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Asesino de brujas. La bruja blanca- Shelby Mahurin

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de Coco—. Y por diez couronnes doradas más, nunca soñaría con traicionarte.

—Buenos días, Babette. —Riendo, apoyé un pie sobre la mesa y recliné el cuerpo

sobre las patas traseras de mi silla—. ¿Sabes?, es sorprendente el modo en que

siempre apareces segundos después que el dinero. ¿Puedes olerlo? —Miré a Coco,

cuyos labios estaban fruncidos en su esfuerzo por no sonreír—. Es como si pudiera

olerlo.

—Bonjour, Louise. —Babette besó mi mejilla antes de inclinarse hacia Coco y bajar

la voz—. Cosette, estás encantadora, como siempre.

Coco puso los ojos en blanco.

—Llegas tarde.

—Disculpadme. —Babette inclinó la cabeza con una sonrisa edulcorada—. Pero

no os había reconocido. Nunca comprenderé por qué las mujeres hermosas insisten

en disfrazarse de hombres…

—Las mujeres sin compañía llaman demasiado la atención. Lo sabes. —

Tamborileé los dedos en la mesa con una calma obtenida a base de práctica y me

obligué a sonreír—. Cualquiera de nosotras podría ser una bruja.

—¡Bah! —Guiñó un ojo con complicidad—. Solo un tonto confundiría a dos

muchachas encantadoras como vosotras con criaturas despreciables y violentas.

—Por supuesto. —Asentí y tiré de mi sombrero para cubrir más mi rostro. Las

dames blanches podían moverse por la sociedad prácticamente sin ser detectadas. La

mujer de piel rosada que estaba sobre Tremblay podía ser una de ellas. O la

cortesana de pelo de color miel que acababa de desaparecer por la escalera—. Pero

con la iglesia el fuego viene primero. Las preguntas después. Es una época

peligrosa para ser mujer.

—Aquí no. —Babette extendió los brazos y curvó sus labios en una sonrisa—.

Aquí estamos a salvo. Aquí, nos idolatran. La oferta de mi ama sigue en pie…

—Tu ama nos quemaría a ti y a nosotras si supiera la verdad. —Centré mi

atención de nuevo en Tremblay, cuya riqueza evidente había atraído a dos

cortesanas más. Él rechazaba con cortesía sus intentos de quitarle los pantalones—.

Hemos venido aquí por él.

Coco colocó nuestra bolsa con monedas sobre la mesa.

—Diez couronnes doradas, como prometimos.

Babette olisqueó y alzó la nariz en el aire.

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