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dramas sarmentosos de Calderón, y que en Shakespeare están vivos,
con tuétano caliente; pero sustentando, ocultos por la carne, la
fábrica viva toda de que surgieron, inconcientes á su autor. Para el
inglés los óvulos eran cuentos, novelas, anécdotas, sucesos vivos; en
nuestro teatro abundan como tales lugares teológicos ó de parecida
laya (5).
Por sumirse en el fondo eterno y universal de la humanidad, que es la
más honda y fecunda idea, donde se confunden los dos mundos, por
cuyo ministerio brota el ideal de la, realidad, de la naturaleza el arte,
Shakespeare, sabiendo de pobre historia paleontológica tan poco ó
menos que Calderón, más letrado que él, penetra en el alma de la
antigüedad romana por la estrecha puerta de una mala traducción de
Plutarco y resucita en su Julio César la vida del foro resonante,
mientras Calderón, atado á la historia de su tiempo y de su suelo,
apenas se despega, de lo transitorio y local. Penetra Shakespeare en
la intra-historia romana y en la del alma con Hamlet, encarnación de
humanidad tan profunda como el alegórico Segismundo, más viva. Y
por ser más profundas sus concepciones vivas, informulables, es por
lo que alcanza la « verdad humana, absoluta, hermosa » y la
« expresión única ».
Hay en nuestro castizo teatro disociación entre el idealismo y el
realismo y en punto á éste los graciosos, que representan el fallo de la
razón imparcial y sobria del común sentido (6). El gracioso,
impertinente á menudo, « de un modo realista y prosaico, no exento
de vulgaridad y aun de grosería, vuelve siempre por los fueros del
sentido común ». No exento de vulgaridad y aun de grosería nuestro
Sancho, es cierto, pero Sancho bueno, Sancho discreto, Sancho
cristiano, Sancho sincero. ¡Impertinente!, esto es, disociado, que no
casa bien con el idealismo de su Quijote.
Este espíritu. disociativo, dualista, polarizador, se revela en la
expresión, en el vano lujo de colores y palabras, en el énfasis, en la
« inundación de mala y turbia retórica », en la manera hinchada de
hipérboles, discreteos, sutilezas y metaforismo apoplético. Nuestros
vicios castizos, desde Lucano y Séneca acá, el culteranismo y el
conceptismo, brotan del mismo manantial. Dícese que el culteranismo
y la hipérbole arrancan de brillantez de imaginación, el conceptismo