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matilde ripoll II

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le gustaba nuestra actuación, de modo que en un momento

dado el monaguillo me asaltó y me dijo: “A partir de mañana

La Hora de Dios se va a la calle”. Yo le contesté: “¿Quién lo

dice? Pues usted, con mis respetos, no me sirve”. Él se limitó

a contestar: “Órdenes recibidas”, a lo que respondí: “Quien le

haya dado estas órdenes que me lo diga por escrito”.

A partir de ahí se desencadenó una lucha entre la jerarquía

de la iglesia y nosotros, que luchábamos porque se respetaran

nuestros derechos. Yo alegaba que la iglesia somos todos

y, prioritariamente, los pobres parroquianos de dicha iglesia.

Ellos contestaban que el local lo necesitaban para otros menesteres.

Finalmente, y tras varias entrevistas con el cardenal Jubany y

el obispo auxiliar doctor Guixch, conseguimos que la jerarquía

de la iglesia nos comprara un local en la calle Cadena

número cuatro.

No obstante, ante semejante actitud, vimos la necesidad inmediata

de que nuestros estatutos fueran aprobados también

Matilde Ripoll • 31 • La Hora de Dios

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