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Asesino de brujas. La bruja blanca- Shelby Mahurin

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—Tu devoción hacia el Señor me complace. Ahora, busca mi carruaje. Debo ir al

castillo para el baile del príncipe. En mi opinión, es una tontería, pero Auguste

malcría a su hijo…

Un golpe vacilante en la puerta detuvo sus palabras. Su sonrisa desapareció ante

el sonido y él asintió una vez para indicar que me retirara. Me puse de pie y rodeé

su escritorio.

—Adelante.

Un novato joven y desgarbado entró. Ansel. Dieciséis años. Había quedado

huérfano cuando era un bebé, como yo. Lo había conocido solo brevemente durante

la infancia, aunque a ambos nos habían criado en la Iglesia. Él había sido

demasiado joven para pasar el rato con Jean Luc y conmigo.

Hizo una reverencia y cubrió su corazón con el puño derecho.

—Lamento interrumpirlo, su Eminencia. —Su garganta se movió mientras

entregaba una carta—. Pero ha recibido correo. Una mujer ha venido a la puerta.

Cree que una bruja estará en el West End esta noche, señor, cerca del parque

Brindelle.

Me quedé paralizado. Allí vivía Célie.

—¿Una mujer? —El arzobispo frunció el ceño, inclinó el torso hacia adelante y

tomó la carta. El sello había adoptado la forma de una rosa. Buscó en su atuendo un

cuchillo delgado para abrirlo—. ¿Quién?

—No lo sé, Su Eminencia. —Las mejillas de Ansel se volvieron rosadas—. Tenía

cabello rojo intenso y era muy… —Tosió y miró sus botas—… muy hermosa.

El arzobispo frunció más el ceño mientras abría el sobre.

—No sirve de nada obsesionarse con la belleza terrenal, Ansel —lo reprendió,

dirigiendo su atención a la carta—. Espero verte en el confesionario maña… —Abrió

los ojos de par en par ante lo que leyó.

Me acerqué.

—¿Señor?

Él me ignoró, con los ojos aún clavados en la página. Di otro paso hacia él y alzó la

cabeza bruscamente. Parpadeó con rapidez.

—Estoy… —Sacudió la cabeza y tosió, volviendo a posar la mirada en la carta.

—¿Señor? —repetí.

Ante el sonido de mi voz, avanzó a toda prisa hacia la chimenea y lanzó la carta a

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