ESCAPULARIO Marzo 2022

Esto, hermanos míos, no debe ser así. ¿Acaso la fuente mana por el mismo
caño agua dulce y amarga? ¿Acaso, hermanos míos, puede la higuera producir
aceitunas y la vid higos? Tampoco el agua salada puede producir agua dulce».
Así que el Apóstol nos exhorta a domar nuestra lengua, a dominarla, para
que de nuestra boca no salga nada malo, sino que todo lo que digamos sea
bueno, constructivo, para bien.
LA REGLA DEL CARMEN
En nuestra vida diaria, muchas veces, para no hacer daño a nadie con
nuestras palabras, tendremos que “mordernos la lengua”, guardar silencio.
Reconozcamos todos, humildemente, que a veces nos sobran palabras,
que hablamos demasiado, que hemos de escuchar más y hablar menos, que
para eso tenemos dos orejas y una sola boca, lo cual significa que tenemos
que escuchar el doble y hablar la mitad. Muchas veces nuestro prójimo
necesita desahogarse; pues escuchémosle atentamente, sin prisa, sin límite
de tiempo, sin ir pensando una respuesta mientras él habla; vacíos de todo,
llenos de amor, ya nos inspirará Dios qué aconsejarle.
Recordemos ese acertado dicho según el cual “somos dueños de nuestros
silencios y esclavos de nuestras palabras”.
Pues del silencio religioso habla el capítulo 21 de nuestra Regla carmelita
en estos términos:
«Recomienda, además, el Apóstol el silencio, al mandar que se trabaje callando;
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