Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
talizaba a las personas, animales, cosas, distribuyéndolas nuevamente
en las que me eran útiles y serviles, y las que me eran inútiles u hostiles.
Se acumula, se manipula, se desprecia o elimina. El yo excluyente
del otro se amuralla, se aísla, se envilece. Lo hace primero de piel para
adentro, después de puertas para adentro, y finalmente de territorio, al
que llama país, para adentro. En su autoimpuesto encierro, el individuo
desarrolla múltiples miedos, la mayoría ilusorios, o exacerbados
por su estúpida visión de la realidad, el mundo, la existencia. La ignorancia
le genera “enemigos” imaginarios, lo que le lleva a desarrollar
suspicacias, prejuicios, rechazo y odios, que se convertirán en conflictos,
disputas, violencias. Un sujeto así es muy fácilmente manipulable
por una entidad poderosa, séase una institución como el colegio, en su
infancia, la Universidad en la adolescencia, la empresa o el gobierno en
su adultez, la religión o la figura paterna durante toda su vida. A su
vez, el miedo que le inducirá la institución de turno le hará renunciar a
una sexualidad sana y no moralizada, a una creatividad libre y no “normalizada”,
a unas praxis sociales colaborativas y no “utilitaristas” y egocéntricas.
La identificación de felicidad con acumulación, sobreabundancia
lleva a patologías que van de la avaricia y envidia a la más cetrina
apatía. El miedo le inducirá no a prevenir riesgos y superarlos, creciendo
y madurando como ser vigoroso, hacia una plenitud del ser, del
ser en sociedad de iguales, sino a obrar como un soldado obediente, temeroso,
dependiente siempre de las instrucciones de un superior y el
reconocimiento de su regimiento, así como a atesorar bienes por encima
de sus necesidades. El miedo que es pared y techo de su ego, abrirá
paso a obsesiones y neurosis. Esa energía dañina y debilitadora será canalizada
por el Poder Social, Cultural, para que se mantenga en las servidumbres
voluntarias, sin rechistar, y agradeciendo a la mano del carcelero,
que le da de comer o del banquero que le cuida sus ganancias
sobre ganancias. La identidad versus las identificaciones. La identidad
de un ego que se autopercibe como desconectado del mundo, de los
semejantes, que no son sino rivales o instrumentos, es fruto de una inteligencia
fracasada.
El miedo 21 Excodra XLIII