspera pasión del comprender,

en la inútil piedad que nos conturba,

¿qué palabras dijimos o callamos

para nadie en la orgía de la muerte?

Presente es su final,

y no hay principio,

en el oro agotado de una lágrima,

los sueños prisioneros en la sal:

la frágil perfección del haber sido.

Excodra XLIII 64 El miedo


III. El instante del ruido

A un hombre sentado en las ruinas de su casa.

Terremoto Haití, 2010.

Sentado en una piedra del derrumbe

existe con su mal un hombre solo

que ya no finge alcances y respira

el aire corrompido en los zarzales

de la desolación.

Bajo sus pies descalzos

las columnas caídas en el polvo,

el espanto en el centro de la llama,

los fuegos apagándose

después de tanto arder.

Fortaleza y temblor sobre las ruinas

para el que está vencido,

y sobrevivirá;

y a la luz del relámpago, de súbito,

sobre el barro del rostro y la pobreza,

la turbia luz en plata de una lágrima

copiando el infinito en sus reflejos:

la arena que fue mármol del amor.

El miedo 65 Excodra XLIII


IV. Una piedad en el desierto

Fotografía Sebastiao Salgado.

Sobre la arena roja del desierto,

¿cómo será el amor

de esa madre que vela

la muerte silenciosa de su hijo?

¿Qué fuerza la abandona en el abrazo?

¿Qué palabra no dice

apoyada en el muro

de adobe cuarteado y de tristeza

capaz de hacerse pan y ser el canto?

Y qué sentido alcanza en el desastre

el oro de la entrega,

qué alta vida.

JI

Excodra XLIII 66 El miedo


Naciente

Mariona Rodríguez

Tengo bien saciadas de hambre las tripas,

famélica la médula del alma,

molido un corazón de esqueleto

y en los huesos una ternura enfermiza.

Tengo sólo pellejo en las?entrañas,

a flor de piel crudezas carnívoras,

cabeza abajo el aliento en mi pecho

y su derrame en mis manos aplastadas.

Pero tengo una hilvanada aventura

en coágulos claros como lunas,

sangre lúcida a la sombra de este mundo

de lapidaria friolera y locura.

MR

El miedo 67 Excodra XLIII


Cobertura poética

Nicolás Corraliza

“El miedo es la oscuridad del laberinto”

I. Cristal de zafiro

El reloj de la cocina

mira con angustia,

como si supiera

que todo se ha parado

menos él.

II. Frente a la luna

­dijo el ateocon

voz firme:

la religión

es un dios

como castigo.

III. Luz de hambre

No llega el azul al cielo

ni el cuello a la camisa

de los cautivos.

Excodra XLIII 68 El miedo


IV. Aves migratorias

Este mar de tierra en medio

es un triste orfanato sin gobernanta.

Nada entre la nada un niño alférez,

sin saber que la orilla no está cuerda.

Borges ríe a carcajadas:

los idiotas del mundo

han tomado el control.

V. La ebriedad de lo prudente

Es al hablar

cuando sucede

la decepción

o el milagro.

VI. En plena tarde

Se ha hecho tal silencio

que los ángeles no dejan de pasar

sobrevolando las ventanas.

Muere de necesidad el invierno.

La hoja sabe

de la hermandad de la rama

y por eso crece.

NC

El miedo 69 Excodra XLIII


El miedo

Ernesto Escobar Ulloa

Marca el que no hayas sentido:

Miedo a la enfermedad, a la locura

A la violencia

A la violación

A la gordura, a la obesidad

A que les pase algo a nuestros seres queridos

Miedo a no ser querido

Miedo a contraer una enfermedad

Miedo a contraer una enfermedad venérea

Miedo al VIH

Miedo al cáncer

Miedo a la vejez

Miedo a la muerte

Miedo a no ser correspondido en el amor

Miedo a no ser del gusto de la persona que amas

Miedo a no ser del gusto de la persona que deseas

Miedo a que no te satisfaga

Miedo a no satisfacerla

Miedo a no satisfacerla totalmente

Miedo al rechazo de la persona que deseas o amas

Miedo a que la persona que deseas te deje de desear

Miedo a que la persona que amas te deje de amar

Miedo a que te desee o ame más de lo que tú a ella

Miedo de no agradarle a sus amigos

Miedo a que le guste alguno de los tuyos más de la cuenta

Miedo a que no entienda tus deseos más oscuros

Miedo a que sus deseos más oscuros no sean de tu agrado

Miedo al ridículo

Excodra XLIII 70 El miedo


Miedo a la ofensa

Miedo a caerse, a hacerse daño

Miedo a que no te crean

Miedo a no saber elegir

Miedo a no ser elegido

Miedo a que se hagan una impresión errónea de ti

Miedo cuando haces algo que no está bien

Miedo a que te atrapen

Miedo a que descubran tus mentiras

Miedo a que te guste algo que no está bien

Miedo a los desastres naturales

Miedo a los desastres nucleares

Miedo a un conflicto bélico internacional

Miedo al terrorismo

Miedo a la ciberguerra

Miedo a no impresionar a las personas que quieres impresionar

Miedo a que descubran tus problemas personales

Miedo a que descubran tus debilidades

Miedo a que tu imagen no guste

Miedo a no ser cool

Miedo a caer aburrido

Miedo a ser o volverse irrelevante

Miedo a ser reemplazado

Miedo al pasado

Miedo al futuro

Miedo a no ser original

Miedo a ser olvidado

Miedo a pasar desapercibido

El miedo 71 Excodra XLIII


Miedo a la oscuridad

Miedo a los muertos

Miedo a los recibos de la luz, del agua

Miedo a perder el trabajo

Miedo al paro

Miedo a perder tus ahorros

Miedo a llegar pobre a la vejez

Miedo a quedarte sin batería

Miedo a que salga a la luz una carta del pasado

Miedo a que salga a la luz una foto privada

Miedo a que descubran eso que escondes

Miedo a las películas de miedo

Miedo a que te seduzca sólo para jugar contigo

Miedo a la soledad

Miedo a perder tu soledad

Miedo a que vulneren tu privacidad

Miedo a que vulneren tu privacidad en la red

Miedo a no ser buen padre, buen hijo, buena madre, buena hija,

buen profesional, persona de bien, comprensivo, compasivo, empático,

tolerante

Miedo a ser percibido como reaccionario, capitalista, poco moderno,

nada moderno, machista, sexista, racista, militarista, anticuado, oportunista,

frívolo

Miedo a denunciar lo que te haría perder tu imagen cool

Miedo a ser el último

Miedo a ser el primero

Miedo a ser el único

Miedo a que te engañe con otro

Excodra XLIII 72 El miedo


Miedo a que te utilice

Miedo a que te manipule

Miedo a que te traicione

Miedo a que te haga daño

Miedo a hacerle daño

Miedo a que se desquite

Miedo a que descubra tu infidelidad

Miedo a engancharte a alguien que no te corresponde

Miedo a ser testigo de cosas horribles

Miedo

al hambre

al desamparo

a la policía

a la justicia

a la injusticia

a la vergüenza

a la profundidad marina

a las bestias de los bosques

Miedo a una invasión extraterrestre

Miedo a la burla

a la humillación

a los insectos

a que salga mal

a no ser el mejor

a ser el segundo mejor

a ser el peor

A quedar de tonto

El miedo 73 Excodra XLIII


a no ser inteligente

a quedar de inculto

a reconocer que no has leído tal libro, tal clásico, tal autor, tal tema,

que no sabes nada de él, de esa cultura, de ese pueblo, que ni siquiera

te ha interesado

Miedo a que se compadezcan de ti

Miedo a que no comparta tus gustos

Miedo a que no le guste tu cuerpo

Miedo a que no le guste algo de tu cuerpo

Miedo a tener mal aliento

Miedo a salir mal en la foto

Miedo a no salir en la foto

Miedo a que no te inviten

Miedo a que no te escriba

Miedo a que no te escriban

Miedo a que no te responda el mensaje

Miedo a que no te ponga “me gusta”

