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Cuentame-esta-noche-Megan-Maxwell

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cabía duda de que entre aquellos dos había triunfado el amor.<br />

—Ella es tu destino, Bruno Pezzia —dijo.<br />

Al verlos, Tharisa se hizo chiquitita… chiquita, más aún de lo que era, y<br />

suspiró de decepción. Sin embargo, Risco se apresuró a llevarle un bollito<br />

de miel que ella comió con sumo gusto.<br />

Cuando ya todos habían visto a la pareja de la mano y habían asumido<br />

lo que aquello significaba, unos enanos azules corrieron hacia Lidia. La<br />

necesitaban para solucionar un problema. Sin dudarlo, Bruno la soltó y,<br />

tras darle un rápido beso en los labios, dijo caminando en otra dirección:<br />

—Anda…, ve y continúa comportándote ante todos como la implacable<br />

guerrera que eres.<br />

El comentario hizo sonreír a Lidia, que le guiñó un ojo y se alejó. Sin<br />

duda había encontrado al hombre de su vida.<br />

Pero la quietud y el sosiego de la <strong>noche</strong> duraron poco.<br />

Dracela advirtió a Lidia de la presencia de guerreros de Dimas en las<br />

inmediaciones del campamento y, tras recogerlo todo rápidamente,<br />

reemprendieron la marcha para llegar cuanto antes a las vastas tierras del<br />

Gran Pantano.<br />

No muy lejos de Penelope, Fenton observaba cómo ésta ayudaba a todo<br />

el que lo necesitaba y ordenaba a otros auxiliar a unas mujeres. Nunca<br />

habría imaginado que en el interior de aquella mujercita dulce a la que le<br />

gustaba cocinar y tejer hubiera una guerrera como la que ahora admiraba.<br />

Al amanecer llegaron a las lindes del Gran Pantano. Allí, todo era<br />

oscuro, siniestro y silencioso. En aquella parte del pantano, la vida era<br />

inexistente, y las nuevas incorporaciones al grupo miraban a su alrededor<br />

con horror, seguros de que no saldrían con vida de aquel lugar. Tomando<br />

el mando para tranquilizar a las gentes, Bruno les mostró su llave élfica.<br />

Todos sabían que quien se atrevía a adentrarse en aquellos parajes no salía<br />

vivo, pero el guerrero les aclaró que sólo los que hubieran sido tocados<br />

por aquella llave tenían acceso al lugar sin correr ningún peligro. Por<br />

ello, Lidia, Penelope y él, uno a uno, fueron pasando la llave entre<br />

aquellas gentes para que nada pudiera sucederles.

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