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Centurion Mexico Autumn 2019

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al evaporarse las

al evaporarse las reservaciones, en especial las de los estadounidenses. En 2006, Wilderness se fue de Chikwenya, donde había mantenido un campamento desde 1998. De la concesión privada de 2,500 hectáreas se hizo cargo Capmount Lodges, una operadora centrada sobre todo en expediciones de río y pesca para una clientela fundamentalmente regional. «Como empresa, teníamos ante nosotros una elección — expone Vincent—. Podíamos empacar y abandonar definitivamente Zimbabue o intentar mantener algunos empleos, cuidar estas zonas de espectacular vida salvaje y esperar a que por fin cambiara la situación». Hace unos años, a medida que se iban oteando ciertos indicios de cambio —entre ellos, la inauguración de un nuevo aeropuerto en Victoria Falls, en la frontera noroccidental del país—, Capmount y sus inversionistas iniciaron una impresionante reforma de Chikwenya. Aparte de pasarse a la energía solar e instalar un sistema de purificación de agua, actualizaron el diseño y construyeron una pista de aterrizaje a menos de diez minutos. Además, pidieron a Wilderness Safaris que regresara para hacerse cargo del campamento. Para Wilderness esto supuso recuperar una joya de su portafolio de propiedades en Zimbabue —tres en Mana Pools y otras tres en el Parque Nacional de Hwange—, todas ellas nuevas o recién reformadas. «Reabrir Chikwenya garantiza el futuro a largo plazo de una de las principales zonas de vida salvaje de Zimbabue», señala Vincent. Una mañana temprano, mientras nuestro conductor Foster Siyawareva —un señor muy simpático, que sabe absolutamente de todo y es, además, uno de los primeros guías africanos de raza negra certificados de Zimbabue— nos habla del árbol de las salchichas y de su peculiar fruta alargada, soy el único que se da cuenta de que hay un par de leonas descansando en un claro a unos 90 metros de distancia (me siento muy orgulloso de este momento, pues logro distinguirlas incluso antes que nuestros siempre atentos guías). Poco después, varios elefantes enormes se abren paso entre los árboles, acompañados de unos cuantos mandriles inquietos. Junto a ellos, un grupo de impalas se acerca con gran precaución mientras las leonas, aparentemente saciadas, ni se fijan en ellos. A medida que avanzamos por la selva, dejamos a un lado centenarios termiteros de varios metros de altura y nos topamos a cada paso con la fauna más variada. Además de elefantes e impalas, nos encontramos con grupos de búfalos de agua y elands (un antílope tímido y enorme, con tenues franjas blancas y cuernos gruesos y retorcidos), así como un antílope acuático con su elegante cornamenta y crines greñudas que Una manada de elands pasta con la puesta de sol al fondo; abajo: una de las siete suites instaladas en carpas en Chikwenya le aportan capacidad de flotación al nadar. También vemos muchos animales más pequeños, como cercopitecos verdes o mangostas, y una gran variedad de pájaros, incluyendo unos estorninos colilargos de un precioso azul tornasolado o pequeños y coloridos abejarucos. Río abajo distinguimos uno de los cocodrilos que hacen que el Zambeze sea un río tan traicionero, así como un imponente hipopótamo que pasta brevemente antes de desaparecer en el agua hasta la hora del crepúsculo. Lo que no vemos en Chikwenya es a más gente. A diferencia de lo que ocurre en otros lugares, en ningún momento tenemos que compartir con otra docena de Jeeps nuestros exclusivos encuentros con la fauna local. Estamos una pareja (una actriz estadounidense y su esposo, cineasta de profesión), nuestros guías y yo. En esta parte del Zambeze tampoco abundan los barcos. Los indicios más visibles sobre la existencia de otras personas son algunas columnas de humo a lo lejos, al otro lado del río, ya en Zambia. Cuando le pregunto a mi guía Tendai Mdluli —ahora forma parte del equipo corporativo de Wilderness después de haber trabajado en bastantes campamentos—, qué es lo que hace que Chikwenya sea especial, no lo duda ni un instante. «Su ubicación —admite—. Y su aislamiento. Realmente estamos en medio de ningún sitio». Chikwenya es un lugar ideal para caminar, que es lo que hago con Mdluli. Desde el suelo, la relación con todo lo que nos rodea cambia: la perspectiva, la escala, la atención, la vulnerabilidad (incluso con un guía que carga en todo momento con un rifle). Es totalmente estremecedor y, al mismo tiempo, me da una gran lección de humildad poder ver un FOTOGRAFÍAS DESDE ARRIBA: KYLE DE NOBREGA, © WILDERNESS SAFARIS 96 CENTURION-MAGAZINE.COM

