Biblia Herencia Reformada, para la familia y el estudio devocional

leer la biblia experiencialmente
Leer la Biblia experiencialmente simplemente significa leerla con todo nuestro corazón, alma,
mente y fuerzas. Esa es la manera como la Biblia debe ser leída. La razón por la que tenemos
que usar la palabra “experiencialmente” es simplemente porque la gente cree que está leyendo
la Biblia cuando en realidad solo la está leyendo de manera superficial.
Por ejemplo, muchos leen la Biblia solo para obtener sabrosos bocaditos de información o
para ganar más conocimiento intelectual. Están interesados en hechos, en historia o incluso en
doctrina, pero el estudio que hacen de la Biblia se detiene en ese nivel. A veces estas personas
leen solo para confirmar lo que ya saben o creen. Solamente leen ciertas secciones de la Biblia,
y si acaso leen toda la Biblia, solo toman de ella lo que encuentran interesante, relevante o útil.
Otros leen la Biblia con el fin de obtener un sentimiento emocional que les dé bienestar.
Ellos quieren una dosis o una inyección en el brazo que les ayude a confrontar otro día o semana.
Asimismo, otros leen la Biblia simplemente porque quieren hacer algo. Quieren consejos prácticos
o directrices que los guíen en la vida diaria, o como visión para sus iglesias u organizaciones.
Cada uno de estos grupos se caracteriza por este grave error: no están leyendo la Biblia
en los términos que da la Biblia misma. No están leyendo la Biblia como la revelación de Dios,
Su verdad, Su Palabra, en toda su anchura, profundidad y altura.
Una prueba para saber si estás leyendo la Biblia experiencialmente es ver si en el proceso
de leer la Biblia, la Biblia te lee a ti. Sin duda, esto sonará como una manera de pensar muy
peculiar. “¿Cómo puede leerme un pasaje?”, puedes estar preguntándote. “Las palabras en una
página no tienen ni ojos ni mentes como para que me puedan leer. Además, no soy un libro
lleno de páginas con palabras para ser leídas”.
Normalmente, no pensamos ni hablamos así. Sin embargo, como resultado de ello estamos
perdiendo de vista algo importante. Piensa en lo que sucedió cuando el profeta Natán
vino al rey David con la parábola de la corderita (2S 12:1-6). Esta parábola terminó revelando el
pecado en la vida de David que, hasta ese momento, él no había visto tal como debía haberlo
hecho. La parábola de Natán actuó como un reflector en el corazón de David y descubrió algo
que David había ocultado debajo de capas de excusas e intentos de suprimir su culpa. David
comprendió la Palabra de Dios ese día. Pero, más importante aún, la Palabra de Dios lo capturó.
Sin duda, el Espíritu Santo estaba trabajando en David para que tuviera un conocimiento
apropiado de sí mismo. Pero la palabra que Natán trajo fue el medio que Dios usó para ese fin.
No es sorprendente que el Espíritu ame usar la Palabra de esa manera. Después de todo, Él la ha
inspirado (2P 1:21). Él se complace en usarla trayendo a pecadores a la verdad para salvación,
dándoles el conocimiento verdadero de ellos mismos y de Dios (Jn 16:8-14).
Sin embargo, muchos hoy se contentan con leer la Biblia de una manera en la que la Palabra
de Dios se sujete a ellos, en vez de sujetarse ellos a la Palabra. Estudian la Biblia –o eso
piensan– pero no se dan cuenta de que la Biblia necesita estudiarnos a nosotros. Necesitamos
escudriñar las Escrituras, pero es una bendición cuando descubrimos que las Escrituras están
escudriñándonos a nosotros, enseñándonos cómo deberían ir las cosas en nuestras vidas y
cómo van normalmente, las cuales siempre están por debajo de cómo deberían ir (Ro 7:14-25).
Cuando Dios usa Su Palabra para escudriñarnos y cambiarnos, tenemos lo que los teólogos
han llamado el acercamiento experiencial a las Escrituras. De hecho, cuando vienes a la
Escritura creyendo verdaderamente lo que esta afirma ser –la Palabra de Dios– y sometiéndote
a su escrutinio de toda tu vida, entonces la estás leyendo experiencialmente. El Salmo 119 en
su totalidad es una expresión gloriosa de lectura experiencial, y el versículo 130 declara sucintamente:
“La exposición de Tus palabras alumbra; hace entender a los simples”.
Por naturaleza, todo en nuestras vidas está desordenado. No vemos las cosas como realmente
son. El pecado ha puesto un velo en nuestros corazones y amamos las tinieblas y no la
luz (Jn 3:19). Hemos perdido el sentido de someternos a Dios y de ser responsables ante Él. En