Miedo a que te llamen con nombres que no te gustan

Miedo al bulling

Miedo al linchamiento en la red

Miedo al acoso laboral

Miedo a no hablar

Miedo a hablar demasiado

Miedo a ser sospechoso

Miedo a ser injusto

A ser parcial

A ser blando

a ser odiado

Miedo a que tus chistes no tengan gracia

Excodra XLIII 74 El miedo


Miedo a los aviones

a perder un avión

Miedo a las masas

Miedo a la cárcel

Miedo a la nada

Miedo a Dios

Miedo a perder algo de valor

A olvidar el guión

a los químicos

a los quirófanos

a perder la memoria

a no poder ser valiente

a no estar a la altura

Miedo a emborracharte y decir o hacer estupideces

Miedo a que recuerden las estupideces que dijiste o hiciste

Miedo a que te pongan a parir

Miedo a que tu perro o tu gato sufra de viejo

Miedo al vacío que dejará cuando se muera

Miedo a no poder dormir

Miedo a que te metan drogas en la bebida

Miedo cuando despiertas en la madrugada y nada parece tener sentido

Miedo a quedar de inepto en la cama

Miedo a verte reflejado

Miedo a hablar en público

El miedo 75 Excodra XLIII


Miedo a que tus logros pasen desapercibidos

Miedo a que se moleste por lo que no quisiste decir o hacer

Miedo a que deje de hablarte

Miedo a la incomunicación

Miedo a un apagón en la red

Miedo a que se haga realidad una novela distópica

Miedo a decepcionar o ser decepcionado

Miedo al fracaso

Miedo a la maldad de los hombres

Miedo a la maldad de las mujeres

Miedo al caos

Miedo al compromiso

Miedo a la mentira

Miedo a la verdad

Cuando el periodista a qué le tienes miedo.

La cantante respondió:

A mi mamá, cuando se enfada.

Miedo a que descubran que tienes miedo.

EEU

Excodra XLIII 76 El miedo


ARTES VISUALES


ARTES VISUALES I

Jaime Valero

















ARTES VISUALES II

Ziqian Liu

















ARTES VISUALES III

Yoel Díaz Gálvez

















ARTES VISUALES IV

Tony Luciani

















ARTES VISUALES V

Eli Mora


















ENTREVISTA

Federico Fernández Giordano

Federico, para comenzar, ¿cómo sientes que nos condiciona el

miedo?

Pienso que el miedo, igual que el deseo, no nos pertenece. Al menos,

no nos pertenece en tanto que sujetos. Como sujetos nunca podemos

dar una aproximación fidedigna de las emociones, porque las emociones

no son algo que el sujeto “posea”. Las emociones tienen una forma

de operar similar a las drogas: son agentes del afuera (del afuera

del sujeto), que literalmente se apoderan de nosotros y nos controlan,

transformándonos en otra cosa. Bajo el control de las emociones uno

siempre sabe que es otra cosa, nunca se trata de aquello que uno piensa

que debería ser (nunca actuamos como esperamos o como creíamos

que debíamos actuar, ante las emociones). Las emociones están fuera

de nosotros, pero no en un sentido metafísico, sino justo lo contrario,

en tanto que es la misma naturaleza inmanente de las emociones lo que

las vuelve opacas. Las emociones son lo alien. Y desde luego, han sido

lo alien en toda la historia del racionalismo: aquello que se relaciona

con la carne, con la debilidad, con las “bajas pasiones”, etc. Entonces,

respondiendo a tu pregunta, siento que nos condicionan de la misma

forma que lo haría un ser extraterrestre. Otras culturas lo llaman “espíritus

de la naturaleza”, y ese tipo de cosas. Al final toda la historia de

la humanidad, incluidos los viajes de los chamanes y la ingesta de sustancias

alucinógenas, no tiene otro objeto que lidiar con eso que llamamos

afuera. Las emociones son el afuera.

Es un poco arriesgado lo que comentas, ¿podrías definirnos qué

entiendes por “afuera”?

El miedo 143 Excodra XLIII


Lo que es importante es dejar claro que cuando hablamos del “afuera”,

no estamos hablando de algo sobrenatural o ajeno a nuestro mundo

físico y dimensional... No se trata del afuera de la realidad, sino del

afuera de la representación idealista de la realidad. Entonces, este

“afuera” pertenece tanto al mundo material como a los procesos biológicos

de nuestro cuerpo. La gente suele pensar en el afuera como algo

externo al cuerpo, pero es una gran equivocación. Nuestro cuerpo, todo

lo que ocurre en él a nivel químico y molecular, es una parte del afuera.

¿Cómo de importante es el miedo, ando pensando, para el cumplimiento

de las leyes, por ejemplo, y más allá, para la aceptación

de cualquier tipo de poder político?

Los tipos de poder político están comprendidos de muchas cosas, y

no son estructuras fijas. Existe un gran relato dominante que dice que

la ley de la selva es comer o ser comido. “Perro come perro” parece ser

el gran relato didáctico para dibujar una lucha sin tregua que va desde

el cuento de Caín. Entonces pareciera que la “condición natural” del

hombre fuera siempre un relato de sangre y fuego. Pero el relato de

sangre y fuego lo constituye la civilización misma. Lo civilizado no es

distinto de ese mundo forjado a sangre y fuego que según se dice nos

esperaría al otro lado de la civilización. “Capitalismo o barbarie”, se

suele decir. Y en su versión edulcorada (“humanismo o barbarie”) es

aún más peligroso.

¿Gestionan los poderes político­económicos el miedo, a través

de los medios de comunicación de masas, para regular las economías

y mantener los sistemas establecidos, como ahora pudiera

darse el caso, del mantenimiento del capitalismo?

Los poderes político­económicos no pueden gestionar nada, porque

no se trata de una conciencia pensante. Los poderes político­económicos

son macroestructuras que se mueven sin una finalidad y sin un fin.

Si te refieres, en cambio, a los individuos que dirigen bancos o grandes

Excodra XLIII 144 El miedo


multinacionales, imagino que sí, ellos habrán estudiado algo de psicología

básica.

¿Cómo relacionarías temor y convivencia, es decir, casi recapitulando

un poco lo anterior, cómo está involucrado el miedo en

nuestras relaciones sociales, ya de amor, ya de amistad, ya de

mero trato en el día a día?

Pues como decía al principio la relación con la emoción es siempre y

necesariamente una relación inmanente. No computa como una herramienta

de gestión. Hablar de amor es lo mismo que hablar de miedo.

La emoción es esa franja de mar oscuro que se cuela por la rendija del

sótano en tu casa de la playa. Es nuestra conexión (más bien tormentosa)

con algo que somos incapaces de gestionar o integrar. Es equivocado

pensar que el amor y otras emociones como el miedo son meras fantasías

infundadas de la razón. Son mucho más que eso: son hiper­realidades.

