Siegel-Daniel-J-Disciplina-Sin-Lagrimas
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¿Se sienten bien mis hijos al respecto? La disciplina difícilmente va a ser santo
de su devoción, pero ¿entienden los niños mi enfoque y notan mi afecto? ¿Estoy
comunicando y moldeando respeto de una manera que les permita sentirse
satisfechos consigo mismos?
¿Me siento bien con los mensajes que transmito a mis hijos? ¿A veces les enseño
lecciones que no quiero que interioricen (por ejemplo, que obedecerme es más
importante que aprender a tomar buenas decisiones sobre hacer lo correcto, que el
poder y el control son los mejores medios para conseguir que la gente haga lo que
queremos, o que yo solo quiero estar cerca de ellos si son agradables)?
¿Hasta qué punto se parece mi enfoque al de mis padres? ¿Cómo me impusieron
disciplina mis padres? ¿Recuerdo algún caso concreto de disciplina y cómo me
hizo sentir? ¿Estoy tan solo reproduciendo viejos patrones? ¿Rebelándome contra
ellos?
¿Mi enfoque ha hecho que alguna vez mis hijos se hayan disculpado de una forma
sincera? Aunque esto no suceda de manera habitual, ¿al menos mi planteamiento
mantiene esta puerta abierta?
¿Me permite esto asumir responsabilidades y pedir perdón por mis propias acciones?
¿Hasta qué punto soy sincero con mis hijos respecto al hecho de que cometo
errores? ¿Estoy dispuesto a ser para ellos un modelo de conducta que reconoce sus
errores?
¿Cómo te sientes ahora, tras haberte formulado estas preguntas? Muchos
padres experimentan pesar, culpa, vergüenza e incluso desesperanza cuando
descubren lo que no ha estado funcionando, y les preocupa el hecho de no haber
estado haciendo todo lo posible. Sin embargo, la verdad es que has hecho todo lo que
podías. Si hubieras podido hacerlo mejor, lo habrías hecho. El objetivo de plantearte
nuevos principios y estrategias no es reprocharte a ti mismo las oportunidades
perdidas, sino intentar crear oportunidades nuevas. Cuando sabemos más, lo
hacemos mejor. A lo largo de los años, con la práctica, vamos aprendiendo cosas
que desearíamos haber sabido o pensado cuando nuestros hijos eran bebés. El
cerebro de los niños es muy plástico —modifica su estructura en función de la
experiencia—, y ellos responden de manera muy rápida y productiva a las
experiencias nuevas. Cuanta más compasión te demuestres a ti mismo, más la
tendrás por tu hijo. Incluso los mejores padres se dan cuenta de que siempre habrá
veces en que se puede ser más intencional, efectivo y respetuoso en lo concerniente
al modo de imponer disciplina a los hijos.