NÚMERO 5

Agafona está abierta a todo el mundo, aficionados y profesionales,
y aunque no se exige ningún equipo fotográfico
especial, como mínimo se debería tener una cámara
réflex, dado que una cámara compacta no sirve para tomar
este tipo de imágenes.
“Queremos aglutinar al mayor número de personas que
quieran formar parte de este mundo. Para los aficionados,
vamos a crear una escuela de fotografía, para que
puedan aprender no sólo a hacer fotos, sino a disfrutar de
la naturaleza en todo su estado. También pretendemos
colaborar con congresos, organizar concursos, hacer encuentros
con otras asociaciones andaluzas… Queremos
ser una asociación viva”, destaca su presidente.
Más que un ‘click’
La furtiva mirada de un búho, la escurridiza huida de una
salamandra, el elegante vuelo de una mariposa o la inmensa
belleza de La Sauceda, por citar algunos ejemplos,
no se captan sólo apretando un botón. Detrás de cada
fotografía, de cada imagen, hay un largo proceso de estudio
y observación, señala Reklu.
“Esto no es llegar y hacer la foto. Sólo tienes que pensar
que cuando un gorrión te ve en la calle, sale volando.
Y eso que está acostumbrado al contacto con humanos.
Imagínate un animal que está en su ambiente. Es igual o
peor. Por eso decimos que el fotógrafo de naturaleza, antes
que fotógrafo, es naturalista, porque tiene que conocer
perfectamente el entorno que le rodea. Nosotros
nos pasamos horas observando cuál puede ser el mejor
sitio para hacer una fotografía sin que, además, molestemos
al animal”. Así, recuerda “las 18 horas que pasé en
Extremadura para fotografiar a una avutarda, dentro de
un hide (tienda de campaña camuflada) de un metro y
medio de ancho”.
Pero si estas fotografías son complicadas, no menos lo
son las de paisajes, por mucho que pudiera parecer lo
contrario al tratarse de un objetivo fijo. “Hay que tener en
cuenta que los fotógrafos dependemos mucho del clima.
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