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INTRODUCCIÓN
La historia de la Iglesia es un mosaico construido por
infinidad de santos, personas osadas que han proclamado
con sencillez que el Evangelio de Jesús no
es un delirio ni un imposible. Han encarnado de formas
diversas y han hecho realidad a lo largo de sus
vidas el Reino de Dios. La santidad no es una calle
de dirección única: a menudo se ha despertado con
la heroicidad de los mártires, con la brillantez de los
grandes doctores y teólogos, o con la vida cotidiana
y habitual de apóstoles entre el Pueblo de Dios.
Todos ellos sembraron sus vidas en tierra fértil. Fueron
capaces de levantar grandes cosechas en el corazón
de multitudes. Uno de esos hombres fue Don
Bosco. Toda su vida fue un soñador, un constructor
de ideales y un sembrador de sueños, preocupado
por la suerte de los niños y adolescentes más pobres.
Sus sueños más importantes fueron sembrados
en el corazón de muchas personas generosas y hoy
es un carisma vivo en los rincones más apartados y
necesitados en 132 países.
2015 es el bicentenario de su nacimiento, 200 años
bajo la mirada atenta de Dios. Su presencia providencial
ha dado sentido a esta historia, la ha dado
significado, es decir, la ha hecho bella. Es un número
que también abre a un profundo sentimiento de gratitud
y de alegría íntima y humilde.
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