UJ #16 - Cruceros Amazónicos

Nevin Xavier
A medida que el barco se aleja de Iquitos, el sol inicia su
descenso. Solo bastaron diez minutos para que el paisaje
se transforme, dejando atrás las casas y el ruido de la
ciudad. Siguiendo el cauce del río Itaya llegamos hasta su
convergencia con el Amazonas, el primer acercamiento
al impresionante paisaje que nos acompañaría a lo largo
de esta travesía de ocho días. Nos queda claro por qué el
río es considerado como una de las maravillas naturales
del mundo: su imponencia te hace sentir como la pieza
más pequeña del rompecabezas de la Amazonía.
Por la mañana es momento de la primera excursión.
A bordo de las lanchas que posee el Amazon Star,
pasamos junto a unos niños que chapotean en el río.
Una canoa hace de trampolín mientras ellos ríen, entre
guacamayos al vuelo y monos que saltan de rama en
rama. Sin televisión y sin internet, son el mejor ejemplo
de lo que se avecina: total desconexión y contacto con
la naturaleza, algo que los citadinos hemos olvidado.
Naomi Tamamoto
Nutria protegida
en CREA (Centro de
Rescate Amazónico)
en Iquitos, lugar
visitado para aprender
sobre especies en
peligro y manatíes.
EL LATIR DE LA SELVA
A diferencia de un crucero tradicional, donde el cielo y
el mar parecen combinarse hasta el infinito, los árboles
de la Amazonía rompen con esa unión. Algunos ‘pequepeques’
– botes a motor de los lugareños – aparecen
furtivos navegando a nuestro lado, señal de que no
estamos solos. En realidad, son más de 5 millones de
personas las que llaman hogar a la selva amazónica
en Perú, comunidades que viven autónomamente de
la caza y la pesca, aprovechando los recursos que la
tierra les regala.
Christian Declercq
El Amazon Star cuenta con dos lanchas
para excursiones a lo largo del Amazonas.
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