Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
agregamos algunas cuantas imágenes de objetos que sabemos que serán
desconocidos para el sujeto
yo era «el sujeto» a estas alturas
y entonces registramos la ausencia de reacción:
nada en el cerebro, salvo la capacidad de deducción, el intento por
descifrar aquello que es ajeno, se enciende en las pantallas:
muchas veces he escuchado que la gente dice que se teme a lo desconocido,
pero esa idea es apenas un romanticismo, un juego de palabras,
una forma de decir que en lo ajeno puede esconderse una amenaza capaz
de ponernos en riesgo
el único temor posible, insistió, en última instancia, es a la muerte
a la herida
el resto son miedos subsidiarios, decía el médico;
y antes de que pudiera pedirle una explicación sobre esa idea de los
miedos subsidiarios, habíamos llegado a una zona más concurrida del
hospital
¿cuánto tiempo llevábamos caminando?
¿cómo se mide el tiempo en los hospitales, cómo se mide el tiempo
en el miedo?
me di cuenta de cómo se le había encajado la cabeza entre los hombros,
como si tratara de protegerse de un estruendo o de la lluvia de un
grito que silbaba su propio nombre
me había adelantado ya varios pasos y yo, que sentía en las plantas
de los pies el frío y la enfermedad esparcida por el suelo del hospital
me fui quedando atrás en un caminar más lento, tan animal como el
suyo, un caminar de precaución, el mío, uno de prisa con las rodillas
demasiado flexionadas, demasiado levantadas, el andar del médico,
que llevaba la mirada encajada en sus pies como si una especial coordinación
del movimiento le fuera exigida en ese tramo del recorrido
tuve el instinto de mirar hacia las puertas que se entreabrían a lo
largo del pasillo, esperando la emergencia de un intruso, como si yo
mismo no fuese ajeno a aquellos páramos, o tratando de divisar cuál
era el motivo de la prisa
El miedo 17 Excodra XLIII