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Valencia Escribe. Número 8.b

Número 8 de la Revista Digital Valencia Escribe, con más de cien páginas de relatos, micros, poesía, crítica literaria y una sección para los más pequeños.

Número 8 de la Revista Digital Valencia Escribe, con más de cien páginas de relatos, micros, poesía, crítica literaria y una sección para los más pequeños.

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<strong>Número</strong> 8 Mayo 2021<br />

Revista DiGital<br />

ValeNcia EscRiBe<br />

1


LOS DIEZ CONSEJOS DE VIRGINIA WOOLF<br />

1. Crea tu propio método.<br />

2. Ten una disciplina.<br />

3. Lee a los clásicos.<br />

4. <strong>Escribe</strong> un diario.<br />

5. Confía en tu talento.<br />

6. No te apresures.<br />

7. Enfréntate a tus fantasmas.<br />

8. No devalúes tu obra.<br />

9. Sal de casa<br />

10. Pon en valor tu trabajo<br />

Todos y cada uno de los derechos de las obras literarias, fotografías o<br />

ilustraciones publicadas en esta revista pertenecen en exclusiva a sus autores.<br />

Colaboraciones: revistadigitalvalenciaescribe@gmail.com<br />

Descarga este número en pdf: https://www.mediafire.com/file/0uayw274w308ahi/<strong>Valencia</strong>_<strong>Escribe</strong>._N%25C3%25BAmero_8..pdf/file<br />

