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política. La ola global de indignación juvenil había llegado
a nuestras tierras. Al otro lado del Atlántico, miles de
jóvenes había instalado campamentos en las plazas de
París, Madrid, Barcelona y otras ciudades; también para
manifestar su indignación ante los recortes en la
educación, las contrareformas laborales y el traspaso de la
crisis sobre el bolsillo de los ciudadanos. En medio de las
revueltas europeas comenzó a circular un pequeño
manifiesto de unas treinta páginas intitulado “Indignaos”
redactado por Stéphane Hessel un antiguo miembro de la
resistencia francesa y defensor de los derechos humanos.
Quien a sus 93 años sacudió las conciencias juveniles con
el reto de superar la indiferencia individualista y recuperar
el derecho a la indignación. Hessel fue capturado por los
nazis quienes lo recluyeron en campo de concentración
Buchenwald, de donde logró escapar para unirse a las
tropas aliadas. Se le considera un rebelde por convocar a
sublevación pacífica contra la sumisión y contra la
dictadura de los valores financieros, para recuperar los
valores humanistas que unieron al pueblo francés durante
la derrota del fascismo. El camino que propone es el de la
indignación rumbo al compromiso no violento por el
cambio (Sampedro, 2012: 3). Recordemos que Hessel fue
uno de los redactores de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos. El padre de los indignados murió el 26
de febrero de 2013 pero nos dejó un legado de resistencia
a los totalitarismos.
El pequeño pero contundente libro de Hessel fue
publicado en español junto con un prólogo de José Luis
Sampedro. Para quien el principal aporte de Hessel es
recordar que de la indignación nace la voluntad del
compromiso con la historia. Hoy más que nunca resulta
vital indignarse ante la dictadura de los mercados,
debemos “resistirnos a que la carrera por el dinero domine
nuestras vida” (Sampedro, 2012: 2). Sampedro destaca
que los banqueros responsables de la crisis no han recibido
castigo, mientras los damnificados económicos siguen sin
conseguir empleo y sin resarcir su nivel de vida (Sampedro,
2012: 2). Pues el poder del dinero nunca ha sido tan
grande, insolente y egoísta. “¡INDIGNAOS!, repite Hessel a
los jóvenes. Les recuerda los logros de la segunda mitad del
siglo XX en el terreno de los derechos humanos, la
implantación de la Seguridad Social, los avances del estado
de bienestar, al tiempo que les señala los actuales
retrocesos” (Sampedro, 2012: 2). El prólogo finaliza igual
que el canto de Raimon contra la dictadura: “Digamos no.
Negaos. Actuad. Para empezar, ¡INDIGNAOS! (Sampedro,
2012: 3)
Resistir es la propuesta.
Hessel nos emplaza a indignarnos ante una sociedad que
discrimina a los indocumentados, criminaliza a los
inmigrantes, se apropia de las pensiones de los jubilados y
destruye las instituciones de seguridad social. En
complicidad con los medios de comunicación que