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llamada. Vine aquí para estar con las chicas mientras Katelyn estaba en el
hospital esperando por una señal de que Mason iba a sobrevivir. Pasé por el
pasillo, el mismo piso por el que ellos pasaban cuando las niñas tenían un
resfriado o gripe y los mantenían despiertos por la noche.
El mismo piso en el que Mason botó un plato lleno de pollo cuando
tropezó con una bolsa de balones de fútbol que olvidó guardar después de la
práctica. Katelyn y yo nos reímos tan fuerte. Cuando Mason se levantó, tenía
grasa de pollo por toda la cara. Una mirada y Katelyn supo que él iba a
perseguirla así.
Bajé a Peyton y le di un beso en la frente. No sabía cómo consolarla a
ella y a su hermana, mucho menos a su madre.
—¿Dónde está tu hermana? —le pregunté. Peyton se apena.
—Supongo que con mamá.
—Tía Joey, ¿quién va a ver el fútbol conmigo ahora? —Su voz se rompe
cuando hace la pregunta más simple de todas. Por lo general tengo respuesta
para todo, pero cuando la miro a los ojos no sé qué decirle porque no hay una
respuesta. Podría ser yo una semana o el señor Powell, pero nunca será
Mason. Él era su compañero del fútbol.
—Estoy seguro de que a Nick le encantaría, incluso a Noah. Tal vez tu
abuelo pueda venir los domingos.
—No es lo mismo —susurra antes de dejarme en el centro de la sala,
rodeada de nada más que recuerdos, una vez capturados por la lente de la
vida real y congelados en el pasado. Y a veces no es suficiente. Habrán
muchos recuerdos que no contendrán a Mason.
—Oye. —Me giro para encontrar a Katelyn detrás de mí. Su cabello está
recogido en un chongo descuidado y lleva una de las camisas de Mason. No
puedo retener un sollozo mientras me apresuro a abrazarla. Ella llora en mi
pecho, su lloriqueo rompiendo mi compostura.
—Lo siento mucho —le digo en voz baja. Sus manos se aferran a mi
camisa mientras lucha por controlarse. Ella estaba ahí para mí cuando mi
mundo se vino abajo y voy a estar ahí para ella, aunque me mate.
Cuando se echa hacia atrás le limpio las lágrimas, igual que hice por
Peyton.
—Ayer parecías estar bien —le digo tratando de recordarle que tiene
algunos momentos buenos.
—Ayer no tenía que tomar ninguna decisión, salvo de qué color quería
las flores. Hoy tengo que elegir un ataúd y llevar... —Toma una respiración