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Sheela comienza todo porque,
aunque no lo parezca, en una
historia repleta de personajes
fascinantes (Philip Toelkes,
el abogado; Jon Bowerman,
hijo del dueño de Nike; Robert
Weaver, el inquietante agente del
FBI; la dulce Sunny V. Massad;
la atormentada Jane Stork…),
Sheela sobresale entre todos
ellos, apenas metro y medio de
la arrogancia más profunda que
uno haya podido presenciar, una
fuerza de la naturaleza con una
seguridad arrolladora. A Sheela
se le ocurre que instalarse en los
Estados Unidos sería una buena
idea, comenzar de cero en el país
de las oportunidades. Rajneesh,
ávido de sensaciones fuertes,
recibe la idea con gran algarabía:
se trasladan a la tierra del tío Sam.
La elección, un terreno baldío,
300.000 hectáreas de zona
desértica colindantes a Antalope,
un minúsculo pueblo de apenas
cincuenta personas, parecía
adecuada. La planifi cación de
lo que se va a construir allí
no es pequeña, no estamos
hablando de cuatro hippies
tocando la guitarra y bailando
en pelotas… Hablamos de que
estaban montando en mitad de
la nada una ciudad con toda la
infraestructura correspondiente,
zonas residenciales, colegios,
centros comerciales e incluso…
¡un jodido aeropuerto! Si a ese
ajetreo le añadís que al minúsculo
pueblo lo comienzan a abarrotar
cientos de personas ataviadas
con túnicas naranjas… Os
podéis imaginar la reacción de
esos pobres habitantes, reacios
a cualquier mínimo cambio de
sus rutinas o costumbres, sin
saber muy bien cómo reaccionar
a lo que ellos entienden como
una invasión en toda regla de
su espacio vital, un espacio
que consideran como propio y
poco menos que inviolable. Y
con las cenizas de Jonestown
aún calientes en la mente de los
estadounidenses.
¿Qué sucedió entonces? Pues
que todo lo que podía haber
salido mal… salió peor. Las
primeras reacciones de la
población de Antelope fueron,
como era de esperar, de rechazo:
aquellos entrañables “rednecks”
se encontraron con un elemento
externo que constituía una
amenaza terrible para una cultura
tan infl exible. Comienzan a
indagar y a preguntarse cuáles
eran las intenciones de esos
extraños tipos y es entonces
cuando los rumores se multiplican
y las sospechas se convierten en
acusaciones. Incluso transciende
un vídeo de algo parecido a un
acto iniciático (más aparatoso
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