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ecordar que Mendelssohn se erige en el primer intérprete musical
de la historia que, con una persistencia y dispendio de energía que le
llevará al agotamiento crónico, quién sabe si a su prematura muerte
y, de forma paralela a su carrera de compositor, se ocupa de manera
consciente de la recuperación y ejecución de las composiciones del
pasado musical hasta el Renacimiento, frecuentemente adaptadas
a la percepción y al gusto del espíritu romántico de su época pero
roturando así los campos que habrán de ser sembrados y cosechados
por sus sucesores en estos quehaceres tanto en el terreno de la
interpretación como de la edición hasta nuestros días. De este modo
aparecerá en 1851, solamente cuatro años después de la muerte de
Mendelssohn, el primer volumen de las obras completas de J. S. Bach,
editado por la mítica Sociedad Bach de Leipzig bajo los auspicios
de la flor y nata de la sociedad musical e intelectual de su tiempo,
con, entre otras nueve obras de su género, la cantata Christ lag in
Todesbanden, BWV 4, que conservamos en una copia manuscrita
realizada en Leipzig en 1724 o 1725, aunque los expertos creen que
nos encontramos quizá ante la primera cantata de J. S. Bach que
ha llegado hasta nuestras manos, probablemente compuesta en su
primera versión en 1707 o 1708. Destinada a ser interpretada en el
primer día de la fiesta de Pascua, la base textual es una adaptación
libre de Lutero del antiguo himno gregoriano pascual Victimae
paschali laudes, que Bach mantiene en toda sus estrofas y somete
a la técnica de la variación coral con una clara influencia del motete
de origen noritaliano tal y como se practicaba en la Turingia de su
juventud y una escritura instrumental no emancipada completamente
de la partita para teclado. De un modo similar, el motete Jesu, meine
Freude, BWV 227, compuesto presumiblemente en Leipzig alrededor
de 1735, representa, por tratarse de una composición, en relación a
su género, de dimensiones relativamente grandes, por la combinación
de elementos compositivos arcaizantes con otros más modernos que
lo acercan a la cantata y por la relación consustancial entre texto y
estructura musical con un complejo carácter simbólico, una síntesis
técnica y genérica del saber compositivo de Bach en el terreno vocal.
La Sinfonía para cuerdas en Do menor (Grave–Allegro molto) fue
compuesta por Mendelssohn en diciembre de 1823 probablemente
como estudio previo para la Sinfonía, op. 11, en la misma tonalidad. En
aquella su autor se aproxima al modelo barroco de la obertura a la
francesa, quizá con el conocimiento previo de la primera Suite para
orquesta, BWV 1066, de J. S. Bach, con una introducción que incorpora
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