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4 THE NEW YORK TIMES INTERNATIONAL WEEKLY<br />

SÁBADO <strong>25</strong> DE JULIO DE <strong>2020</strong><br />

EL MUNDO<br />

GREGG VIGLIOTTI PARA THE NEW YORK TIMES<br />

El Hospital NewYork-Presbyterian Allen, que atiende a la comunidad de bajos ingresos, fue afectada fuertemente por el coronavirus, desde el mes de marzo.<br />

Una vida destruida, otra víctima del virus<br />

Viene de la página 1<br />

preguntas simples. Su cerebro, dijo<br />

su hermana, parecía roto.<br />

Condujeron durante unas horas,<br />

dirigiéndose al Centro Médico de<br />

la Universidad de Virginia. Breen<br />

se registró en la sala de psiquiatría.<br />

Breen, de 49 años, había sufrido<br />

un colapso nervioso, cuando la ciudad<br />

de Nueva York estaba desesperada<br />

por héroes. Y estaba segura de<br />

que su carrera no sobreviviría.<br />

Sus familiares intentaron convencerla<br />

de lo contrario. Después<br />

de todo, no tenía antecedentes<br />

aparentes de problemas de salud<br />

mental.<br />

Breen tenía dudas. Dentro de la<br />

comunidad médica persistía un estigma<br />

insidioso sobre la salud mental.<br />

“Lorna no dejaba de decir: ‘creo<br />

que todo el mundo sabe que estoy<br />

teniendo dificultades’”, comentó<br />

Feist. “Estaba muy avergonzada”.<br />

Brian Rosenthal, Jan Hoffman y<br />

Pam Belluck contribuyeron con<br />

información para este artículo.<br />

Vocación pura<br />

Incluso en la adolescencia, cuando<br />

Breen era simplemente Lorna,<br />

demostró una capacidad inusual de<br />

empatía y un sentido del deber que<br />

la impulsaba.<br />

“Siempre supo que iba a ser médico<br />

y que viviría en Manhattan”,<br />

recordó Feist, de 47 años.<br />

Las hermanas, junto con sus hermanos<br />

mayores, Michael y Karen,<br />

habían crecido en Danville, un pequeño<br />

pueblo de Pensilvania. Les<br />

inculcaron que una vocación debe<br />

ser de servicio. Su padre, Philip,<br />

era un cirujano traumatólogo. Su<br />

madre, Rosemary, enfermera.<br />

Lorna, una estudiante atlética<br />

y motivada, se dirigió a la Universidad<br />

Cornell para estudiar Microbiología,<br />

antes de obtener una<br />

maestría en Anatomía. Después<br />

de cursar en la Facultad de Medicina<br />

en Virginia, estaba decidida<br />

a estudiar dos especialidades en<br />

su residencia, porque sabía que los<br />

médicos de urgencia sufrían mucho<br />

estrés. Quería tener la medicina interna<br />

como una opción posterior.<br />

Alta, delgada y con una gran<br />

sonrisa, se formó en el Long Island<br />

Jewish Medical Center, a unos 40<br />

kilómetros al este de NY, donde se<br />

convirtió en jefe de residente, en su<br />

último año.<br />

En 2004, Breen se incorporó<br />

al enorme sistema médico New-<br />

York-Presbyterian, trabajando en<br />

el Centro Médico de la Universidad<br />

de Columbia y en el más pequeño<br />

Hospital NewYork-Presbyterian<br />

Allen.<br />

Para buscar el alivio de su trabajo<br />

intenso, Breen planificaba viajes<br />

emocionantes, se unió a un club de<br />

esquí, tocaba el violonchelo en una<br />

orquesta, tomaba sus clases de salsa<br />

y asistía a la Iglesia Presbiteriana<br />

Redentor. Una vez al año, reunía<br />

a todos sus círculos sociales en una<br />

fiesta en su azotea.<br />

En 2011, Breen fue ascendida a la<br />

dirección del departamento de Urgencias,<br />

donde sus colegas comentaron<br />

que resolvía los problemas<br />

con precisión sistemática.<br />

“Le gustaba la estructura”, relató<br />

James Giglio, quien entonces era<br />

su jefe. “Le gustaba trabajar en un<br />

mundo organizado”.<br />

Ese mundo se distorsionaría y se<br />

desmoronaría posteriormente. A<br />

principios de este año, el coronavirus<br />

estaba entrando en NY. Breen<br />

estaba convencida de que tomaría<br />

desprevenidos a los hospitales. Se<br />

tomó unas vacaciones planificadas<br />

con Feist en Montana y regresó<br />

a trabajar el 14 de marzo. Cuatro<br />

días después, mostró síntomas de<br />

Covid-19. Con fiebre y agotada, se<br />

puso en cuarentena en casa para<br />

recuperarse.<br />

Un hospital abrumado<br />

El último fin de semana de marzo,<br />

Breen salió a caminar y se sintió<br />

agotada. Pero informó en su trabajo<br />

