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18 Domingo 23 de septiembre de 2 018 Página SIETE<br />

Lo invisible del cine<br />

l En dramaturgia, el primer germen de creación es la escritura y ésto es quizá lo<br />

más cinematográfico, pero a la vez lo más invisible, escribe Pablo Gozalves.<br />

Pensador privado<br />

Pa b l o<br />

G o z a l ve s<br />

Escritor y<br />

d i b u j a n te<br />

“No habrá<br />

que<br />

perder de<br />

vista que<br />

no existe<br />

un ‘deber<br />

s e r’de la<br />

e s c r i t u ra ,<br />

insisto mucho<br />

sobre<br />

esto, en el<br />

sentido de<br />

una obligación<br />

que el<br />

autor se impone<br />

como<br />

creencia de<br />

que ‘debe<br />

decir algo’<br />

como tarea<br />

ética o mora<br />

l ”.<br />

La dramaturgia, al menos<br />

en un sentido convencional,<br />

está relacionada al<br />

hecho de contar una historia<br />

con la finalidad de ser vivida<br />

por los actores en su representación<br />

junto al público. Esto<br />

quiere decir que la escritura de<br />

cine –el guión–sin su puesta en<br />

escena (o puesta en pantalla) que<br />

le da un acabado formal que es<br />

experimentado vívidamente en<br />

el espectáculo está incompleto<br />

porque trasciende a la mera escritura<br />

para lucir su rostro encarn<br />

a d o.<br />

Sin embargo, el primer germen<br />

de creación es su condición escritural,<br />

lo más cinematográfico<br />

del séptimo arte y lo más invisible<br />

del cine.<br />

En el cine como en todo acto<br />

creativo se tiende a un fin y de esta<br />

afirmación se desprenden<br />

preguntas que aunque pueden<br />

parecer triviales a primera vista<br />

resultan ineludibles para comprender<br />

sus fundamentos: ¿Para<br />

quién escribe el autor lo que escribe?<br />

¿El autor de la obra cuenta<br />

una historia, la escribe, para otro<br />

(ajeno –imaginado) o la escribe<br />

para sí mismo? Parece que las<br />

condiciones particulares de la<br />

creación artística hacen que un<br />

autor escriba para otro al escribir<br />

para sí mismo. No habrá que perder<br />

de vista que el rasgo principal<br />

de la actividad artística es su<br />

carácter público, que trasciende<br />

(en el espectáculo) cualquier tipo<br />

de intimismo del autor.<br />

Pero, ¿qué significa escribir<br />

para otro al escribir para sí mismo?<br />

Significa que en el proceso<br />

de creación, es decir, en el acto<br />

de escritura (en este caso dramatúrgica)<br />

el autor pone en juego<br />

sus propias pasiones, su propio<br />

malestar, para vivir la experiencia<br />

del límite en el nuevo mundo<br />

creado en la ficción desde el lenguaje,<br />

pudiendo desde ese lugar<br />

nuevo conmover y transformar<br />

la vida del lector (del público) y<br />

en ese sentido despertarlo.<br />

Queremos decir, primero tiene<br />

que despertar el autor en su<br />

proceso creativo, para despertar<br />

al lector. Constituyendo su labor<br />

en un azote fundante que transforma<br />

la percepción de la vida,<br />

también puede decirse, hurgando<br />

en las heridas que la vida imprime<br />

el autor encuentra el vigor<br />

(la brutalidad) de su látigo, para<br />

marcar como una llaga, un punto<br />

existencial de no retorno en la<br />

experiencia lectora de ese otro<br />

que no busca un saber irreductible,<br />

sino, busca poder ser “sor -<br />

p re n d i d o” por lo desconocido;<br />

es decir, por una visión renovadora<br />

de la realidad circundante<br />

que tiene la capacidad de golpearlo<br />

como condición básica<br />

para su transformación.<br />

No habrá que perder de vista<br />

que no existe un “deber ser”de la<br />

escritura, insisto mucho sobre<br />

esto, en el sentido de una obligación<br />

que el autor se impone como<br />

creencia de que “debe decir alg<br />

o”como tarea ética o moral. En<br />

ese mismo sentido, no existe una<br />

misión existencial reflejada en la<br />

escritura a la que el autor debe<br />

rendir cuentas, porque no existe<br />

un absoluto en el arte y en consecuencia,<br />

no se halla “v e rd a d ”po -<br />

sible de ser manifestada.<br />

Cuando uno escribe lo hace<br />

sencillamente porque “q u i e re”;<br />

porque “quiere decir algo”y esta<br />

libertad volitiva que imprime todo<br />

acto de escritura es fundamental<br />

para comprender la creación<br />

en el arte. Si un artista, en<br />

cuanto autor (dramaturgo) escribe,<br />

lo hace con la firme convicción<br />

