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NÚMERO 5

Revista para Fotógrafos de Naturaleza www.objetivonatural.com

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discretamente, reclaman nuestra atención. Apercibido

de este fenómeno, me dedico a buscar la belleza en

aquellos elementos que normalmente pasan inadvertidos

y que encierran en sí un gran valor fotográfico.

Elevo mi vista y descubro las ramas de un altivo y vigoroso

pino salgareño (Pinus nigra) intentando alcanzar

el cielo con sus hercúleos brazos, en un claro desafío

ciclópeo hacia la naturaleza que lo creó. Esta especie

conífera, también llamada pino “laricio”, debe su orgullo

a ser el rey indiscutible de cuantos bosques pueblan estas

latitudes. Su gran corpulencia le lleva a alcanzar alturas

de hasta 40 metros y su longevidad entra en disputa

con la lograda por los tejos, ya que existen ejemplares

que podrían alcanzar más de 1.200 años de existencia.

Y me atrevería a añadir que, además de seres vivos, poseen

alma…

Y volviendo la vista al suelo encuentro, asomando entre

el denso manto de nieve, detalles menores que me

hacen reflexionar y buscarles la vuelta hasta encontrar

el encuadre que considero mejor para conseguir la

imagen que espero afortunada. Se trata en este caso

de un simple trozo de rama seca desprendida de algún

árbol y cuya sombra marca el camino que debo seguir

hasta alcanzar mi próximo objetivo: los tejos milenarios.

Cuando por fin me hallo ante estos vetustos ejemplares

-no obstante sanos y vigorosos y prueba evidente

de la pujanza de la naturaleza- no puedo por menos que

pararme a pensar en cómo serían estos parajes cuando

antaño comenzaran a echar raíz. Porque según tengo

entendido, uno de estos majestuosos árboles que tengo

frente a mí podría llegar a alcanzar la friolera de dos

mil años. O sea, la época -más o menos- en que Jesucristo

andaba por este mundo-. Casi nada… de ser cierto.

Tomo unas instantáneas cuando el sol comienza a

acariciar la copa de uno de estos hermosos y otrora

místicos árboles y con todo respeto y mi mayor admiración

por la naturaleza me alejo del lugar para

proseguir mi camino con la firme esperanza de que futuras

generaciones puedan seguir disfrutando de su

presencia -aunque mucho cuidado con sus hojas y semillas

porque, por otra parte, son altamente tóxicas-.

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