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Excodra XLIII: El miedo

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efecto dominó desencadenante que produciría la mayor de las tragedias,

la que impedía la vida humana y su sustento. Una guerra provocada

por el animalismo humano, la ambición, el interés, la poca inteligencia

aplicada a administrar los recursos naturales y por supuesto, la codicia,

tan arraigada en las personas de ese planeta, tan arraigada como

su ignorancia.

Las entidades superiores, conscientes del panorama de la sociedad

en la Tierra, urdieron el plan de secuestrar a los niños para evitar la extinción

de su raza. Vaticinaron el descalabro económico mundial y de

valores humanos debido a sus múltiples visitas a través de los siglos,

habían estudiado al ser humano sin que él lo supiera, sabían de su arrogancia,

así que movidos por un sentimiento altruista decidieron dar

vida al proyecto Empédocles, ellos se encargarían de controlarlo todo,

de mantener el contacto con los niños, de manipular el comportamiento

del emisario, por lo menos, hasta que fuera estrictamente necesario.

Después de cumplidos los objetivos deberían retirar los eslabones sin

rastro alguno, así como desconectar la parte artificial del emisario para

que pudiera seguir creciendo y viviendo de manera natural y sin vestigio

alguno de sus ocultas funciones.

Su filosofía se limitaba a ayudar a los demás y evitar influir negativamente

en todo aquello que les rodeaba, era importante mantener el

equilibrio de vida en el universo, las generaciones debían seguir su curso,

incluso utilizaban su capacidad para viajar en el tiempo de manera

casi imperceptible, todo un ejercicio de honestidad y principios.

Tan sólo a simple vista tenían estos seres algo en común con los humanos

y era que, aunque habían escalado cientos de peldaños en la escala

evolutiva, no habían podido deshacerse completamente de la maldad.

Una ambigüedad congénita convivía en sus genes, ambigüedad a

la que trataban de dominar mediante tratamientos casi mágicos. Frecuentaban

ciertas regiones del espacio donde proliferaba un ingrediente

escaso, el material con el que fabricaban medicinas para intentar paliar

su mala conciencia. La misma volubilidad humana que hacía pasar

de lo correcto a lo incorrecto recorría sus moléculas y les hacía vulnerables.

El miedo 53 Excodra XLIII

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