Autoridad y miedo, Federico, ¿qué vínculos te vienen a la mente

sobre esto, por ejemplo, pensando ahora mismo en el establecimiento

de los patriarcados autoritarios de antaño que hemos heredado

aunque ahora ya nos estemos desligando de ellos?

No creo que la autoridad y el patriarcado deban medirse únicamente

por el rasero de lo emocional. El patriarcado, o cualquier otra mega

estructura ideológica, es algo profundamente meditado y racionalizado.

Son paradigmas elaborados minuciosamente a lo largo de milenios. Entonces,

no veo una relación necesaria entre emoción y autoridad, pero

sí entre razón y autoridad. La razón es el salvoconducto que ha servido

históricamente a la mentalidad ilustrada para expandir el terror y el

miedo por todos los rincones del planeta. En nombre de la razón, se ha

autorizado siempre el miedo, es algo muy curioso. Una típica operación

kantiana que consiste en anteponer el sujeto transcendental a las pulsiones

de destrucción. De esa manera el sujeto racional se siente autori­

El miedo 145 Excodra XLIII


zado para infligir el miedo. Autoridad y razón, esa es la verdadera historia

de horror.

Yendo por otro camino, muy genéricamente, ¿por qué tememos,

en general, más a lo desconocido que a lo conocido? Pienso mismamente

en relatos fantásticos que tanto nos pueden llegar a acojonar,

aunque sean eventos que nunca sucederían, en principio.

Adoro el género de terror, porque, como ha quedado dicho más arriba,

el miedo o las emociones intensas son síntomas de un afuera de la

razón. Como todo el mundo sabe, las pelis y las historias de terror nos

provocan un verdadero goce. Y el goce, el auténtico goce, es siempre

anterior/exterior a nosotros mismos. El goce, el miedo, la esquizofrenia

natural de las cosas… ya estaban ahí antes de nosotros en tanto que seres

juiciosos y serios. Creo que simplemente nos hace felices ese reencuentro:

el cobrar conciencia de que en verdad no había ningún sujeto

gobernando el barco. Como decía Clement Rosset, uno no se estrella

contra las rocas por torpeza o por haberse extraviado realmente; uno se

estrella porque gobernar era aburrido (y un subterfugio, al fin y al

cabo).

¿Cuán importante es la educación, el aprendizaje, la culturización

de la sociedad, para temer menos?

Muritos de piedra contra un océano de horror cósmico.

¿A menor miedo mayor libertad? ¿Qué te sugiere esto?

Lo primero sería solicitarte una definición de libertad (jajaja). La libertad,

para mí, es algo muy distinto de auto­gobernar. La libertad, en

tanto que relacionabilidad, tiene unos perímetros muy específicos y

concretos, siempre relacionados con otros sujetos y otras entidades (no

somos átomos flotando en el vacío, ¿de acuerdo?). Entonces esa relación

de reciprocidad con el afuera, con el otro, con los otros, etc., de

Excodra XLIII 146 El miedo


hecho nos somete con más fuerza que ninguna otra cosa. Por eso no

creo en esa “idea” de libertad. Por eso encuentro que no hay mayor placer

que saberse atado. La libertad, entendida como gobernabilidad y

autocontrol, es un mero invento secundario.

¿Qué lecturas recomendarías en general que versen sobre el

miedo, tanto ficción como ensayo, y cuáles han sido las que a ti

más te han impactado?

No creo que haya ninguna obra que verse únicamente sobre el miedo.

Y si la hubiera, sería una obra mala. El miedo, la emoción, son abstracciones

reales. El miedo es lo abstracto, lo Real, en su más pura definición.

El miedo 147 Excodra XLIII


Excodra XLIII 148 El miedo


RESEÑAS

Historia de la filosofía occidental

Bertrand Russell, año 1946

Espasa Libros

Inmensa obra la que escribió Bertrand Russell con su Historia de la

filosofía occidental. Es un texto que nos ha maravillado. El título viene

a resumir su contenido, es la historia de las diferentes corrientes filosóficas

que se han dado en Occidente partiendo desde la Antigua Grecia

hasta el momento de publicación del libro en 1945. Encara tamaña misión

filósofo por filósofo, haciéndonos tanto un resumen de sus biografías

como poniéndolos en su contexto histórico, aportándonos valiosísimos

datos sobre nuestro transcurrir por el tiempo en Occidente. Es decir,

Russell lo hizo tan tremendamente bien que es como si tuviéramos

cuatro obras en una: biografías, Historia, filosofía y además, crítica,

todo encadenado a la perfección para darle una cohesión interna a sus

reflexiones sobre los diferentes filósofos.

No sólo recopila información histórica y biográfica, y detalla el contenido

de cada tipo de filosofía, sino que opina, dejándonos un apartado

crítico realmente potente, en el cual, haciendo uso de las herramientas

de la lógica, se remanga, y se pone a la tarea de refutar cuanto puede

de todos y cada uno de los filósofos, no dejando títere con cabeza,

pues en todos encuentra fisuras y las describe y contradice, para mostrarnos

los puntos flacos de las diferentes filosofías que hemos ido teniendo

a lo largo del tiempo. A veces, hay que decirlo, se deja llevar

por sus pasiones, y guiado por sus particulares filias y fobias, arremete

más contra unos que contra otros aunque las fisuras fueran menores,

pero es ciertamente entretenido, porque lo hace de una manera tan

apasionada y no carente de humor que le deja a uno con los ojos bien

El miedo 149 Excodra XLIII


abiertos y la sonrisa en la cara. Si tienes algún filósofo preferido, paciencia,

porque lo más seguro es que encuentres en el libro críticas a

sus teorías absolutamente ácidas de Russell, pero siempre te dejarán

pensando.

En general, es un libro hermosísimo, y aún tiene partes que destacan

más sobre el resto, aunque imagino que a cada uno se le elevarán

por encima de los demás diferentes capítulos. A nosotros nos han parecido

espectaculares los capítulos sobre los filósofos griegos y sobre la

época de la Edad Media, que como él mismo dice, es una época que la

mayoría desconocemos en gran medida, porque lo cierto es que fueron

tiempos muy oscuros, pero ya no sólo por la bastante ausencia de registro

escrito, de literatura, sino porque además, en nuestra educación, ha

sido en gran medida pasada por alto en cuanto a lo que sucedía en su

cultura, que no hubo mucha expresión, pero sí la había. Russell viene a

rellenarnos este hueco y nos ofrece una infinita colección de apuntes

históricos desde la caída de Roma hasta el Renacimiento, situándonos

siempre en contexto, describiendo todas las características político­económicas,

y culturales y religiosas, siglo a siglo, de esos años tan poco

conocidos. Son capítulos que hemos encontrado de enorme valía, que

hemos agradecido muchísimo, pues gracias al entendimiento de aquellos

tiempos de nuestra Edad Media se puede ver con más luz cómo

vino nuestra cultura a desembocar en el Renacimiento, gracias al cual,

comenzaron los primeros pasos para el desarrollo de las ciencias y de

nuestras filosofías modernas cada vez más alejadas del dominio de la

religión cristiana, que había tenido bajo su poder el conocimiento del

mundo durante bastante más de un milenio. Espectaculares también

son los capítulos en que Russell nos comenta sobre Galileo, Kepler, Copérnico

y Newton y cómo fuimos entendiendo la existencia de otra manera,

al dejar de considerar a la Tierra y a nosotros mismos como el

centro del Universo… para ser no más que una parte pequeñísima dentro

de él sin mayor relevancia y sin dioses que regularan nuestras acciones.