2


«No me digas que la<br />

luna brilla, muéstrame<br />

el brillo de la luna<br />

en el vidrio roto»<br />

Anton Chejov<br />

EQUIPO RDVE<br />

Coordinación y corrección<br />

Aurora Rapún Mombiela<br />

Ilustración portada<br />

Vivian Rodríguez (Cas)<br />

Imágenes y maquetación<br />

Eulalia Rubio y Vicente Carreño<br />

3


INDICE<br />

Editorial Aurora Rapún Mombiela 6<br />

Prólogo amigo Sonia Mele Puerto 8<br />

RELATOS<br />

Francisco Pascual<br />

El Poso<br />

12<br />

Víctor Calvo Luna<br />

Mujer que llora,<br />

mujer que ríe<br />

20<br />

Bienve Fajardo López<br />

Helado de vainilla<br />

28<br />

Ana Blanch Carpena<br />

La amenaza y el mar<br />

36<br />

Nani Canovaca López<br />

Jubiladas y Nada<br />

44<br />

María Dolores Garrido Goñi<br />

¿No quieres ser mi mamá?<br />

52<br />

Miguel Ángel<br />

Puerto Bellod<br />

Lo<br />

16<br />

Susana Gisbert<br />

Grifo<br />

Ninot indultat<br />

24<br />

Maria Grazia Scelfo<br />

El árbol de la vida<br />

32<br />

Amelia Jiménez Graña<br />

Por arte de magia<br />

40<br />

Vicente Carreño<br />

Camino de la nada<br />

48<br />

Amalia Martínez-<br />

Alia<br />

Mi hija<br />

58<br />

Irene Lado Monserrat<br />

Estreles<br />

62<br />

Sonia Mele Puerto<br />

La que calla<br />

68<br />

POESÍA<br />

Esther Moreno<br />

Morillas<br />

El viaje de la vida<br />

60<br />

Isabel Juliá López<br />

Magnífica<br />

66<br />

Gladys Alonso<br />

Sin vuelos<br />

70<br />

4


Malín Simón<br />

Por un infierno<br />

más digno<br />

74<br />

Lu Hoyos<br />

Transedad<br />

78<br />

Cristina Cifuentes<br />

Bayo<br />

La gloria no lo vale<br />

82<br />

Manuela Vicente<br />

Fernández<br />

El Palomitas<br />

86<br />

Consuelo Orias<br />

Publicidad<br />

90<br />

Concha García Ros<br />

Añicos<br />

94<br />

MICROS<br />

Pepe Sanchis<br />

Olores<br />

76<br />

Manuel Serrano<br />

1663 Cuento interactivo<br />

casi infantil<br />

80<br />

Asunción Martorell Andrés<br />

Sayonara, baby!<br />

84<br />

Pilar Alejos Martínez<br />

Oscuridad<br />

88<br />

Luis Molina<br />

Campanadas<br />

92<br />

Aurora Rapún<br />

Mombiela<br />

Tempus fugit<br />

96<br />

Vivian Rodrígez Dorgia<br />

A ciencia cierta<br />

98<br />

LITERATURA<br />

Marta Navarro Calleja<br />

Recuerdos de un jardinero inglés. Reginald Arkell<br />

102<br />

Julia Rapún López<br />

La pandemia<br />

106<br />

MENUDOS RELATOS<br />

Mar Planelles Rapún<br />

Un día de safari<br />

110<br />

Jimena Rapún López<br />

Una familia en una nube<br />

108<br />

5


Editorial<br />

AURORA RAPÚN MOMBIELA<br />

Queridas amistades de <strong>Valencia</strong><br />

<strong>Escribe</strong>:<br />

Parece mentira que llevemos ya<br />

8 números de esta segunda etapa<br />

de nuestra querida revista. No sé si<br />

es porque me hago mayor o porque<br />

ahora lo medimos todo en periodos<br />

de cuarentena, fechas de estados de<br />

alarma o de cuándo toca la vacunación,<br />

pero el caso es que el tiempo<br />

pasa volando.<br />

No está en nuestra mano frenarlo,<br />

pero lo que sí podemos hacer es<br />

dar la bienvenida al buen tiempo y<br />

a los largos días soleados, sentarnos<br />

en un sillón, tomarnos un café<br />

y disfrutar tranquilamente del calor<br />

de vuestras letras.<br />

No puedo resistirme a avanzaros<br />

que, como tenemos muchas ganas<br />

de veros y de sentiros cerca, se ha<br />

puesto en marcha la planificación<br />

del Maratón de Microrrelatos de<br />

<strong>Valencia</strong> <strong>Escribe</strong> 2021. Y digo se ha<br />

puesto en marcha la planificación<br />

porque su celebración está todavía<br />

6


en el aire, aunque os puedo asegurar<br />

que haremos todo lo posible para que<br />

se lleve a cabo.<br />

Las personas que formamos el<br />

equipo de edición de la revista, Vicente<br />

Carreño, Vivian Rodríguez,<br />

Eulalia Rubio y yo misma queremos<br />

comunicaros que hemos puesto fecha<br />

de finalización a nuestra andadura<br />

como editores. No os asustéis, ¡este<br />

no es nuestro último número! Esta<br />

es una labor muy gratificante, que<br />

nos está enseñando mucho y que nos<br />

encanta realizar, pero que conlleva<br />

mucho tiempo y dedicación que, en<br />

ocasiones tenemos, pero que, a veces,<br />

hemos de sacar de donde no hay.<br />

Gestionaremos la revista hasta el<br />

final de este año, o lo que es lo mismo,<br />

hasta el número 10. Si hemos<br />

decidido comunicároslo ya ha sido<br />

para daros la oportunidad de participar<br />

(puede que haya personas que<br />

no se hayan animado a enviar nada y<br />

quizá ahora lo hagan) y para ofrecer,<br />

al igual que hizo nuestro queridísimo<br />

Rafa Sastre en su momento, el testigo<br />

a quien quiera cogerlo. Seguro<br />

que hay personas con muchas ganas<br />

y entusiasmo que estarán dispuestas<br />

a formar un nuevo equipo editorial.<br />

Si alguien quiere empezar a colaborar<br />

ya y se maneja en Indesing, nuestro<br />

genio de la maquetación, Vicente,<br />

podría asesorarle para que pudiera<br />

hacerse cargo de la maquetación y la<br />

ilustración y, por supuesto, las demás<br />

estaríamos igualmente encantadas de<br />

aconsejar en lo que fuera.<br />

Y ahora sí, termino este espacio<br />

para daros voz a través de vuestros<br />

magníficos textos que siempre nos<br />

hacen vivir historias inolvidables.<br />

7


Prólogo amigo<br />

PRIMERAS VECES<br />

SONIA MELE PUERTO<br />

<strong>Valencia</strong> <strong>Escribe</strong> me<br />

ha brindado muchas<br />

primeras veces: participar<br />

en una maratón de microrrelatos<br />

y también en un concurso<br />

de relato rápido, ser miembro de<br />

un jurado, publicar en una revista<br />

(la misma que estás leyendo) y, en<br />

esta ocasión, escribir mi primer<br />

prólogo.<br />

Desde luego, como veis, tengo<br />

motivos sobrados para estar agradecida<br />

a este colectivo que me ha<br />

dado tanto. Por encima de todo,<br />

he conocido a gente maravillosa<br />

entre la que he cultivado excelentes<br />

amistades. Pero, además, he<br />

conseguido desembarazarme un<br />

poco de ese puñetero síndrome del<br />

impostor y ganar confianza como<br />

escritora.<br />

A pesar de no ser nada román-<br />

8


tica, he de confesar que cuando<br />

leí la publicación para participar<br />

en la III maratón de microrrelatos<br />

de Massalfassar, organizada por<br />

<strong>Valencia</strong> <strong>Escribe</strong>, sentí un flechazo<br />

irresistible y allá que me presenté.<br />

Ya me había iniciado en eso de<br />

dejar que algunas personas leyeran<br />

lo que escribía, pero fue a partir de<br />

entonces cuando despegué en este<br />

sentido.<br />

Esto ocurrió hace solo tres<br />

años, aunque parece mucho más<br />

lejano debido a este tiempo extraño<br />

que nos ha tocado vivir. Pero<br />

gracias a esta balsa en forma de<br />

revista podemos distraernos de la<br />

extravagancia que la vida se ha sacado<br />

de la chistera. En un tiempo<br />

en el que las noticias apenas pasan<br />

de ser una sucesión de datos, con<br />

ella disfrutamos al compartir cientos<br />

de fantasías, misterios, terrores,<br />

realidades, ilusiones, sueños, risas…<br />

Nos la bebemos a pequeños<br />

sorbos o nos damos un atracón de<br />

emociones diversas y bien hiladas.<br />

No sé si será tu primera vez. Si<br />

lo es, que sepas que solo es el principio...<br />

Esta revista es adictiva y<br />

no existe ningún tratamiento eficaz<br />

para desintoxicarse. ¡Ni falta que<br />

hace!<br />

Una vez más, gracias y hasta<br />

pronto, compañeras y compañeros.<br />

9


10<br />

RELATOS


11


EL POSO<br />

FRANCISCO PASCUAL<br />

Aquel día de Navidad, en la<br />

pesada sobremesa, después<br />

de la sustanciosa comida<br />

preparada por mi madre y generosamente<br />

regada por excelentes caldos, el tío Julián,<br />

repantigado en la silla con su prominente<br />

panzón, calva reluciente, nariz coloradota y<br />

enormes mostachos de brigadier, se disponía,<br />

como siempre en las celebraciones<br />

familiares, a glosarnos alguna de sus batallitas.<br />

Recuerdo que sonreí en un intento<br />

de que los ojos no se me cerraran de sopor,<br />

porque, fuera la que fuese, la historia que<br />

estaba a punto de contar el tío Julián me la<br />

sabía de memoria de tantas veces haberla<br />

oído.<br />

Acababa de tomar una taza de café<br />

para ver si conseguía mantener el tipo<br />

sin dar cabezadas. Era increíble cómo me<br />

había entrado ese vino blanco fresco, en<br />

12


Imagen de S. Hermann & F. Richter en Pixabay<br />

13


Imagen Gert Altmann en Pixabay<br />

su punto, y el tinto y el cava, y…, bueno,<br />

dejémoslo.<br />

Debo decir antes que nada que nunca<br />

he creído en esoterismos, visionarios o pitonisas,<br />

aunque después de aquello, ya no sé<br />

qué pensar.<br />

Sin duda, tuvo que ser el efecto de los<br />

abundantes vapores alcohólicos, unido a la<br />

machacona salmodia que desde hacía un<br />

rato recitaba el tío Julián, lo que me indujo,<br />

casi obligó, a bajar la vista y, no sé por qué<br />

razón, a fijarme en el poso casi seco que el<br />

café había dejado en el fondo de la taza.<br />

Seguramente, hice algún gesto extraño,<br />

porque la tía Paquita me miró con los<br />

ojos muy abiertos, como si me estuviera<br />

preguntado ¿qué te pasa?, ¿estás bien? Me<br />

limité a sonreír para tranquilizarla, pero es<br />

que lo que acababa de ver…, ¡era increíble!<br />

A pesar de que la imagen no estaba demasiado<br />

clara, ni yo tampoco, dicho sea de<br />

paso, parecía que el poso del café había di-<br />

14


ujado un coche deportivo, o quizá era…,<br />

un todoterreno, y de mi marca preferida.<br />

¿Casualidad? ¡Qué cosas! Es que veía la<br />

carrocería, las anchas ruedas, los dos tubos<br />

de escape, el logotipo de la marca. No<br />

podía creerlo. ¿Anuncio? ¿Premonición?<br />

¿Era posible estar oyendo incluso el ronroneo<br />

del motor? ¡Qué delicia! Eso sí que<br />

era difícil, pero lo oía, estoy seguro. Bueno…,<br />

casi seguro.<br />

Pero lo mejor fue que, de repente,<br />

de uno de los lados de la taza surgió una<br />

figura femenina realmente monumental.<br />

Y se parecía a alguien, o me recordaba a<br />

alguien o a algo. La muchacha me mostraba<br />

una hermosa sonrisa y yo no sé qué<br />

cara compuse que me di cuenta de que la<br />

tía Paquita y mi madre no me quitaban ojo.<br />

Mi madre movía la cabeza con un signo de<br />

desaprobación. Seguro que estaba pensando,<br />

es que este hijo mío, si sabe que no le<br />

sienta bien y que siempre que bebe se pone<br />

tonto, no sé por qué no ha parado después<br />

de dos copitas.<br />

Si era así, a mi madre no le faltaba razón,<br />

aunque yo, de repente, me encontraba<br />

la mar de lúcido, como hacía tiempo que<br />

no estaba. Desde luego, me era imposible<br />

apartar la vista del fondo de la taza. El<br />

poso se movía al ritmo de los cadenciosos<br />

andares de la chica. ¿Quién era? Me quedé<br />

estupefacto al percatarme de que tenía algo<br />

de cada una de mis antiguas novias, quizá<br />

por eso me parecía tan maravillosa.<br />

De pronto, unas risotadas me devolvieron<br />

a la realidad. El tío Julián acababa<br />

de contar un chiste de los suyos o alguna<br />

anécdota de su agitada juventud. Yo alcé la<br />

vista y sonreí un poco estúpidamente, para<br />

no desentonar. Pero cuando de nuevo bajé<br />

los ojos a la taza para continuar mi contemplación,<br />

vi espantado un océano azabache.<br />

Mi madre me acababa de rellenar<br />

la taza de café hasta el borde mientras me<br />

miraba con un gesto admonitorio.<br />

Yo estaba espantado, todo había<br />

desaparecido. Recuerdo que comencé a<br />

hiperventilar mientras veía aquel líquido<br />

