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El anfitrión despidió a los ingenieros<br />
sociales. Estos, al punto, se escondieron<br />
en sus esquinas sagradas para seguir<br />
investigando a los insomnes. Luego, el de<br />
pantaloncillos de pegatinas les mostró a<br />
los Gutiérrez lo feliz que se puede ser en la<br />
nación.<br />
-Amados, pequeñitos míos, escuchen<br />
la conversación cotidiana de nuestros<br />
habitantes insomnes:<br />
-Dinero, dinero, dinero, ¿dinero? ¡Plaata!<br />
Dinero, dinero, mp3, iPod, ddr2, ¿dinero?<br />
Dinero ¡Dineeerooooo! Plata. Sexo- dijo un<br />
habitante.<br />
-Dinero, plata, publicidad, ¿dinero? ¿Dinero?<br />
¡Dinero, dinero, dinero, dinero! Dinero,<br />
moneda, libra, dólar, peseta, centavo, peso.<br />
Sexo, sexo, Xbox 360, PlayStation, alfombra<br />
roja, Justin Bieber, dinero… Dinero- le<br />
contestó el otro ciudadano.<br />
Los Gutiérrez al oír la conversación sagrada<br />
se abrazaron entre sí y lloraron de la emoción.<br />
-Mamita, este es el paraíso. Jamás pensé<br />
que sería tan feliz y dichosa ¡Lo mejor que<br />
nos pudo haber pasado es no dormir, así<br />
podremos competir eficientemente y ser<br />
ciudadanos de prestigio!- dijo Pancracia con<br />
lágrimas en sus ojos.<br />
El presentador estaba callado. De pronto,<br />
pareció como si algo le hubiese incomodado.<br />
Se sentó en el suelo, cabizbajo.<br />
-¿Qué le pasa, señor?- le preguntó Domiceo.<br />
-Es que los resentidos nos odian. Aunque<br />
no lo crean, los insomnes no estamos<br />
solos- respondió el anfitrión. Entonces,<br />
levantó su índice e indicó la plaza central de<br />
Inzomnilandia. Aquí, dos bestias horrendas<br />
yacían ahorcadas.<br />
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