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EL CULO DE GADAFI
Aterrizamos en el aeropuerto de LaGuardia en Nueva York, a eso de las dos de la mañana.
Cogimos un helicóptero Sikorsky S-92, un poco vulgar para mi gusto (pero era lo que había
disponible) y sobrevolamos Manhattan… Esa maravilla arquitectónica con la que la humanidad
intenta acariciar el cielo. Dimos media vuelta alrededor de la torre Chrysler, pasamos al lado del
Empire State, bajamos lo más posible hasta el Hudson River y lo rozamos bordeando Midtown,
Chelsea, Tribeca, Battery Park, visitamos la Estatua de la Libertad y seguimos hacia el Lower East
Side.
Finalmente aterrizamos en la orilla, en pleno muelle del East River, en un helipuerto
exclusivo, a la altura de la calle 34.
Mi apartamento en Manhattan queda en el Museum Tower, en la calle 53, entre Quinta y
Sexta Avenida. Se llama Museum Tower porque es la torre del Museo de Arte Moderno (MoMA). Yo
no sé mucho de arte, y la verdad es que después de un año viviendo ahí, nunca he entrado al museo.
Pero sé que tiene vainas de Picasso, Van Gogh, Dalí, Monet, Chagall, Kandinsky… y eso le da full
valor al edificio. Parte de la colección de la camarada Patty Cisneros está también aquí. Y yo,
gracias al sabio y oportuno consejo de mi adorada amiga Vera Góldiger, la gringa bolivariana, había
conseguido un apartamento de tres cuartos que estaban rematando, porque el banco se lo había
quitado al dueño. Así fue que un hogar dulce hogar, que normalmente costaría cuatro millones, yo lo
coroné por un millón novecientos…
Esto y mucho más se lo debo a la Góldiger. Sin duda hablaremos de ella más adelante.
El valet movió la puerta giratoria con sus guantes blancos, y Scarlet cruzó el lobby como si
este ya fuese su palacio. Subimos al piso 35, llegamos a la puerta de mi apartamento y antes de abrir
me disculpé:
—Todavía estoy remodelando, perdona si hay algunas cosas sin terminar.
Ella sonrió con ironía. Puede que sea una niña acostumbrada al buen gusto pero, debía
admitirlo, entre el viaje en jet privado, el paseo en helicóptero y el apartamento en la Quinta
Avenida, nuestra primera cita iba muy bien.
Abrí la puerta y mi pequeño tesoro se iluminó… Las ventanas panorámicas mostraban la