Excodra XLIII 150 El miedo


Pero todo el libro es destacable, y a nosotros en particular nos ha

dejado con mucha hambre de leer sobre autores como Plotino, Spinoza,

Helvecio o Bergson, a los que aún no nos habíamos acercado. Claro, según

las lecturas de cada uno, a cada cual le entraran ganas de acercarse

a determinados autores a los que antes no se había aproximado. Si eres

curioso de la filosofía, no te puedes perder esta obra, pues además de

ver de una sola vez todo nuestro recorrido por el mundo filosófico, se

queda uno pensando en el poder de las herramientas de la lógica para

validar las diferentes hipótesis sobre el conocimiento. Además de lo entretenido

y lo ameno que lo hace Bertrand Russell, pues profundiza

pero sin encriptarse ni hacerse oscuro, escribe para todos, sin dejar por

ello de ahondar en los misterios más remotos del saber y de la posibilidad

de los conocimientos cuando son expresados con claridad.

Se podrá estar en acuerdo o en desacuerdo con Russell respecto a

ciertos autores, y es posible que lo pases mal cuando lo veas destripar a

algún filósofo que admiras, pero cuando tira de explicaciones lógicas,

no hay nada que hacer, y no hay más remedio que darle la razón, puesto

que no deja posibilidad a la contradicción. Si entras en diálogo con

sus comentarios lo pasarás tremendamente bien, ya que irás profundizando

más y más en tus propios criterios de la mano de sus opiniones

tan sólidas.

Altamente recomendable e instructivo, no dejéis de leerlo. Además,

es muy buen momento para revitalizar la filosofía y retornar a las cuestiones

esenciales de la existencia.

El miedo 151 Excodra XLIII


Historia de la filosofía del Derecho

Guido Fassò, año 1966

Ediciones Pirámide

Qué obra más hermosa ha creado Guido Fassò en su Historia de la

filosofía del Derecho. Son tres volúmenes que, partiendo como es costumbre

en este tipo de libros, desde la Antigua Grecia hasta su presente,

nos describe el desarrollo de los diferentes enfoques que se han tenido

sobre el Derecho. De primeras, podría parecer, que por la temática,

para los profanos en Derecho, fuera una obra densa y muy enfocada a

los estudiantes universitarios, que aunque así es, es una obra divulgativa

y cien por cien entretenida para todos los lectores, en que sobre todo

a los curiosos de la Historia les hará comprender mucho mejor su desarrollo,

pues el Derecho es uno de los pilares de las sociedades, y los

cambios que se han producido en él han influido sobremanera en los

demás cambios habidos en el transcurso del tiempo, a nivel político,

económico, religioso, moral, estando todo tremendamente encadenado

entre sí.

Guido Fassò tiene una capacidad de síntesis increíble, y una claridad

expositiva que apasiona, te hace meterte de lleno en las diversas corrientes

filosóficas que han tratado sobre el Derecho, sobre la justicia y

su aplicación, sobre el sentido de las leyes. Grandes y enriquecedores

debates a lo largo de los siglos se han mantenido sobre cómo tenían

que ser las leyes, en qué basarlas, cómo llevarlas a término, pero sobre

todo, sobre su fundamento y su relación con la sociedad y con los Estados.

¿Quién debería hacer las leyes, en qué sustentarlas, a quién aplicarían,

quién estaría por encima de ellas, como en otros tiempos estaban

los reyes? ¿Cómo hacerlas justas y, más que nada, qué es la justicia

para que las leyes puedan serlo? ¿Cuál es la relación entre Derecho y

moral, y entre Derecho y economía, y entre Derecho y política, y entre

Derecho y religión? ¿Cómo han influido las diferentes escuelas de filosofía

en el sentido del Derecho? ¿Cuál es su origen, cómo llegó el ser

Excodra XLIII 152 El miedo


humano a crear las leyes y en qué las basaba? ¿Puede haber leyes naturales

y universales válidas para todo tipo de sociedad o éstas se adaptan

a las circunstancias específicas de un determinado tiempo y lugar, de

una nación, de un pueblo, de un Estado? ¿Puede aplicarse al Derecho el

método científico como tal y convertirse en una ciencia su estudio?

¿Cuál es el papel de la razón en la creación del Derecho?

Todas éstas y muchas más preguntas las va respondiendo Guido Fassò

a través de una cantidad deslumbrante de autores de los que ha investigado

sus obras de principio a fin, resumiendo y describiendo cómo

han pensado filósofos, políticos, escritores y juristas sobre el Derecho

tales como Kant, Hobbes, Aristóteles, Tomás de Aquino, Vico, Montesquieu,

Helvetius, Bentham, John Stuart Mill, Nietzsche, Fitche, Marx,

Hegel, Comte, los presocráticos, San Agustín, Maquiavelo, Moro, Erasmo,

Lutero, Grocio, Spinoza, Locke y muchísimo más, el trabajo que ha

realizado Fassò es digno de elogio no sólo por la cantidad, sino por la

finura de su trabajo en que llega hasta los más mínimos detalles del

pensamiento de estos autores, estableciendo impresionantes relaciones

entre ellos, mostrándonos el fluir de las ideas entre unos y otros, desde

la Antigüedad hasta el presente, encadenando siempre, idea tras idea,

todas las corrientes de pensamiento, tanto en su continuidad como en

sus corrientes contrarias.

Hay capítulos y temas que son realmente emocionantes, a mí personalmente,

que tiendo a admirar mucho el Mundo Antiguo incluyendo al

Medievo, me han parecido una maravilla cómo interpretaban nuestros

ancestros el concepto de justicia y el sentido del Derecho, al principio,

de manera más racional e incluso algunos escépticamente, y luego de

manera más religiosa, haciendo emanar las leyes de dios durante la

Edad Media, justificándolo de maneras totalmente asombrosas. La Humanidad

ha recorrido ya infinitos caminos del entendimiento y ha buscado

mil maneras de justificar el poder, de ordenar las sociedades, de

hacer política y de aplicar las leyes para llevar a cabo del control de

nuestra conducta en sociedad.

El miedo 153 Excodra XLIII


Luego, por supuesto, la manera en que nos invita a reflexionar sobre

la ley. Lo más común es verlo como un molesto impedimento, pues las

leyes pueden llegar a ser tremendamente opresoras, pero en realidad,

haciendo unas buenas leyes son las que nos permiten vivir seguros en

sociedad, poniendo freno al asesinato, a la agresión, a la violación, al

robo, al daño a nuestros congéneres, y a muchísimas conductas más

que impiden llegar a una sociedad tranquila y del bienestar. Si lo miramos

bien, un Estado son sus leyes, que pueden llegar a todos los rincones

de la convivencia, la cuestión está en hacerlas comprensivas con

nuestras relaciones, que impidan lo que limite vivir en sociedad, pero

que permitan todo lo demás. Es un tema realmente apasionante en el

que deberíamos estar más educados desde nuestra infancia, no tanto en

temer las leyes, sino en comprenderlas, en comprender su función y

aceptarlas para nuestro día a día cuando son beneficiosas, y cuando

sean perjudiciales, luchar por cambiarlas.

Os invito a adentraros en esta belleza de libro sobre el Derecho, os

dará muchísimo que pensar.

