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Planetas Prohibidos-Año5-N13

PLANETAS PROHIBIDOS es una revista cuatrimestral de ciencia ficción sin ánimo de lucro. Su objetivo es la difusión de artículos, relatos e ilustraciones del género. AVISO LEGAL. Los textos e ilustraciones pertenecen a los autores, que conservan todos sus derechos asociados al © de su autor. El autor, único propietario de su obra, cede únicamente el derecho a publicarla en PLANETAS PROHIBIDOS para difundirla por Internet en formado pdf y epub. No obstante, los derechos sobre el conjunto de PLANETAS PROHIBIDOS y su logo son © del Grupo PLANETAS PROHIBIDOS. Queda terminantemente prohibida la venta o manipulación de este número de PLANETAS PROHIBIDOS. No obstante se autoriza a copiar y redistribuir la revista siempre y cuando se haga de forma íntegra y sin alterar su contenido. Cualquier marca registrada comercialmente que se cite en la revista se hace en el contexto del artículo que la incluya sin pretender atentar contra los derechos de propiedad de su legí- timo propietario. El Grupo PLANETAS PROHIBIDOS está compuesto por Lino Moinelo, Guillermo de la Peña, Marta Martínez y Jorge Vilches.

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«Cuando las sombras se alzan<br />

y a todo visten cuando los ecos,<br />

si vuelven, a la cordura espantan,<br />

cuando suena el himno oscuro<br />

que al último halo escurre<br />

entonces el Día se acuesta<br />

y la Noche se levanta…».<br />

Pasaje anónimo del<br />

«Libro del Dios Abisal»<br />

Aquella noche Meliés, un fraile<br />

atribulado por una vida de<br />

desconciertos, se despertó<br />

sobresaltado y sudoroso en medio<br />

de la oscuridad, apartó la venda<br />

de sus ojos y cuando comprobó<br />

que estaba completamente solo en<br />

aquella habitación, se reclinó y continuó<br />

durmiendo.<br />

Meliés había pertenecido durante<br />

años a la Orden del Misterio Adventicio,<br />

congregación que adoraba<br />

a una imagen mística, en apariencia<br />

femenina, que había sido encontrada<br />

en una región donde todo aquel<br />

que había vivido allí, había sido testigo<br />

o protagonista de un milagro, el<br />

condado de Borbo.<br />

Era un hombre desgarbado, de<br />

unos cincuenta años, de complexión<br />

fuerte y ausencia de pelo, sufrió desde<br />

muy niño una atriquia atípica que<br />

lo hizo diferenciar a simple vista del<br />

resto de personas; tanto, que en el<br />

pueblo donde empezó a oficiar sus<br />

primeras misas era conocido popularmente<br />

como «el cura esfinge».<br />

Algunos pensaban que el calificativo<br />

de esfinge era por su impasible<br />

seriedad y rigidez de gestos,<br />

pero no, era por su semejanza con<br />

esa raza de gatos lampiños que aterrorizaban<br />

sólo con verlos a mucha<br />

gente, ya que parecían despellejados.<br />

Además, a Meliés le encantaban<br />

los gatos, alimentaba a los que<br />

encontraba abandonados y por eso<br />

los afortunados felinos muchas veces<br />

lo seguían.<br />

Pero aquella singularidad capilar<br />

no era lo único que este fraile tenía<br />

de especial, su pasado había sido<br />

centro de todas las miradas en multitud<br />

de ocasiones; allá donde fuera<br />

y por motivos muy diferentes, parecía<br />

como si alguien lo hubiera maldecido<br />

o si sus carnes fueran pasto<br />

de algún mal de ojo. Los problemas<br />

se habían ido cruzando en su camino,<br />

a veces, hasta con la mejor de<br />

las voluntades, algo tan persistente<br />

que consiguió desesperarlo en dos<br />

ocasiones clave, dos angustiosas<br />

crisis nerviosas que le habían dejado<br />

secuelas, como por ejemplo,<br />

un pequeño temblor en las manos<br />

cuando se ponía muy nervioso.<br />

Por unos sucesos lamentables<br />

acaecidos hacía ahora ocho largos<br />

años, Meliés fue juzgado en público<br />

y considerado culpable, e instado<br />

por la archidiócesis que lo instruyó<br />

a abandonar sus labores de párroco<br />

y ser desterrado a los muros de la<br />

deshabitada e inhóspita Abadía de<br />

la cíclica Flor. Durante los primeros<br />

meses que Meliés pasó allí pensó<br />

que aquel gesto había sido en forma<br />

de castigo, como si el lugar estuviera<br />

embrujado, pero con el paso<br />

de los días aprendió a vivir sosegadamente;<br />

ni siquiera la soledad del<br />

lugar, ni lo lúgubre y fantasmal de<br />

sus recovecos y escondites le hizo<br />

renunciar a la belleza de su madurez<br />

arrojada al pensamiento durante<br />

los florecientes compases del tiempo<br />

en penitencia.<br />

Este templo llevaba construido<br />

casi quinientos años, los últimos<br />

cuarenta abandonado, pero todavía<br />

conservaba intacta su muralla,<br />

sus campanas, así como gran parte<br />

de los aparejos y enseres que utilizaban<br />

los monjes y sus sirvientes<br />

cuando aquí se atrevieron a vivir, tan<br />

sólo presentaba vestigios del lacerante<br />

paso del tiempo en los ador-<br />

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