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Presentacion Gambusinos de la Selva

Gambusinos de la Selva es el prefacio de una novela de interpretación historica desarrollada por Alberto Oriza que incursiona en este genero. Se situa en el Estado de Quintana Roo, recien surgido como territorio bajo el mandato del General Porfirio Diáz y evoluciona en dicho territorio dando una vista de la vida en esa región alejada del país. Entre conflictos armados, intereses encontrados, y el permanente enfrentamiento a la selva, se desarrolla la vida del protagonista, pasando de militar improvisado a comerciante y chiclero. Es un intento de recreación que inicia en 1908 y concluye en 1954.

Gambusinos de la Selva es el prefacio de una novela de interpretación historica desarrollada por Alberto Oriza que incursiona en este genero. Se situa en el Estado de Quintana Roo, recien surgido como territorio bajo el mandato del General Porfirio Diáz y evoluciona en dicho territorio dando una vista de la vida en esa región alejada del país. Entre conflictos armados, intereses encontrados, y el permanente enfrentamiento a la selva, se desarrolla la vida del protagonista, pasando de militar improvisado a comerciante y chiclero. Es un intento de recreación que inicia en 1908 y concluye en 1954.

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Durante la noche había llovido copiosamente, lo cual en el amanecer

fue una ventaja, con lo húmedo del suelo, no se levantaba el clásico

murmullo de hojas pisadas. Pero esa bendición fue pronto sustituida

a media mañana por un suplicio. Los hombres tendidos en silencio no

podían decidir si era peor el vapor que los rodeaba, dándoles la sensación

de ser cocinados vivos, o la interminable multitud de bichos

que lo mismo les reptaban por el cuerpo, que se les clavaban en la piel

en zumbidos que enloquecían. Esta espera se complicaba más por las

piedras que con agudas aristas se clavaban en la piel de los hombres

extendidos por horas en ellas, pese a la aparente suavidad de las hojas

regadas, las piedras calaban y cortaban con la presión de la espera.

La noche del 23 de junio de 1901 5 , día de San Antonio, patrón de la

ciudad sagrada, fue el momento más doloroso para los feroces descendientes

milenarios de estas tierras. Como si de los dedos de una

mano se tratara, los soldados iniciaron un acercamiento a los límites

de la población. La copiosa lluvia que intermitente bañaba la oscuridad,

era el camuflaje perfecto, para que los juanes se colocaran a escasos

metros de los primeros jacales.

La fiesta se había tornado en una borrachera, donde en competencia

de anécdotas los guerreros reían y se enfrentaban en amistosas

contiendas. Los hombres se habían refugiado en dos palapas mayores

en un extremo de la población. Con la caída de la noche, la mayoría

de las mujeres y los niños estaban preparando su descanso nocturno.

Dando el ejemplo, el mayor Matus se adelantó a la primera vivienda,

sin dar tiempo a reaccionar, entró con la espada por delante,

desgarrando la garganta de una mujer que aterrada volteó alertada

por el inesperado movimiento. Sin dudarlo siquiera, pasó a cuchillo a

un anciano sentado en un rincón y a dos chiquillos que envueltos en

una hamaca amarrada dormían plácidamente.

Tal vez en los códigos de guerra esto fuera sancionado, pero esto

no era una guerra, era un exterminio, por lo menos en el entendimiento

del mayor. Era un firme creyente de lo que los liberales de la

época habían consagrado en cultas disertaciones, donde su razonamiento

de que los indígenas eran el último lastre que detenía al país

para ser catapultado a la modernidad plena, por lo cual su actuar se

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