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Rock Bottom Magazine Número 5

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Sheela comienza todo porque,

aunque no lo parezca, en una

historia repleta de personajes

fascinantes (Philip Toelkes,

el abogado; Jon Bowerman,

hijo del dueño de Nike; Robert

Weaver, el inquietante agente del

FBI; la dulce Sunny V. Massad;

la atormentada Jane Stork…),

Sheela sobresale entre todos

ellos, apenas metro y medio de

la arrogancia más profunda que

uno haya podido presenciar, una

fuerza de la naturaleza con una

seguridad arrolladora. A Sheela

se le ocurre que instalarse en los

Estados Unidos sería una buena

idea, comenzar de cero en el país

de las oportunidades. Rajneesh,

ávido de sensaciones fuertes,

recibe la idea con gran algarabía:

se trasladan a la tierra del tío Sam.

La elección, un terreno baldío,

300.000 hectáreas de zona

desértica colindantes a Antalope,

un minúsculo pueblo de apenas

cincuenta personas, parecía

adecuada. La planifi cación de

lo que se va a construir allí

no es pequeña, no estamos

hablando de cuatro hippies

tocando la guitarra y bailando

en pelotas… Hablamos de que

estaban montando en mitad de

la nada una ciudad con toda la

infraestructura correspondiente,

zonas residenciales, colegios,

centros comerciales e incluso…

¡un jodido aeropuerto! Si a ese

ajetreo le añadís que al minúsculo

pueblo lo comienzan a abarrotar

cientos de personas ataviadas

con túnicas naranjas… Os

podéis imaginar la reacción de

esos pobres habitantes, reacios

a cualquier mínimo cambio de

sus rutinas o costumbres, sin

saber muy bien cómo reaccionar

a lo que ellos entienden como

una invasión en toda regla de

su espacio vital, un espacio

que consideran como propio y

poco menos que inviolable. Y

con las cenizas de Jonestown

aún calientes en la mente de los

estadounidenses.

¿Qué sucedió entonces? Pues

que todo lo que podía haber

salido mal… salió peor. Las

primeras reacciones de la

población de Antelope fueron,

como era de esperar, de rechazo:

aquellos entrañables “rednecks”

se encontraron con un elemento

externo que constituía una

amenaza terrible para una cultura

tan infl exible. Comienzan a

indagar y a preguntarse cuáles

eran las intenciones de esos

extraños tipos y es entonces

cuando los rumores se multiplican

y las sospechas se convierten en

acusaciones. Incluso transciende

un vídeo de algo parecido a un

acto iniciático (más aparatoso

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