negro que daba vueltas y vueltas después<br />

de haber soterrado la maravillosa visión.<br />

Aguanté la sobremesa un rato más, hasta<br />

que decidí marcharme; deseaba que el aire<br />

fresco me diera en la cara y me despejara<br />

la cabeza.<br />

De esto hace cinco años. Debo decir<br />

que acabé comprándome el todoterreno<br />

de la marca que vi en los posos del café,<br />

también que he tenido unas cuantas novias<br />

más, pero a aquella chica…, a la chica que<br />

vi en el poso…, aún la busco.<br />

15


LO<br />

MIGUEL ÁNGEL PUERTO BELLOD<br />

IImagen de Sasin Tipchai en Pixabay<br />

16


Lo peina su melena frente al espejo.<br />

Mientras da los últimos<br />

retoques, se pregunta el porqué.<br />

Por qué tiene que presentarse guapa<br />

ante los demás.<br />

Es consciente de que el decoro impone a<br />

todos ofrecer buena presencia y agrado, por<br />

ello se arregla, pero lo menos posible. No<br />

le gusta acicalarse.<br />

Al repasar sus ideas, se queja, pues,<br />

mientras los hombres, duchándose y poco<br />

más, están apañaos, ellas deben maquillarse,<br />

pintarse uñas, labios y depilarse. Además,<br />

el vello que ellos exhiben orgullosos,<br />

a ellas las afea.<br />

Lo sabe que sus propias compañeras la<br />

censurarían si no lo hiciera así. Que «daría<br />

asquito», en boca de ellas. «Son las normas»,<br />

le dirían al momento.<br />

Lo, todo hay que decirlo, es Loles, pero<br />

se subleva incluso contra su propio nombre<br />

y se rebela, en silencio, contra toda norma<br />

que considera discriminatoria; aquellas<br />

que le exigen estar guapa para que ellos la<br />

deseen como si fuera un queso.<br />

—En fin —dice, mirándose de reojo—<br />

ya estoy un poco guapi.<br />

Y se dispone para salir al rellano de su<br />

portal.<br />

Está conforme con ponerse la mascarilla;<br />

al menos en eso, hombres y mujeres<br />

van por igual. Además, irá sola en el ascensor.<br />

Detesta subir con algún vecino, pues le<br />

cederá el paso por eso que llaman galantería.<br />

Lo siempre pensó que aquello era una<br />

conducta hipócrita, ya que, al ser mujer,<br />

le dejarán salir primero… ¿Para quedar<br />

bien? Y de no hacerlo, ¿quedará el infractor<br />

como un grosero?<br />

Por un momento, Lo se detiene a pensar<br />

que quizá también el hombre se halla<br />

sometido a una pequeña tiranía, la de ser<br />

siempre un caballero, pero que, en cualquier<br />

caso, reconsidera al instante, siempre<br />

será inferior a la que tienen que soportar las<br />

mujeres.<br />

Cuando llega al portal, observa la calle<br />

de izquierda a derecha:<br />

—Ningún tipejo de mala pinta —dice en<br />

voz baja—. Puedo salir tranquila.<br />

Pero no puede evitar mirar de reojo a la<br />

derecha, al viejo parque donde tantas horas<br />

pasó jugando. Ahora está lleno de treballaors,<br />

como ella los denomina. Individuos<br />

que treballen tot lo dia, donant-li al tabac i<br />

a la botella. Solo cesan su labor para silbar<br />

y molestar a las muchachas.<br />

17


18<br />

Imagen Gert Altmann en Pixabay


Ya en la calle, se pregunta cuánto tardará<br />

en presentarse el asunto: aquellas<br />

situaciones creadas por los hombres que la<br />

incomodan, cuando no la asustan.<br />

Para más inri, a Lo le molesta incluso<br />

un simple anuncio de bragas, y no digamos<br />

la típica españolada donde la que enseña el<br />

muslamen es siempre una mujer.<br />

Se planta ante el semáforo de peatones.<br />

El disco rojo, antes de simbología masculina,<br />

exhibe ahora una silueta con falda hasta<br />

los tobillos y coleta ñoña. «Menuda mandilona<br />

nos ponen para representarnos –piensa-,<br />

el que lo haya hecho nos odia a todas».<br />

Mientras espera el verde, rememora un<br />

capítulo de su infancia, cuando iba al colegio<br />

de monjas y debía vestir falda. Un día,<br />

rezongó a su padre: ¿por qué no dijiste que<br />

soy chico? Así podría vestir pantalones…<br />

Al recordarlo, ríe.<br />

La mandilona cambia de color, ahora<br />

viene otra prueba de fuego: se trata de un<br />

bar de malasombras; donde al pasar, además<br />

de recibir improperios, alguna vez<br />

se ha llevado algún que otro restregón de<br />

babosos asquerosos. Hasta que un día la<br />

policía lo clausuró (razones no faltaban).<br />

Aquello sí que fue un ERTE en toda regla,<br />

pues els treballaors tuvieron que buscarse<br />

la faena en otro sitio.<br />

Lo tiene presente que los indeseables<br />

siguen sueltos. Por ello cambió su pasión<br />

deportiva, que era el fútbol, por un arte<br />

marcial. Probó Tae-wondo, Judo…nada la<br />

satisfizo. Por casualidad conoció el Kramaga<br />

y se casó con él.<br />

Lo llega al gimnasio, allí la espera Nerea,<br />

su compañera de combate.<br />

Tras la sesión, ambas amigas se comprometen<br />

a no dar tregua a esa clase de<br />

vacilones que las increpan. De vuelta en<br />

la calle, sus mentes se distienden. Algún<br />

comentario suelto las hace sonreír, todo<br />

parece olvidado. Cuando doblan la esquina,<br />

dos hombres las miran con fijeza. Lo no se<br />

lo piensa, avanza un paso, su expresión es<br />

retadora.<br />

Nerea trata de detenerla, ha reconocido<br />

en ellos a su padre y su tío. Tan solo grita:<br />

¡Lo!..<br />

Como si el tiempo se hubiera detenido,<br />

Lo decidirá en una fracción de segundo si<br />

escucha a su amiga, a la que juzga indecisa,<br />

o responde agresiva por sentirse mancillada.<br />

En la avenida, ante la mirada ahora sobresaltada<br />

de dos hombres, solo se escucha<br />

el resonar del eco de un monosílabo: “Lo”.<br />

19


MUJER QUE LLORA,<br />

MUJER QUE RÍE<br />

VÍCTOR CALVO LUNA<br />

Caminaba, como todas las<br />

mañanas, absorto en las<br />

personas que se cruzaban en<br />

mi camino, ofreciéndome al sol de primavera<br />

y cazando conversaciones al vuelo y<br />

ojos ávidos como naúfragos que buscan<br />

la superficie. Y fue ella quien me cazó.<br />

Sentada a una mesita de bar, de esas que<br />

en estos días aparecen en lugares imposibles,<br />

sin espacio, sin sombra, junto a<br />

contenedores de basura... Tenía los ojos<br />

enrojecidos y acuosos, la nariz fresa, y la<br />

boca: una mueca contenida de sufrimiento<br />

y desesperanza. Era morena y joven y, a<br />

pesar de su dolor, la sentí muy hermosa.<br />

Junto a ella una mujer, también joven,<br />

que escuchaba sus lamentos. Ralenticé mi<br />

paso y su imagen se me quedó grabada<br />

para siempre. Tuve la sensación inmediata<br />

de que era una mujer a la que el llanto la<br />

embellecía. Como si la naturaleza buscara<br />

compensar el sufrimiento. Tal vez fuese un<br />

pensamiento mágico, pero no pude sustraerme<br />

a él.<br />

Dos días después, pasé caminando por<br />

el mismo lugar. Casualmente, en la misma<br />

mesa se encontraba la misma mujer, con<br />

la misma expresión de dolor y sufrimiento<br />

en su rostro, como si el tiempo se hubiera<br />

congelado en ese momento de aflicción,<br />

como una foto de mis sentimientos. La<br />

única diferencia era que se encontraba<br />

sola. No pude pasar de largo, me detuve<br />

junto a ella y, con un susurro, le pregunté<br />

qué le ocurría y si necesitaba ayuda. Ni<br />

me miró ni me contestó. Tan solo aumentó<br />

sus gemidos y su belleza creció. Sin<br />

pensarlo me senté frente a ella. En un acto<br />

reflejo de intimidad y vergüenza se tapó la<br />

cara con ambas manos.<br />

—Perdone que me entrometa. Lamento<br />

ser inoportuno, pero no soporto verla<br />

20


Imagen de Goran Horvat en Pixabay<br />

llorar, y mucho menos por segunda vez.<br />

Disculpe mi frivolidad, pero he podido<br />

comprobar que el llanto le favorece, la<br />

ilumina y embellece. No crea que soy un<br />

desaprensivo que intenta coquetear con<br />

usted aprovechando su desgracia —le dije<br />

de corrido y sin pestañear.<br />

La joven rebajó la intensidad de los sollozos<br />

y lentamente fue apartando las enrojecidas<br />

manos de su rostro. Lo primero que<br />

observé fue una nariz aguileña y colorada<br />

que destilaba sin parar. Su rostro comenzó<br />

a perder atractivo. Le ofrecí un pañuelo de<br />

papel. Lentamente lo cogió con la mano<br />

izquierda en la que lucía uñas azul oscuro<br />

algo recomidas. Lo miró con los ojos entreabiertos<br />

y anegados y se enjugó la nariz<br />

torpemente.<br />

21


Imagen de Marek Studzinski<br />

Imagen de Tayeb Merrakchi<br />

22


Me quedé mirándola en silencio, mientras<br />

los transeúntes pasaban muy cerca<br />

de nosotros, algunos incluso nos rozaban<br />

involuntariamente. La joven se fue calmando<br />

poco a poco, mientras yo me iba<br />

contagiando de su tristeza y comencé a gimotear<br />

sin poder evitarlo. Ella interrumpió<br />

del todo su llanto, me miró con unos ojos<br />

redondos y negros, como si me vieran por<br />

primera vez, y me dijo con una voz que<br />

salía de unos labios amoratados y resecos:<br />

—¿Y usted por qué llora? —Una leve<br />

mueca de sorpresa y burla se dibujó en su<br />

cara.<br />

—No lo sé. Soy muy impresionable y<br />

tal vez me he dejado contagiar por usted.<br />

La joven ya no lloraba, de sus ojos<br />

había escapado el rosa, la nariz no goteaba<br />

y los pómulos habían perdido su esplendor.<br />

Se arregló el pelo con las manos, se<br />

recompuso la camisa y abotonó hasta la<br />

garganta. Estaba seria y francamente fea.<br />

Yo seguía llorando desconsolado.<br />

Me miró fijamente y, de repente, se<br />

puso a reír sin poder contenerse. La belleza<br />

regresó a su rostro, la nariz recobró<br />

el magenta, los pómulos emergieron y los<br />

labios recuperaron la frescura. Ese cambio<br />

emocional brusco me sorprendió y me<br />

contagió, de tal manera que, al poco, ambos<br />

acabamos riendo como felices y viejos<br />

amigos.<br />

—Perdona mi franqueza —me dijo,<br />

intentando contenerse la mandíbula— pero<br />

tú estás igual de feo cuando ríes que cuando<br />

lloras.<br />

—¿Quieres decir que la naturaleza no<br />

me ha compensado como a ti? —le dije,<br />

apenado.<br />

—En absoluto. Tu tienes…<br />

La interrumpí.<br />

—Yo tengo el tópico de “belleza interior”.<br />

—No, estás equivocado. Lo que tienes<br />

son cualidades muy visibles: compasión,<br />

empatía, humanidad, gratitud, afecto, sentido<br />

del humor... No sé si son bellas, solo<br />

sé que son necesarias para vivir.<br />

No supe qué responderle y, tras unos<br />

segundos de mirarnos a los ojos, enmudecidos,<br />

le dije:<br />

—¿Qué te parece si, ahora que hemos<br />

llorado y reído juntos, me dices cómo te<br />

llamas?<br />

—Vi-da —me contestó, al tiempo que<br />

se mordía el labio inferior y la punta de la<br />

lengua.<br />

Entonces lo comprendí: siempre había<br />

estado enamorado de ella y nunca dejaría<br />

de estarlo.<br />

23


NINOT<br />

INDULTAT<br />

SUSANA GISBERT GRIFO<br />

Imagen de David Mark en Pixabay<br />

—E<br />

scolta, hem de llançarho<br />

tot?<br />

—Sí, pesat, sí. Ja t’ho he dit milers de<br />

vegades<br />

—Però, hi ha ninots molt bonics… Em<br />

fa llàstima<br />

—No en tens, de remei, artista faller<br />

3Px. Estem al segle XXII i ja saps que el<br />

24


nostre arxiu és virtual. El Museu Faller ja<br />

fa molt de temps que té els ninots indultats<br />

en hologrames<br />

—Doncs a mi m’agradava més com era<br />

abans. No es pot fer una excepció?<br />

—Està bé. Pots quedar-te per al nostre<br />

magatzem un parell de ninots. Ni un més.<br />

Entesos?<br />

—Gràcies, artista faller 1Cx. Moltes<br />

gràcies.<br />

25


L´artista faller 3Px va romandre una<br />

bona estona, per tal de seleccionar els<br />

ninots més bonics, per a salvar-los de ser<br />

fem a reciclar. El seu cap, l´artista faller<br />

1Cx es jugava molt per deixar que els<br />

conservara. Les multes per no reciclar<br />

