Intimas de Dios Magazine - Edición # 25

Indira de Martínez
Psicólogo y Teo terapeuta familiar
Servidora del ministerio
@MujeryEsposadevalor
Mamá de María Valentina – Síndrome de Down
@psico_sermujer
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"Pues yo sé los planes que tengo para ustedes —dice el
Señor—. Son planes para lo bueno y no para lo malo,
para darles un futuro y una esperanza“. Jeremías
29:11 NTV
Es difícil comprender esta promesa cuando te
encuentras en una situación adversa, cuando eres
sacada de tu zona de comodidad, cuando lo simple
se vuelve algo complejo e inesperado para ti. Soy
Indira de Martínez y hoy te contaré mi historia como
madre de una hija con Síndrome de Down.
9 meses de un cuidado prenatal especial y llegó el
día de ver tu rostro anhelada hija, 30 de agosto 8:00
de la mañana ¡cuánta emoción en nuestros corazones!
Con los pies descalzos, ingreso a la sala de
partos, tomando asiento para esperar nuestro turno
(mis nervios de punta). 11:00 a.m. lista la sala para la
intervención. colocan mi anestesia (no completa, lo
que me permitió ver y hasta sentir todo el proceso).
12:00 naciste mi hermosa princesa, aún no veo tu
rostro.
El ginecólogo, la pediatra y las enfermeras se muestran
algo extrañas, todos encima de ti. Asumo que es
natural, pero de igual forma me angustió y Emmanuel
(el ginecólogo) nota mi angustia. te toma en sus
brazos y te trae hasta mí. "Aquí está tu princesa, es
Abril 2023 – Historias Especiales
hermosa" dice el doctor. Al ver tu carita hinchada y
redondita vino la calma.
Los especialistas se ocupan de ti y de cerrar mi
herida. Ahora cada una en una sala de recuperación
distinta esperamos el momento de estar juntas, hasta
que lo inesperado llegó a mi sala, la pediatra dice
"tenemos un problema" (estoy perturbada por la anestesia)
no comprendo sus palabras, hasta que la
escuché decir su hija es Síndrome de
Down, al mirar-la desconcertada
respondió: “¿no entiendes?
¡te nació una mongólica!”
Increíblemente esas fueron sus
palabras. Un silencio abrumador
me consumió, cerré mis ojos y
comencé a llorar y orar. Entre
confusión y lágrimas, te
traen a mi camilla y te
colocan sobre mis rodillas.
Mi llanto desesperado e
inconsolable no me permitía
escuchar el tuyo hija
mía, hasta que reaccioné y
toqué tu mejilla, era lo que
más deseabas, sentir el
calor de tu mamita, pues
de inmediato dejaste el
llanto, no puedo decir
lo mismo de mí. En ese
instante no entendía el
propósito de tu venida.