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Excodra XLIII: El miedo

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pero las puertas se abrían o se cerraban sin que me fuera posible encontrar

una relación entre el contenido de las habitaciones y la prisa

del médico, que ya iba varios metros más adelante y que seguía hablando

sin que pudiera escucharle la voz, como si esa postura del cuerpo,

como de una joroba de pronto germinada bajo la bata, le achicara también

la voz y le borrara de la mente que yo ya no estaba a su lado

(la única ocasión en que nos aventuramos a recorrer las primeras estancias

de la clínica abandonada en la calle de mi infancia, con la idea

de que la luz del día nos protegía de espantos y posesiones, tomamos

un respiro hondo, aguantamos el aire en los pulmones, y caminamos

con las puntas de los pies tratando de no tocar nada:

no salimos corriendo ante ninguna aparición ni movidos por el miedo,

no al menos por el miedo a una amenaza, como diría el médico,

sino porque el aire se nos terminaba y no queríamos volver a casa, a la

seguridad de nuestra casa, con el cuerpo lleno de respiraciones de ese

óxido de sábanas y sueros resecos que alcanzamos a imaginar antes de

poder ver nada más que alguna puerta cerrada, matorrales, paredes

desconchadas, el tiempo y su hambre)

así, como en el recuerdo, comencé a caminar como si el aire se me

estuviera terminando, y después de unos pasos y unas puertas cerradas,

al otro lado de un umbral donde se abría una sala, el médico estaba

tranquilo, sereno en su porte de científico que aguarda por su monstruo,

un monstruo al que ya no teme, y me di cuenta de que seguía hablando

como si nada lo hubiera interrumpido

como si hubiéramos atravesado una región peligrosa con éxito y sin

perder nada en el camino

En el temor no hay nombres, seguía diciendo, hay formas;

colocó su mano clínica sobre mi hombro y me dirigió a una de las

puertas:

al otro lado esperaba el aparato, limpio, blanco, estéril, donde me

acosté para empezar con el experimento

Tu miedo es un miedo útil, me dijo, estúpido, pero orgánicamente,

evolutivamente, útil

Excodra XLIII 18 El miedo

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