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efecto dominó desencadenante que produciría la mayor de las tragedias,
la que impedía la vida humana y su sustento. Una guerra provocada
por el animalismo humano, la ambición, el interés, la poca inteligencia
aplicada a administrar los recursos naturales y por supuesto, la codicia,
tan arraigada en las personas de ese planeta, tan arraigada como
su ignorancia.
Las entidades superiores, conscientes del panorama de la sociedad
en la Tierra, urdieron el plan de secuestrar a los niños para evitar la extinción
de su raza. Vaticinaron el descalabro económico mundial y de
valores humanos debido a sus múltiples visitas a través de los siglos,
habían estudiado al ser humano sin que él lo supiera, sabían de su arrogancia,
así que movidos por un sentimiento altruista decidieron dar
vida al proyecto Empédocles, ellos se encargarían de controlarlo todo,
de mantener el contacto con los niños, de manipular el comportamiento
del emisario, por lo menos, hasta que fuera estrictamente necesario.
Después de cumplidos los objetivos deberían retirar los eslabones sin
rastro alguno, así como desconectar la parte artificial del emisario para
que pudiera seguir creciendo y viviendo de manera natural y sin vestigio
alguno de sus ocultas funciones.
Su filosofía se limitaba a ayudar a los demás y evitar influir negativamente
en todo aquello que les rodeaba, era importante mantener el
equilibrio de vida en el universo, las generaciones debían seguir su curso,
incluso utilizaban su capacidad para viajar en el tiempo de manera
casi imperceptible, todo un ejercicio de honestidad y principios.
Tan sólo a simple vista tenían estos seres algo en común con los humanos
y era que, aunque habían escalado cientos de peldaños en la escala
evolutiva, no habían podido deshacerse completamente de la maldad.
Una ambigüedad congénita convivía en sus genes, ambigüedad a
la que trataban de dominar mediante tratamientos casi mágicos. Frecuentaban
ciertas regiones del espacio donde proliferaba un ingrediente
escaso, el material con el que fabricaban medicinas para intentar paliar
su mala conciencia. La misma volubilidad humana que hacía pasar
de lo correcto a lo incorrecto recorría sus moléculas y les hacía vulnerables.
El miedo 53 Excodra XLIII