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Cuentame-esta-noche-Megan-Maxwell

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—Un amigo.<br />

—¿Tus amigos te besan en el cuello?<br />

Aquella pregunta le hizo gracia y contestó:<br />

—Si fuera un ex, te aseguro que no me lo habría besado.<br />

Durante varios segundos, ambos se miraron a los ojos y, cautivado<br />

totalmente por ella, él murmuró sorprendiéndola:<br />

—Llevo toda la <strong>noche</strong> mirándote como un idiota y hasta tus botas<br />

militares me parecen ya encantadoras. Y, ahora que te tengo a mi lado,<br />

sólo puedo decirte que te deseo, Elizabeth, te deseo salvajemente con toda<br />

mi alma y con todo mi ser, y necesito preguntarte sí tú sientes ese deseo<br />

salvaje por mí.<br />

Lo sentía. Claro que sí, y más tras aquellas palabras; sin poder negarlo,<br />

asintió hechizada y William sonrió. Aquella sonrisa tan sensual, tan segura<br />

y cargada de morbo le puso el vello de punta a Lizzy, y él, tras darle un<br />

rápido beso en los labios, propuso:<br />

—Vamos. Acompáñame.<br />

Sin soltarse de su mano, caminó por la calle hasta que William paró un<br />

taxi. Una vez dentro, él dio una dirección y, cuando llegaron a la calle<br />

Serrano y el taxi paró, dijo:<br />

—Tengo un ático aquí. ¿Quieres que subamos?<br />

Consciente de lo que significaba aquella invitación y deseosa de él, la<br />

joven asintió sin dudarlo. William pagó la carrera y de la mano entraron<br />

en el lujoso portal. Era impresionante.<br />

En el ascensor, William no la besó como ella esperaba. Se limitó a<br />

mirarla con intensidad y, cuando aquél se detuvo y se abrió, la invitó a<br />

salir.<br />

En el rellano ambos se miraron y William, tras abrir la puerta con la<br />

llave, dijo incitándola a entrar:<br />

—Adelante. Estás en tu casa.<br />

Con inseguridad, ella entró. Tanto lujo la apabullaba. Una vez dentro,<br />

William cerró la puerta del apartamento y encendió las luces. Al<br />

iluminarse la <strong>esta</strong>ncia, Lizzy suspiró. La entrada de aquella casa era<br />

enorme.

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