Excodra XLIII 154 El miedo


Origen y evolución de la moral

Piotr Kropotkin, año 1922

Editorial Americalee

Qué gran y amable trabajo ha realizado Kropotkin en su Origen y

evolución de la moral. Partiendo de que la moral está presente en la

Naturaleza, considerándola como que no es amoral, y que no sólo se

presenta en la Humanidad sino también en el resto de animales sociales,

y derivando después por la concepción que supuestamente tenían

de la moral en los pueblos primitivos, para llegar a la Antigua Grecia y

de ahí hasta principios del siglo XX, cuando escribió el libro, nos resume

las diferentes visiones acerca de la moral que han ido aportando diferentes

pensadores como filósofos, sociólogos, literatos, o comentando

también el papel de las religiones y los Estados con sus leyes en el establecimiento

de morales determinadas.

Pues, ¿qué es la moral, de dónde proviene, y qué moral conviene

más a una sociedad? Las respuestas han sido variadísimas a lo largo de

los siglos, así basando su origen en la obtención de placer por realizar

determinadas acciones para el bien de la sociedad, como siendo sólo de

mera utilidad, habiendo corrientes de moral hedonista o eudemonistas

tanto como utilitarias. ¿Por qué actuamos como actuamos y no de otra

manera, para conseguir placer mediante la aprobación y elogio de

nuestros actos sociales, o para obtener algo a cambio útil para nosotros

mismos? Y por otro lado, los creyentes en dioses desde la Antigüedad

pensaron que la moral venía revelada en las leyes divinas, a las cuales

habían de atenerse para obtener la salvación tras la muerte. ¿Actuamos

sólo como actuamos por temor al castigo divino si somos creyentes, o

por temor a la presión social que nos juzga y puede llegar a rechazarnos,

o por temor a las leyes estatales y sus condenas? Opiniones acerca

de la moral han sido por cientos, algunos teniendo más en cuenta criterios

racionales, otros pensando que sería algo más innato a las personas,

pues somos animales sociales y ello nos ha permitido evolucionar y

El miedo 155 Excodra XLIII


sobrevivir en común, algunos combinando teorías racionales e innatas

para tratar de entender cómo se forja la moral de una sociedad en sus

orígenes, que cuestión aparte sería, si es universal para todo tipo de sociedades

o la moral varía según la sociedad que estudiemos, para la sociedad

que la contenga. Pues como dice Kropotkin hablando de Adam

Smith, la moral es un producto de la vida social, y puesto que las sociedades

han sido tan diferentes en nuestro transcurrir por el tiempo, morales

ha habido de todo tipo: desde morales serviles, como calificaba

Nietzsche a la moral cristiana de su época, hasta morales naturales basadas

en la simple costumbre de aprobaciones y rechazos que promovían

la igualdad social y el apoyo mutuo, como tenían las sociedades

primitivas y aún algunas en el siglo XIX y principios del XX en los pueblos

salvajes que aún quedaban por el mundo.

Pero aún es mucho más sobre lo que reflexiona Kropotkin mientras

hace crítica de las diferentes opiniones de pensadores como Platón,

Aristóteles, Helvecio, Kant, Hume, Spinoza, Hobbes, Rousseau, Bentham,

Comte, Darwin y un larguísimo etcétera. ¿Se sustenta la moral,

en su raíz, en el egoísmo o en el altruismo, o en una combinación de

ambas? ¿Qué es el bien y qué es el mal? ¿El bien para uno mismo o el

bien para su sociedad que viene a repercutir en uno mismo? Todas las

cuestiones que va planteando son muy apasionantes y que además siento

que no nos paramos mucho a pensar en ello, es decir, en el porqué

actuamos de tal manera y no de otra, qué aprobamos y qué rechazamos,

por qué aprobamos ciertas acciones que, por ejemplo, antes se rechazaban,

y viceversa, y de dónde nos viene ello.

La moral es importantísima para una sociedad, pues determina el límite

de las acciones personales dentro de su sociedad, y, según cómo

sea su sociedad, así será considerado lo bueno o lo malo, por ejemplo,

en la Grecia homérica, el pillaje era honorable, hoy, el robar se condena

y está visto como una mala acción. Y el mundo grecorromano era

básicamente bisexual y era bien visto, sin embargo aún hoy aunque

más en décadas pasadas, eran relaciones condenadas moralmente y

Excodra XLIII 156 El miedo


hasta incluso legalmente. Y entonces, ¿cuál es la finalidad de la moral,

proporcionar cohesión a la sociedad, reportar el mayor placer al mayor

número de personas? ¿Otros motivos? Como antes, diferentes respuestas

se han ido emitiendo. Kropotkin, en particular, se decanta por la

justicia, entendida como igualdad de derechos, como base de la moral

natural. Y lo encontramos muy acertado. Toda acción que se encamine

a ese fin, entendiendo así la moral, sería buena, beneficiosa, para la sociedad

y para uno mismo. Pero no es mero capricho esta afirmación,

sino que Kropotkin, estudiando a fondo las obras de los naturalistas y

observándolo él mismo, se ha dado cuenta de que los animales sociales

que más cooperan entre sí, como por ejemplo los que viven en manadas,

han sido los mejor adaptados a su medio, como el mismísimo Darwin

lo comprobó, es decir, considerándose como iguales y ayudándose

mutuamente frente a especies enemigas, cooperando para la obtención

de los alimentos, ayudando a crías que se quedaban sin sus progenitores,

y ejemplos varios que le venían a confirmar que la moral es natural,

que ya se presenta en los animales sociales, que consideran que es

bueno, pues lo hacen, apoyarse y cooperar para sobrevivir tanto uno

mismo como su grupo, que el hombre asimismo ha heredado esta capacidad

moral de sus antepasados más primigenios, y que la búsqueda de

la justicia y la igualdad sería la base y finalidad de la moral natural.

Por supuesto, si la moral es impuesta, como ha sucedido a lo largo y

ancho de nuestra Historia, mediante leyes divinas o leyes estatales que

pueden llegar a ser y que han llegado a ser ciertamente opresoras y generadoras

de desigualdad, esto es diferente, pues la moral impuesta por

grupos de poder serviría a otros fines, como por ejemplo, aceptación de

la diferenciación en clases, sumisión a ese poder o estrato social, sumisión

al amo, al patrón, al sexo masculino, etc.

En cualquier caso, sea como sea que cada uno entienda la moral

como normas de conducta en sociedad, no podemos escapar a ella, y

según nos lo explica Kropotkin es natural en nosotros, y nos permite relacionarnos

en sociedad mediante acuerdos de comportamiento que

El miedo 157 Excodra XLIII


mantienen a las sociedades unidas haciendo que perduren en el tiempo

generación tras generación.

De todo esto y de muchísimo más nos comenta en su bello libro, de

enorme valía para entender las diferentes concepciones que ha habido

sobre la moral y para pensar mismamente en qué sea la moral, cuál es

su origen y cómo se establece.

Excodra XLIII 158 El miedo


Historia de las ideas políticas

Jean Touchard, año 1961

Editorial Tecnos

Espléndido trabajo el que han realizado en este libro sobre la historia

de las ideas políticas. Ameno y clarificador, que no sólo muestra el

transcurso de las ideas políticas en Occidente desde la Antigua Grecia

hasta la década de los cincuenta del siglo anterior, sino que opinan,

concluyen, saltan de la objetividad necesaria en un trabajo de historia,

a la emoción del subjetivismo, del riesgo de la opinión. Contiene partes

absolutamente brillantes, a nosotros particularmente nos han parecido

una maravilla las reflexiones sobre las antiguas Grecia y Roma y el Medioevo,

además del análisis del marxismo y de los comentarios sobre el

fascismo. Es un libro de Historia, pero es una aventura en sí mismo,

que nos permite recorrer milenios, siglo a siglo, indagando en las diferentes

políticas que fueron prevaleciendo pero también en las alternativas

que no llegaron a consolidarse. Es una catedral de ideas, de pensamientos

sobre la organización de las sociedades. Analizan, pues es un

libro escrito a varias manos, las variadas corrientes políticas así como a

los autores que las desarrollaron, el alcance de su influencia, cómo llegaron

a funcionar, las discusiones entre facciones políticas, los conflictos

derivados, la implicación en el seno de la sociedad y en las economías.

