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CAPÍTULO CINCO
Liam
Conducir por el pueblo anoche fue un error. Detenerse frente a la casa de
Preston fue un lapso total de juicio. Me sorprendí al encontrar al Sr. Preston
despierto, y además dispuesto a salir a ver a un desconocido en una moto,
especialmente vestido de negro.
Las paredes de esta habitación de hotel se están acercando, y rápido.
Debería de haberme quedado más lejos de la ciudad donde podría al menos
tener una suite con espacio para moverme. Necesito caminar y pensar. Pensar
en qué es lo que voy a hacer cuando la vea. Únicamente quiero ver. Necesito
saber que ella está bien y es feliz. Que ella ha seguido adelante con su vida y
que yo no soy más que un pequeño punto en su radar.
Tal vez compre mi música porque ella puede decir que me conocía,
desde hace mucho. La he imaginado muchas veces de pie en la fila de la
tienda sosteniendo la revista People o la Rolling Stone cuando estoy en la
portada. Quiero pensar que ha leído los artículos y me ve hablar de ella sin
decir su nombre. Que ella haya creado una lista de reproducción en su iPod
de todas las canciones que hablan sobre ella, que ella sepa que nunca he
dejado de amarla.
Golpeo con mis puños mi cabeza.
—Eres tan estúpido, Liam. A ella seguro no le importas. La dejaste y
cambiaste tu número para que no tuvieras que escuchar su llanto en tu correo
de voz.
Tengo que salir del hotel, ya que mi estancia aquí me recuerda a ella y la
noche en la que perdimos nuestra virginidad juntos y me está volviendo loco.
Con el casco puesto antes de llegar al vestíbulo, corro hacia la puerta
evitando a la recepcionista que está trabajando en la mañana. Ella es en
realidad, un poco más linda que la recepcionista de anoche, pero no por
mucho. No hay nada peor que una mujer que se esfuerza demasiado.