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Planetas Prohibidos-Año5-N13

PLANETAS PROHIBIDOS es una revista cuatrimestral de ciencia ficción sin ánimo de lucro. Su objetivo es la difusión de artículos, relatos e ilustraciones del género. AVISO LEGAL. Los textos e ilustraciones pertenecen a los autores, que conservan todos sus derechos asociados al © de su autor. El autor, único propietario de su obra, cede únicamente el derecho a publicarla en PLANETAS PROHIBIDOS para difundirla por Internet en formado pdf y epub. No obstante, los derechos sobre el conjunto de PLANETAS PROHIBIDOS y su logo son © del Grupo PLANETAS PROHIBIDOS. Queda terminantemente prohibida la venta o manipulación de este número de PLANETAS PROHIBIDOS. No obstante se autoriza a copiar y redistribuir la revista siempre y cuando se haga de forma íntegra y sin alterar su contenido. Cualquier marca registrada comercialmente que se cite en la revista se hace en el contexto del artículo que la incluya sin pretender atentar contra los derechos de propiedad de su legí- timo propietario. El Grupo PLANETAS PROHIBIDOS está compuesto por Lino Moinelo, Guillermo de la Peña, Marta Martínez y Jorge Vilches.

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ánimo de lucro. Su objetivo es la difusión
de artículos, relatos e ilustraciones
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AVISO LEGAL. Los textos e ilustraciones
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El autor, único propietario de su
obra, cede únicamente el derecho a
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Queda terminantemente prohibida
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No obstante se autoriza a copiar y
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El Grupo PLANETAS PROHIBIDOS
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de la Peña, Marta Martínez y Jorge
Vilches.

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dos. Sólo cuencas vacías, redondas<br />

como la boca de un pozo, negras<br />

como un abismo. Ana sintió el dolor<br />

punzante de la penetración no<br />

deseada. Intentó cerrar las piernas,<br />

pero el extraño se empujaba dentro<br />

de ella con embestidas violentas,<br />

una y otra vez. Pronto sintió en<br />

su interior el chapoteo de la sangre<br />

tras el desgarre y el dolor abrasante<br />

y pulsátil que conllevaba. Ana ya<br />

estaba hundida hasta las mejillas.<br />

La mano de él seguía cerrada con<br />

firmeza en torno al cuello; reía y gorgoteaba<br />

de placer mientras ella se<br />

ahogaba en dolor y semen…<br />

El pitido de la alarma quedó ahogado<br />

por el grito de Ana al despertarse.<br />

Se quedó muy quieta, con el<br />

corazón retumbándole en el pecho<br />

como si fuese un huracán enjaulado.<br />

Le costó algunos minutos comprender<br />

que había sido una pesadilla.<br />

Una horrorosa. Casi a rastras, se<br />

movió al baño. Aun temblaba con<br />

violencia al refrescarse la cara con<br />

agua fría, las piernas las sentía de<br />

gelatina. Sentada en el inodoro y<br />

con miedo inicial a mirarse la vulva,<br />

constató que no estaba desgarrada<br />

y eso la tranquilizó, solo un poco.<br />

Aun así, mantuvo la posición. Las<br />

rodillas le entrechocaban entre sí,<br />

mientras apretaba de forma inconsciente<br />

los muslos contra su pubis.<br />

Por un instante consideró cambiar<br />

las cerraduras de la casa, mas<br />

su madre se burlaría de su paranoia,<br />

diciéndole que el asunto de Carlos<br />

ya llevaba enterrado hacía más de<br />

tres meses. Él ya habría conseguido<br />

un nuevo culito. Ana respiró profundo<br />

en busca de calmarse, y después<br />

de algunas lágrimas silenciosas, se<br />

gritó internamente que fue un sueño.<br />

Era todo. Necesitaba distraerse,<br />

olvidarlo todo, era el mejor remedio<br />

en esos casos. Sin querer darle más<br />

vueltas al asunto, se tomó unos calverlo<br />

mostrar los dientes, como un<br />

perro rabioso.<br />

—Eres una malnacida infeliz —<br />

escupió de repente—. Sabía que<br />

ibas a hacerme una mierda, ¡una<br />

mierda cochina de puta! ¡Todo es tu<br />

culpa… todo… y me voy a asegurar<br />

de recordártelo…!<br />

En un parpadeo lo tenía encima.<br />

Ana quiso gritar, pero él le apretó el<br />

cuello con ambas manos. El móvil<br />

sobrevoló por la habitación cuando<br />

lo soltó para clavarle las uñas en<br />

la cara a Carlos e intentar soltarse.<br />

Sintió enterrar los dedos en la piel y<br />

afianzó el agarre al sentir un líquido<br />

tibio chorrearle por los brazos. Él<br />

aulló como un animal enloquecido,<br />

pero no la soltó. Ambos tironearon<br />

uno del otro sobre la cama, pero la<br />

fuerza del muchacho le aplastaba el<br />

cuello y el paso del aire se cortó de<br />

golpe, logrando que se preocupara<br />

más por respirar que por zafarse.<br />

De repente dejó de reconocerle<br />

el rostro y notó que estaban desnudos.<br />

Él aun la agarraba por el cuello,<br />

pero con una sola mano, permitiéndole<br />

respirar a duras penas. Con la<br />

otra se masturbaba, del pene escapaba<br />

un torrente blanco que no<br />

parecía tener fin, la empapaba para<br />

luego inmovilizarla como si ella fuese<br />

una mosca en una telaraña. Poco<br />

a poco, la cama se convertía en una<br />

piscina de fluido donde ella se hundía<br />

con absurda lentitud. Ana no<br />

dejaba de agitarse para mantener<br />

la cabeza arriba, boqueando en medio<br />

de resoplidos y evitar tragar la<br />

esperma. Ahora no podía quitar los<br />

ojos de su captor, porque era Carlos<br />

pero a la vez, no lo era. No recordaba<br />

su cabello apelmazado por alguna<br />

sustancia pringosa, ni su piel tan<br />

fría y gris, como tampoco era posible<br />

para ningún hombre eyacular de<br />

aquella forma bestial.<br />

Tampoco tenía ojos, ni párpa-<br />

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