Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
–No pasa nada –le dijo, como si nunca antes hubiera hablado. El
niño debió sentir la carga de aquellas palabras porque de inmediato relajó
su defensa y se rindió.
Piel de la palma de la mano contra la de la frente. Ojos emocionados.
La caricia más tierna que se pueda regalar. Una sonrisa que se graba
entre los labios y se agiganta hasta disfrazarse de risa. Todo está
bien, no pasa nada. Él la mira con extrañeza. Esquiva el brazo alargado
cuya mano todavía descansa en su cabeza buscando ruta directa hacia
los ojos que lo contemplan. Ella insiste en sonreír, en calmarle, en sostener
la caricia.
–¿Cogemos la tablet y llamamos a los abuelos? –dice al fin, con las
palabras entrecortadas, sin dejar de mirarlo, luchando con la misma intensidad
para prolongar tan suave, dulce e inocente tacto.
Por un momento se evade y con los ojos fijos en él piensa en lo mucho
que costó traerlo al mundo y, formando parte del mismo pensamiento,
en lo feliz que ha sido ese mundo desde que nació. También
piensa en que podrían haber sido el doble de felices si se les hubiera
permitido aumentar la familia. Y, de inmediato, con la incomparable
contundencia del sopapo que se da uno mismo, se convence diciéndose
que siempre hay personas que lo están pasando peor.
Es el pequeño el que rompe la ensoñación al separarse y echar a correr
hacia el salón. Cuando la madre quiere reaccionar lo ve a punto de
tirarse encima del sofá, ya con la tablet en la mano, activándola. Controla
la respiración, se recarga, serenidad. Tarda poco en anticiparse a
lo que pronto oirá, pues viene a ser lo mismo de cada racha que ha tocado
pasar entre las cuatro paredes del hogar.
Cómo quieres que no lloremos. De ésta no salimos. Quieren que nos
muramos solos.
Aprovecha el rebufo de un nuevo pero muy diferente suspiro para
girarse. El ascensor, unos pasos, llaves que tintinean.
–Ya llega papá –le dice la mujer al pequeño. Pero la atracción del
brillo de la pantalla no tiene rival.
Excodra XLIII 40 El miedo