20.08.2020 Views

Las Aventuras de Juan Planchard

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Entré a un dispensario de marihuana, dije que me dolía la cabeza y me dieron mi credencial.

Pedí que me vendiesen un cigarrillo electrónico y un gotero de hierba líquida. Lo cargué y me fui en

mi Ferrari fumando por Sunset Boulevard, tripeando las calles de West Hollywood, adaptándome a

mi nueva ciudad.

Estuve girando varias horas, quemando tiempo y tripeando la movida. Cuando recogí a

Scarlet estaba completamente arrebatado. Me vio y me dijo que era un descarado, pero lo dijo con

una sonrisa. No me juzgaba, me comprendía; pero me recriminaba no haberla invitado. Para eso era

mi mujer, para orientarme, no para regañarme. Para compartir.

—De ahora en adelante tenemos que rumbear siempre juntos –dijo–, si lo hacemos

separados comienzan los problemas.

Era una noción nueva para mí, pero me parecía de lo más emocionante. Le expliqué que

quería comprar una casa, pero que me sentiría como un idiota haciéndolo sin ella. Sugirió que

dedicásemos el fin de semana a verlas. Me preguntó cuánto pensaba poner como inicial para una

casa. Le dije que si encontrábamos algo bueno podría poner hasta ochocientos mil (el 10% de ocho

millones). Pero que teníamos que estar realmente fascinados con el lugar.

Me dijo que algo encontraríamos por esa cantidad, sin ningún problema. Acaricié su rostro y

me besó la yema de los dedos. Era un gesto tan pequeño, pero me dio un escalofrío orgásmico por

todo el cuerpo. Nos tomamos un vino y nos fuimos a caminar a la playa.

Hacía frío pero no importaba. La playa era nuestra. Por kilómetros, ni un alma. Solo

nosotros, dos amantes caminando abrazados, casi sin hablar, respirando el aire denso y salado del

Océano Pacífico.

Llegamos al muelle de Venice. Caminamos como cien metros hasta el final. Miramos la luna

y su reflejo sobre un mar infinito que parecía salido de un sueño…

—I love you –me dijo, por primera vez desde que la conocía.

Nos abrazamos. Respiramos juntos al mismo compás. Sin decir más nada lo dijimos todo…

Nuestra unión era infinita… como el misterio de las materia que conecta al espacio… como ese mar,

que desde América llega hasta Japón y esconde las más fieras criaturas de la tierra…

Allí… como para recordarme una vez más y por siempre ese balance universal que impide

que existan momentos perfectos… recibí la llamada que acabaría con mi vida.

—¿Juan?

—Sí.

—Es tu mamá.

—¿Qué pasó?

—Tu padre…

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!