de que algo será liberado,<br />

para atenuar las propias exaltaciones<br />

en un sentido casi terapéutico<br />

y porque escribir supone<br />

trazar un recorrido por la vida<br />

que quiere prestigiarse en su forma<br />

sorpresiva de rapto, con la<br />

que se presenta al público para<br />

despertarlo a propósito de algo<br />

que hasta ese momento no había<br />

pensado, y en consecuencia reformula<br />

su percepción de la vida<br />

y el mundo.<br />

Esto último se expresa, por dar<br />

un ejemplo, en el cambio radical<br />

que sufre el protagonista de la historia,<br />

por el que su vida se transfigura<br />

y gira de la plenitud a la decadencia,<br />

de la felicidad a la desgracia<br />

o viceversa. Es en este punto en<br />

cuestión donde el autor vuelca su<br />

voluntad de creación escribiendo<br />

y donde interioriza la responsabilidad<br />

de su oficio; una sensibilidad<br />

fatua no debería tener la posibilidad<br />

de transformar la vida de otro<br />

(aunque ese otro sea un personaje<br />

de ficción) sencillamente porque<br />

le da la gana, sino que debe obra en<br />

gracia en su vida y ayudarlo a recorrer<br />

los límites impuestos a su destino.<br />

Ahora bien, ¿dónde comienza la<br />

escritura? Resulta paradójico que<br />

la escritura pierde su origen en<br />

cuanto inicia su relato; constituyéndose<br />

en un lugar neutro y borrando<br />

cualquier tipo de identidad,<br />

porque es el lenguaje y no el<br />

autor el que habla y performa en<br />

dicha escritura. En este proceso la<br />

primera identidad demolida, en<br />

cuanto cuerpo y nombre propio, es<br />

la de la persona del autor. El autor<br />

sólo es el que escribe y aquella idea<br />

de que la obra es una “premisa del<br />

autor” sobre los contenidos impresos<br />

en la misma hoy está puesta<br />

en duda. En las sociedades tribales<br />

esta función, la de contar historias,<br />

no podía estar a cargo de cualquier<br />

individuo, siendo el chamán<br />

–en cuanto es un mediador–el encargado<br />

del relato; ser mediador<br />

como condición para que fluya el<br />

relato significa encontrar, previamente,<br />

una “neutralidad ”que sirve<br />

de trampolín para que el lenguaje<br />

adquiera forma.<br />

En el mundo contemporáneo, el<br />

poeta y crítico francés Mallarmé<br />

ha sido el primero en atisbar este<br />

hecho importante: El de beneficiar<br />

a la escritura suprimiendo al autor;<br />

el de sustituir al autor por el lenguaje<br />

que es quien auténticamente<br />

obra en el relato.<br />

El alejamiento del autor imprime,<br />

además, un aquí y ahora<br />

eterno (constante) a la escritura,<br />

aboliendo, como anticipábamos<br />

arriba, cualquier posible<br />

origen. Esta neutralidad de la<br />

escritura, que da muerte al autor,<br />

constituye un acto performativo<br />

del lenguaje que no puede<br />

ser atravesado, pero si recorrido,<br />

siendo el gesto impreso<br />

de algo extraño (indescifrable)<br />

y no una mera expresión de un<br />

afecto o pasión vivida por un individuo<br />

concreto.<br />

De estas ideas se concluye: Primero,<br />

no podemos intentar leer<br />

una obra como si fueran las confidencias<br />

hechas por la persona<br />

del autor. Segundo, una vez<br />

muerto el autor la que está viva es<br />

la escritura, el mundo en el que<br />

nos sumerge la historia. Tercero,<br />

de la obra no se desprende un<br />

sentido único transcrito por un<br />

Autor-Demiurgo, sino, se desprenden<br />

tejidos de llamadas diversas,<br />

provenientes del seno de<br />

la cultura, otorgando –a la escrit<br />

u ra –sentidos plurales.<br />

Finalmente, diremos que la<br />

multiplicidad de sentidos que<br />

anuncia la escritura apunta a rechazar<br />

la posibilidad de la existencia<br />

del sentido, como actividad<br />

revolucionaria que el contar<br />

una historia alumbra al ir más<br />

allá de la ley, de la razón, de la<br />

moral, de la ciencia. En este punto,<br />

en el que la escritura se subleva,<br />

al entablar un diálogo con su<br />

multiplicidad inherente, sólo el<br />

lector, en cuanto es su destinatario,<br />

puede dar cuenta de la totalidad<br />

de las citas que la conforman<br />

y de esta manera dar vuelta a la<br />

experiencia del lenguaje; haciendo<br />

nacer al lector, como ser<br />

autentificado de la escritura, a la<br />

par de dar muerte al autor.

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