par de elefantes a unos 30 metros, dándose un baño de barro, primero salpicándose el pecho y detrás de las orejas, y después lanzando el barro hacia atrás, por la espalda. Esta zona es famosa porque aquí se han conseguido algunos de los mejores encuentros cercanos con elefantes salvajes del mundo. El único de los Cinco Grandes (las cinco especies típicas de un safari) que no puede verse en Chikwenya es el rinoceronte. En la década de los 80 vagaban por la zona hasta que la caza furtiva prácticamente acabó con ellos. Wilderness participa, junto al operador turístico &Beyond, en un proyecto para repoblar Botsuana de rinocerontes blancos y negros. Le pregunto a Arnold Tshipa, responsable ambiental, sobre la posibilidad de volver a traer rinocerontes a Mana Pools y Hwange. «A corto plazo, no —me responde sin dudarlo—. Tienen que estar vigilados en todo momento y resulta muy caro». Esta dura realidad no es sino un recordatorio de lo frágil que es la búsqueda del equilibrio entre el hombre y la fauna salvaje. Y fue también el motivo que impulsó a los dueños de Chikwenya a crear un campamento lo más inocuo posible para un entorno por el que muchos animales se desplazan a diario entre el bosque y el río (la noche de mi llegada, el guardia armado que me acompaña a la carpa me comenta de refilón que hay una manada de leones “pasando el rato” bajo mi terraza). Las siete carpas tipo cabaña (dos de ellas son unidades familiares compuestas por varias carpas) se levantan sobre cubiertas bajas de madera y se accede a ellas por pasarelas elevadas, también de madera. El interior, obra de la diseñadora sudafricana Tanja Beyers, tiene un estilo de safari de lujo, con grandes y cómodas camas, tinas y mesitas de madera reciclada. Las lámparas están adornadas con cuentas y discos cerámicos realizados por artesanos de la región, al igual que las batas teñidas a mano con la técnica del batik. Fiel al eslogan “Desconectar para reconectar” propugnado por Wilderness, acá no hay WiFi, por lo que afortunadamente uno se puede olvidar del correo electrónico, de los mercados y de los últimos titulares. Lo que sí hay son muchos lugares donde leer y relajarse. Todas las carpas tienen zonas en el exterior (incluso hay dos con su propia alberca) para sentarse y contemplar la fauna que habita a la orilla del río. Una tarde, cuando me estoy duchando bajo un inmenso árbol muhute, el único sonido que escucho es el de los pájaros saltando por el follaje, mientras los mandriles juguetean y se acicalan a la sombra de un Croton sylvaticus y el sol se refleja en el río a lo lejos. La atracción del agua es irresistible. Para vivir la experiencia de Chikwenya, es fundamental una excursión en barca, especialmente por la tarde. Se puede salir a pescar peces tigre (lamentablemente, lo más cerca que estoy de capturar algo es cuando un milano de pico amarillo se lanza a robarme el cebo) o simplemente relajarse con una copa en la mano, viendo pasar grupos de hipopótamos sumergidos y elefantes solitarios que se alimentan del carrizo alrededor de los pequeños islotes pantanosos. En el río, el tiempo pasa más lento y los ritmos primigenios parecen tomar el relevo. Según se va desvaneciendo la luz y los colores toman unas tonalidades más profundas, siento cómo me envuelve el sentimiento inefable de paz interior y conexión que tan bien ha descrito Terblanche. De vuelta en el campamento, las tardes empiezan con cocteles y canapés en un lounge tipo palapa o en torno a la hoguera. La cena se sirve en una mesa comunal situada en un gran pabellón abierto o en las mesas sobre el pasto. La calidad y la variedad de la comida — especialmente tratándose de un campamento tan alejado de todo— es impresionante. Cenamos bajo las estrellas ribeye a la parrilla y papas asadas; a poca distancia, un hipopótamo de dos toneladas está también dándose un festín de pasto junto al río, a la luz de la luna. Durante la comida, los miembros del pequeño equipo de Chikwenya comparten historias sobre safaris, hablan de su familia y nos dan su opinión sobre el futuro de Zimbabue. Para ellos, lo que hay en juego es algo muy personal, evidentemente. «Espero que cuando nuestros visitantes se marchen de aquí comprendan mejor Zimbabue —afirma Mdluli— y tengan una opinión positiva de nuestro país». En un momento de la visita, el debate se centra en el tema de la evolución. La verdad es que me toma desprevenido que dos de los guías me digan que no están de acuerdo con las teorías de Darwin. Probablemente no debería haberme sorprendido. Independientemente de las creencias espirituales, no resulta nada complicado creer que este entorno natural tan magnífico haya sido moldeado por una mano divina. wilderness-safaris.com. • El Parque Nacional Mana Pools, en Zimbabue, es uno de los mejores lugares de la región para ver elefantes de cerca FOTOGRAFÍA © WILDERNESS SAFARIS CENTURION-MAGAZINE.COM 97

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