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FCA Valores+_31

Revista de la Facultad de Contaduría y Administración de la Universidad Autónoma de Querétaro en la cual se promueven valores y actividades que aqui se realizan bajo una cosmovisión propia de cada uno de los estudiantes y maestros que colaboran en esta institución.

Revista de la Facultad de Contaduría y Administración de la Universidad Autónoma de Querétaro en la cual se promueven valores y actividades que aqui se realizan bajo una cosmovisión propia de cada uno de los estudiantes y maestros que colaboran en esta institución.

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Cuando vi suficientes monedas en mi<br />

morral. Fui a una tienda de instrumentos<br />

musicales, que había visto días atrás.<br />

—Bienvenido a Music Shop ¿qué desea?<br />

—Buenas tardes. Busco micrófonos<br />

inalámbricos, con alguna bocinita o<br />

algo así.<br />

—Sí, claro, mira tengo estos nuevos o<br />

seminuevos que también salen...<br />

— ¿Y esta guitarra? —lo interrumpí<br />

antes de que terminara de explicarme<br />

sobre los micrófonos. Porque en ese<br />

momento vi la guitarra más bonita que<br />

había visto. Era de color azul metálico<br />

en el centro y en la orilla negro, pero<br />

en el lugar donde se juntaban los dos<br />

colores estaba degradado, en verdad<br />

era hermosa.<br />

Así que el comerciante me dijo: Esa<br />

guitarra me acaba de llegar, es edición<br />

especial, de una marca bastante recomendable<br />

y la verdad está en un precio<br />

muy accesible.<br />

—¿En cuánto? — pregunté emocionado<br />

—En tres mil pesos y está en perfectas<br />

condiciones<br />

En ese momento mi rostro cambió.<br />

Pues yo sabía bien que no contaba con<br />

ese dinero. Seguí viendo los demás instrumentos,<br />

sin decir nada. Salí de la<br />

tienda y pensé: realmente necesito dinero.<br />

No puedo hacer nada así. Observé<br />

mi ropa y pues estaba limpia, un poco<br />

quemada por el sol, ya que mi playera<br />

negra que me habían regalado, se tornaba<br />

café, mis pantalones desgastados de<br />

las rodillas, mis zapatos descociéndose<br />

y tallados de todos lados. Y dije: —Ni<br />

siquiera comprarme ropa.<br />

Ya era tarde y sentía en el estómago un<br />

gran batallón de leopardos y búfalos<br />

comiéndose entre sí. Pero en ese momento,<br />

me preocupaba más por la falta<br />

de dinero para la guitarra de mis sueños.<br />

No sabía exactamente qué hacer,<br />

pero tomé en cuenta que si trabajaba<br />

como negro un buen tiempo, obtendría<br />

buenos resultados.<br />

Y pues, así fue. Estuve durante tres<br />

meses, abordando el número mayor<br />

de camiones posibles por toda la ciudad.<br />

Salía de casa con esa oscuridad<br />

tan profunda y fría que penetraba hasta<br />

los huesos y así mismo era mi llegada.<br />

Pero había valido la pena tanto<br />

esfuerzo, aquellos días en los que mi<br />

estómago sólo conseguía un café y un<br />

tamal. Pues logré juntar lo necesario<br />

para realizar mi compra.<br />

Ese día no fui a cantar. Me destiné a la<br />

tienda, para comprar mi guitarra. Salí<br />

feliz de ahí porque además pude comprarme<br />

una pequeña bocina portátil,<br />

que me ayudaría mucho.<br />

Esos días, en los cuales tocaba mi guitarra<br />

y con la pista en la bocina, eran<br />

mucho mejor. En ocasiones ya no andaba<br />

en los camiones. Me iba a un parque<br />

donde pasaba mucha gente, algunos se<br />

detenían a escucharme y me apoyaban,<br />

otros simplemente me veían. Pero todo<br />

marchaba muy bien, me sentía feliz por<br />

lo que estaba logrando día tras día. Muchas<br />

de las veces partía a San Nicolás,<br />

la ciudad vecina, con edificios grandes,<br />

carros por todos lados y un sinfín de<br />

personas esperando que cambiara la luz<br />

del semáforo para cruzar las enormes<br />

avenidas. Y me iba aún más bien, tanto<br />

que mi mamá ya no me sermoneaba<br />

tan seguido.<br />

Un día, en esa ciudad, se acercaron<br />

tres chavos, con grandes tatuajes en<br />

sus brazos y cuello, de vestidura tumbada<br />

y pañuelos en la frente que apenas<br />

lograba ver un poco sus ojos. Uno de<br />

ellos me dijo:—Últimamente andas por<br />

aquí, ¿cierto? Te hemos observado y te<br />

va muy bien.<br />

—Sí, vengo a cantar seguido por aquí.<br />

—le contesté con voz temblorosa.<br />

—Muy bien amigo, pues cantas bien.<br />

Pero sabes hoy andamos cortos de dinero<br />

y queremos que nos prestes algo<br />

de lo que llevas hoy.<br />

Me lo dijo de una forma que me sentí<br />

obligado a hacerlo, pero me negué.<br />

Recogí mis cosas rápidamente y me<br />

fui. No alcancé a recorrer ni media<br />

cuadra, cuando sentí un golpe en mi<br />

pierna, así que caí al suelo. Me mantuvo<br />

uno de ellos con mi cara hacia<br />

abajo, mientras me decía: —no debiste<br />

correr, queríamos hacer las cosas<br />

bien pero no cooperaste.<br />

No contesté nada al respecto, sólo vi<br />

cómo me quitaban todas mis pertenencias.<br />

Sentía que se llevaban gran<br />

parte de mí, así como cuando la tormenta<br />

arrasa con las casas. Me quedaba<br />

sin nada y no podía evitarlo.<br />

Me dejaron ahí tirado, sin nada. Recuerdo,<br />

que sólo le pedí dinero a la<br />

gente que me encontraba, para poder<br />

llegar a mi pueblo y en cuanto junté<br />

lo de mi pasaje, me fui.<br />

No sé si sentía coraje o tristeza. Pero<br />

al ir hacia mi casa, me paré en el lugar<br />

de siempre y entre esa vegetación<br />

espinosa con caminos llenos de piedras<br />

y tierra polvosa que cuando vas<br />

justo allí caminando y llega el viento<br />

sientes como se te llena de polvo la<br />

cara y al pasar la lengua por los labios<br />

te llevas diminutas piedras hacia<br />

tu interior.<br />

“ABACO, agrega una cuenta cultural a tu vida” 13

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