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El revelado de La memoria

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Las dulces raíces de un antiguo jardín

La dulce Ocaña.

Volver a aquellos tiempos donde estar cerca era lo usual.

Donde cada persona giraba entorno al parque central,

sin miedo a cruzar la calle, y hallando seguridad en cada esquina.

Esquinas donde chorros de agua bajaban y le daban vida a la infancia.

Agua que llenaba de calidez el interior cuando al probarla se reconocía un dulce sabor.

Dulzura que habita en las calles, pero que al seguirla se adentra en aquel Jardín de la matriarca.

Más se demoraba en abrirse la puerta a que mi abuelita ya estuviera lista para dar la bienvenida.

La más dulce bienvenida con sabor a torta de pan y Coca Cola.

Vislumbrar una gran mesa donde alcanzaban a comer hasta 14 personas.

Preguntarse ¿de dónde salía tanta comida?

Hasta encontrarse con el foco de aquel lugar : El Jardín.

Tonos verdes que inundaban el marco de la visión,

grandes frascos llenos de aceitunas negras y verdes que reposaban en el delicado pasto luego de

haber viajado desde el lejano Líbano.

Árboles cargados de dulces de papaya y brevas listos para ser probadas;

era el sol el encargado de endulzar la fruta con aquel ingrediente que sobreabundaba en todo

lugar,

tanto así que cuando llovía o se abría la llave se veía que allí el agua en su máxima pureza era

conocida como agua de panela.

Un melao que habitaba en cada esquina, tubería, paladar y sonrisa,

estaba presente cada día de la vida.

Seguir andando y vislumbrar entre los árboles a mi abuelita la matriarca amasando sus caramelos

en su pequeño rincón en medio del jardín. *

No se veía claramente por la cantidad de caramelo que de allí salía.

Detallar su alrededor y reconocer unos diminutos asistentes,

pequeñas abejas de un lado al otro que probaban y validaban el sabor perfecto.

Dejarse guiar por los hilos de caramelo que descienden para conectarse con las raíces doradas,

una dulzura tejida en el pasado para alimentar lo que hoy se revelan como las raíces del pasado.

Un legado lleno de sabores, e historias de bienvenida que alimentan el paladar.

Es así como cada esfuerzo y cada sabor que salía de las manos de la dulce abuelita matriarca

fortalecía lo que era mi familia; era su caramelo el pegante * que nos mantenía unidos.

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