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Pues bien: formado su juicio destino dos espíritus para encarnar, ser esposos y dar<br />
vida a otros seres y pagarse mutuamente unos a otros amor, vida, intereses materiales<br />
y morales, deben sujetarse a la mayor justicia de que sean capaces y entonces son<br />
autorizados y aparecen en los sexos que la ley les haya señalado.<br />
Si la mujer debe amor que bebió en la anterior existencia en aquel que hoy es su<br />
esposo, que antes fuera su mujer aunque aquella sea de mayor luz y experiencia y por<br />
tanto de sabiduría y amor, dará a su esposo más retrasado su amor y le enseñará su<br />
sabiduría para igualarse a los hijos en disposiciones, moral y amor. Pero aquí (aunque<br />
no quieran) se verá diferencias en el amor, bien por la delicadeza, o por la oportunidad,<br />
ya que la esposa llegará siempre a tiempo a sus deberes, como aquel que hace las<br />
cosas por hábito, que se diferencia siempre del que las hace por la imposición del<br />
deber, pero éste hace más méritos que el otro.<br />
De todos modos, el fin primordial del matrimonio metafísicamente es pagar deudas de<br />
vidas; porque si en todo la ley es inflexible, en este punto es inexorable. «Si matas, con<br />
tus besos resucitarás al muerto» es un artículo culminante de justicia y amor rigurosos.<br />
Y... ¿en qué unión de cuerpos del hombre y la mujer no hay besos?... Esa es la única<br />
resurrección que tiene la ley del Creador.<br />
Los demás deberes del matrimonio (aunque con muchos errores) ya los ha<br />
catalogado la ley civil, que nosotros limpiaremos con un buen grado de moral eficiente.<br />
Y bien. ¿Habéis visto como el amor de los hijos, por donde quiera que se mire,<br />
impone el trabajo de sus progenitores? ¿Qué armas usa la ley para imponer sin obligar?<br />
Ya lo hemos dicho, el amor de la carne; su atracción, su deseo constante, el goce en<br />
fin, el que hace no pensar ni temer al trabajo y las obligaciones de los padres y<br />
cumpliendo estos deberes se entra en la ley; se pone el mismo en entredicho; anubla<br />
más su espíritu y aleja las afinidades hasta el punto de que, por justicia, se niegan sus<br />
afines a darle cabida en la familia, para no tener el peligro de un retraso, lo que les<br />
sucede generalmente a los espíritus supremáticos, cegados por sus concupiscencias.<br />
Aun hay un punto que exponer muy importante y es de esos espíritus que por<br />
supremáticos no tienen derecho a pedir una matriz que los recoja para una prueba de<br />
amor. Pero el amor de los espíritus de gran luz y los que ya están regenerados y tienen<br />
la ley en sí mismos, se imponen una misión sobre esos supremáticos y piden venir para<br />
darles vida y ver si son capaces de entrar en la ley, pero no cargándose con la<br />
responsabilidad del supremático, si en aquella prueba de amor tampoco entraran en el<br />
camino de la regeneración, y esto es justicia, porque no habían de cargarse con las<br />
deudas a la ley, ya que hacen un tan tremendo sacrificio en favor de los<br />
desconocedores de esa misma Ley.<br />
Entonces esos espíritus recalcitrantes son obligados a encarnar bajo este dilema<br />
terrible: «O encarnar para probar su regeneración, o son sometidos al rigor de la<br />
Justicia, sacándolos de la familia espiritual del mundo y transportarlos a mundos<br />
primitivos como los descriptos por el Dante, donde aun las pasiones no son escándalo,<br />
porque no se ha descubierto la ley ni se ha iniciado el progreso.<br />
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