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FCA Valores+_31

Revista de la Facultad de Contaduría y Administración de la Universidad Autónoma de Querétaro en la cual se promueven valores y actividades que aqui se realizan bajo una cosmovisión propia de cada uno de los estudiantes y maestros que colaboran en esta institución.

Revista de la Facultad de Contaduría y Administración de la Universidad Autónoma de Querétaro en la cual se promueven valores y actividades que aqui se realizan bajo una cosmovisión propia de cada uno de los estudiantes y maestros que colaboran en esta institución.

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Melodía para una tormenta<br />

Por: Ana Patricia Herrera Juárez<br />

Aquí en “El paraíso” la gente ya no conoce<br />

otra cosa. Vivimos con la misma<br />

idea arraigada desde hace ya varios<br />

años. Todos los hombres son pescadores,<br />

lanzados al mar desde que nacen,<br />

se dan a la tarea de llevar el sustento a<br />

casa, un buen pescado rosado o simples<br />

camarones descoloridos. Las mujeres<br />

sólo se encargan de atender la casa,<br />

los hijos y por si fuera poco, limpiar<br />

pescado y camarón.<br />

No quería quedarme en casa con mamá<br />

y mis hermanas para ayudarla, con lo<br />

mucho que odio lavar los trastos. Era lo<br />

que mi mamá decía “un pajarillo libre”.<br />

Pequeña, frágil y sin rumbo.<br />

Mi padre llevaba siendo un pescador<br />

cincuenta años. Había heredado de mi<br />

abuelo un bote azul que al navegar, se<br />

perdía en el horizonte. Difuminándose<br />

con el cielo y el mar. En los días buenos<br />

las aguas eran tan claras que se podían<br />

ver los pececitos de colores nadando<br />

entre mis pies. Pero en la temporada<br />

de tormenta las olas se enfurecían y<br />

vociferaban como un león enjaulado.<br />

Caída la tarde veía a mi padre acercándose<br />

a la orilla, llevando su barco tal<br />

como un director de orquesta y sacudiéndose<br />

al compás de las olas.<br />

— ¡Vamos, Susana ayuda a tu anciano<br />

padre con los pescados!<br />

— ¡Sí! — Contestaba yo. Con la impaciencia<br />

de subir a ese barco.<br />

— ¿Qué haremos, hija? ¿El día que<br />

muera quien se hará cargo de ustedes?<br />

Dios no me mandó un hijo varón al cual<br />

enseñar a navegar y pescar.<br />

— ¡Si tú me enseñas, yo lo haré!<br />

— ¡Qué cosas dices, Susana! Eres<br />

mujer y el mar es una bestia difícil de<br />

domar.<br />

— Con tu experiencia y consejos aprenderé,<br />

no es necesario ser un varón.<br />

Ante la oposición de mi madre sumisa,<br />

que nunca renegó de su labor como ama<br />

de casa, logré convencer a mi padre de<br />

llevarme con él y enseñarme a navegar.<br />

Así que me preparé al día siguiente,<br />

lista para el trabajo duro, para llenar<br />

mis manos pálidas de callos y grietas<br />

de tanto tirar de las cuerdas. Quería<br />

enseñarle a mi padre que había muchas<br />

formas de domar a la bestia.<br />

—¡Hay que tener mucha fuerza, de esa<br />

que te hace hasta apretar los dientes<br />

para tomar el control del barco, requiere<br />

de mucha habilidad para mantenerlo<br />

a flote! ¡Hay veces que el mar te traiciona<br />

de un momento a otro sin avisar!<br />

Yo escuchaba atenta toda indicación<br />

de mi padre sin interrumpirlo y tomaba<br />

notas en un pedazo de papel. Así siguieron<br />

varios días más, aprendiendo todo<br />

lo que me decía y con el mar siempre<br />

en calma. Hasta que una mañana llego<br />

una tormenta, no dejaba ver ni a quien<br />

14<br />

“ABACO, agrega una cuenta cultural a tu vida”

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