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Excodra XLIII: El miedo

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cada recoveco de los pulmones, y con algunos otros síntomas angustiosos

que –estamos seguros– los facultativos no tardarán en incorporar al

cuadro clínico de la ENFERMEDAD. Nos tomamos la temperatura, forzamos

el carraspeo, comprobamos si el aire fluye sin demasiados obstáculos

a través de los bronquios, y al llegar el mediodía ya nos hemos

dado el alta. Pero sólo hasta la mañana siguiente, cuando el juego vuelve

a empezar. Y es un juego que dura al menos una semana.

MC más o menos aguanta; yo apenas me doy una breve tregua. A la

tercera o cuarta semana empiezo a notar un pellizco intermitente a la

altura del corazón y siento un hormigueo en el brazo y la pierna izquierdos,

que a veces va acompañado de un ligero dolor en la punta del

dedo anular y en su equivalente en el pie del mismo lado. Sospecho

que se trata de la panoplia completa de síntomas que anuncian un ataque

cardíaco o que lo confirman, pero me niego a buscar la información

en Internet, como si esto me permitiera mantener mágicamente a

raya el latigazo del síncope. La sola idea de acudir a los servicios de urgencia

en “esta situación” no hace más que incrementar mi angustia.

Por las noches es aún peor. El pellizco ya no es intermitente sino continuo,

el aire que me entra por la tráquea sabe a frío, y sin embargo me

deshago en sudor, tiemblo y los latidos de mi corazón rebotan contra la

cama, al punto de que a ratos me parece que se trata del redoble final.

“Ya está, se acabó, estás pero que bien jodido”. Por las mañanas me levanto

fatigado, con la pierna y el brazo aún adormecidos, pero todavía

pataleo. Durante cinco o seis días mantengo el secreto porque no quiero

preocupar a MC, pero al final me vence el miedo y le confieso mis

padecimientos. “¿Te duele encima o debajo del corazón?”, me pregunta

mientras trastea en su teléfono móvil. “No sé. Encima”. MC busca en

Google y, pasado un rato, diagnostica: “Eso es estrés” 2 .

Pesadilla #2. Nos encontramos en una amplia explanada, un

lugar a cielo abierto que parece preparado para acoger festivales,

conciertos o espectáculos deportivos. Digo “nos” porque me sé

acompañado de figuras familiares o amistosas, pero en el sueño no

2 Un diagnóstico que, por cierto, más tarde confirmarán las pruebas clínicas. Aunque todavía no

las tengo todas conmigo.

Excodra XLIII 32 El miedo

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