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Rock Bottom Magazine Numero 14 Enero 2020

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no tenía ningún sentido rehacer ese material.

Ni las letras ni la manera de cantarlas. Es

evidente que incluso cuando no canto así la

referencia es inevitable. Uno aprende a cantar

(si es que he aprendido) fijándose en alguien y

al final moldeas tu voz, quieras o no. Además,

no quería caer en esa actitud tan absurda y

tan petulante de negar lo que has sido, o

infantilizarlo, como si perteneciera a un niño

que ya no eres. Todo eso está ahí. Estuvo y

estará”.

El apoyo en los matices hace que con “Si

me concedes” parezca arrojar un poco de

luz con melodías más abiertas dentro del

tono pesimista y existencialista. Si bien ese

tono puede parecer monótono es inevitable

caer rendido ante melodías como las de

“Truco” a poco que te dejes llevar por la

música de Decampos. “Cuéntame la historia

del que quería ser mayor, cómo la locura

vacía los huesos. Cómo la edad era puerta

de eternidad…” canta en “Cuando seamos

mayores”.

Volumen 3.

Los dos preadolescentes han crecido y se

pierden en la sombra de la experimentación,

del descubrimiento empírico. Estilísticamente

se nota la evolución hacia sonidos más folk

y Enrique parece abrirse al tiempo que las

canciones avanzan con más matices y a la vez

de forma más natural. “En las canciones del 3

y sobre todo del 4, hay otras sensibilidades.

Creo que decía las cosas con más claridad,

sin tantas máscaras y que no me autoimponía

un modelo equis de canción o de estilo. Si

en vez de ser un proyecto eminentemente

acústico me hubiera rodeado de una banda y

trabajado juntos, posiblemente los volúmenes

1 y 2 serían discos de rock y muchas de las

canciones del 3 y del 4 se acercarían más a

un cantautor”.

Y sin embargo el discurrir de este volumen se

hace más cálido, con menos aristas propias

del parco proceder al grabarlas. Temas como

“No despiertes” o “Besos” son buen ejemplo de

cómo ha ido avanzando. Luego te encuentras

con algo como “Me he perdido” con la que,

el muy cabrón, te desarma por completo.

Ese comienzo con ukelele y mensajes de

contestador refleja su capacidad para jugar

con todos los elementos a su disposición y

cocinar así una pequeña joya.

“Querías salir ilesa de un combate a vida o

muerte y, mirando al precipicio, me dijiste:

Me he perdido... Me he perdido...”.

Volumen 4.

Ozzy comenzaba el que es, hasta la fecha,

último disco de Black Sabbath, preguntándose

“is this the beginning of the end, or the end of

the beginning?”. Con esa sensación encaras

el último capítulo de este viaje, sin saber si

era iniciático, curativo o exorcizante, pero un

viaje al fin y al cabo, que llega ya al puerto.

“Lo que empezó como un divertimento que

debería haberse finiquitado en un par de meses

duró dos años. Me saturé hasta extremos

inimaginables y las ganas de escribir canciones

nuevas saltaron por la ventana. Ya volverán... O

no”. Ese inicio caótico y catódico aparece como

punto de partida para una de las canciones

más inspiradas. Una preciosa “Sagan” que te

mece con áspera dulzura tan propia del autor.

Canta Enrique “¿Quieres ver nacer las lunas

más allá de Orión? Cómo se agitan nerviosas

en la oscuridad. Entonces ven conmigo. Hay

un lugar donde podremos ser alguien distinto”,

incluyendo ese guiño a Kyuss (“Tocaremos

el Blues para un planeta rojo”). Y es que las

influencias de Decampos están asentadas sin

duda en los 90. Junto a las bandas del llamado

grunge, también entran en el imaginario musical

del cantante gente como The Cure, Joy

Division, The Mission, Bauhaus… “Lo que

tienen todos en común, incluso los de Seattle,

Nine Inch Nails, Tom Waits o el propio Nick

Cave, es el drama, la tristeza, en algunos casos

una cierta épica. Estoy abonado al drama”.

“Veintisiete” mantiene el nivel compositivo con

unas melodías sugerentes y un ritmo épico

en el que se siente tan a gusto Decampos.

Igualmente “La fiesta”, en el que juega con

Lo que tienen todos en común, incluso los de Seattle, Nine Inch

Nails, Tom Waits, o el propio Nick Cave, es el drama, la tristeza,

en algunos casos una cierta épica. Estoy abonado al drama

teclados enriqueciendo su sonido, que

indudablemente ha crecido con el paso de las

canciones de forma más que evidente. “Que

el demonio nos lleve” evidencia esto que digo.

Si emparentamos las canciones del “Volumen

1” con esta última podemos comprobar cómo

ha evolucionado. Slides, harmónicas, arreglos

de guitarra… que no inciden en la complejidad

de las propias canciones sino que les aportan

profundidad y dramatismo. Igualmente el

sentimiento de desencanto casi naif, de

desengaño y decepción están patentes como

en “De tu medicina”. Muy americana suena

“Día dos, d. m.”, con un aire apesadumbrado

como antesala del final que se acerca. Baja el

ritmo pero sube el nivel, gran canción, a esos

teclados le sienta de maravilla a la desnudez de

las canciones de Decampos.

Esperemos que un nuevo “yo” aparezca y con

él canciones que componer y cantar. Y que no

tarde otros veinticinco años.

javistone

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