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no tenía ningún sentido rehacer ese material.
Ni las letras ni la manera de cantarlas. Es
evidente que incluso cuando no canto así la
referencia es inevitable. Uno aprende a cantar
(si es que he aprendido) fijándose en alguien y
al final moldeas tu voz, quieras o no. Además,
no quería caer en esa actitud tan absurda y
tan petulante de negar lo que has sido, o
infantilizarlo, como si perteneciera a un niño
que ya no eres. Todo eso está ahí. Estuvo y
estará”.
El apoyo en los matices hace que con “Si
me concedes” parezca arrojar un poco de
luz con melodías más abiertas dentro del
tono pesimista y existencialista. Si bien ese
tono puede parecer monótono es inevitable
caer rendido ante melodías como las de
“Truco” a poco que te dejes llevar por la
música de Decampos. “Cuéntame la historia
del que quería ser mayor, cómo la locura
vacía los huesos. Cómo la edad era puerta
de eternidad…” canta en “Cuando seamos
mayores”.
Volumen 3.
Los dos preadolescentes han crecido y se
pierden en la sombra de la experimentación,
del descubrimiento empírico. Estilísticamente
se nota la evolución hacia sonidos más folk
y Enrique parece abrirse al tiempo que las
canciones avanzan con más matices y a la vez
de forma más natural. “En las canciones del 3
y sobre todo del 4, hay otras sensibilidades.
Creo que decía las cosas con más claridad,
sin tantas máscaras y que no me autoimponía
un modelo equis de canción o de estilo. Si
en vez de ser un proyecto eminentemente
acústico me hubiera rodeado de una banda y
trabajado juntos, posiblemente los volúmenes
1 y 2 serían discos de rock y muchas de las
canciones del 3 y del 4 se acercarían más a
un cantautor”.
Y sin embargo el discurrir de este volumen se
hace más cálido, con menos aristas propias
del parco proceder al grabarlas. Temas como
“No despiertes” o “Besos” son buen ejemplo de
cómo ha ido avanzando. Luego te encuentras
con algo como “Me he perdido” con la que,
el muy cabrón, te desarma por completo.
Ese comienzo con ukelele y mensajes de
contestador refleja su capacidad para jugar
con todos los elementos a su disposición y
cocinar así una pequeña joya.
“Querías salir ilesa de un combate a vida o
muerte y, mirando al precipicio, me dijiste:
Me he perdido... Me he perdido...”.
Volumen 4.
Ozzy comenzaba el que es, hasta la fecha,
último disco de Black Sabbath, preguntándose
“is this the beginning of the end, or the end of
the beginning?”. Con esa sensación encaras
el último capítulo de este viaje, sin saber si
era iniciático, curativo o exorcizante, pero un
viaje al fin y al cabo, que llega ya al puerto.
“Lo que empezó como un divertimento que
debería haberse finiquitado en un par de meses
duró dos años. Me saturé hasta extremos
inimaginables y las ganas de escribir canciones
nuevas saltaron por la ventana. Ya volverán... O
no”. Ese inicio caótico y catódico aparece como
punto de partida para una de las canciones
más inspiradas. Una preciosa “Sagan” que te
mece con áspera dulzura tan propia del autor.
Canta Enrique “¿Quieres ver nacer las lunas
más allá de Orión? Cómo se agitan nerviosas
en la oscuridad. Entonces ven conmigo. Hay
un lugar donde podremos ser alguien distinto”,
incluyendo ese guiño a Kyuss (“Tocaremos
el Blues para un planeta rojo”). Y es que las
influencias de Decampos están asentadas sin
duda en los 90. Junto a las bandas del llamado
grunge, también entran en el imaginario musical
del cantante gente como The Cure, Joy
Division, The Mission, Bauhaus… “Lo que
tienen todos en común, incluso los de Seattle,
Nine Inch Nails, Tom Waits o el propio Nick
Cave, es el drama, la tristeza, en algunos casos
una cierta épica. Estoy abonado al drama”.
“Veintisiete” mantiene el nivel compositivo con
unas melodías sugerentes y un ritmo épico
en el que se siente tan a gusto Decampos.
Igualmente “La fiesta”, en el que juega con
Lo que tienen todos en común, incluso los de Seattle, Nine Inch
Nails, Tom Waits, o el propio Nick Cave, es el drama, la tristeza,
en algunos casos una cierta épica. Estoy abonado al drama
teclados enriqueciendo su sonido, que
indudablemente ha crecido con el paso de las
canciones de forma más que evidente. “Que
el demonio nos lleve” evidencia esto que digo.
Si emparentamos las canciones del “Volumen
1” con esta última podemos comprobar cómo
ha evolucionado. Slides, harmónicas, arreglos
de guitarra… que no inciden en la complejidad
de las propias canciones sino que les aportan
profundidad y dramatismo. Igualmente el
sentimiento de desencanto casi naif, de
desengaño y decepción están patentes como
en “De tu medicina”. Muy americana suena
“Día dos, d. m.”, con un aire apesadumbrado
como antesala del final que se acerca. Baja el
ritmo pero sube el nivel, gran canción, a esos
teclados le sienta de maravilla a la desnudez de
las canciones de Decampos.
Esperemos que un nuevo “yo” aparezca y con
él canciones que componer y cantar. Y que no
tarde otros veinticinco años.
javistone
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