El Mundo sobrenatural Marzo 2017 - Cazadores de Misterios

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Desde el principio de los iempos,
cuando el ser humano se supo
mortal, una de sus obsesiones ha sido
siempre esquivar la muerte. Por medios
mágicos, cieníficos o religiosos,
el hombre siempre ha perseguido, sin
conseguirlo, esa esquiva meta. Cierto
que, de un modo u otro, hemos logrado
retrasarla un iempo, pero como
es lógico, ese iempo que podamos
vivir de más, nunca nos parecerá suficiente.
Y de eso va este arículo… de
esquivar a la muerte, de lograr la vida
eterna, de la reencarnación… o tal vez
de converirnos en zombis, en ciborgs…
No lo sé. Juzgadlo vosotros
mismos.
El término “criogenia” como
casi todas las cosas diveridas de este
mundo, procede del griego “kryos”
que significa “frío”, y viene a ser el conjunto
de técnicas empleadas para alcanzar,
de forma arificial,
temperaturas extremadamente bajas.
Y muy relacionado con este término,
tenemos el de “criónica”, que es el uso
de esas bajas temperaturas, logradas
por medio de técnicas criogénicas,
para preservar, esto es importante, tejido
vivo. Estamos hablando de conservar
en frío, desde semen o plasma
sanguíneo hasta órganos más complejos
como un riñón o un dedo amputado.
Estas son técnicas que, a día de
hoy, afortunadamente son de uso
común en cualquier hospital del
mundo.
Pero como seres ambiciosos
que somos, siempre tratamos de ir
más allá. Y en las úlimas décadas
EL INEXISTENTE CAMINO A LA INMORTALIDAD
Camino a la
inmortalidad...
el inexistente
En principio solo se puede
congelar un cuerpo muerto, porque lo
contrario sería un asesinato. Congelar
un ser aún vivo supone, salvo mejor
opinión, poner fin a su vida en un porcentaje
de casos muy cercano al cien
por cien y eso está muy mal visto en la
mayoría de sociedades civilizadas. Por
eso es necesario esperar a la declaración
de muerte “legal” del paciente. Sí,
he dicho paciente, porque así es como
llaman los crioconservadores a sus
“clientes”, lo que no deja de ser también
sorprendente. Y en este asunto,
cada país iene sus propias normas,
aunque en todos ellos, se recurre a indicios
tales como la ausencia de respiración
espontánea y de reflejos
pupilares, y sobre todo en la inexistenhemos
visto como se nos abría la posibilidad,
siempre precedida de la leyenda
urbana de Walt Disney, de
congelar nuestro cuerpo enfermo y
descongelarlo cuando se descubra la
cura para nuestra dolencia. Estamos
hablando de “crioconservación”, que,
aunque procede del mismo prefijo que
las anteriores, se diferencia en el
hecho de que aquí estamos hablando
de conservar, sin que se deteriore, tejido
muerto, no vivo, por lo que no es
ni remotamente lo mismo.
Este tema es fascinante y no
deja de estar coninuamente de actualidad.
El pasado mes de diciembre asisimos
anonadados al caso de una niña
británica, fallecida con apenas 14
años, cuya madre,
enfrentada al
padre, del que recientemente
se
había divorciado,
había logrado el
permiso de un juez
para congelar su
cuerpo muerto y
regresarla a la vida
cuando, en el futuro,
se descubra
el remedio para su
enfermedad. No es
el primer caso, ni
mucho menos,
pero no deja de ser sorprendente el
simple concepto de querer regresar a
la vida un cuerpo “muerto” … Sin ir
más lejos, hace unos dos mil años
dicen que un descendiente de la esirpe
de David lo hizo y no veas la que
se lio…
FOTOGRAFÍAS: Imágenes de dominio público
“En principio solo
se puede congelar
un cuerpo muerto,
porque lo contrario
sería un asesinato.
Congelar un ser
aún vivo supone
poner fin a su vida
en un porcentaje
de casos”
cia de acividad cerebral
apreciada
por medio de un
electroencefalograma
plano. Esto
eliminaría errores
especialmente desagradables
como
los que, históricamente
se sabe que
han causado por
fenómenos similares
a la catalepsia.
Tenemos pues un
cuerpo muerto, un
cadáver, carne sin
vida, sin “alma”. Revivir esa masa
inerte supondría no solo problemas
médicos o cieníficos enormes, sino
también otros de índole legal, moral o
filosófico no menos importantes.
Históricamente podríamos re-