Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
abiertos y la sonrisa en la cara. Si tienes algún filósofo preferido, paciencia,
porque lo más seguro es que encuentres en el libro críticas a
sus teorías absolutamente ácidas de Russell, pero siempre te dejarán
pensando.
En general, es un libro hermosísimo, y aún tiene partes que destacan
más sobre el resto, aunque imagino que a cada uno se le elevarán
por encima de los demás diferentes capítulos. A nosotros nos han parecido
espectaculares los capítulos sobre los filósofos griegos y sobre la
época de la Edad Media, que como él mismo dice, es una época que la
mayoría desconocemos en gran medida, porque lo cierto es que fueron
tiempos muy oscuros, pero ya no sólo por la bastante ausencia de registro
escrito, de literatura, sino porque además, en nuestra educación, ha
sido en gran medida pasada por alto en cuanto a lo que sucedía en su
cultura, que no hubo mucha expresión, pero sí la había. Russell viene a
rellenarnos este hueco y nos ofrece una infinita colección de apuntes
históricos desde la caída de Roma hasta el Renacimiento, situándonos
siempre en contexto, describiendo todas las características políticoeconómicas,
y culturales y religiosas, siglo a siglo, de esos años tan poco
conocidos. Son capítulos que hemos encontrado de enorme valía, que
hemos agradecido muchísimo, pues gracias al entendimiento de aquellos
tiempos de nuestra Edad Media se puede ver con más luz cómo
vino nuestra cultura a desembocar en el Renacimiento, gracias al cual,
comenzaron los primeros pasos para el desarrollo de las ciencias y de
nuestras filosofías modernas cada vez más alejadas del dominio de la
religión cristiana, que había tenido bajo su poder el conocimiento del
mundo durante bastante más de un milenio. Espectaculares también
son los capítulos en que Russell nos comenta sobre Galileo, Kepler, Copérnico
y Newton y cómo fuimos entendiendo la existencia de otra manera,
al dejar de considerar a la Tierra y a nosotros mismos como el
centro del Universo… para ser no más que una parte pequeñísima dentro
de él sin mayor relevancia y sin dioses que regularan nuestras acciones.
Excodra XLIII 150 El miedo