eren astronòmiques.<br />

—Ja els has triat?<br />

—Sí, però…<br />

—No vull “peròs”. A veure<br />

—Espera un minutet, per favor. Vine a<br />

veure una cosa.<br />

—Està bé.<br />

3Px semblava excitat. Mostrava al<br />

seu company el resultat del seu escorcoll<br />

al magatzem antic que havien hagut de<br />

buidar com a part de la seua contribució a<br />

la cooperativa d´artistes fallers. Hi havia<br />

un ninot preciós, d’una dona vestida<br />

de valenciana que portava una espècie<br />

de cotxet amb un nadó. I l´altre, també<br />

preciós, era un ninot que semblava fet de<br />

palla, com el que eixia a El Mago D´Oz.<br />

—Mol bé, molt bé, Anem-nos-en,<br />

doncs, que ningú se n’adone.<br />

—Espera. Mira’ls bé.<br />

Sempre passava el mateix. Tractava<br />

de ser dur amb 3Px però sempre acabava<br />

fent allò que ell volia. A les seves mans<br />

tenia un ninot preciós, encara que estrany.<br />

Mai no havia vist una cosa així.<br />

El ninot era de cartó pedra, però semblava<br />

talment fet de palla i vestit amb<br />

parracs. No obstant això, tenia una dolçor<br />

als ulls difícil de descriure.<br />

—Saps? He llegit d’ell. Deien que<br />

ninos així s’utilitzaven per espantar els<br />

pardals, uns animalets que volaven i<br />

eren molt bonics. Però, com que de vegades<br />

feien malbé les collites, calia fer<br />

que fugiren. Ara fa molts anys que s´han<br />

extingit.<br />

—M´agradaria tant veure un, de pardalet.<br />

—Mira el ninot. En té un posat al seu<br />

cos.<br />

—És preció...<br />

—I per què té el peu trencat? T’ho<br />

imagines?<br />

—Ho sé. El pare del meu iaio va<br />

contar a mon pare una vegada que els<br />

artistes, quan portaven els ninots a l’exposició,<br />

hi havien de complir unes mides.<br />

I si no, tallaven el que fora precís per tal<br />

que no els eliminaren del concurs.<br />

—És clar, llavors les exposicions no<br />

26


Imagen de chusa8 en Pixabay<br />

eren virtuals, ni hi havia hologrames.<br />

—Quina enveja. De vegades, m’encisaria<br />

tornar a eixa època. I… saps de qui era<br />

el ninot?<br />

—Mira. Així ho diu, Falla Cadis Dénia.<br />

—Doncs li’l portarem. De segur que els<br />

agrada i ens guarden el secret. Diuen que<br />

estan a punt de complir el seu segon centenari<br />

i serà el millor dels regals.<br />

27


HELADO<br />

DE VAINILLA<br />

BIENVE FAJARDO LÓPEZ<br />

Imagen de chusa8 en<br />

28


Imagen de wenssss<br />

Pixabay<br />

Sergio oía caer las pequeñas<br />

gotas de lluvia que golpeaban<br />

la ventana. Le gustaba perderse<br />

con la mirada a través del cristal del<br />

comedor. La taza de té caliente humeaba<br />

un aroma avainillado, acercó la taza a su<br />

pequeña nariz para embriagarse de ello.<br />

Sonrió para sí mismo como si la vainilla le<br />

evocara los helados que comía de niño.<br />

Bastantes años atrás corría por el paseo<br />

de la playa junto a su hermano Toni, un<br />

año menor que él. Les gustaba competir<br />

para ver quién llegaba antes hasta el puesto<br />

de helados de la señora Carmen.<br />

—¡Esta vez te gano! —le gritó Toni.<br />

—Ja, no te lo crees —Desafió Sergio.<br />

29


El paseo estaba lleno de gente que<br />

paseaba con los niños, padres y abuelos<br />

y, a pesar de que faltaba poco para entrar<br />

en verano, ese día hacia mucho calor. El<br />

sol lucía espléndido aquella tarde de final<br />

de mayo. Los padres de ambos, Teresa y<br />

Paco, los miraban divertidos. Sergio dio la<br />

señal:<br />

—Preparados… listos… ¡Ya!<br />

Los hermanos se enzarzaron en una<br />

carrera frenética. Toni salió primero,<br />

mirando de reojo a su hermano con las<br />

manos apretadas para coger más impulso.<br />

El corazón le bombeaba muy rápido y las<br />

pequeñas gotitas de sudor empezaron a<br />

rodarle por la frente y a caerle por la sien.<br />

Sergio gritaba —¡Te ganaré, enano —.<br />

Con grandes zancadas alcanzó en segundos<br />

colocarse al lado de Toni y consiguió<br />

sobrepasarle El griterío de los padres animando<br />

la carrera motivó a Toni a un sobreesfuerzo.<br />

Notó un ligero mareo visual a<br />

la vez que veía borrosa la figura de Sergio,<br />

que llegaba hasta la meta. Fue aligerando<br />

la carrera y se desplomó en los adoquines<br />

ardientes y arenosos que olían a una mezcla<br />

de azufre y sal. Lo ultimo que oyó fue<br />

el grito victorioso de Sergio.<br />

—¡Te gané enano! Jajaja ¡Te gané!<br />

Sergio se giró con los brazos en alto en<br />

señal de victoria y dando saltos. El grito<br />

ahogado de la madre lo dejó clavado.<br />

—¡¡Toniiii!! —Corría hacia él.<br />

Sergio no podía moverse. Los pies parecían<br />

haberse clavado al suelo. Inmóvil y<br />

con la boca abierta veía a sus padres correr<br />

a socorrer al pequeño que yacía en el<br />

suelo. La imagen de sus padres arropando<br />

al hijo y pidiendo ayuda se mezclaba con<br />

los graznidos de las gaviotas que merodeaban<br />

la playa. Las lágrimas de Sergio le<br />

llegaron hasta los labios dejando en ellos<br />

un sabor salado y amargo. El brazo de la<br />

señora Carmen lo rodeó por los hombros,<br />

y ella, con su pequeño delantal, limpió las<br />

lágrimas con sabor a vainilla y turrón.<br />

La lluvia caía más densa. Sergio volvió<br />

a la realidad y con los ojos llorosos dejó<br />

entrar el olor de tierra mojada que se unía<br />

con vainilla y gotas con sabor a sal.<br />

30


Imagen de ivabalk en Pixabay<br />

31


IImagen de Marco Pomella<br />

EL ÁRBOL<br />

DE LA VIDA<br />

MARIA GRAZIA SCELFO<br />

32


Hace un año, en una exposición<br />

en el Palacio Real de Milán,<br />

había, entre autores de épocas<br />

diferentes, obras del principal protagonista<br />

del grafitismo norteamericano de los años<br />

ochenta, Keith Haring.<br />

Manuel, artista urbano treinteañero, de<br />

Barcelona, decidió ir a Milán para ver esa<br />

exposición del artista norteamericano porque<br />

le había llamado la atención el mural<br />

Todos juntos podemos parar el Sida, pintado<br />

por el mismo Haring en pleno barrio Raval<br />

hacía casi treinta años que, ahora recuperado,<br />

se encuentra en el Museo de Arte Contemporaneo<br />

de Barcelona.<br />

Las obras de Haring llaman la atención<br />

de Manuel tanto por sus colores brillantes,<br />

eléctricos, como por lo que representan,<br />

puesto que reflejan temas sociales y políticos,<br />

como el racismo, la discriminación de<br />

las minorías, la amenaza nuclear, la droga y<br />

el sida. Pero lo que más despierta su interés<br />

es la famosa obra El árbol de la vida (Untitled<br />

1985), que ofrece una imagen positiva y<br />

alegre. En ella el rasgo relevante es la fusión<br />

de figuras humanas y las ramas de los árboles,<br />

como si el autor quisiera sugerir que hay<br />

una energía que proviene de nuestras raíces.<br />

Como se sabe, Haring pintó este cuadro en<br />

ocasión de la muerte de una joven amiga<br />

33


suya a causa de un accidente de coche.<br />

Su intento era el de ir más allá de la<br />

muerte para celebrar la amistad y la<br />

juventud. Para Manuel, esta obra fue<br />

reveladora, como si representase algo<br />

que todavía ignoraba y que le ponía en<br />

sintonía con el artista. Admiraba sus<br />

trabajos por sus colores brillantes y<br />

porque hablaban de amor y felicidad,<br />

de alegría y sexo, pero también de violencia<br />

y opresión.<br />

De vuelta en Barcelona, se reúne<br />

con Ramón, su pareja, y le cuenta lo<br />

bien que lo ha pasado en la exposición<br />

y las ideas que ha tenido. Es muy feliz<br />

y quiere compartirlo con él. Durante<br />

la cena en un conocido restaurante, le<br />

habla de su futuro, del hecho de que ya<br />

no quiere ser solo un grafitero, quiere<br />

profundizar en sus estudios y convertirse<br />

en un pintor cabal, aunque siga<br />

haciendo murales de vez en cuando.<br />

Su pareja, algunos años mayor que él,<br />

está de acuerdo y le dice que no debe<br />

preocuparse. Le ayudará en todo lo<br />

que pueda.<br />

Mientras regresan a su casa unos<br />

cabezas rapadas les asaltan, les insultan<br />

y les caen a golpes y puñetazos.<br />

Algunos vecinos llaman a la ambulancia<br />

y logran salvarles. En el hospital, Manuel,<br />

que se ha llevado la peor parte, descubre, a<br />

raíz de las pruebas que le hacen, que tiene el<br />

sida.<br />

34


No se lo puede creer. Tiene que asumirlo<br />

y no es fácil. Pensaba que tenía<br />

gripe y no entendía por qué tardaba tanto<br />

en curarse. Por fin lo sabe.<br />

Piensa en Haring y en lo que él había<br />

sido capaz de pintar, a pesar de que tenía<br />

su misma enfermedad, y termina aceptándolo.<br />

A los pocos meses, Manuel muere de<br />

sida, a los 31 años.<br />

35


LA AMENAZA<br />

Y EL MAR<br />

ANA BLANCH CARPENA<br />

El viento de Levante soplaba<br />

fuerte, el mar había oscurecido<br />

y crepitaba, hasta arrastrar<br />

a la arena la espuma enfurecida, ensuciada<br />

por las miserias humanas que intentaba, a<br />

trompicones, dejar olvidadas sin éxito en<br />

la orilla. «Lo siento Margarita, es un tumor<br />

maligno». Las palabras de aquel doctor<br />

penetraron en el cerebro de Belén, que<br />

acompañó a su madre a la consulta, hasta<br />

fundirse en sus neuronas y convertirse en<br />

el sonido de un eco: tumor malignooooo...<br />

36


Imagen de Mar Dais en Pixabay<br />

El horizonte enrojecía, presagiando enfurecer<br />

aún más el aire hasta convertirlo en<br />

huracán.<br />

—Margarita, si tú estás dispuesta y<br />

quieres luchar, empezamos con el tratamiento<br />

y después, la operación, tenemos<br />

posibilidades de éxito.<br />

Los ojos verdes de Belén se clavaron<br />

en los de su madre. Sobraban las palabras.<br />

«Voy a estar contigo recorriendo este camino<br />

para ser tu bastón o tu remanso».<br />

Sus miradas lanzaban al horizonte<br />

azulado una pregunta: «¿dónde y cuando<br />

terminas?» Pero el mar no les contestaba.<br />

Hoy era una línea alejada y recta como la<br />

de una pantalla que delata un electroencefalograma<br />

plano, un presagio.<br />

—¿Qué piensas, mamá?<br />

—¡Que vamos a ganarle la batalla, y<br />

quién dice que no, también la guerra!—<br />

había hablado en plural, estaba claro.<br />

Las huellas de sus pies fueron marcando<br />

la orilla de la playa, ahora duna, ahora<br />

montículo, ahora plástico escupido, ahora<br />

conchas preciosas para adornar el mármol<br />

de ese baño donde vomitar la furia de los<br />

fármacos o contemplar un cráneo desvestido,<br />

que realzaba cada vez más las hundidas<br />

cuencas de los ojos y la delgadez de<br />

los pómulos.<br />

37


Siempre cercano el asidero, la mano<br />

de Belén, para recorrer el camino, a veces<br />

gravilla, a veces risco inclinado.<br />

—Vamos muy bien, Margarita, el tumor<br />

ha disminuido suficiente y tus defensas<br />

están bastante bien, es hora de extirparlo.<br />

Margarita sonrió. Estaba guapa con el<br />

pañuelo en la cabeza. Ni los azotes de la<br />

tormenta habían conseguido que perdiera<br />

los bellos rasgos de mujer madura que<br />

rozaba los cincuenta, pensó Belén.<br />

«¡Mamá, todo va a ir bien!, ¡Te quiero!».<br />

La voz de su apoyo, se fue escapando<br />

sigilosa de su consciencia.<br />

El mar se adormecía en los ojos de<br />

Margarita, mientras recorría los pasillos<br />

camino del quirófano bajo los primeros<br />

efectos de la sedación. Hacía sol y el calor<br />

de sus rayos le llegaba a través de la mano<br />

de Belén, hasta que, como una bofetada,<br />

notó el frio de aquella sala, donde solo<br />

veía ojos rodeados de telas verdes, oía<br />

débiles voces y notaba manos cariñosas<br />

infundiéndole ánimo.<br />

El mar se embraveció, abriendo brechas<br />

en la arena del blanco vientre, salpicando<br />

espuma enrojecida hasta encontrarlo.<br />

