11.05.2020 Views

Excodra XLIII: El miedo

Excodra XLIII: El miedo

Excodra XLIII: El miedo

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

conforme fue pasando el tiempo, las medidas de seguridad se extendieron

por calles, trabajos e incluso hogares, y, sobre todo, al no sentir que

ninguna molestia empeorase ni se tornara crónica.

Esa suerte no quitaba que el qué dirán colectivo más que la mismísima

ciencia obligara a pasar temporadas sin salir de casa si un catarro

común afectaba aunque fuera con debilidad. Conformando tándem con

la parte social que ahora conllevaba sufrir un achaque por nimio que

este fuese, daba vértigo comprobar la normalidad con la que las bajas

laborales se habían ganado un puesto fijo en la escena laboral; a veces

de forma voluntaria, a veces siendo invitados a aceptarlas, los dos

miembros de aquel matrimonio contaban con alguna en su historial.

Que de vez en cuando la situación derivara a despido les resultaba

injusto, pero la vida que consentía que se mantuvieran los brazos sin

torcer o protestasen ante cualquier injusticia era cosa del pasado.

Mirada a los ojos para satisfacerse con su brillo o abrir paso al nerviosismo

si, por el contrario, lucen apagados. Una sonrisa para trasmitir

todo el amor del mundo. Desprenderse del guante y pedirle que se

acerque.

El acto reflejo del niño fue negarse, retroceder un par de pasos y las

muñecas cruzadas sobre el pecho. No había señales de urgencia, no que

él supiera, y por lo tanto no estaba permitido tocarse. Como decía

aquel lema que tanto repetían sus padres, el resto de familiares y cada

uno de los profesores que había tenido, también la televisión con alguna

serie de dibujos y un sinfín de anuncios, la memoria bien podría asegurar

que desde el mismo día en que empezó lo que nunca nadie podría

olvidar: siempre a un metro y medio; mejor si son dos.

Tenía siete años y eso, todo eso, estaba ahí desde antes de su nacimiento.

Y pegado a él seguía, igual que formaba parte de sus padres.

Empastando sus almas, adherido a la piel de los habitantes de la mayor

parte de los rincones del planeta de un modo u otro, como otra de las

capas que rodean la tierra. Para el resto de sus existencias y ocupando

un destacado lugar en la historia.

Viendo la reacción del pequeño, la madre frenó para recapacitar.

El miedo 39 Excodra XLIII

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!