Es un libro que ilumina.

Los artífices de este hermoso edificio intelectual son: Jean Touchard,

quien coordina y escribe también en el libro, Louis Bodin, Pierre

Jeannin, George Lavau y Jean Sirinelli. La traducción al castellano se la

debemos a J. Pradera, y su edición a la Editorial Tecnos en 1961.

Tras la lectura del libro se queda uno pensando en lo increíble que

ha sido la Humanidad a lo largo de su Historia. Hemos pasado por una

cantidad enorme de fases políticas, y eso que este libro sólo nos muestra

nuestra evolución desde la Antigua Grecia, pues ya antes habíamos

El miedo 159 Excodra XLIII


pasado por diversas formas de grandes gobiernos como los que hubo en

Mesopotamia, Creta, Egipto, Fenicia, Anatolia, Valle del Indo o la Antigua

China. Igualmente, el punto de partida es el clásico para estos trabajos,

pues es desde donde inicialmente poseemos más registros escritos,

más literatura y archivos. Ver de una tacada todo nuestro camino

político, y además tan bien profundizado, nos hace entender muchísimo

mejor nuestro presente, pues derivamos de todo lo anterior que nos

ha acontecido, y las figuras ideológicas que hoy poseemos, vienen de

antaño, que mutación tras mutación, han devenido en lo que son hoy

día, pero tras la lectura, entendemos más ampliamente nuestros pilares.

Se hace muy asombroso observar cómo fuimos pasando por diferentes

modelos políticos y cómo hoy somos una amalgama de muchas

corrientes de pensamiento, en que por ejemplo venimos a mezclar monarquía,

aristocracia y democracia, cuando en determinados momentos

de la Historia se ejecutaron por separado. También la importancia de

las religiones en el gobierno de los pueblos, las cuales en determinados

periodos llegaron a establecer teocracias y hierocracias como en la

Edad Media, siempre en conflicto con la monarquía por ver quién efectuaba

el control total de la población.

El libro nos permite observar el nacimiento de las naciones y del capitalismo

actual, pero sobre todo, de dónde vienen, en dónde hunden

sus raíces, cómo políticas imperialistas terminaron por ser nacionalistas,

cómo nacionalismos pretendían ser imperialistas, el fin de los absolutismos,

la sensación de pertenencia a una patria, las luchas ideológicas

entre teocracias y monarquías y aristocracias, el nacimiento de las

democracias actuales y la enorme diferencia con las de Grecia, la formación

de las repúblicas, el surgimiento de las ciudades­estado italianas

y el de la burguesía, el desarrollo del comunismo, del anarquismo y

del sindicalismo, y en fin, millones de relaciones más. La panorámica

que nos ofrece su lectura es inmensa, y resulta de enorme valor para

comprendernos y adentrarnos en nuestro pasado. Está plagado de citas

Excodra XLIII 160 El miedo


interesantísimas de los pensadores de antaño que nos muestran de manera

concisa y clara la variedad de ideas que tuvimos. Y claro, se queda

uno admirado con tal cantidad de sugerencias sobre cómo puede organizarse

políticamente una población, ha habido ideas de todo tipo, y de

un mismo autor podemos leer verdaderas perlas como locuras tremendas

acerca de lo más conveniente para regularnos socialmente. Al final,

casi siempre, son varias corrientes las que se encuentran y se realizan

como una sola, pero la de teorías políticas, estados utópicos y ensayos

sociales que se han desarrollado como propuesta con el paso de los siglos

es espectacular.

El texto también, sin quererlo, incidentalmente, nos lanza un

reto: idear nuevos sistemas políticos. Nuestro presente, comparado con

nuestro pasado, se ha quedado seco de ideas, aceptando casi por unanimidad

el modelo actual de capitalismo radicado en estados democráticos,

que en realidad son aristocracias electivas, aunque bueno, esto es

otra discusión. En cualquier caso, merece muchísimo la pena su lectura

para darnos cuenta de que hemos perdido imaginación para pensar

nuevos modelos político­económicos radicalmente diferentes al momento

presente, cuando antes lo hacían casi constantemente, enriqueciéndose

así muchísimo el abanico de posibilidades, facilitando la mejora,

la evolución, la vida, la vida en sociedad.

No perdáis la ocasión y zamparos el libro, es buenísimo.

El miedo 161 Excodra XLIII


Excodra XLIII 162 El miedo


COLABORADORES

SERGIO GALARZA PUENTE

Sergio Galarza Puente nació en Lima en 1976. Estudió Derecho pero nunca ejerció

dicha profesión. Trabajó en una universidad, fue redactor de noticias para un canal

de televisión y editor de cultura para una revista. Su primer libro de cuentos es Matacabros

y el último La soledad de los aviones. El reportaje Los Rolling Stones en

Perú, coescrito con Cucho Peñaloza, fue reeditado en España por la editorial Periférica

(2007). Vive en el barrio de Malasaña, Madrid. Colabora con las revistas Room

y Letras Libres. Los domingos se transforma en un mediocentro rabioso en una liga

amateur de fútbol. Y trabaja en una librería donde se permite la entrada a los perros.

Le gustan las camisas de leñador.

El miedo 163 Excodra XLIII


EDUARDO RUIZ SOSA

Eduardo Ruiz Sosa nació en Culiacán, México, en 1983 y desde 2006 reside en Cerdanyola

del Vallès (Barcelona). Estudió Ingeniería Industrial y es doctor en Historia

de la Ciencia. Actualmente cursa el último año del Doctorado en Filología Española.

En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Literatura Inés Arredondo con el libro La voluntad

de marcharse (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2008). Textos suyos han aparecido

en las antologías: A fin de cuentos,La letra en la mirada, Renovigo, Siete caminos

de sangre y Emergencias, doce cuentos iberoamericanos (Candaya 2013).

Junto a otros escritores coordina la revista digital www.lajuntadecarter.com.

En 2012 fue ganador de la I Beca de Creación Literaria Han Nefkens, lo que le permitió

estudiar el Máster en Creación Literaria de la Universidad Pompeu Fabra y

dedicarse durante un año a escribir Anatomía de la memoria.

Excodra XLIII 164 El miedo


DIEGO LUIS SANROMÁN

Doctor y licenciado en filosofía y en ciencias políticas. Ha publicado ensayos,

traducciones y obras de ficción. Entre los primeros se encuentran La Nueva

derecha. Cuarenta años de agitación metapolítica (CIS, 2008) o sus aportaciones al

Diccionario crítico de ciencias sociales (Plaza y Valdés, 2009). Entre las segundas,

la obra de autores tan dispares como Maurice Blanchot, Lewis Mumford, Albert

Cossery, Francis Picabia o Gianfranco Sanguinetti. Es miembro del grupo Artefakte

y colaborador habitual de esta casa editorial en la que ha traducido Boxcar Bertha,

Contra los pastores, contra los rebaños, Historia de las utopías, Conversaciones con

Albert Cossery, El arte de Céline y su tiempo, Crédito a muerte, Los Diggers y

Internazionale Situazionista. Su obra narrativa incluye Convertiré a los niños en

asesinos (Plaza y Valdés, 2013), Extraño Oeste (Libros del Innombrable, 2015) y

Kwass o el arte combinatoria (palimpsesto 2.0, 2015). Colabora o ha colaborado en

revistas como Nómadas, Zodaxa, Excodra, Quimera o Détour. Desde el año 2006

mantiene el blog Las Semejanzas Salvajes (http://amputaciones.blogspot.com.es/).