«Aquí estas, ya te tenemos, vamos<br />

a por ti con la cautela necesaria para no<br />

dañar el resto del paisaje, tus raíces son<br />

cortas. Te arrebatamos a tiempo el camino<br />

para crecer entre células benignas».<br />

Las miradas esperanzadoras del equipo<br />

quirúrgico se cruzaron y debajo de sus<br />

mascarillas esbozaron la sonrisa de un<br />

posible éxito.<br />

—Tu madre está bien. Hemos limpiado<br />

suficiente y pensamos que hay muchas<br />

posibilidades de que todo termine con algo<br />

más de tratamiento, pero nunca se pueden<br />

echar las campanas al vuelo. Ella ha demostrado<br />

ser muy fuerte.<br />

—Mamá, ¿recuerdas cuando me caía<br />

en el parque y sacudiendo mis rodillas<br />

magulladas, me decías «a correr, eso no es<br />

nada».<br />

—Sí, claro que me acuerdo.<br />

—¿Y cuando suspendía y me explicabas<br />

que o no había estudiado lo suficiente<br />

o algo no había entendido bien y tenía que<br />

ponerle solución?<br />

—Sí, por supuesto que lo recuerdo y la<br />

rabia que te daba, también.<br />

—Sabes, mamá, me hiciste fuerte y me<br />

enseñaste que pasarlo mal a veces era necesario<br />

para aprender a buscar soluciones.<br />

He tenido mucha rabia y mucho miedo<br />

38


Imagen de Steve Buissinne en Pixabay<br />

estos meses y aún estoy asustada por el<br />

futuro.<br />

—Eso también lo sé. Yo también lo he<br />

tenido y sigo pensando en qué ocurrirá.<br />

Pero… ¿me ayudas a levantarme y paseamos?<br />

Estamos en el camino.<br />

La brisa de principios de octubre todavía<br />

era tibia. Margarita pasó el brazo por<br />

los hombros de su hija y se apretaron con<br />

fuerza. La orilla de la playa dibujó en la<br />

arena los caminos que trazaban sus pies,<br />

como tantas veces en los últimos meses, y<br />

en un gesto imprevisto, ella desató el nudo<br />

de su pañuelo y dejó al descubierto su cabeza,<br />

que empezaba a cubrirse de cortos y<br />

finos cabellos como esperanzadores arbolillos<br />

plantados para repoblar el abrasado<br />

monte.<br />

39


POR ARTE<br />

DE MAGIA<br />

AMELIA JIMÉNEZ GRAÑA<br />

https://52relatosymedio.wordpress.com<br />

Imagen Pixabay<br />

40


El día en que desapareció su<br />

padre hacía viento y sol. En<br />

el pueblo llovía unos trescientos<br />

sesenta días al año y, en aquella ocasión,<br />

él no se llevó su paraguas con mango<br />

en forma de pájaro.<br />

Había ido a la tienda de doña Paca a<br />

comprar la comida. A Sonia le pareció<br />

oírlo llegar cuando echaba paja a las vacas<br />

en el establo. En cuanto terminó, se dirigió<br />

a la cocina y vio las bolsas de la compra<br />

esparcidas por el suelo. Solo había puesto<br />

en su sitio un par de latas de atún y la<br />

puerta de la alacena estaba completamente<br />

abierta. De su padre, ni rastro.<br />

A partir de ahí, sus recuerdos eran<br />

confusos. Veía a su madre llorando, a su<br />

hermano pataleando y a su abuelo jurando<br />

en arameo. No sabían por qué, de repente,<br />

los había abandonado de aquella manera<br />

tan extraña, sin despedirse, sin una razón.<br />

Pasaron varias semanas y comenzaron<br />

a acostumbrarse a su ausencia. No cabía<br />

41


Imagen de Hawksky<br />

otra. En la granja había mucho trabajo y<br />

debieron reorganizar las tareas, además de<br />

levantarse más pronto por la mañana.<br />

Sonia y su hermano sí que echaron en<br />

falta sus trucos de magia. Porque su padre<br />

era un mago rural. Hacía desaparecer las<br />

gallinas del vecino, que aparecían, misteriosamente,<br />

en su cercado. Cambiaba<br />

billetes de diez por billetes de cincuenta,<br />

de la manera más increíble. Cuando los<br />

clientes del bar del pueblo iban a pagar la<br />

cuenta, encontraban en los bolsillos los de<br />

menor valor.<br />

A Sonia, los que más le gustaban eran<br />

los que hacía con cartas. Siempre acertaba<br />

la que habías escogido e, incluso, la sacaba<br />

de un libro de la estantería o del fondo<br />

de la mochila del cole.<br />

Por eso, un día que rebuscaba unas<br />

latas de sardinas en la alacena, le extrañó<br />

encontrar su baraja Bicycle. Él nunca la<br />

habría abandonado por voluntad propia.<br />

42


De hecho, siempre llevaba dos o tres encima,<br />

para hacer distintos trucos a los incautos<br />

vecinos.<br />

Sonia llegaba cansadísima del instituto,<br />

tras despertarse temprano, coger un autobús<br />

que tardaba una hora en llegar, pasar<br />

las horas estudiando las distintas asignaturas<br />

y volver en el mismo autobús. A veces<br />

tenía tiempo de hacer los deberes, pero,<br />

otras, se dedicaba a descargar tutoriales de<br />

internet para aprender trucos básicos con<br />

las cartas y otros artilugios. Su padre le<br />

había enseñado algunas cosas y ella deseaba<br />

conocer el resto.<br />

Una vez, su madre la pilló encerrada en<br />

la habitación ensayando con una bufanda.<br />

Puso el grito en el cielo:<br />

—¡No quiero oír hablar de trucos ni de<br />

chorradas de esas! Tu padre desapareció<br />

por culpa de la magia.<br />

Se quedó extrañada. Creía que se había<br />

escapado de casa o, al menos, eso decían<br />

algunas gentes del pueblo.<br />

—¡Déjate de tonterías! En la granja hay<br />

demasiado trabajo —volvió a insistir.<br />

Si ya estaba cansada, dedicarse a la magia<br />

de noche, escondida entre las sábanas,<br />

alumbrada por la luz de la linterna, hacía<br />

que, en ocasiones, se quedase dormida en<br />

el bus de ida o en el de vuelta.<br />

Algunos compañeros comenzaron a<br />

reírse de ella, pero no le preocupaba. Cada<br />

vez estaba más enganchada a la magia de<br />

cerca y le gustaba verlos rabiar cuando hacía<br />

aparecer una moneda de detrás de sus<br />

orejas o les cambiaba un billete de veinte<br />

por uno de diez. Así, iba juntando ahorros<br />

para su plan.<br />

Llegó el día de escaparse de casa en dirección<br />

a la ciudad. Quería convertirse en<br />

una maga famosa y que su padre, donde<br />

quiera que estuviese, reconociera su valía<br />

y, quizás, volviera.<br />

Llovía, cosa habitual en el pueblo,<br />

por lo que agarró el paraguas con mango<br />

en forma de pájaro de su padre. Fue a la<br />

alacena, a recoger unas latas para la fuga.<br />

Dispuesta a salir, con la mochila al hombro,<br />

un fogonazo la dejó ciega.<br />

Al despertar, una lluvia fina caía sobre<br />

ella y una mano amable y conocida se<br />

había posado sobre su hombro.<br />

—Llevo una eternidad esperándote —<br />

dijo su padre—. Menos mal que has traído<br />

el paraguas y un poco de comida. ¡Estoy<br />

calado hasta los huesos y me muero de<br />

hambre!<br />

43


JUBILADAS<br />

Y NADA<br />

NANI CANOVACA LÓPEZ<br />

44


Hoy, como todos los jueves,<br />

tocaba cafelito. Es el ratito<br />

donde tomamos contacto<br />

para dar paso a nuestro encuentro del club<br />

de lectura. Quedamos todas las semanas en<br />

el bar del parque para el café de la tarde y,<br />

cada quince días, procuramos comentar el<br />

libro acordado. En esta ocasión la lectura<br />

recomendada ha sido la novela Nada de<br />

Carmen Laforet; aunque en general hemos<br />

estado poco motivadas. La pobreza de la<br />

posguerra española, la burguesía y el franquismo<br />

que tanto escuchamos de boca de<br />

nuestros padres y abuelos, parecía habernos<br />

puesto de acuerdo y el comentarlo no<br />

fluía, como en más de una ocasión ocurrió.<br />

¡Ya nos conocemos y todas esperamos el<br />

momento idóneo, o bien simplemente, decir<br />

si nos ha gustado la lectura o no y pasar<br />

página como se suele decir!<br />

De pronto, Mónica con su taza en la<br />

mano y el pensamiento y la mirada perdida<br />

en el bamboleo de la palmera que se mueve<br />

al ritmo de la brisa, comenta como si su<br />

voz saliera del fondo de un socavón:<br />

—Ayer vino mi vecina Dolores a casa.<br />

Llegó a dejarme el pasapurés que le había<br />

prestado y me comentó que estaba preocupada<br />

por su jubilación, ya que al ser viuda<br />

y no haber cotizado lo suficiente, lo mismo<br />

lo que le queda no alcanzará para cubrir<br />

gastos. No quiere ser una carga para alguna<br />

de sus hijas, a las que les viene todo<br />

justo. Sus maridos trabajan en la obra y en<br />

la restauración, así como ellas en lo que<br />

pueden, pero con sueldos tan míseros que<br />

incluso a veces ella ha tenido que ayudar<br />

en alguna que otra necesidad.<br />

Amalia da un sorbo a su café y comenta:<br />

45


—¡Ufff, hay muchas clases de<br />

jubiladas! ¡Jubilados también, pero en<br />

este caso hablo de mujeres y jubiladas!<br />

Están las que estuvieron cotizando.<br />

Son privilegiadas porque pudieron<br />

prepararse y tuvieron un buen trabajo<br />

remunerado y por tanto, cotizado por<br />

parte del que contrata y de la contratada.<br />

Suele quedarles un gratificante<br />

«júbilo», del que gozan. Se pueden<br />

permitir viajar, satisfacciones el resto<br />

de su vida, disfrutan de todo lo que les<br />

apetece e incluso, pueden favorecer a<br />

los suyos.<br />

—Están las jubiladas que tuvieron<br />

un trabajo y un sueldo que por los pelos,<br />

llegaba a poder cubrir necesidades<br />

y para más inri, lo mismo tenían hijos,<br />

pero no aportes del otro miembro de<br />

la familia que procreó con ellas, bien<br />

porque no quisieron hacerse cargo de<br />

los hijos o bien, porque murieron y a<br />

ellas no les quedó apenas asignación<br />

de viuda. Por chiripa consiguen alguien<br />

que les firme la cartilla laboral<br />

o agraria y pueden justificar su aporte<br />

para cuando llegue esa jubilación.<br />

Puede que cobren algo digno que les<br />

permita pagar el alquiler de la vivienda<br />

y algún capricho a los nietos por Navidad<br />

o en cumpleaños. Aunque para<br />

ello, se queden un mes sin postre y así<br />

poder contribuir con los suyos o bien,<br />

entregar el regalo soñado.<br />

—Luego están las jubiladas de<br />

nombre. Esas que han dejado de trabajar<br />

con muy avanzada edad y porque<br />

sus huesos ya no responden. Fueron o<br />

son las que trabajaron en todo lo que<br />

les salía, bien en el campo, sirviendo<br />

en casas, en cocinas de barrio, trabajos<br />

esporádicos o en lo que encartara y se<br />

han pasado agachando la raspa desde<br />

que tuvieron uso de razón hasta ya no<br />

poder con el hato. Esas jubiladas de<br />

nombre no tienen ni para pagarse una<br />

sopa algunas noches, y no les queda<br />

más remedio que acudir a la beneficencia.<br />

Cáritas o como se llame en cada<br />

época la asistencia social de turno.<br />

Ellas son las que se acuestan con la<br />

soledad de corazón, de estómago y<br />

hasta del gato que ronda la calle donde<br />

viven.<br />

Amalia se queda pensativa al terminar<br />

esas reflexiones y todas la acompañamos<br />

en sus pensamientos. Algunas<br />

asentimos en silencio. Hoy hemos ter-<br />

46


minado nuestro café a pequeños sorbos, lo<br />

mismo que tomamos la vida. Sorbo a sorbo<br />

y suspiro a suspiro, Con la mirada a veces<br />

perdida mientras reflexionamos, observamos<br />

e, incluso, nos sublevamos, pero para adentro,<br />

si no nos queda otra alternativa.<br />

47


CAMINO<br />

DE LA NADA<br />

VICENTE CARREÑO<br />

Imagen de PDPics en Pixabay<br />

48


Estaba harto de la vida, de la<br />

gran farsa, de la política, de los<br />

políticos, de las mentiras de<br />

los medios de comunicación, de la alienación<br />

de las masas, del mundo en general, de<br />

los mafiosos con corbata que medraban en<br />

medio de los desastres y las guerras, de los<br />

progres millonarios que vendían milongas,<br />

de los ordenadores, las televisiones y los vídeojuegos<br />

hipnotizando a jóvenes y ancianos,<br />

el país cada vez más pobre y los ricos<br />

más ricos. «¿Dónde estaba la revolución<br />

que pregonaba mi viejo?». Detrás del muro<br />

