Cristo_en_lo_cotidia.. - Editorial Sal Terrae frag
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er que nuestra relación con Dios se realiza y se vive únicamente
en nuestra oración, en nuestra relación íntima, personal con
él. ¡No! Ésta implica y se realiza también en nuestra relación
con las «cosas», es decir, con las personas con las que vivo, con
mi familia, mi comunidad, mi profesión, mis bienes, mi cuerpo,
mis proyectos, etc. Todas estas «cosas» son el medio donde se
realiza mi relación con Dios; a través de ellas lo buscamos, lo
encontramos, y se realiza su Designio de amor en nosotros; y
los Ejercicios espirituales en la vida diaria ponen el acento más
en las «cosas creadas» que forman la trama de mi existencia;
uno de los criterios de verdad de la oración consiste en verificar
si me ayuda a ordenar «las cosas creadas» de mi vida concreta
y mis deseos según Dios.
Para vivir esta orientación, esta actitud fundamental, hace
falta una libertad interior frente a las cosas creadas y a mis deseos
o mis miedos; san Ignacio dirá que «es menester hacernos
indiferentes».
Porque, de hecho, no soy libre espontáneamente con respecto
a todos mis deseos o mis miedos, ni a todas «las cosas»
que forman mi medio, mi entorno, las situaciones de mi existencia.
Así pues, será menester reajustar nuestros deseos y nuestro
apego a las cosas. Tenemos que realizar un cierto desprendimiento
cuando se trata de hacer elecciones que afectan de
algún modo a nuestra existencia. A veces siento la tentación de
elegir según la moda o siguiendo mi inclinación natural, según
lo que me gusta instintivamente, o para realizar mis proyectos,
mis ambiciones. Hay en nosotros pulsiones o resistencias, torpezas,
miedos que hacen difícil una elección plenamente conforme
a la realización de nuestra vida y de nuestros deseos
según el designio de amor de Dios por nosotros y en nosotros.
Tenemos que hacer una larga peregrinación que nos exige liberarnos
interiormente de los condicionamientos que nos estorban,
y no dejarnos guiar simplemente por nuestra espontaneidad
instintiva. En este sentido, tenemos que hacernos libres y,
por lo tanto, indiferentes.
Comprendamos bien la expresión «hacerme indiferente».
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