El miedo 165 Excodra XLIII


VÍKTOR GÓMEZ FERRER VALENTINOS

Víktor Gómez «Valentinos» (Madrid, 1967) Reside en Valencia. Poeta, editor y

coordinador de eventos culturales. Saldrá en mayo 2019 su inédito sobrante en La

Garúa. Publicó, entre otros libros, Mediodía (Ed. Eolas) en septiembre de 2016.

Desde 2007 coordina ciclos de lecturas poéticas y de pensamiento crítico en

Librería Primado. Voluntario del 2008 al 2016 en el Casal de la Pau (ONG dedicada

a la rehabilitación y reinserción de personas con historial penitenciario sin recursos

económicos ni familiares). Fundador y colaborador de La Asociación Poética

Caudal, desde 2004, De 2009­2014 colabora con la Fundación Inquietudes en su

línea editorial y desde 2011 con Ediciones Amargord. Junto a Javier Gil co­dirige la

colección ONCE de poesía. Desde 2011 colabora en Tendencias21 en su sección

Tendencias Literarias y desde el 2016 forma parte del núcleo directivo y socio del

Club Muevo Mundo desde 2017.

A partir del 2017 dirige la colección de ensayos ― estudios culturales ― de

pensamiento crítico y lateral Nuevos mapas del s. XXI.

Excodra XLIII 166 El miedo


JESÚS CARNERERO CARBALLO

Jesús Carnerero nació en Badajoz en agosto de 1984, aunque es de un pueblo

llamado San Vicente de Alcántara, que es donde residió hasta los 22 años y a donde

ha regresado el verano de 2014, tras 8 años dando vueltas por cuatro ciudades

distintas. Estudió Producción Audiovisual y es aficionado al cine y a las series.

Ahora que ha cumplido los 30 ha decido centrarse en la escritura; ha escrito cuatro

novelas y una novela­blog, aparte de haber participado en numerosos concursos

literarios, ganando alguno y siendo finalista en otros tantos. Además de leer y

escribir le gusta mucho la música y el café.

El miedo 167 Excodra XLIII


ANDREU GRAU FONTANALS

Va néixer a Terrassa el 1973 i sempre hi ha viscut. Llicenciat en Història,

actualment treballa com a documentalista a la Universitat Autònoma de Barcelona.

És col∙laborador del digital de cultura Núvol. Va debutar el 2103 a Angle Editorial

amb Les desventures d'Arquímedes Cadavall, una novel∙la que retrata d'una manera

diàfana i enlluernadora una generació desencisada i que, malgrat tot, lluita per

retrobar­se amb els valors més elementals: la família, l'autenticitat i la pertinença al

propi lloc.

Excodra XLIII 168 El miedo


JOSÉ ANTONIO OLMEDO LÓPEZ­AMOR

Heberto de Sysmo es el seudónimo de José Antonio Olmedo López­Amor (Valencia,

1977). Escritor y poeta, crítico literario y cinematográfico, ensayista, cronista, articulista,

divulgador científico. Titulado en audiovisuales. Redactor y colaborador en

más de veinte medios de comunicación como: El coloquio de los perros, Hojas en la

acera, La Galla Ciencia, Manifiesto azul, Culturamas o Literaturas.com. Miembro

del consejo editorial de Todoliteratura.es. Estudió preceptiva de Haiku de la mano

de Vicente Haya en la Fundación Centro de Poesía José Hierro de Getafe. Estudió

crítica de cine en cursos impartidos por Caimán. Estudia Bellas Artes de mano de la

profesora particular Diana Soriano. Pertenece a varias asociaciones literarias y culturales

de Valencia, como: Concilyarte, La Buhardilla, Ateneo Blasco Ibáñez o Cinefórum

L’atalante que gestiona el Aula de Cine de la Universidad de Valencia. Pertenece

a la red mundial de escritores en español (REMES). Pertenece a la red de escritores

por la tierra (RIET). Publicó el poemario Luces de Antimonio (Ateneo Blasco

Ibáñez, 2011) en coautoría con Okoriades Varacri. En 2014 publicó el poemario

El Testamento de la Rosa, que quedó finalista del certamen nacional de poesía

“Poeta Juan Calderón Matador 2014”, fue publicado en Ediciones Cardeñoso. Publicó

los poemas: Anaranjado de Metilo y El nacimiento de la Música en la colección

“Algo que decir” (Ateneo Blasco Ibáñez, 2012 y 2013).

El miedo 169 Excodra XLIII


PILAR ADÓN

Pilar Adón (Madrid, 1971) se licenció en Derecho por la Universidad Complutense

de Madrid. Ha publicado los libros de relatos La vida sumergida (Galaxia

Gutenberg, 2017), El mes más cruel (Impedimenta, 2010), por el que fue

nombrada Nuevo Talento Fnac, y Viajes inocentes (Páginas de Espuma, 2005), por

el que obtuvo el Premio Ojo Crítico de Narrativa, además de las novelas Las

efímeras (Galaxia Gutenberg, 2015) y Las hijas de Sara (Alianza, 2003).

Ha sido incluida en distintos volúmenes de relato. Entre otros: Cuento español

actual (Cátedra, 2014); Mar de pirañas (Menoscuarto, 2012); Siglo XXI

(Menoscuarto, 2010) y Pequeñas Resistencias 5 (Páginas de Espuma, 2010).

Ha publicado el poemario Las órdenes, por el que obtuvo el Premio Libro del Año

otorgado por el Gremio de Libreros de Madrid, además de Mente animal y La hija

del cazador (La Bella Varsovia, 2018, 2014 y 2011); en 2010 publicó el cuadernillo

de poesía De la mano iremos al bosque (Ediciones del 4 de agosto), y en 2006 el

poemario Con nubes y animales y fantasmas (EH Editores). Forma parte de

diversas antologías poéticas: Insumisas (Baile del Sol, 2019), Sombras di­versas

Excodra XLIII 170 El miedo


(Vaso Roto, 2018), Cien mil millones de poemas (Demipage, 2011) y Los jueves

poéticos (Hiperión, 2007).

Ha traducido, entre otros, el libro de relatos Estudios de lo salvaje (Impedimenta,

2018), de la australiana Barbara Baynton; de John Fowles, el ensayo El árbol

(Impedimenta, 2013); de Penelope Fitzgerald, las novelas Inocencia (Impedimenta,

2013) y El inicio de la primavera (Impedimenta, 2011); de Joan Lindsay, Picnic en

Hanging Rock (Impedimenta, 2010); de Edith Wharton, el libro de artículos

Francia combatiente y la novela Santuario (Impedimenta, 2009 y 2007).