de Berlín no estaba el paraíso socialista,<br />

solo había podredumbre y corrupción. Menudo<br />

timo. Lenin era un mentiroso y Stalin,<br />

un criminal de guerra. El Che hizo bien en<br />

morirse, por lo menos se vendían camisetas<br />

con su efigie. Debajo de los adoquines no<br />

estaba la arena de la playa sino el capitalismo<br />

más feroz. Los parias de la Tierra ya no<br />

cantaban la Internacional, sino que se ahogaban<br />

en el mar Mediterráneo. No iban a<br />

encandilarle con más cuentos para incautos.<br />

Le habían engañado siempre, desde la<br />

infancia, le mecieron con historias de magos<br />

y pesebres, vendedores de humo poderosos<br />

escribieron en el libro en blanco de<br />

su alma, y él había ido cayendo en todas las<br />

trampas que pusieron a su paso. Ahora, demasiado<br />

tarde, sabía que la vida también era<br />

mentira y el amor, un espejismo que mataba<br />

el tiempo. «Eran falsas tus promesas y mis<br />

besos». Se sentía tan cansado.<br />

Angelito colocó encima de la mesa la<br />

maleta en la que había guardado sus recuerdos<br />

antes de abandonar su casa de Madrid.<br />

Sacó los libros. Mejor destruirlos. ¿Para qué<br />

tanta sabiduría? La ignorancia y la posverdad<br />

habían ganado la batalla. Las noticias<br />

falsas se subían por las paredes de internet y<br />

lo inundaban de bazofia para los adoradores<br />

del becerro de oro de la tecnología. Tiró los<br />

libros al suelo, se desparramaron a su alrededor.<br />

«¿Para qué?, ¿para qué?», se repetía<br />

en voz baja. Miró su colección de discos y<br />

DVDs. También los sacó de la maleta. Cogió<br />

uno con la mano al azar, del siglo pasado,<br />

Quilapayún, el pueblo unido jamás será<br />

vencido. «¡Seré imbécil!» Pisoteó el disco.<br />

La maleta era el testigo mudo de su derrota,<br />

del fracaso de su vida que se marchaba<br />

por el estercolero. Era un náufrago camino<br />

de la nada. Angelito extrajo los álbumes<br />

49


Imagen de Alexandra<br />

de fotos, donde estaban sus padres,<br />

sus hermanos, su mujer, sus hijas, tan<br />

jóvenes, sus nietos, ajenos al futuro<br />

que se los tragaría a todos. Rompió<br />

las fotos una detrás de otra.<br />

Todavía le quedaban sus más<br />

preciados tesoros, una novela negra,<br />

La caída de los últimos guerreros,<br />

que había sido un éxito cuando era<br />

un jovencito que soñaba con comerse<br />

el mundo, tres novelas acabadas y<br />

sin publicar, dos libros de relatos, su<br />

maravilloso libro de poesía que le iba<br />

a llevar al Parnaso. Ahora le parecía<br />

una ruina. «¿Para qué, para qué?»,<br />

repetía una y otra vez mientras destruía<br />

página a página lo que le había<br />

costado tantos esfuerzos. No valían<br />

nada. «La vida pierde siempre, todos<br />

somos perdedores».<br />

50


Angelito cerró la puerta y salió a la<br />

calle apoyándose en una muleta, le costaba<br />

trabajo andar, le faltaban fuerzas, respiraba<br />

fatigosamente gracias a un carrito que<br />

arrastraba y le proporcionaba oxígeno, el<br />

frío de Zúrich se le metía en sus huesos<br />

carcomidos. Iba ligero de equipaje, como<br />

Antonio Machado, su amado poeta. Al<br />

lado de la ambulancia, llorosa, le esperaba<br />

su hija Julia. «Todavía estás a tiempo de<br />

arrepentirte», le dijo. No le contestó. ¿Para<br />

qué?<br />

No tardaron en llegar a la clínica donde<br />

le iban a poner la inyección letal que acabaría<br />

con su sufrimiento, con su cáncer y<br />

con su vida, pronto sería ceniza entre las<br />

olas, polvo abatido, nada. Antes de tumbarse<br />

en la cama, Angelito le dio un beso a<br />

Julia y le entregó su maleta vacía, su legado.<br />

51


¿NO QUIERES<br />

SER MI MAMÁ?<br />

MARÍA DOLORES GARRIDO GOÑI<br />

La carretera era larga y aburrida.<br />

Tenía prisa; debía llegar antes<br />

de que comenzara la feria del<br />

libro. Había pensado en preparar el escenario<br />

donde la iban a entrevistar y posteriormente<br />

firmaría ejemplares de su novela. Ya<br />

se había entretenido mucho haciéndose en<br />

casa el test de embarazo y, al darle positivo,<br />

se había derrumbado.<br />

Recordaba aquella noche de la fiesta<br />

con Clara. Se lo pasaron de miedo, pero<br />

después, no recuerda como llegó a casa, ni<br />

cuándo, ni si alguien la llevó. Y Clara, por<br />

teléfono, le confesó que ella estaba igual:<br />

con resaca y sin acordarse de nada.<br />

Ahora estaba embarazada. No sabía<br />

quién era el padre. No era el momento de<br />

ser madre; acababa de publicar su primer<br />

libro y quería dedicarle todo su tiempo.<br />

Decidido: no iba a tenerlo.<br />

52


Imagen de Ratna Fitry<br />

De pronto, el cielo se nubló, y en pocos<br />

segundos empezaron a caer del cielo...<br />

¿rocas?... pedazos enormes de rocas que<br />

impactaban en el asfalto dejando socavones<br />

enormes que había que esquivar.<br />

El pánico se adueñó de ella. Dando<br />

volantazos a derecha e izquierda oyendo<br />

gritos infrahumanos, que no era consciente<br />

de que salían de su propia garganta, el<br />

coche acabó saliendo de la carretera.<br />

Despertó bajo la atenta mirada de varios<br />

desconocidos.<br />

—¿Se encuentra bien? —preguntó una<br />

joven sonriente.<br />

La joven iba vestida de novia. Fue mirando<br />

a su alrededor: todos iban vestidos<br />

con sus mejores galaS.<br />

—¿Dónde estoy? ¿Y mi coche?<br />

53


54<br />

Imagen de AnoukvanMarsbergen


—Oímos el estruendo del accidente pese<br />

al ruido de la tormenta de rocas. Esas tormentas<br />

siempre ocasionan accidentes. La<br />

hemos traído a mi casa. Estamos celebrando<br />

mi boda. Es usted una invitada sorpresa.<br />

—¿Qué hora es? Necesito marcharme<br />

urgentemente.<br />

Negaron con la cabeza. Hablaban todos<br />

a la vez. Entendió que su coche estaba con<br />

el motor destrozado al igual que la carretera.<br />

Tardarían varios días en arreglar ambas<br />

cosas.<br />

¡Adiós a su firma de libros! Le dijeron<br />

que la tormenta había anulado la recepción<br />

de señal telefónica. Estaba atrapada e incomunicada.<br />

Pasó cuatro días con estas gentes. Eran<br />

amables y se mostraron hospitalarias en<br />

todo momento. Y conoció a un niño que<br />

siempre estaba solo.<br />

—¿No quieres ser mi mamá? —le preguntó<br />

como saludo, mostrando una sonrisa<br />

triste.<br />

—¿Eres huérfano?<br />

—Cuando yo sea grande voy a ser muy<br />

importante para mi mamá. La voy a querer<br />

mucho y se sentirá orgullosa de mi. Seré<br />

muy bueno y muy listo ¿sabes? ¿No quieres<br />

ser mi mamá?<br />

Después cambió de tema cogiéndole la<br />

mano y llevándola a ver cosas mágicas en<br />

una cueva que sólo él conocía.<br />

El niño pasaba todo el tiempo que le dejaban<br />

los mayores haciendo cosas divertidas<br />

con ella y cuando al cuarto día le presentaron<br />

su coche, ya arreglado, y la despidieron<br />

deseándole suerte y felicidad, el niño le dio<br />

un beso y una piedra en forma de corazón.<br />

Le volvió a preguntar: ¿No quieres ser mi<br />

mamá?<br />

Con lágrimas en los ojos se alejó del<br />

lugar. Una vez en la carretera sonó su teléfono.<br />

Era su agente. Confirmaba la hora de<br />

inicio de la entrevista con la prensa.<br />

—¿Es hoy? —preguntó sorprendida—.<br />

No era hace cuatro días... y no pude llegar.<br />

—No me fastidies, Elena, te dije claramente<br />

que era hoy día 10 de abril a las<br />

11:00 de la mañana.<br />

—Tranquilo Ernesto, estoy de camino<br />

No comprendía. No habían pasado cuatro<br />

días. No había tenido un accidente, no<br />

había habido tormenta de rocas, pero en el<br />

salpicadero del coche estaba la piedra con<br />

forma de corazón que le dio el niño. La<br />

tomó en sus manos emocionada y con una<br />

sonrisa melancólica se acarició su vientre y<br />

dijo:<br />

—Si, cariño. Sí que voy a ser tu mamá.<br />

55


56<br />

POESÍA


Imagen de Ri Butov en Pixabay<br />

57


MI HIJA<br />

AMALIA MARTÍNEZ-ALIA<br />

Nació fuerte, luchadora,<br />

inquieta y difícil.<br />

Absolutamente diferente a mí.<br />

Decidida y valiente<br />

no se amedrenta ante la adversidad.<br />

Yo, conformista y miedosa.<br />

Me llena de orgullo<br />

su capacidad de reinventarse,<br />

su carácter arrollador e inconfundible.<br />

Inteligente, a veces perezosa<br />

y dispersa, pero otras tantas,<br />

su tenacidad puede sorprenderte.<br />

Cautiva su sonrisa franca,<br />

pero cuando se enfada, su mirada felina<br />

puede atravesarte el corazón.<br />

58


Amiga entrañable,<br />

puente tendido al que agarrarse<br />

cuando te sientes caer al abismo.<br />

Capaz, de transformar la tristeza en alegría,<br />

haciéndote reír con múltiples payasadas.<br />

Ella es así, caótica, divertida, libre.<br />

Nadie puede cortar sus alas,<br />

necesita volar de vez en cuando,<br />

pero siempre regresa, para llenarte de amor.<br />

Ella es mujer.<br />

Imagen de prettysleepy1 en Pixabay<br />

59


EL VIAJE<br />

DE LA VIDA<br />

ESTHER MORENO MORILLAS<br />

http://elcascabelalgato.blogspot.com/<br />

http://invisiblevoyeur.blogspot.com/<br />

Cojamos las maletas<br />

y corramos<br />

tenemos un camino que explorar<br />

fotos por hacer<br />

delicatessen por probar<br />

mares donde sumergirnos<br />

y edificios que observar.<br />

Viajemos juntas<br />

sin decirnos nada<br />

mirándonos a los ojos<br />

bailando hasta el amanecer<br />

con unas birras en las manos<br />

y un grito de guerra naciendo de nuestros pulmones.<br />

Volemos lejos<br />

y volvamos a casa<br />

para hundirnos en los besos y los abrazos de la familia<br />

las amigas<br />

y el barrio.<br />

60


Imagen de Esther Moreno<br />

Recorramos calles<br />

playas<br />

montes<br />

pero vayamos juntas<br />

de la mano<br />

disfrutando de la vida.<br />

Imagen de hele1409 en Pixabay<br />

61


ESTRELES<br />

IRENE LADO MONSERRAT<br />

Invocació<br />

Dones, donasses, donetes, xiquetes<br />

de mar, de cel, de terra, de tot el món<br />

ignoreu aqueixos cervells buits,<br />

amerats d’ignorància a dolls,<br />

perquè pensen que sou febles,<br />

fràgils i decandides com flors,<br />

assedegades d’aigua i afamades de sol.<br />

Incultes, matussers i grollers supremacistes<br />

són tots aquells que encara us menyspreen,<br />

i la vostra força, la vostra intel·ligència,<br />

la vostra vàlua, i la vostra contumàcia<br />

qüestionen i desdenyen amb arrogància.<br />

Estreles marines<br />

Aferreu-vos a la sorra<br />

I no us deixeu esglaiar<br />

per esfereïdors taurons<br />

62


que amb agusats claus<br />

us volen esquinçar i devorar.<br />

Lluiteu també contra els polps<br />

que amb salaços tentacles<br />

us volen lascivament magrejar<br />

i gosen sense gens de respecte<br />

el vostre cos lliurement grapejar.<br />

No us faran defallir<br />

perquè com una au fènix<br />

de les cendres ressorgiu<br />

i feroces es rebel·leu<br />

contra les bèsties patriarcals<br />

que implacablement us han volgut<br />

sotmetre, maltractar i engolir.<br />

No sereu víctimes mai més<br />

ni reduïdes a cadàvers<br />

per una covarda mà assassina<br />

que us intenta ferir i destruir.<br />

Imagen de Pixabay<br />

63


Estreles celestials<br />

Allà en el firmament fulgeixen<br />

nombrosos asteroides lluminosos,<br />

que algunes fosques i tenebroses ombres<br />

han volgut sepultar i eclipsar,<br />

malgrat que en totes les disciplines<br />

filosòfiques, científiques,<br />

literàries, artístiques,<br />

esportistes i polítiques<br />

han excel·lit notablement i brillant.<br />

Us han furtat l’autoria!<br />

Us han esborrat la identitat!<br />

Us han denegat premis!<br />

Però ara més que mai,<br />

orgullosos en el cel llambregeu<br />

perquè noves generacions us albiren<br />

i sigueu el seu futur model i exemple<br />

en què es puguen emmirallar.<br />

