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La Campana de Jade

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un plano por cada piso del museo, cuatro en total, más un plano de los jardines. El

museo arqueológico de la ciudad había sido construido en un castillo residencial del

siglo XVI. En su parte delantera, un enorme jardín daba la bienvenida a los visitantes

del museo. Su fachada, de piedra blanca, estaba salpicada de ventanas y ventanales

que conferían al conjunto el aspecto de un palacio. Un palacio fuertemente vigilado,

ya que en el plano podían verse todas las cámaras que vigilaban la fachada; en su

parte trasera… Bueno, su parte trasera era un muro con una altura de cuatro pisos que

daba al río… Más que dar, se sumergía en él. Era una auténtica fortaleza.

—Aun así… —dije sin separar la mirada del mapa—. No veo muchos lugares por

los que poder colarme sin ser vista. El único punto débil del museo es la fachada que

da al río… Y digo débil por decir algo… ¿Qué es esto? —pregunté señalando un

círculo situado al pie de la fachada.

—Eso, mi querida niña, es un acceso a los antiguos túneles del alcantarillado, que

ahora están en desuso.

—Podría entrar por ahí, ¿no? —Hasta yo misma pude escuchar la duda que

manchaba la afirmación que acababa de hacer. No lo tenía nada claro.

—Podrías… Si fueses una rana —contestó el mayordomo. Eric y yo esperamos a

que terminase. La sonrisa que rasgó su rostro nos decía que aún tenía algo que decir

—. Ese túnel se encuentra al pie del muro y el pie del muro se encuentra en el lecho

del río… ¿No tenías ganas de utilizar la lancha en alguna misión?

Mi rostro se iluminó para, a continuación, apagarse un poco. Había un pequeño

problema.

—Ese túnel está por debajo del agua, la lancha no podrá pasar por ahí —afirmé

algo decepcionada.

—La lancha no, pero una buceadora, sí —explicó Benson—. Necesitarás cortar

una de las rejas, están hechas de una aleación bastante robusta, pero nada que no

puedas atravesar con el equipo que tengo preparado para ti. Una vez superes la reja

que tapa el acceso, tendrás que continuar buceando por esos viejos túneles, cargaré el

mapa en tu reloj. —Se refería al reloj que me regaló mi tía Paula el mismo día que

tomé posesión de la Mansión Black y que servía para mucho más que para dar la

hora. Con él podía comunicarme con Eric, anular señales, trazar recorridos en zonas

desconocidas y, por supuesto, llevar mapas en él para poder seguir rutas sin perderme

—. Solo hay un pequeño problema, desconocemos los horarios de las rondas que

hacen los guardias por la sala en la que se encuentra la daga.

—Ya no.

La afirmación hizo que Eric y yo girásemos nuestras cabezas en dirección a la

voz. La tía Paula se encontraba sentada en uno de los sillones al frente de los

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