ECR 258 2e proef

llido humano, Jesús, hijo de José, Jesús de
Nazaret. A la vez, este Nombre humano de
Dios, el Nombre de Jesús, es el único Nombre
debajo del cielo, dado a los hombres, en
que debemos ser salvos (Hech.4.12). En Él
se cumple y se culmina toda la revelación.
No hay manera mejor para conocer a Dios,
que por medio de la encarnación, muerte y
resurrección de Cristo.
En la Calle Recta
El Nombre es vulnerable
Por su Nombre humano, Dios si bien se distingue
de otros seres con nombre, hombres,
ángeles, demonios, otros dioses, pero también
se hace parte de la misma realidad en
la cual todos ellos se mueven. Y esto significa
que fácilmente pierde su distinción, convirtiéndose
en un nombre más. Además, el
hombre por su caída en pecado es hostil con
Dios. Ni aun quiere conocerlo como es, pues
todo el pensar de la carne es enemistad contra
Dios (Rom.8.7; véase Génesis 6.5). Resulta
que todas las ideas humanas sobre Dios
son hostiles, corruptas y torcidas de modo
que el Nombre de Dios y todo conocimiento
revelado de Él se expone al riesgo de abuso,
deshonra, negación e incredulidad. Por eso
que el tercer mandamiento dice: no tomarás
en vano el nombre del Señor tu Dios,
porque el Señor no dará por inocente al que
tome su nombre en vano.
Si bien, Dios se humilla y se humaniza por
la revelación de su Nombre, pide del hombre
la santificación del mismo. Es una instrucción
primordial en toda la Escritura
(véase Mateo 6.9; Ap. 15.4). En el fondo es
el requerimiento de un cambio profundo y
una renovación radical de todo el pensar,
hablar y hacer del hombre con respecto a
Dios. Una sujeción de toda su cosmovisión
al Nombre revelado.
El Nombre es confiable
Conocer al Nombre es conocer a Dios en su
credibilidad e integridad, porque su Nom-
bre es verdadero y confiable, pues como su
Nombre, así es él (véase 1Sam.25.25). El
invocar del Nombre en fe, esperanza y
amor tiene sentido porque es el inicio de
toda la religión auténtica y viva que contiene
promesa de salvación (Gén. 4.26; Hechos
2.21). Además, el temor de este Nombre
grande y temible es el inicio de la
sabiduría (Deut. 28.58; Prov.1.7; 9.10).
Efectivamente, el Nombre confiable de
Dios garantiza la fe en Él.
La revelación del Nombre es la proclamación
del mismo por Dios que a la vez es la
proclamación de su derecho legítimo en el
mundo, ocupado por dioses que no lo son y
por tanto el inicio de la liberación de todo
tipo de idolatría y de toda sujeción ciega al
destino y la naturaleza. Una oferta de paz
a los que se entregan de verdad a él.
Al final, la revelación antropomórfica del
Nombre de Dios resulta en una religión cristiana
en la cual el humanismo auténtico (el
amor al prójimo) es equivalente a lo religioso
profundo (el amor a Dios). El conocimiento
del Nombre de Dios nos compromete
a amar a Dios encima de todas las cosas
y – a la vez – amar al prójimo como a nosotros
mismos (véase Mateo 22.37-40).
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