Imagen de animodigital<br />

64


Estreles terràqüies<br />

No us deixeu ennuegar<br />

per deletèries forces malignes<br />

que tracten d’enxiquir-vos<br />

i la vostra figura arraconar.<br />

Quan senten com vosaltres, estreles<br />

escampeu aldarulls de to violeta.,<br />

llavors un calfred covard escola<br />

per les seues parets patriarcals<br />

que a ensorrar-se han començat.<br />

Epíleg<br />

Estreles de mar, de cel i de terra<br />

remeneu la pols<br />

i cegueu els ulls de l’enemic.<br />

Arribarà eixe dia en què la nostra veu<br />

deixarà de ser silenciada i<br />

la nostra llibertat apaivagada car<br />

la nostra paraula serà escoltada<br />

la nostra dignitat respectada<br />

la nostra opinió comptada<br />

la nostra història en llibres contemplada<br />

la nostra tasca valorada i<br />

la nostra persona dignificada.<br />

65


MAGNÍFICA<br />

ISABEL JULIÁ LÓPEZ<br />

Menuda antítesis la tuya.<br />

Tan salada como mi gusto y tan dulce a la vez.<br />

Te odian, te lo digo.<br />

Lo sabes y yo también.<br />

Te aman, te lo confirmo.<br />

Lo notas y lo crees, lo sé.<br />

Menuda locura la tuya.<br />

Tan grandiosa por despertarme y dormirme<br />

sin tener que llamar a la luna para que me acune,<br />

tan diminuta por caber en una caracola de mar.<br />

Te pasas, me tienes harta.<br />

Consigues destruirme en pedazos si estoy triste.<br />

Estás llena de mí. Tu mitad me debes.<br />

Te superas, me das vida.<br />

Consigues reconstruirme al transmitirme tu fuerza y valentía.<br />

Estoy llena de ti.<br />

Mejor lo dejamos en empate.<br />

66


Menudas ráfagas de luz.<br />

Tan largas y alternantes de día<br />

y tan cortas y constantes de noche.<br />

Te gusta poco reflejar tu interior,<br />

en eso nos parecemos.<br />

Te gusta mucho reflejarme en ti,<br />

provocas que me mire directamente a los ojos.<br />

Menudo don el tuyo.<br />

Conoces demasiados secretos.<br />

Me debes muchas lágrimas y momentos.<br />

Conoces demasiados deseos.<br />

Me recuerdas muchas sonrisas y determinantes segundos.<br />

Menudo nombre tienes.<br />

Tan corto y tan jodidamente magnífico.<br />

Cinco letras que describen tu aroma y sabor salado,<br />

tu agua fría en verano,<br />

tu música cuando chocan tus olas en el espigón<br />

y, a tu lado, mi cuerpo tomando el sol.<br />

Imagen de Catharina77 en Pixabay<br />

67


LA QUE CALLA<br />

SONIA MELE PUERTO<br />

La que calla, no otorga…<br />

puede que sienta miedo.<br />

La que calla, no otorga…<br />

obsérvala, te lo ruego.<br />

La que calla, no otorga…<br />

¿tiene la mirada apagada?<br />

La que calla, no otorga…<br />

quizá la veas señalada<br />

o con la sonrisa borrada.<br />

Da igual si es mujer casada<br />

con o sin estudios,<br />

con o sin trabajo,<br />

con o sin hijos,<br />

seguro que sin amigos,<br />

68


o si es solo una niña<br />

que creyó en los cuentos de hadas<br />

y se enredó en una historia<br />

ausente de la magia esperada.<br />

Dile que te cuente,<br />

habla tú por ella,<br />

tiéndele la mano,<br />

que vea que no está sola.<br />

¡Sola, sola, sola…!<br />

Sola salir no podrá.<br />

Por tanto… ¡ayúdala!<br />

Antes de que su silencio<br />

se convierta en eterno.<br />

Imagen de Asin Tipchaia<br />

69


SIN VUELOS<br />

GLADYS ALONSO<br />

Se ha caído del nido,<br />

ese refugio suyo<br />

que entrelaza tibiezas<br />

ha quedado vacío.<br />

Da saltitos muy cortos,<br />

escucha un piar cercano<br />

y un vuelo que lo anuncia<br />

por demás conocido.<br />

Es el celo materno<br />

dando su compañía<br />

en giros elocuentes<br />

y triste algarabía.<br />

Imagen de Renatka Bohmanova en Pixabay<br />

70


De pronto en un instante<br />

aun siendo de día<br />

en oscuro destino<br />

se transformó la vida.<br />

Una inquietud de cielo<br />

se le agita en las alas,<br />

un revuelo de brisa<br />

le susurra en las plumas.<br />

Montoncito de miedo<br />

que se acurruca y duerme<br />

y sueña con el aire<br />

que lo remonta en vuelo.<br />

71


72<br />

MICROS


Imagen de Cdd20 en Pixabay<br />

73


IEl jardín de las delicias del Bosco<br />

POR UN INFIERNO<br />

MÁS DIGNO<br />

MALÍN SIMÓN<br />

74


IImagen de Chaos07 en Pixabay<br />

El comité de recepción<br />

esperaba en la antesala<br />

maléfica, preparado<br />

para recibir a un huésped famoso.<br />

Los filtros luciferinos brillaban al<br />

rojo vivo, después de la limpieza a<br />

fondo realizada por los diablillos<br />

aprendices. El genocida avanzó<br />

imperturbable hacia el averno.<br />

Al día siguiente, todos los estamentos<br />

infernales comenzaron una<br />

huelga indefinida, pues el genocida<br />

quedó atorado en el primer anillo<br />

y tuvo que ser transportado a las<br />

urgencias celestiales.<br />

75


OLORES<br />

PEPE SANCHIS<br />

Llevaba unos días sin oler el<br />

característico aroma a col<br />

y/o brócoli de la cocina de<br />

mi casa. Se lo dije a mi mujer y me dedicó<br />

una enigmática sonrisa que no supe<br />

descifrar. Como buen hipocondríaco que<br />

soy, busqué por Internet y la primera entrada<br />

me informó de que la pérdida del<br />

76


Imagen de Gert Altmann<br />

olfato es un claro síntoma del ‘Maldito<br />

Virus’. La verdad, me puse cardíaco,<br />

es decir, acojonado. Por si acaso, ordené<br />

mis papeles y fuimos al banco y al<br />

notario: lo puse todo a su nombre. Le he<br />

recordado la música que debe sonar en<br />

mi funeral y el lugar exacto donde quiero<br />

que sean esparcidas mis cenizas. Mi<br />

estado es de total tranquilidad, esperando<br />

lo inevitable.<br />

Y de repente, no sé cómo, parece<br />

que he recuperado el olfato: he notado<br />

un cierto olor procedente de la taza de<br />

té que mi amante esposa me prepara<br />

después de las comidas. Un olor como a<br />

almendras amargas. Estoy empezando a<br />

mosquearme. Esto me huele a chamusquina.<br />

77


TRANSEDAD<br />

LU HOYOS<br />

Nunca me he identificado<br />

con mi<br />

edad biológica.<br />

Cuando era niña quería ser mujer.<br />

Me ponía los zapatos de tacón de<br />

mi madre, un sujetador con dos<br />

manzanas y un hermoso vestido.<br />

Me pintaba los labios y las uñas<br />

de rojo sangre. No quería ir al<br />

colegio con aquellas niñatas aburridas<br />

y esas monjas disfrazadas y<br />

represoras.<br />

A los ochenta, amo la música<br />

de Amy Winehouse, y me identifico<br />

con los jóvenes contraculturales.<br />

Solo ha habido un hombre en<br />

mi vida: el padre Luis. Un sacerdote<br />

al que confesaba mis primeras<br />

congojas y que supo llegar a<br />

mí. Después de él, todo fue insustancial<br />

78


79


1663 CUENTO<br />

INTERACTIVO<br />

CASI INFANTIL<br />

MANUEL SERRANO<br />

Imagen de Sven Ziegler<br />

80


Juan y Luisa iban con sus papás<br />

en el coche. Los dos bien atados<br />

en sus sillas. Mamá conducía y<br />

papá iba cantando canciones que los niños<br />

coreaban.<br />

En un descanso, Luisa miraba por la<br />

ventanilla cuando vio un conejo herido.<br />

—¡Para, para, mamá, hay un conejito<br />

herido en la carretera!<br />

La mamá paró y pasaron con cuidado<br />

a recoger al conejito. Lo pusieron en una<br />

toalla y lo llevaron al veterinario. Le arreglaron<br />

la pata que tenía rota y se lo llevaron<br />

a casa.<br />

Pasado un mes, el conejito, al que le<br />

pusieron de nombre Marcial, estaba hermoso<br />

y recuperado. La familia quedó en<br />

llevarlo al campo el fin de semana siguiente.<br />

Los niños lloraron de pena, pero sabían<br />

que era lo mejor para él.<br />

Volvieron al mismo sitio en que lo encontraron.<br />

Mamá se apartó de la carretera<br />

por un camino entre árboles. Al llegar a un<br />

claro bajaron todos. Los niños pusieron la<br />

jaula de Marcial en el suelo mientras papá<br />

iba a la parte de atrás del coche y buscaba<br />

algo. Los niños abrieron la jaula y tuvieron<br />

que empujar a Marcial para que saliera.<br />

Al final, Marcial, salió tímido, olió el<br />

aire, levantó sus patas traseras despacito.<br />

Se giró hacia los niños, volvió a mirar hacia<br />

delante y echó a correr, libre.<br />

Elije tu propio final.<br />

1. Los niños se juntaron a mamá con<br />

un gran abrazo y papá hizo una foto que<br />

todavía está enmarcada en el salón de casa.<br />

2. Los niños tenían lágrimas en los ojos<br />

cuando se escuchó el disparo de escopeta<br />

de papá. El conejo mortalmente herido dio<br />

un salto y los dos niños salieron corriendo<br />

a devorar la carne caliente del animalito.<br />

81


LA GLORIA<br />

NO LO VALE<br />

CRISTINA CIFUENTES BAYO<br />

Un hombre descorcha una<br />

botella. El nombre del vino<br />

cuenta la gloria de su tierra.<br />

También él creyó haberla alcanzado.<br />

Desgrana recuerdos que saben a mosto.<br />

El yayo en la viña y atardecer septiembre<br />

ahíto de uvas maduras. Un trago de nostalgia<br />

le abraza al recordar el peso del ataúd<br />

y su definitiva ausencia. O un amor en<br />

otoño que trajo versos y ternuras a la luz<br />

de la luna. Ardores de besos y vino joven<br />

como la sangre que recorría sus venas. Era<br />

morena, de ojos muy negros; susurraba su<br />

nombre como nadie hasta entonces. Un día<br />

se marchó también. Ya no lloró su falta,<br />

absorto en alcanzar un ascenso tras otro:<br />

poder y gloria.<br />

Mira sus manos y recuerda otras más<br />

curtidas. Busca a la autora de los versos<br />

del folleto del vino y recuerda los ojos<br />

oscuros, el cuerpo maduro como racimo<br />

henchido y una piel que brillaba con fulgores<br />

de luna.<br />

Bebe sabiendo que la gloria no vale<br />

lo que uno de los sorbos del néctar de los<br />

reyes en compañía de un abuelo querido,<br />

de una amante entregada, de unos versos<br />

de amor.<br />

82


Imagen de Jill Wellington en Pixabay<br />

83


SAYONARA,<br />

BABY!<br />

ASUNCIÓN MARTORELL ANDRÉS<br />

Acudía ligera a su trabajo,<br />

le esperaba un cliente en<br />

la tienda y era muy importante.<br />

Había solicitado expresamente<br />

sus servicios.<br />

Se quedó parada cuando lo vio,<br />

¿cuánto tiempo había pasado? Seguro<br />

que treinta años por lo menos.<br />

Esa persona que sonreía frente a ella<br />

le rompió el corazón hace ya bastante<br />

tiempo.<br />

Sinceramente, se alegró de verlo.<br />

84


Estaba imponente. Se le olvidaron de repente<br />

los reproches que había ido almacenando<br />

a lo largo de toda esa vida y se<br />

dieron un abrazo de esos de olerse.<br />

Intercambiaron palabras corteses y<br />

de trámite y no dejaron de mirarse ni un<br />

solo momento, no había nadie más que<br />

ellos dos.<br />

Cuando se despidieron se quedó con<br />

su aroma, con su retrato y pensó…. ¡Ahí<br />

se va mi amor!<br />

85


EL PALOMITAS<br />

MANUELA VICENTE FERNÁNDEZ<br />

www.lascosasqueescribo.wordpress.com<br />

86


Le llamaban el Palomitas<br />

porque siempre estaba<br />

repartiendo restos<br />

de pan en el parque de La Alameda,<br />

rodeado de estas pequeñas aves<br />

a la voz de: «Palomitas, titas...»<br />

como aquel personaje de cuento.<br />

Cuando lo veíamos, al pasar por<br />

el parque para regresar a nuestras<br />

casas del colegio, Daniel se burlaba<br />

y, para jugar al despiste con las<br />

palomas, se ponía a hacerle la competencia<br />

con los restos de su bocata,<br />

arrojando las migas por el aire<br />

en todas direcciones y corriendo<br />

después como un loco por entre las<br />

aves para espantarlas y aburrirlas.<br />

Irene y yo le echábamos la bronca,<br />

mientras el viejo le amenazaba,<br />

iracundo, blandiendo su bastón.<br />

Pasó el tiempo y, del colegio,<br />

pasamos al instituto, sin siquiera<br />

darnos cuenta del día en el que,<br />

estando en el parque de La Alameda,<br />

dejamos de notar la presencia<br />

del Palomitas, hasta que un día su<br />