El miedo 171 Excodra XLIII


ISABEL GONZÁLEZ GIL

Isabel González Gil. Es una poeta salmantina nacida en 1982. Doctora en Estudios

interculturales y literarios, es profesora de Teoría de la literatura en la Universidad

Complutense de Madrid, donde imparte clases de Retórica y crítica literaria y Literatura

europea comparada. Vivió durante siete años en Francia mientras preparaba

su tesis doctoral, en los que fue lectora e investigadora en las universidades de

Lyon y Niza. Actualmente reside en Madrid. Ha publicado poemas en revistas y antologías.

Cuerpo en sombra es su primera obra individual, por la que ha obtenido el

X Premio Internacional de Poesía “Gastón Baquero”.

Excodra XLIII 172 El miedo


JOSÉ INIESTA

José Iniesta (Valencia, 1962) ha publicado siete libros: Del tiempo y sus castigos

(Sagunto, 1985), Cinco poemas (Sagunto, 1989), Arder en el cántico (Renacimiento,

2008, Premio Ciudad de València Vicente Gaos), Bajo el sol de mis días (2010,

Premio de Poesía Ciudad de Badajoz), Y tu vida de golpe (Renacimiento, 2013),

Las razones del viento (Renacimiento, 2016), y por último El eje de la luz (Renacimiento,

2017).

El miedo 173 Excodra XLIII


MARIONA RODRÍGUEZ

Soy de Barcelona, licenciada en Psicología Clínica por la Facultad de Psicología de

la UB y me dedico a la Psicología Aplicada Clínica (desde el Programa de

Doctorado de Neurociencias y en la especialidad de Psiquiatría y Psicología Médica

por la Facultad de Medicina de la UAB). He trabajado en divulgación y

presentación de programas de salud en TVE1, así como en la realización de la

estructura de programas y guiones en esta misma cadena. También escribo en La

Vanguardia y soy colaboradora en programas de radio. Tengo pasión por las artes,

todas. Pasión por el mundo, casi entero.

Excodra XLIII 174 El miedo


NICOLÁS CORRALIZA

Nicolás Corraliza (Madrid, 1970) ha publicado los libros La belleza alcanzable

(Norbanova 2012), La huella de los días (Norbanova 2014), Viático (La Isla De

Siltolá 2015), El estro de los locos (Ravenswoood Books 2018) y Abril en los

inviernos (Chamán Ediciones 2019).

Su obra ha sido traducida al francés, rumano y portugués.

El miedo 175 Excodra XLIII


ERNESTO ESCOBAR ULLOA

Ernesto Escobar Ulloa, nacido en julio de 1971 en Lima, es profesor de español y

periodista cultural. Colaborador de Cuadernos Cervantes y Lateral, entre otros, fue

editor de The Barcelona Review. Reside desde hace trece años en Barcelona, donde

fundó en 2009 Canal­L, medio de entrevistas en vídeo a los escritores más

destacados del momento. “Salvo el poder” (Comba, 2018) es su esperado debut

literario.

Excodra XLIII 176 El miedo


JAIME VALERO

Nacido en Madrid, 1967.

­Exposiciones Individuales:

Rarity Gallery, Mykonos, Grecia. 2015

Galería L´Arcada, Blanes, Girona. 2012

Klaudia Marr Gallery, Santa Fe, Nuevo México, EE.UU. 2007

Galería Mito, Barcelona. 2006

Klaudia Marr Gallery, Santa Fe, Nuevo México, EE.UU. 2005

Delta Technologies Gallery, Atlanta, Georgia, EE.UU. 2003

Casa de Cantabria, Madrid. 2000

Diputación Provincial de Guadalajara, Dos Artistas, Guadalajara, España. 2000

Galería Azteca, Madrid. 1999

­Museos:

Museo Europeo de Arte Moderno, Barcelona, España. 2011

Thyssen­Bornemisza Museum, Madrid, España. 2008

National Portrait Gallery, BP Portrait Award 2007. Londres. 2007

Museo Diocesano de Barcelona, Iniciativa BMW per la innovació. 2005

Museo de Arte Contemporáneo de Santo Domingo, Tradición y Vanguardia II.

Guadalajara, España. 2004

Columbus Museum, Redefining Georgia: Perspectivas en Arte Contemporáneo.

Columbus, Georgia, EE.UU. 2003

Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid. 2002

Fundación Museo del Grabado Español Contemporáneo, Málaga. 2000

https://www.jaimevalero.net

El miedo 177 Excodra XLIII


ZIQIAN LIU

Born in 1990, come from China, based in Shanghai.

All of her work is self­portrait, she wishes to give audience a small world which is

calm but not flat. She wants to show woman outside the soft and delicate and inner

strength. In fact, this is one of her own expectations.The reason of choose selfportrait

is because it is the best way for her to communicate with herself and to get

to know herself better. It can inadvertently record the different moments of

appearance, in fact, it is also belonging to a kind of keeping diary, but in the form

of pictures.

There are two main themes in her work. The first theme is about the symbiosis

between human beings and nature. To some extent, it can be said that human

beings and the rest of the natural world is equal, we live in the same world,

breathing the same air, mutual tolerance. In her works, she tries to find a state of

harmony between human and nature, and full of peace and emotion, because in

this state of symbiosis, beauty will be most embodied.

The second theme is about perspective. Things we are familiar with often remain in

a fixed image, but she is trying to convey through her work, to look at the same

thing from different angles, there will be different findings. This is not only for

things, but also for understanding others and our hearts

https://ziqianqian.net

Excodra XLIII 178 El miedo


YOEL DÍAZ GÁLVEZ

Con una trayectoria artística que rebasa los treinta años, Yoel Diaz Galvez ha

expuesto de manera individual en más de cien ocasiones y ha participado en más

de doscientas muestras colectivas en Cuba, México, Estados Unidos, y Canadá, así

como en varios países de Centroamérica, Sudamérica, Asia y Europa.

http://www.yoeldiazgalvez.com

El miedo 179 Excodra XLIII


TONY LUCIANI

Tony Luciani, a full­time artist, was born in Toronto, Ontario in 1956. A recipient

of numerous Ontario Arts Council and Elizabeth Greenshields grants, Tony has

exhibited in over one hundred shows over his career, nationally and

internationally. He is a founder and former Board of Director member of The

Harriston­Minto Heritage Gallery, as well as a founder and former member of the

Minto Arts Council. Tony is listed in the 'Canadian Who's Who.'

http://www.tonyluciani.ca

Excodra XLIII 180 El miedo


ELI MORA

Eli Mora. Nacida en Barcelona en 1984, licenciada en Biología. En la actualidad se

está preparando para doctorase en biología evolutiva. Fotógrafa Amateur desde

2008, ha colaborado con diferentes revistas y medios de comunicación. Puedes ver

su trabajo aquí www.elimoraphotography.com

El miedo 181 Excodra XLIII


FEDERICO FERNÁNDEZ GIORDANO

Federico Fernández Giordano es editor y fundador de Holobionte Ediciones. Ha

trabajado en el sector editorial desde 1995. De 2008 a 2016 se desempeñó como

escritor, novelista, ensayista, articulista y periodista cultural, guionista, músico y

profesor amateur de creación literaria. Recientemente ha traducido obras o

artículos de investigación de Graham Harman, Laboria Cuboniks, Armen

Avanessian y Anke Hennig, McKenzie Wark, Francesca Ferrando, Mark Dery,

Thyrza Nichols Goodeve, Rosi Braidotti, VNS Matrix y Old Boys Network, entre

otros.

Excodra XLIII 182 El miedo


El miedo 183 Excodra XLIII


EL MIEDO

NÚMERO XLIII

MAYO 2020

REVISTA EXCODRA

http://excodra.wixsite.com/excodra

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