IMPULSA No. 11

Revista IMPULSA de Universidad La Salle Cuernavaca
tribuye de manera general a seleccionar las
condiciones materiales e intelectuales más
óptimas para un tipo particular de existencia
(Nietzsche, pp. 32-35, 1998). Expuesto este
argumento podemos afirmar que el prejuicio,
en tanto se fundamenta en la reacción
de transferencia, es siempre la inmediatez de
un juicio efectuado anteriormente, destinado
a conservar una existencia psíquica y física
individual en el contexto de una colectividad.
El pre-juicio es un juicio elaborado sin mediación
crítica cuya inmediatez se sustenta en la
evocación inconsciente de una reacción de
transferencia. La verdad o falsedad del prejuicio
queda en un segundo plano si consideramos
su objetivo principal: la creencia en
su inefabilidad que permite la ejecución de
actos cotidianos de supervivencia de manera
económica.
III
Hasta aquí hemos realizado varias aseveraciones
sobre la génesis del prejuicio, tomando
en cuenta su gestación desde la reacción
transferencial operada inconscientemente.
¿En qué consiste este origen inconsciente
del prejuicio? Considerado como la expresión
cotidiana y permanente de reacciones
de transferencia, es un conjunto de reacciones
transferenciales sustentadas en el orden
del inconsciente y que son siempre movilizadas
a las cosas, personas y situaciones prejuzgadas.
palabras, el prejuicio aparece siempre para el
sujeto como la innegable verdad de un juicio
consciente: con la máscara de una verdad
deducida, justificada conscientemente, pero
siempre operada desde lo inconsciente y
justificada solo a posteriori con argumentos
lógicos.
Esta forma de pre-juzgar, a partir de determinaciones
inconscientes, se encuentra en
el fondo de los “procedimientos lógicos” mediante
los cuales nos justificamos la legitimidad
de nuestros prejuicios cotidianos. Nos
decimos a nosotros mismos: “Yo no tengo
prejuicio alguno: mi elección es siempre el
juicio consciente producto de una reflexión
crítica”, cuando en el fondo, aun los más rigurosos
procedimientos deductivos no son
sino un añadido lógico-argumentativo a posteriori
a través del cual justificamos la legitimidad
de nuestros actos y de nuestras decisiones,
“partiendo de un ‘creer’ se esfuerzan
por obtener un ‘saber’, algo que al final es
nombrado ‘la verdad’”, nos dice Nietzsche
(pp. 32-35, 1998), mostrándonos cómo “no
es la conciencia contraria a lo instintivo, el
pensar consciente de un filósofo está guiado
de modo secreto por sus instintos (Trieb).
Detrás de toda lógica hay valoraciones o exigencias
fisiológicas orientadas a conservar
un tipo particular de existencia” (Nietzsche,
1998, pp. 23 y 24).
Vemos cómo Nietzsche, en concordancia
con Freud, nos presenta la idea de una
El prejuicio, como la forma constitutiva característica
de la facultad electiva del ser palabra que en la obra de Freud se traduce
conciencia no contraria a lo instintivo (Trieb,
humano, está constituido de reacciones como “pulsión”); más bien, por este ámbito
de transferencia inconscientes que ulteriormente
devienen en juicios aparentemente en su contenido y en su forma. El modo de
pulsional que era determinada (la conciencia)
derivados de deducciones e inducciones pensar, de decidir y de actuar de la conciencia
responde siempre al mandato del Trieb, a
conscientes. Lo característico del prejuicio
es que para nosotros no lo es; es un juicio pesar de las ulteriores justificaciones lógicas
siempre conscientemente elaborado y justificado
por procedimientos lógicos. En otras sus actos y elecciones tiene de lo pulsional
añadidas posteriormente: la conciencia en
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