recuerdo nos asaltó de golpe al ver,<br />

en una exposición de fotos antiguas<br />

de la ciudad a la que asistimos en<br />

grupo, una imagen del Palomitas,<br />

fue entonces cuando Irene y yo interrogamos<br />

a Daniel con la mirada<br />

y este encogió los hombros y dijo:<br />

«¡Ni idea de lo que fue del viejo!<br />

¡estará en el cielo de las palomas,<br />

desde algún palomar riéndose!».<br />

IImagen de StockSnap<br />

87


OSCURIDAD<br />

PILAR ALEJOS MARTÍNEZ<br />

https://versosaflordepiel.blogspot.com<br />

Esperan agazapados<br />

en la oscuridad.<br />

Son huidizos<br />

y rara vez se dejan ver a plena<br />

luz del día. Se ocultan entre<br />

las fotos del viejo álbum familiar,<br />

en los frascos de perfume<br />

olvidados en el baño, en las<br />

cartas que amarillean anudadas<br />

en un cajón del dormitorio<br />

o en ese aroma que impregna<br />

el hueco de tu almohada.<br />

Basta el crujido del suelo al<br />

andar o el leve susurro de unos<br />

labios para despertarlos. Entonces,<br />

salen de su escondrijo<br />

y habitan este vacío insoportable.<br />

El amanecer contiene la<br />

respiración al descubrir en el<br />

aire la rendición de mi aliento<br />

balanceándose.<br />

Finalista semanal en Wonderland el 23/06/18<br />

88


Imagen de Lucija Rasonjaa<br />

89


PUBLICIDAD<br />

CONSUELO ORIAS<br />

Allí estaba, sentada en el sofá<br />

con una bandeja en su regazo.<br />

Café con leche, el trozo<br />

de tarta que sobró el día anterior, un cuerno<br />

de chocolate y un kiwi: «La fruta siempre es<br />

saludable», decía. Encendió la televisión y<br />

comenzó a ver uno de los programas matinales;<br />

irritada por las voces de los tertulianos,<br />

cambió de canal. Ventas on line:<br />

—Magnífica estancia de quince días en<br />

una clínica de adelgazamiento de Marbella<br />

por un precio increíble. Llámenos al 325 58<br />

32 15 durante los próximos cinco minutos si<br />

quiere beneficiarse de ella.<br />

El verano estaba a punto de comenzar.<br />

Fue a Marbella. Nadie perdió un gramo.<br />

90


Imagen de Falkenpost en Pixabay<br />

91


CAMPANADAS<br />

LUIS MOLINA<br />

Era la noche, la última<br />

del año; la mesa repleta,<br />

abundante bebida,<br />

música y risas.<br />

Ella estaba exultante, con ese<br />

brillo en su mirada provocadora que<br />

lo excitaba. La sorprendería, tras el<br />

brindis abriría el estuche que celosamente<br />

guardaba en su bolsillo y le<br />

pediría unir sus vidas para siempre.<br />

A un par de cuadras, él había bebido<br />

en demasía, estaba feliz, sería<br />

92


papá. Con la primera campanada<br />

extrajo su arma y disparó al aire.<br />

El proyectil no sabe de amor, en<br />

loca carrera retornó a la tierra.<br />

El anillo rodó de su mano. La<br />

sonrisa se transformó en mueca, su<br />

mirada cambió. Él la sostuvo hasta<br />

que la depositó suavemente en el<br />

piso.<br />

Tras la última campanada lo envolvió<br />

el dolor de la soledad…<br />

A un par de cuadras, ajeno al drama,<br />

tras guardar el arma, brindaba<br />

feliz.<br />

Imagen de Jess Foami en Pixabay<br />

93


AÑICOS<br />

CONCHA GARCÍA ROS<br />

He perdido mis superpoderes.<br />

Nunca se lo perdonaré.<br />

La cosa funcionaba<br />

así: le daba la señal a Pedrito y el soplaba<br />

mirando hacia mí. Yo me concentraba y<br />

era capaz de atravesar el agua jabonosa.<br />

Entonces cerraba los ojos con fuerza. Al<br />

abrirlos ya había sucedido, una yo pequeñita<br />

viajaba a bordo de una pompa<br />

enorme que me envolvía. Subía y subía<br />

y daba tumbos y se me revolvía la tripa<br />

mientras Pedrito seguía soplando. Todo<br />

94


se veía enorme desde allí. Me sentía muy<br />

ligera y eso me gustaba. Al rato solía posarme<br />

suavemente en algún lugar estratégico<br />

y esperaba el “pop” que me devolvería<br />

a mi tamaño, en perfecto estado, eso<br />

sí, un poco mojada. Todo hasta ese día,<br />

en el que papá vino muy enfadado. Más<br />

de lo habitual. Cogió el tubito, vació el<br />

agua con jabón, y dejándolo en el suelo<br />

lo pisoteó con su gran bota hasta hacerlo<br />

añicos mientras gritaba que ya éramos<br />

mayores para tanta tontería.<br />

Imagen de beate bachmann en Pixabay<br />

95


TEMPUS FUGIT<br />

AURORA RAPÚN MOMBIELA<br />

https://lahistoriaestaentumente.wordpress.com<br />

96


Imagen de Stefan Keller<br />

En la loca carrera inexplicable en<br />

la que se diluyen los aromas,<br />

los colores y los paisajes, es una<br />

inversión inútil el derroche constante por retenerlo.<br />

Porque, sin que nos demos cuenta, él<br />

nos golpea implacable, sin compasión.<br />

Mientras, ahogados en la sinrazón de la<br />

corriente, nos dejamos arrastrar impotentes, él<br />

nos arrebata la vida. Esa que, tan obsesionados<br />

por su paso, hemos olvidado vivir.<br />

97


A CIENCIA<br />

CIERTA<br />

VIVIAN RODRÍGUEZ DORGIA<br />

En ningún bolsillo de un viejo sacón<br />

me quedará olvidado un “te quiero”.<br />

En ningún armario, colgado de<br />

una triste percha, lucirá mi sonrisa, como un viejo<br />

disfraz.<br />

No, nunca, jamás el destino podrá decirme en<br />

la cara, que no he querido lo suficiente.<br />

Porque he dado, he querido, he llorado, y he<br />

disfrutado, lo que la miel de mi pecho, tuvo a<br />

bien entregar.<br />

Y más...<br />

Y si ha dolido...<br />

Y si he perdido...<br />

Si en la cuenta de los triunfos, no está el éxito<br />

de algún aplauso...<br />

Para eso quedarán los besos tiernos, apasionados,<br />

inmaculados, eternos de los fieles amores<br />

que en mi vida me han abrazado.<br />

98


Imagen de Stefan Keller en Pixabay<br />

99


100<br />

LITERATURA,<br />

CINE Y OTROS


Imagen de Brigitte en Pixabay<br />

101


RECUERDOS DE UN<br />

JARDINERO INGLÉS.<br />

Reginald Arkell<br />

MARTA NAVARRO CALLEJA<br />

https://cuentosvagabundos.blogspot.com.es/<br />

...Y si te para a pensarlo, el mundo empezó en un jardín.<br />

Recientemente publicada por<br />

Periférica, Recuerdos de un<br />

jardinero inglés es la única<br />

novela traducida hasta ahora al castellano<br />

de Reginald Arkell (1882-1959),<br />

dramaturgo, novelista y poeta inglés muy<br />

reconocido en su momento. Herbert Pinnegar,<br />

el protagonista de esta historia, es<br />

su personaje más emblemático: un viejo<br />

jardinero que, cumplidos los ochenta,<br />

rememora su vida, añorando el jardín de<br />

la mansión al que la dedicó por completo.<br />

Pinnegar, conocido ahora como el<br />

Viejo Yerbas, recuerda junto al fuego su<br />

infancia de niño abandonado, la rebeldía<br />

de su juventud ante el futuro de labriego<br />

a que parecía destinado, su infinita devoción<br />

por las flores, el prestigio profesional<br />

que alcanzaría en sus años de madurez<br />

o el desafío, ya anciano, por lograr<br />

amoldarse a los modos y mentalidades de<br />

una nueva generación a la que no comprende.<br />

Pequeños apuntes históricos, como<br />

telón de fondo, sirven al autor para recorrer<br />

junto a su protagonista las últimas<br />

décadas del S.XIX y las primeras del<br />

XX, marcando así el paso del tiempo y<br />

102


haciéndonos saltar, en apenas un par de<br />

líneas, de la época victoriana a la eduardiana,<br />

vislumbrar los pequeños cambios<br />

sociales y avances tecnológicos que ya<br />

por entonces se anunciaban o atravesar<br />

las dos guerras mundiales desde la distancia<br />

y casi de puntillas.<br />

El jardín y el transcurso de las estaciones<br />

actúan, a su vez, como metáfora de la<br />

belleza y de la felicidad, de la sabiduría<br />

también y de la dignidad atrapada en lo<br />

humilde o lo perecedero. Todo ello en<br />

una historia repleta de ternura, de aromas,<br />

sensaciones y colores, que recorre<br />

linealmente los episodios más significativos<br />

de la vida de un hombre consagrado<br />

por entero a su trabajo, entrenado en la<br />

lentitud y la soledad propia de su oficio,<br />

ajeno al amor romántico o a cualquier<br />

distracción que pudiera apartarlo de un<br />

lugar convertido, poco a poco, en el centro<br />

de su mundo.<br />

Texto amable, impregnado de nostalgia<br />

y salpicado de pequeño toques de<br />

humor, sencillo y sin grandes pretensiones,<br />

sin ningún exceso tampoco de sentimentalismo,<br />

que da voz a un personaje<br />

inolvidable y muy inspirador.<br />

103


MENUDOS<br />

RELATOS<br />

Imagen de Mohamed Hassan<br />

104


105


LA PANDEMIA<br />

JULIA RAPÚN LÓPEZ<br />

(9 años)<br />

106


Había una vez en un pequeño<br />

pueblo donde todos vivían<br />

felices. Cantando, bailando…<br />

Todos estaban contentos con sus<br />

vidas, hasta que llegó. Fue una época en la<br />

que todos los ciudadanos dejaron de bailar,<br />

cantar… Era una gran tragedia, pero por<br />

suerte, una niña llamada Claudia mantuvo<br />

la alegría de aquel pequeño pueblo. Claudia<br />

ayudó a todo el pueblo levantando su<br />

ánimo, enseñándoles que aún había esperanza.<br />

Cuando esa horrible época terminó.<br />

El pueblo volvió a ser feliz, y aquella niña<br />

se convirtió en leyenda.<br />

107


UNA FAMILIA<br />

EN UNA NUBE<br />

JIMENA RAPÚN LÓPEZ<br />

(7 años)<br />

Había una vez<br />

una niña que<br />

siempre estaba<br />

en las nubes, o sea, en su<br />

imaginación.<br />

Aunque en clase, todos<br />

los años, sacaba matrícula<br />

de honor, ella seguía por las<br />

nubes. Por eso, cuando su<br />

profesora le mandaba deberes,<br />

su secreto era imaginarse<br />

las respuestas y, por una<br />

manera extraña, estaban bien<br />

las respuestas.<br />

Un día, cuando dormía,<br />

soñó que su familia y ella<br />

estaban en las nubes literalmente,<br />

que su hermana era la<br />

reina y ella era la princesa y<br />

sus padres eran los guardias.<br />

Y despertó.<br />

108


Imagen de Tarishart en Pixabay<br />

109


UN DÍA DE SAFARI<br />

MAR PLANELLES RAPÚN<br />

(11 años)<br />

https://harryblogger.home.blog<br />

Nos parábamos sin razón. La gente<br />

bajaba de los coches para ver de<br />

cerca a los animales y nos detenían<br />

sin permitirnos ver siquiera una de<br />

las míseras cabras que andaban por la<br />

carretera. Los ponis nos miraban con<br />

pena desde la hierba, detrás de sus<br />

largos cabellos, para que los alimentáramos.<br />

Las cabras eran pequeñas, pero<br />

no sentíamos el mismo cariño por sus<br />

ojos horizontales.<br />

Por no hablar de los altos avestruces<br />

que empujaban a los pequeños<br />

emús. Me miraban con sus enormes<br />

ojos con expresión misteriosa, pero a<br />

la vez divertida. Sus largos y pelados<br />

cuellos se mantenían en movimiento al<br />

igual que sus piernas.<br />

Los felinos eran más impresionantes.<br />

Los tigres nos miraban con sus<br />

ojos verdes y lucían sus rayas al sol;<br />

el león nos daba un 360 grados de su<br />

poderosa melena; el lince se paseaba<br />

por el borde de la jaula para marcar su<br />

territorio; el puma enseñaba sus colmillos<br />

en un bostezo. Todos ellos tumbados<br />

al sol en posición de felicidad.<br />

110


111


112<br />

NUESTROS LIBROS


113


Descarga los números 1,2, 3, 4, 5, 6 y 7 de<br />

la Revista Digital <strong>Valencia</strong> <strong>Escribe</strong><br />

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Puedes conseguir ya los números de la primera<br />

etapa de la revista de <strong>Valencia</strong> <strong>Escribe</strong><br />

Están disponibles en la plataforma https://www.academiaedu los 46<br />

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(marzo 2014 a enero 2019). En formato PDF, para visualizarlos y/o<br />

descargarlos. Solo tenéis que poner en el buscador REVISTA VALEN-<br />

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114


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117


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