que volvería pronto. Sentía que se<br />

había quedado en casa más tiempo,<br />

que otros compañeros de trabajo,<br />

que habían estado enfermos. Sabía<br />

que necesitaban ayuda.<br />

Dentro del Departamento de<br />

Urgencias del Allen, la pandemia<br />

afectó rápidamente y con poca piedad.<br />

Los pacientes intubados en camillas<br />

atiborraban los pasillos. Los<br />

tanques de oxígeno portátiles, funcionando<br />

a su máxima capacidad,<br />

se descomponían. Un área destinada<br />

a rayos X albergaba los cuerpos<br />

de las víctimas de Covid-19.<br />

Cuando Breen regresó a trabajar<br />

el 1 de abril, la ciudad estaba al borde<br />

de un sombrío punto de referencia:<br />

las muertes alcanzarían pronto<br />

un máximo de más de 800 en un<br />

solo día. Ella y su Departamento de<br />

Urgencias habían colapsado.<br />

‘La época más difícil<br />

de mi vida’<br />

El 4 de abril, Breen pasó unas 15<br />

horas en el trabajo, señala una colega.<br />

“Oraciones para ti, Lorna”, le escribió<br />

una amiga. “Mantente fuerte”.<br />

“La época más difícil de mi vida”,<br />

respondió ella. “Trato de concentrarme”.<br />

Al día siguiente, parecía confundida<br />

y abrumada, comentó la colega,<br />

que nunca antes la había visto<br />

en ese estado.<br />

Pronto dejó de responder por<br />

completo a los mensajes de sus<br />

amigos.<br />

Cuando Breen finalmente llamó<br />

a su hermana para pedir ayuda el<br />

9 de abril, se oía tan diferente, que<br />

Feist se preguntó si el virus había<br />

alterado de alguna manera el cerebro<br />

de su hermana.<br />

Cada vez hay más evidencias de<br />

que la enfermedad, o la forma en<br />

que el cuerpo responde a ella, puede<br />

causar una variedad de problemas<br />

neurológicos.<br />

Feist llamó a Angela M. Mills,<br />

que era la supervisora de Breen.<br />

Cuando Mills llegó, Breen parecía<br />

extraña.<br />

“Ella siempre tenía un brillo en<br />

los ojos que era tan cálido y siempre<br />

tenía tanta energía y entusiasmo”,<br />

describió Mills. “Y eso le faltaba”.<br />

Breen solo hablaba cuando le<br />

hacía preguntas. Incluso entonces,<br />

solo daba respuestas de una o dos<br />

palabras.<br />

Mills le preguntó si sentía que<br />

quería hacerse daño. Breen respondió<br />

que sí. Un amigo de Breen,<br />

que era psiquiatra fue a recogerla.<br />

El amigo llamó a Feist, diciéndole<br />

que su hermana necesitaba que la<br />

hospitalizaran.<br />

Última conversación<br />

Pasó unos 11 días como paciente<br />

hospitalizada en el área de psiquiatría.<br />

Tras ser dada de alta, la doctora<br />

se quedó con su madre en Charlottesville,<br />

donde se mostró más<br />

como ella misma, incluso contando<br />

chistes, aunque sus ojos color café<br />

habían perdido su brillo.<br />

Comenzó a salir a correr. Los<br />

integrantes de la familia hablaron<br />

para llevarla de regreso a NY.<br />

Pero el 26 de abril, Breen se suicidó.<br />

Es imposible saber con certeza<br />

por qué alguien se quita la vida. Y<br />

Breen no dejó una nota para dilucidar<br />

la razón.<br />

No obstante, cuando se cuentan<br />

las víctimas del coronavirus, la<br />

CHRIS LEARY PHOTOGRAPHY<br />

Lorna Breen prosperó en un<br />

entorno estructurado. El virus<br />

trastocó su vida.<br />

familia de Breen cree que debería<br />

ser incluida entre ellas. Que fue<br />

destruida por el simple número de<br />

personas que no pudo salvar.<br />

El NewYork-Presbyterian indicó<br />

en un comunicado que comenzó a<br />

ofrecer servicios de salud mental a<br />

su personal de primera línea, a finales<br />

de marzo.<br />

“Breen fue una jefa clínica heroica,<br />

notablemente hábil, compasiva<br />

y dedicada que se preocupó profundamente<br />

por sus pacientes y colegas”,<br />

señaló el comunicado.<br />

Para la amiga de Breen, Anna<br />

Ochoa, de 45 años, su última conversación<br />

con ella se ha convertido<br />

en algo devastador. Breen se había<br />

aferrado a una idea y no dejaba de<br />

repetirla.<br />

Ochoa no pensó a fondo al respecto<br />

en ese momento, pero ahora no<br />

puede dejar de escuchar el mismo<br />

estribillo implacable: “No pude<br />

ayudar a nadie. No pude hacer nada.<br />

Solo quería ayudar a la gente y<br />

no pude hacer nada”.

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