EL NARRATORIO ANTOLOGIA LITERARIA DIGITAL NRO 67 SEPTIEMBRE 2021
Antología de cuentos de autores hispanoamericanos
Antología de cuentos de autores hispanoamericanos
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E
lla, que siempre descuidó el amor de su marido y la crianza de los
hijos, ahora debe estar encerrada con ellos un mes.
La disfuncionalidad del hogar llegó de a poco, como si estuviera
signada por el destino de un enemigo. Desde que se casó puso una
pared limitante en el mundo familiar. Trazó las fronteras de lo básico con lo
necesario para sobrevivir. Esta barrera zanjó los sentimientos y sirvió para que la
vieran con aires distantes, tal vez resentidos.
En realidad, esa no fue la idea que la llevó al altar. Las circunstancias de la
vida se portaron mejor con ella que con el padre de sus hijos y muy pronto los
rigores profesionales la absorbieron. Fue necesaria su intervención para llenar a fin
de mes y pagar cuentas.
El círculo amical le alimentó la idea de que sus seres queridos la odiaban.
Fue incapaz de procesar la mala leche de las amigas para superar la chismosería
apabullante. El resultado fue el desastre progresivo en la intimidad de la casa que
está apunto de cancelar.
Max fue consciente de la situación y rumió su frustración. Paulatinamente el
amor que lo embrujó pasó a ser la devoción enfermiza por los hijos y tener sexo
furtivo con la empleada de turno se convirtió en el desafío cuando los niños estaban
en el colegio. Fue la manera sado masoquista de paliar el fracaso y evitar el divorcio.
Se envolvió en la rutina y pasividad. Prefirió el hogar seguro y renunció a las
aventuras descabelladas que se propuso al pedirle matrimonio. Quedó reducido a la
mínima expresión de la auto estima varonil.
Al emborracharse con los amigos, Max aflojaba la lengua y sostenía que era
casi una hazaña tener sexo con su mujer. Rocío siempre lo esquivó aduciendo estrés
laboral, falta de sueño o un sinnúmero de dolencias ficticias. Para Max, copular con
ella representaba el triunfo de su existencia y haberla embarazado, un milagro.
Max gastaba su escaso dinero en universitarias a quienes deslumbraba con
verbo florido y ademanes de dandy. Aprendió el arte del engaño marital. Se
transformó en el artista de la mentira callejera y en el malabarista de la oportunidad.
Nunca perdía la ocasión de bajar un calzón para enredarse en un romance mentiroso
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