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Cinco niños abandonados por una prostituta de lujo
Vino un hombre a La Hora de Dios, un hombre muy apuesto,
muy majo y joven que me dijo: “¿Usted es la directora?”. Yo respondí
que sí. “Vengo a que me recojan a mis cinco hijos”. “¿Qué
dice? ¿Quiere que los ponga en un colegio?”, contesté yo, a lo que
el individuo me respondió: “No, no, quiero que los dé en adopción”.
Yo me quedé perpleja y le pregunté el porqué. “Donde usted
los ponga estarán mejor que con su madre, y prefiero hacerlo así”,
me dijo.
Entonces quedamos ya en vernos al día siguiente, yo fui con un
compañero. El portero de la casa me dijo: “Sobre todo que no se
entere la policía porque está prohibido”. Subí las escaleras y comprobé
que todo estaba desconchado y que en una cama grande había
cinco niños, tendrían entre seis años y seis meses. Me miraban
todos con unos ojitos tristes y yo los veía desfallecidos de hambre,
por lo que bajé corriendo y compré alimentos de los que les gustan
(leche, plátanos, chocolate, pan, galletas, un poco de todo). Cuando
puse en la cama los alimentos los niños fueron como cinco
perritos hambrientos, y hasta el pequeño gateaba para coger algo.
Matilde Ripoll • 55 • La Hora de Dios